24 junio 1974

Constantinos Karamanlis se convierte en primer ministro de Grecia sellando el fin de las dictaduras militares en el país heleno

Hechos

El 24 de julio de 1974 Constantinos Karamanlis asumió el cargo de primer ministro.

Lecturas

En noviembre de 1973 se produjo un golpe de Estado en Grecia contra Papadopulos.

Constantinos Karamanlis asumió este 24 de julio de 1974 el cargo de primer ministro tras la triunfal recepción popular con la que fue recibido ayer en Atenas.

La resolución del general Phaedon Ghizikis, líder del gobierno militar que regía hasta ayer en Grecia, ha sorprendido a todo el mundo.

La primera medidas adoptada hoy por Karamanlis ha consistido en liberar a los presos políticos, cerrar el campo de concentración de la isla de Iaros y llamar a las personalidades políticas en el exilio; entre ellas figuran figuran la actriz Melina Mercuri y el compositor Mikis Teodorakis.

Todo indica que los militares resolvieron devolver el poder a Karamanlis cuando advirtieron que habían quedado aislados por completo de la sociedad civil, al tiempo que se enfrentaban a la hostilidad de los gobiernos europeos. También ha intervenido en esta inesperada medida la situación imperante en Chipre, que divide profundamente al ejército griego.

Karamanlis ha prometido restaurar de inmediato todas las libertades.

En agosto de 1975 Papadopoulos será condenado a muerte. 

El Análisis

Karamanlís, el hombre que devolvió la democracia a Grecia

JF Lamata

El derrumbe de Papadopoulos en noviembre de 1973 no trajo la libertad esperada. El poder quedó en manos de un militar aún más duro: Dimitrios Ioannidis, “el invisible dictador”, que prefirió gobernar desde la sombra colocando como jefe de Estado a Phaedon Gizikis y controlando el Gobierno como titiritero de Georgios Androutsopoulos. Ioannidis se presentaba como el guardián del golpe del 21 de abril de 1967, pero su régimen pronto se vio envuelto en una crisis que escapaba a todo control: la de Chipre.

En julio de 1974, Ioannidis patrocinó un golpe de Estado contra el arzobispo Makarios, presidente de Chipre, con el objetivo de imponer la “enosis” —la unión de la isla con Grecia—. El movimiento, torpe y mal calculado, provocó la reacción inmediata de Turquía, que invadió el norte de Chipre con la excusa de proteger a la minoría turcochipriota. El fracaso fue estrepitoso: Grecia quedó humillada, los militares en Atenas perdieron todo prestigio, y Makarios, que había huido tras el golpe, regresó triunfante como presidente de la República chipriota. El episodio, además de dividir Chipre hasta hoy, fue la tumba del régimen de los coroneles.

La única salida fue el regreso de un político exiliado desde hacía una década: Constantinos Karamanlís. Desde París, donde esperaba el fin de la dictadura, fue llamado de urgencia a Atenas para asumir la jefatura del Gobierno en julio de 1974. Karamanlís era un viejo conocido: ya había gobernado Grecia en los años 50 y principios de los 60, y ahora regresaba con el aura de salvador. Su llegada supuso el fin de la dictadura y el inicio de la Metapolítefsi, la transición griega a la democracia. En Chipre, Makarios volvía al poder tras sobrevivir a un golpe fallido; en Grecia, Karamanlís reinstauraba la libertad política tras siete años de tiranía. Así, del desastre de Chipre emergió también la oportunidad histórica para que los griegos volvieran a decidir libremente su destino.

JF Lamata