21 septiembre 1966

El diario de la Organización Sindical reprocha a ABC y a Luis María Anson sus críticas a la dictadura franquista

Desde el diario PUEBLO Gonzalo Barroso Gippini califica al ABC como ‘portavoz de los responsables del retraso español’ en infraestructuras

Hechos

El 21.09.1966 el diario PUEBLO publicó el artículo ‘Los Necios y las Breverías’ de D. Gonzalo Barroso Gippini.

Lecturas

En el diario público Pueblo dirigido por D. Emilio Romero Gómez se publica un amplio reportaje firmado por Gonzalo Barroso Gippini contra la sección ‘Breverías’ del ABC de D. Torcuato Luca de Tena Brunet, por juzgarse esta excesivamente crítica contra el Gobierno de la dictadura.

¿EL ABC, DEMASIADO CRÍTICA?

 A criterio de diario PUEBLO la sección ‘Breverías’ del periódico ABC en el que se criticaba la gestión del Gobierno del General Franco en materias como la telefonía era demasiado exagerada en sus críticas donde llegó a afirmar que España estaba a la cola de Europa, un dato desde el que discrepa D. Gonzalo Barroso Gippini desde el periódico de la Organización Sindical (pagado por el Estado).

 El periodista monárquico D. Luis María Anson había dedicado varias críticas desde ABC a la gestión del campo por parte de la dictadura franquista e incluso una ‘Tercera’ el 12.06.1966 titulada ‘Mi Artículo Sobre el Campo’. Aquellas publicaciones sobre el sector rural causaron réplicas en el propio ABC el 1 de julio por D. Manuel Antonio De la Riva Zambrano (Secretario del ministerio de Agricultura, contrarreplicado el 2.07.1966 por el Sr. Anson) y desde el diario ARRIBA por D. Cristobal Páez (que simultáneaba su condición de columnista con la de Jefe de Gabinete de Prensa del Ministerio de Agricultura). Ahora el diario PUEBLO se sumaba a las críticas.

21 Septiembre 1966

LOS NECIOS Y LAS BREVERÍAS

Gonzalo Barroso Gippini

Leer

Hace un par de meses publicó ABC una de sus clásicas breverías, señalando las deficiencias de un servicio público calificándolo como ‘el peor de Europa para vergüenza de sus responsables y de toda la nación, pues hace cuarenta años disfrutábamos del mejor”. Esta vez se refería a los teléfonos; pero en otras muchas ocasiones el comentario ha ido dirigido a las carreteras, los ferrocarriles, las viviendas o las escuelas, y en términos semejantes a los empelados con los teléfonos.

No es sólo el diario ABC el que acostumbra analizar así la realidad nacional; otros muchos periódicos y revistas por medio de editoriales o de artículos firmados se dedican habitualmente y con machacona insistencia a esta ‘fiesta o deporte nacional’ de ‘hablar mal’ de la administración nacional, provincial o municipal.

El que un particular de escasa cultura y mediana inteligencia haga una crítica destructiva de todo lo que no funciona bien en su país, diciendo que ‘esto es una vergüenza’, ‘cualquier tiempo pasado fue mejor’ o ‘esto sólo ocurre en España’ no tiene importancia y revela únicamente la poca preparación del individuo en cuestión, que ante una incomodidad que tiene que sufrir reacciona de forma puramente emocional, sin pararse a estudiar fríamente el asunto.

Posiblemente, si los órganos de información hablada y escrita, efectuasen una labor divulgadora de la realidad española, en forma comparativa con otros países con suficiente perspectiva hacia el pasado y el futuro, el español medio tendría un conocimiento más exacto de las virtudes y defectos de su nación.

Pero o que a n particular no se le puede pedir, sí se le debe exigir al periodista o al escritor a quienes se les supone suficiente inteligencia y cultura.

Y es el caso que al replicar yo, desde las páginas de PUEBLO a la breveria sobre los teléfonos citando nada menos que diez países europeos con menor densidad telefónica que España, publica el ABC una segunda breveria sobre el tema diciendo ahora que ‘el servicio telefónico español es el peor de la Europa libre’ añadiendo la siguiente frase: ‘Como todo necio confunde valor y precio, hay quien confunde la calidad del servicio con la calidad de teléfonos’.

