1 agosto 1975
Primer tratado común que firman las dos 'Alemanias'
Conferencia de Helsinki: Pacto de distensión en la Guerra Fría firmada por EEUU, URSS y todos los países de Europa menos Albania
Hechos
La Conferencia sobre la Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE) o Conferencia de Helsinki tuvo lugar en Helsinki (Finlandia) a lo largo de varias sesiones entre el 3 de julio de 1973 y la decisiva tercera sesión del 30 de julio al 1 de agosto de 1975.
Lecturas
La Conferencia sobre la Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE) o Conferencia de Helsinki tuvo lugar en Helsinki (Finlandia) a lo largo de varias sesiones entre el 3 de julio de 1973 y la decisiva tercera sesión del 30 de julio al 1 de agosto de 1975; entre los Estados Unidos de América, Canadá, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y todos los países europeos (incluyendo a Turquía y excluyendo a Albania y Andorra).
Culminó con la trascendental Acta final de la Conferencia sobre la Seguridad y Cooperación en Europa conocida también como Acta final de Helsinki, Acuerdos de Helsinki o Declaración de Helsinki. Fue firmada por 35 países. Es el punto de partida de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). Sin embargo, el acta no fue vinculante puesto que no tenía estatus de tratado.
La Conferencia tuvo reuniones posteriores, que tuvieron lugar en Belgrado (4 de octubre de 1977 – 8 de marzo de 1978), Madrid (11 de noviembre de 1980 – 9 de septiembre de 1983), y Viena (4 de noviembre de 1986 – 19 de enero de 1989). La Cumbre de París de 1990 puede considerarse como punto final de la Conferencia, por la desaparición del bloque del este
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Países firmantes de la Conferencia de Helsinki:
Miembros de la OTAN firmantes: Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Italia, República Federal de Alemania, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Grecia, Islandia, Luxemburgo, Holanda, Noruega, Portugal y Turquía (todos ellos democracias, menos Turquía)
Miembros de Pacto de Varsovia firmantes: Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), República Democrática de Alemania, Checoslovaquia, Bulgaria, Hungría, Polonia y Rumania (todos ellos dictaduras comunistas)
Países neutrales firmantes: España, Yugoslavia, Chipre, Finlandia, Irlanda, Islandia, Liechtenstein, Malta, Mónaco, San Marino, Suecia y Suiza. (algunos son democracias y otros dictaduras como la España franquista o la Yugoslavia comunista de Tito).
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Los puntos principales enumerados en el Acta fueron:
Igualdad soberana, respeto de los derechos inherentes a la soberanía
Abstención de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza
Inviolabilidad de las fronteras
Integridad territorial de los estados
Arreglo de las controversias por medios pacíficos
Principio de no intervención en los asuntos internos de los estados.
Respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales
Derecho a la igualdad y derecho a la autodeterminación de los pueblos
Cooperación entre los estados
Cumplimiento de buena fe de las obligaciones del derecho internacional
También buscaba mejorar las condiciones de los periodistas y ampliar los intercambios culturales. La cuarta canasta abordaba los procedimientos para supervisar la implementación y planificar futuras reuniones.
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HOXHA SE NEGÓ A PARTICIPAR
El dictador comunista de Albania, el stalinista Enver Hoxha, que rompió con la URSS en 1968 para alinearse con la china maoista, ha sido el único mandatario europeo que se ha negado a firmar el tratado de Helsinki.
El Análisis
La Conferencia de Seguridad y Cooperación en Europa, clausurada en Helsinki en agosto de 1975, pasará a la historia como uno de los hitos más importantes en el largo y fatigoso pulso entre Este y Oeste. En un mismo recinto, los jefes de Estado o de Gobierno de los países de la OTAN, del Pacto de Varsovia y de las naciones neutrales han firmado un acuerdo que, más que un tratado concreto, representa un compromiso simbólico de distensión en plena Guerra Fría. Era el fruto de una nueva atmósfera internacional marcada por el fracaso de Estados Unidos en Vietnam, la política de apertura de Gerald Ford, y el empuje de líderes europeos como Willy Brandt, artífice de la Ostpolitik, que ha hecho del diálogo con el bloque oriental una bandera de la paz.
El Acta Final de Helsinki consagra tres grandes principios: la inviolabilidad de las fronteras europeas, el respeto a los derechos humanos y el impulso a la cooperación económica y cultural entre los bloques. Para unos, es la aceptación definitiva del statu quo nacido de la Segunda Guerra Mundial; para otros, una rendija por la que puede filtrarse la libertad en los países sometidos al totalitarismo comunista. Las diferencias entre los firmantes eran, de hecho, abismales: democracias consolidadas como las de la mayoría de los países de la OTAN (con la excepción del régimen militar turco), dictaduras comunistas como las de Honecker en la RDA o Ceaușescu en Rumanía, y régimenes autoritarios neutrales, como la España franquista representada por Arias Navarro, o la Yugoslavia de Tito, comunista, pero independiente de Moscú.
La reunión de Helsinki ha sido también un gesto de realismo político: el reconocimiento de que Europa no puede permitirse vivir eternamente bajo la amenaza de la confrontación nuclear. Sin embargo, las sonrisas protocolarias no deben ocultar las contradicciones del momento. Los firmantes orientales rubricaron compromisos sobre derechos humanos que violan a diario, mientras las democracias occidentales, conscientes de ello, prefirieron mirar hacia adelante para consolidar un clima de entendimiento. Fue una tregua más moral que jurídica, pero en la lógica de la Guerra Fría, las palabras podían tener más fuerza que los misiles.
Y mientras el continente se daba la mano, Albania permanecía sola, aislada en su ortodoxia estalinista. El dictador Enver Hoxha, que todavía en 1975 exaltaba a Stalin y a Mao, rechazó firmar el Acta de Helsinki, sellando así el autoexilio de su país dentro de Europa. En un continente que, pese a las diferencias, buscaba la cooperación y la paz, Tirana se hundía en su propio dogma y en una pobreza extrema. La Europa de Helsinki, con todas sus hipocresías y contradicciones, quiso abrir una ventana al futuro; la Albania de Hoxha prefirió cerrar sus puertas al siglo XX.
J. F. Lamata