20 noviembre 1976

Críticas al periodista Manuel Ibáñez Escofet por un artículo aludiendo despectivamente a la cristiandad y la castidad de Antonio Gaudí

Hechos

El 20.11.1976 se publicó un artículo de D. Manuel Ribera sobre D. Manuel Ibáñez Escofet.

Lecturas

En el periódico El Alcázar D. Manuel Ribera publica el 20 de noviembre de 1976 un artículo contra D. Manuel Ibáñez Escofet, al que presenta como periodista afín a D. Jordi Pujol Soley en La Vanguardia Española, por haber publicado artículos contra el arquitecto D. Antonio Gaudí Cornet.

DE MANUEL IBAÑEZ ESCOFETA DOÑA MARÍA ÁNGELES MUÑOZ

Manuel Ibañez Escofet fue director de TELE-EXPRES en el que se cubrió de gloria, sobre todo con cierto reportaje de José María Huertas, en el que se insultaba groseramente a las viudas de militares, por cuya causa el periodista fue juzgado. Ibañez Escofet tiene antecedentes muy beatos, flirtea ahora con el banquero Jorge Pujol [Jordi Pujol] y en LA VANGUARDIA publica una sección diaria titulada ‘A punta seca’, digna de figurar al lado de las ‘sentencias filosóficas’ de los calendarios del siglo XIX.

Pero, claro, hay que destacarse. Últimamente, el 4 de este mes, Manuel Ibáñez Escofet, el catalanista, las ha tomado contra Antonio Gaudí, una de las glorias más universales, verdaderas y serias de Cataluña. Ya en 1910, la Societé Nationale des Besus Arts, de París, hizo una exposición de las maquetas y trabajos de Gaudí, que impresionaron en aquel entonces. Ahora Gaudí es estudiado por los arquitectos de todas las naciones. Gaudí era profundamente catalán, pero sobre todo era un hombre roqueño de fe cristiana inquebrantable. Según Ibañez Escofet, en una frase de Gaudí, sacada de un boletín religioso, aseguraba que era su gozo que ‘Dios me ha concedido el don de la castidad”. Gaudí expresaba con esto que estaba librado “de muchas tribulaciones y amarguras”. Y con su ironía, humorismo y agudeza fuera de serie añadía: “Una de las tales es la de no tener que sufrir la pena de quedar viudo”. Nuestro Aristarco, queremos decir Manuel Ibañez Escofet, el plumífero amigo del banquero Jorge Pujol, califica esto de grotesco. Y con tono doctoral se pregunta “cuando nuestros psiquiatras abandonan un rato la nutritiva consulta y se dedican a explicarnos estos patrimonios comunes que son los genios de casa”.

Hasta ahora se ha atacado la prosecución de las obras del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia – lo que es un postulado de sentido común, negado por los rojos, los masones y los estúpidos, al alimón – pero se salvaba la figura de Gaudí. Pero, no se puede enseñar impunemente el plumero… Hace algún tiempo, Juan Fuster, con mucho acierto, puntualizaba las equivocaciones cometidas en el mundillo literario catalán. Y decía Fuster: “Un novelista tan tremendamente ridículo como don Narcís Oller, o las fantasía de doña Victor Catalá y los demás, han sido patrioteramente desorbitados. Cuando publiqué mi “Literatura Contemporánea”, tuve que aguantar los reproches que hasta hoy no he contestado. Me acusaron de no conceder suficiente importancia a la novelística. Un poeta como Maragall, un poeta como Carner o Guerau de Llost, y los demás Salvat-Papasseit, Riba, Foix, Esprin, Oliver, Brossa, son presentables en la república de las letras universales. Y el delicioso Carner, si fuese traducible. ¿Pero novelistas? La Víctor Catalá, Prudenci Bertrana, Roig i Raventós y los otros, quedan muy por debajode don Armando Palacio Valdés, don José María Pereda y don Felipe Trigo. Entre los muchos métodos posibles, el de la literatura comparada no está nada mal. Quizá es el método más higiénico. El virus de la almogavería, o el del cantonalismo, es pernicioso. Algún día alguien tendrá que decir que Prudenci Bertrana fue un novelista dolení, y no digo Oller… O la señora Catalá. Malos novelistas. Malísimos. ¿Estimables a nivel local? ¡Y tanto! Con decir que no tenemos otros, ya está dicho todo. Cierro el inciso con cuantas excepciones convenga: Ruyra, Puig i Ferrater, alguna cosa de Llor, Lorenç, Villalonga, Pedrolo, el frustado novelista Espriu – ya lo advirtió Miguel Villalonga – y los chicos de las últimas hornadas… Pero Fuster nunca adocenaría a Gaudí con ningún mediocre, Fuster tiene cultura para saber que Gaudí es grande por su obra y persona.

La atrabiliaria aseveración de Ibañez Escofet considerando que Gaudí era grotesco por su estima de la moral, de la castidad y su humorismo por ‘no tener que sufrir la pena de quedar viudo’, es pues de un infantilismo delicioso. El profesor doctor Debobe, junto con Hoeschmann, ambos de la Academia de Medicina de París, según se puede leer en Medicine internacionales ilustrée’, afirman que la castidad no hace reír sino a los imbéciles. Claro que esto no lo decimos para Ibáñez Escofet, sino que solamente registramos que lo enseñan tan eminentes profesores.

Si ahora nos hemos dedicado a tirar basura a Antonio Gaudí, uno de los hombres más trascendentes de Cataluña, por su creatividad, y por su genio, desde luego la criteriología para entender Cataluña, debe cambiar. A lo mejor, Manuel Ibáñez Escofet regala sonrisas y benevolencias a las caravanas indescriptiblemente dignas de un estudio psiquiátrico de verdad, de las mujeres que se solidarizan con la señora María Ángeles Muñoz, públicamente acusada de adulterio, y que ha conquistado a las que van por la calle con unos pegatinas en los que se puede leer “yo también soy adúltera”.

En fin, Manuel Ibáñez Escofet es un caso. Pero, entre Platón y el periodista de LA VANGUARDIA, nos quedamos con el gran maestro griego que dice: “Tan satisfecho estoy de haber escapado a la tiranía del amor, cual si me hubiese libertado de un amo rabioso y salvaje”. Esto es lo que decía Gaudí, con más humanismo, alegría y personalidad. Pero si los catalanistas de ahora opinan que Gaudí es un caso clínico, la grandeza de Cataluña la deberán medir por los anticonceptivos, los condones, las nalgas y la cantidad de adúlteras. Si los republicanos y los catalanistas de la Generalidad destruyeron las maquetas y parte de los planos de la ‘Sagrada Familia’, estaba reservado a un periodista de LA VANGUARDIA y de Jorge Pujol, el banquero, tratar de miserable a un superdotado, gloria catalana de España, como Antonio Gaudí.

Manuel Ribera