Cuando también desde las páginas de PUEBLO repliqué a Luis María Anson en su artículo sobre el campo, recibí como única respuesta la acusación de que yo sólo pretendía ‘salir en los periódicos’ y de que dado lo extremado de mi argumentación no podía entrar en diálogo conmigo, cuando la realidad es que no le era posible sostener las afirmaciones de su artículo ayuno de la más pequeña fundamentación económica o social, escrito evidentemente con exclusivas intenciones políticas y dentro de la línea del famoso ‘barco a la vista’ del marqués de Quintanar. Posteriormente, y en el último párrafo de su contestación al secretario general técnico del Ministerio de Agricultura, se desdice de sus acusaciones anteriores culminando con la pintoresca afirmación de que ‘uno de los pocos hombres que tienen ideas claras sobre lo que se debe hacer en el sector agrario es precisamente el actual ministro de Industria”.

Ahora ABC utiliza un procedimiento similar: el insulto encubierto, ya que no cita al autor de la ‘confusión’ entre cantidad y calidad, rectificando sobre la marcha sin reconocer expresamente que en su primer comentario había faltado a la verdad, advertida o inadvertidamente, al decir que ‘el servicio telefónico español es el peor de Europa’. Ahora ya limita la comparación a la Europa libre, si bien más adelante señala que ‘en cuanto a calidad también estamos por detrás de varias naciones de la Europa no libre”.

Por último, en esta segunda brevería del 20 de agosto, dice ABC: “También en cantidad de teléfonos por cada mil habitantes estamos a la cola, aunque en este caso tres pequeñas naciones de la Europa occidental se encuentran por detrás de nosotros.

El tema es lo suficientemente importante como para puntualizarlo de forma clara y casi exaustiva:

1 – 1 – Es falso que yo haya confundido la calidad del servicio telefónico con la cantidad de aparatos, cuando a esa distinción dedico la mitad de mi artículo. Es, por el contrario, el autor de las breverías quien desconoce la influencia que la cantidad ejerce sobre la calidad, al decir que ‘hace cuarenta años teníamos el mejor servicio telefónico de Europa”, pues es lógico que los primeros cincuenta o cien mil teléfonos instalados al crearse el servicio en España funcionasen a la perfección, al estar las líneas y centrales tan descargadas de conferencias como desiertas de automóviles se encontraban las carreteras y, de bañistas las playas. El problema de la calidad del servicio telefónico surge con la utilización masiva de las líneas al acercarse a los res millones la cifra de teléfonos en funcionamiento. ¿Cómo atender con recursos escasos al mejoramiento del servicio y a la instalación de doscientos o trescientos mil aparatos al año?

2 – 2 – ¿En qué se basa ABC para afirmar que el servicio telefónico español es el peor de la Europa libre?; Irlanda, Portugal y Grecia tienen muchos menos teléfonos que nosotros, luego la calidad de su servicio debería ser mucho mejor que la nuestra, para compensar su menor densidad. ¿Está seguro ABC de que Grecia y Portugal con cincuenta y cuatro teléfonos por mil habitantes contra ochenta por mil de España, tienen un funcionamiento tan perfecto de su servicio telefónico que les permite compensar la enorme desventaja que tienen respecto a nuestra densidad telefónica? Porque yo estoy convencido de lo contrario: de que siempre estará mejor comunicado un país con ochenta teléfonos por mil habitantes, con el funcionamiento español, que otro con cincuenta y cuatro teléfonos por mil habitantes y el funcionamiento greco-portugués, que todavía está por demostrar que sea más perfecto que el nuestro.

3 – 3 – La comparación con Europa es necesaria, pero no suficiente, porque hay otros países como algunos países iberocamericanos que hasta hace muy pocos años se encontraban en nuestro mismo estadio de desarrollo económico y social y a quienes estamos rebasando por momentos. El que estemos a la cola de Europa, de la Europa industrializada, es natural, porque nunca hemos sido una nación industrial y ello no entraña una ‘vergüenza’ para los actuales españoles como pretende señalar ABC, máxime cuando lo que ha conseguido la España actual, la España de Franco, es acortar distancias con esa Europa económicamente desarrollada, has dejar en CINCO O DIEZ años de retraso lo que había llegado a ser un abismo insalvable de CUARENTA O CINCUENTA años. ¿Cómo puede pretender ABC que deberíamos haber superado a varios países de la Europa occidental en teléfonos para librarnos de esa ‘vergüenza’?

Señala ABC los países a quienes debiéramos haber superado. ¿Serán Francia, Bélgica y Suiza? Alemania, Holanda y Sucecia? ¿Inglaterra, Dianmarca y Noruega?

Y si teníamos que estar por delante de algunos de estos países en teléfonos, ¿también tendríamos que estarlo en ferrocarriles y carreteras? ¿Y por qué no en enseñanza, vivienda y sanidad?

