16 octubre 1986

El General Cassinello destituido después de publicar en ABC un artículo reprochando la actitud de los periodistas en su contra

Hechos

El 17.10.1986 el Gobierno decidió la destitución del General Andrés Cassinello como Jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil.

Lecturas

En ese momento eran las revistas: TIEMPO, INTERVIÚ y CAMBIO16 las que más investigaban a los GAL, pero tenían más interes en señalar a Fuerzas de Seguridad del Estado que al Gobierno. El ABC era, por el contrario, el periódico que más las defendía, hasta el punto que ofreció sus páginas al Jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, general Cassinello, cuando este fue acusado por CAMBIO16 de estar vinculado a los GAL.

Ese sindicato 16. No, el de Pepe Oneto no, el sindicato de los otros… Cada vez que sale un alumno de la escuela de Periodismo se le ocurre hablar del general Cassinello. Si todavía fuera Emilio Romero o Carrillo, pero nada, cosas de niños. A esos niños les pasa lo que a los policías nuevos y a las niñas tontas: se lo creen todo y después lo largan pensando que así van a echar otra vez a Nixon. ¿Quién lo iba a pensar en el sindicato 16? (General Andrés Cassinello, ABC, 16-10-1986)

 

16 Octubre 1986

A LA SEÑORIA QUE CORRESPONDA

General Andrés Cassinello

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Sí, señoria, es verdad que les llamé gilipollas y que les mandé a tomar todos los vientos. Pero es que estoy cansado y aburrido. ¿Vio su señoría lo de Sevilla? Una cosa mala. Del ombligo para arriba parecían guardias civiles, aunque llevaran los faldones fuera; pero al final acababan entre nazarenos y etarras: encapirotados o encapuchados, señoría. Del obligo para abajo, nada. Vamos, que era una foto de medio cuerpo sí y medio cuerpo no. Pero no importa, esta historia no tiene nada que ver con o que pasa del ombligo para abajo, así que sigo. Pues que no me quieren. Dicen que no soy demócrata y lo dicen tan enfadados que a lo mejor tienen razón, porque chillan un rato y hasta manotean; además, lo dicen también los comunistas, que de eso saben mucho.

De todas formas, no lo entiendo. ¿Para qué querrán un demócrata en la Guardia Civil? Señoría, lo juro: desde O´Donell a Azaña y de Rosón a Barrionuevo, todos los demócratas piden disciplina a la Guardia Civil, y a ninguno se le ocurre pedir consenso. Es cosa de ese sindicato-dieciséis. No, el de Pepe Oneto, no; Pepe está solo; el sindicato es el de los otros. Dicen que es verde, pero no lo creo. Digamos que entreverado, para no meternos en líos. No vea, señoría, todos son secretarios generales. ¿Cogemos uno en Bilbao? Secretario general. ¿Cogemos otro en Sevilla? También secretario general. Después, los dieciseisavos o los decimosextos – que después de lo de Solana cualquiera sabe – encuentran otro secretario general paseando por Miraflores. El de Sevilla llamaba a Castellana, 5, presguntaba por el ministro y después por el subsecretario; pero no se ponía nadie y entonces pedía el teléfono de la Moncloa. Verá, señoría, que no se andaba por abajo. El de Miraflores vuela al GAL, como ese otro de INTERVIÚ, que se hizo una foto en el País Vasco en un sitio donde la tapa de riego pone Ayuntamiento de Madrid. ¿Se quiere creer, su señoría, que aún no sabemos dónde?Y así dale que te pego.

Cada vez que sale un alumno de la Escuela de Periodismo, con el cascarón pegado a donde su señoría sabe, se le ocurre hablar del General Cassinello. Si todavía fuera Emilio Romero, o hasta Carrillo, mire su señoría por dónde; pero nada, cosa de niños, y no se enfade su señoría, que el otro día un colega suyo de La Mancha, opinaba que llamar cabrón no es insulto, y esto se me antoja algo menos. Además, Benjamín Franklin proponía procedimientos más contundentes y ese sí que era demócrata. Lo malo es que a esos niños les pasa lo que a los policías nuevos y a las niñas tontas: se lo creen todo y después, hala, lo largan, pensando que así van a echar otra vez a Nixon.