¿Quiere explicarnos ABC como se pueden dar esos saltos en el vacío de recuperar cuarenta años en un quinquenio? ¿No le bastan los veinticinco o treinta que hemos avanzado en tan cortísimo plazo?

Si le duele como nos duele a todo el estar ‘a la cola’ de Europa ¿por qué no reclama al sistema político-social que ‘reinó’ en España en los últimos dos siglos durante los cuales no hicimos más que perder terreno a ojos vista.

Que sea precisamente el ABC – portavoz de los responsables del retraso español – el que a estas alturas trate de hacer una especie de ‘campaña electoral’ falseando y tergiversando un progreso social y económico que es el asombro y la envidia de todos los países subdesarrollados, es algo que resultaría cómico si no fuera muy triste y vergonzoso.

En ARRIBA del 9 de septiembre dedica Jaime Campmany su habitual pajarita de papel a este tema de la crítica constructiva o destructiva que constituye la médula de toda mi argumentación. Campmany pone en boca de un supuesto interlocutor la siguiente frase: “Bueno, pues si a los periodistas os interesa criticar lo que está mal dad soluciones. So-lu-cio-nes. Yo no necesito denuncias ni acicates, ni que nadie me espolea. Tengo ojos en la cara para ver los problemas sin que la Prensa esté recordándolos todos los días. Que me den soluciones. Quejarse de todo sin colaborar en la resolución de los problemas es poner arena en lo cojinetes, es hacer crítica destructiva. Bien está que os dejen hacer crítica, pero una crítica constructiva”.

A esto le contesta Campmany lo siguiente: “No sé, no se sabido nunca lo que es eso de crítica constructiva. El crítico debe decir si una cosa le parece buena, mala o regular, auténtica o falsa, sincera o camalística, fea o hermosa, justa o injusta, y no tiene por qué preocuparse del resto”.

Por supuesto que mi posición está más cerca de la mentida por el amigo de Jaime Campmany. Yo estimo que el hombre de acción necesita denuncias y acicates al estilo de la inmensa mayoría de las breverías y editoriales del ABC y de la prensa en general. Las injusticias y los errores deben airearse para que ‘quien corresponda’ los solucione, pero cuando el comentario periodístico se refiere al mal funcionamiento de todo un servicio público como los teléfonos o los ferrocarriles o a la gravedad de un problema nacional como la crisis de la agricultura o el déficit de viviendas populares es imprescindible que, junto con la recordación del problema, se aporten por el periodista las soluciones que, a su juicio, deben arbitrarse.

En el primer Plan de Desarrollo, el 70% de las inversiones públicas se destinó a cuatro sectores fundamentales de la vida económica nacional, que absorbieron en el cuatrienio 64-67 la cantidad de 238.000 millones de pesetas repartidos de la siguiente forma:

1 – Transportes 82.300 millones, 35%, 2, agricultura, 68.100 millones, 28%, 3, vivienda, 65.400 millones, 27%, 4, enseñanza, 22.900 millones, 10%.

Aquí quiero yo ver a los periodistas, como diría el amigo de Jaime Campmany. Si queremos ‘forzar la marcha’ en algunos aspectos, necesariamente debemos reducirla, relativamente hablando, en los restantes. Esto es lo que entiendo yo por crítica constructiva, y sería muy conveniente que la Prensa se pronunciara sobre este fundamental asunto. ¿Cuál debería ser el orden de prioridad en el segundo Plan de Desarrollo?

Mi opinión es la siguiente:

1, transportes: 200.000 millones, 50%, 2, enseñanza, 80.000 millones, 20%, 3, agricultura, 60.000 millones, 15%, 4, vivienda, 60.000 millones, 15%.

Yo pido una mayor atención a las carreteras, ferrocarriles, puertos, aeropuertos y teléfonos, e igualmente una mayor atención para la enseñanza y para ello no queda más remedio que reducir el porcentaje destinado a la agricultura y a la vivienda. En cifras absolutas, los transportes recibirían 120.000 millones de pesetas más que en el primer plan, la enseñanza, 60.000 millones más, mientras que los dos sectores perjudicados – agricultura – y vivienda – experimentarían una disminución de unos 7.000 millones de pesetas cada uno. Por supuesto, todas estas cifras están calculadas de manera burda y a los solos fines de tener una idea ligerísima de lo que podría ser el segundo Plan de Desarrollo.

La Prensa tiene la palabra.

Gonzalo Barroso Gippini.