Su señoría opinará que es una pijotería, pero los decimosextos que han empeñado en que yo me fui a Córdoba en helicóptero, con trecientos guardias civiles, a matar a los del sindicato. Además dicen que ya no hacemos caso al terrorismo. ¡Qué va a pensar Jon Idígoras; él, tan alegre y combativo! Se va a aburrir el pobre en Amorebieta, sin nadie que le persiga. Le juro que no es verdad: en Córdoba estuve una sola vez con mi Renault 5 y mi mujer, hace ya cuatro o cinco años. Córdoba es la paz, la palmera, el río y las calles retorcidas, rezumando cal, abrazadas a la Mezquita. ¿Quién iba a pnesar entonces en el sindicato-dieciséis? Quiero volver a Córdoba, como quería García Lorca, en aquella poesía de mi juventud, pero no así. Además, siempre pasa igual, señoría: o un policía fullero o un guardia civil venal. ¿Por qué no le preguntan a Tarancón, que es más serio por ejemplo? Venga, dale que le pego; y yo, señoría, a leer los periódicos, a pensar lo malo, y, lo tonto que soy, a enterarme de todo lo que hago o lo que he hecho.

De verdad, señoría, les he llamado gilipollas y les he mandado a tomar todos los vientos. Le juro que me he quedado corto.

Andrés Cassinello

17 Octubre 1986

¿A quién corresponde?

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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Con el título de A la señoría que corresponda, el jefe del Estado Mayor, de la Guardia Civil, Andrés Cassinello, publicó ayer en el diario ABC de Madrid un artículo que, al margen de cualquier otro juicio, constituye una verdadera provocación. Sobre su contenido puede juzgar el lector, pues lo reproducimos íntegramente en esta misma página. Baste insistir en que el artículo aparece firmado no sólo con el nombre, sino también con el cargo de su autor. Tal como recordó ayer el diputado de Izquierda Unida Enrique Curiel, no cabe, a la hora de analizar el escrito, desvincular el desahogo más o menos literario de la persona de Andrés Cassinello de la responsabilidad política que éste ostenta.Para explicar lo que queremos decir: la Guardia Civil es un instituto armado de carácter militar con más de 60.000 hombres en armas, a la vez que dotado del servicio de inteligencia e información más desarrollado de este país. Su jefe de Estado Mayor no es un particular. Con arreglo a la ley debe ser militar profesional y es quien organiza y controla toda la información que recibe el cuerpo y quien realiza los informes técnicos sobre los que se basan las decisiones del director general. Forma parte, además, del equipo de expertos que asesora al ministro del Interior sobre la lucha antiterrorista. Por eso hay que sorprenderse de que el general Cassinello se exprese como lo hace cuando se refiere a periódicos, periodistas y partidos políticos y se dirija públicamente para ello a una señoría innominada. Son conocidas sus dependencias jerárquicas, a las que puede y debe enviar escritos y denuncias: director general de la Guardia Civil, ministro del Interior, ministro de Defensa, presidente de Gobierno. Que lo haga, además, en los términos en los que lo ha hecho ha de tenerse en cuenta a la hora de valorar la capacidad profesional de tan alto cargo. Cassinello es considerado en medios próximos al Gobierno, desde hace meses, sucesor in pectore de Sáenz de Santamaría como director general de la Guardia Civil, y se le tiene por uno de los cerebros más significados del equipo de colaboradores más próximos al ministro del Interior.

Las informaciones que dan pie al artículo del general hacían referencia a la celebración de una conferencia de prensa del clandestino sindicato de la Guardia Civil. La primera reacción de las autoridades fue la de negar que tal sindicato existiera, pese a que posteriormente se produjeran detenciones de miembros de dicho instituto acusados de formar parte del citado sindicato. En aquella y posteriores apariciones públicas, los portavoces del mismo han hecho graves acusaciones contra Cassinello, relacionándole con los GAL, pero nunca han exhibido prueba alguna. Cassinello, como persona y como jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, tenía y tiene derecho a defenderse. Y los tribunales han de ampararle, aunque, a decir verdad, últimamente la Guardia Civil ha hecho más bien gala de su resistencia a los jueces. Pero en su artículo el general se ha limitado a verter comentarios despectivos para la profesión periodística en general y nuestros colegas del Grupo 16 en particular, insinuaciones contra el partido comunista, cáusticas glosas de una expresión de Javier Solana y un par de tacos.

Al final, lo más notable es el mismo nombre del artículo: «A la señoría que corresponda». Señoría en este país es el tratamiento que se otorga a los magistrados en ejercicio y a los diputados. ¿Estamos ante un nuevo desafío a los jueces o es un nuevo desafío al Parlamento? Sea como sea, muchos ciudadanos tienen derecho a sentir como una amenaza el artículo del general Cassinello. El Gobierno y su presidente tienen la obligación de explicar qué sucede en la Guardia Civil, y de desautorizar -destituyéndole- o amparar -manteniéndole- las opiniones de este militar. Pero si permanece en su cargo, por mor del principio de autoridad, tan querido por el presidente González, entonces habrá que convenir que la amenaza viene del propio Gobierno.

17 Octubre 1986

Al hilo de un artículo

ABC (Director: Luis María Anson)

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NO entramos en el fondo, del problema ni en el análisis de las cuestiones planteadas en el artículo de don Andrés Cassinello que publicamos ayer en nuestras páginas. Es materia compleja, cargada de conflictividad y opinable, sobre la que cada lector formará su propio criterio.

Pero hechas estas salvedades, nos parece indudable que el artículo supone un suceso periodístico de gran relieve, precisamente porque en estos días se discute no sólo qué director general será el próximo responsable de la Guardia Civil, sino qué clase de dirección necesita el Instituto en una etapa política definida por el cambio en una significativa gama de cuestiones y materias.

Nosotros hemos sostenido desde ABC, sin pasión y con argumentos, que la Guardia Civil necesita ante todo de los reconocimientos propios de su condición militar, de Cuerpo de Ejército. Esos reconocimientos comportan la conclusión de que el Instituto debe ser dirigido por un militar profesional. Consecuentemente, el planteamiento de la posibilidad de introducir en su primer nivel de mando a un civil daría base a una polémica inconveniente y a una peligrosa politización de cuestiones que debieran permanecer más allá de la política. Al menos de la política cotidiana y menor.

La Guardia Civil es una pieza clave de la seguridad nacional. Y desde esta perspectiva, acorde por demás con su propia ejecutoria histórica, debe contemplarse qué ocurre similarmente en las grandes naciones occidentales, donde esa misma seguridad nacional está servida, asistida y defendida por profesionales puros; sometidos, desde luego, a control objetivo, pero preservados de la política cotidiana y ajenos enteramente a las contingencias de ésta.

Un debate sobre la Guardia Civil, más allá de que se suscite frontalmente como tal o que se haga de forma sesgada, no debiera, por todo lo que hemos señalado, perder de vista ese equilibrio institucional en que aparece históricamente instalado el Instituto. Y de este modo, en lo que concierne a su propia adscripción administrativa, es de advertir cómo la Guardia Civil encuentra su independencia funcional y su eficacia, su autonomía y capacidad de maniobra, en su doble depender del Ministerio del Interior y del Ministerio de Defensa. Las cosas son de esta manera y no de otra.

En el otro comentario que publicamos sobre la Guardia Civil advertimos, en este mismo sentido, la existencia de campañas de intoxicación cuyo propósito, presumiblemente, no se agota en crear socialmente una imagen falsa, sino en la determinación de un escenario político adecuado para ese proceso de fondo a la Benemérita, proceso acaso buscado desde fuera de los ámbitos institucionales a los que corresponden los debates sobre las cuestiones de interés nacional.

18 Octubre 1986

El cese

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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La destitución del jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, Andrés Cassinello, apenas 24 horas después de que publicara el impresentable artículo del que ayer dábamos cuenta, es una decisión que honra al Gobierno y merece el aplauso. La dignidad del poder no admitía otra solución, y la celeridad del Ejecutivo al adoptarla es del todo encomiable.Pero la opinión pública no debe ser privada de ulteriores explicaciones sobre un caso que ha puesto al descubierto las graves quiebras internas del aparato de seguridad del Estado y las increíbles veleidades de alguien que hasta hace poco era uno de sus máximos dirigentes. La experiencia demuestra que uno de los problemas fundamentales de los regímenes democráticos es el gran poder acumulado por sus propios servicios secretos, la naturaleza de cuya tarea les hace particularmente proclives a asumir la condición de. poder autónomo. De ahí la necesidad de que los Gobiernos actúen con firmeza frente a cualquier intento de desafío implícito por parte de quienes ocupan o han ocupado puestos de responsabilidad relacionados con esa tarea. Dicho esto, parece llegado el momento de que el Gobierno explique a los ciudadanos qué está pasando en la Guardia Civil. No es posible. pensar que un hombre de las características de Cassinello se haya hecho el harakiri con un artículo tan desacertado simplemente porque se pusiera nervioso. Quizá él creyó que era una salida airosa si finalmente no era designado director general de la Guardia Civil -a este respecto se sabe que numerosos sectores del cuerpo se oponían a semejante nombramiento, sugerido repetidas veces por miembros del Gobierno, en contra de lo que ha declarado su portavoz- O quizá nos encontramos ante una historia de manipulación más complicada. Como sea, es difícil admitir que la lucha antiterrorista ha estado en manos de alguien que parece tan torpe y que, sin embargo, hasta ahora no había dado signo de serlo. La política del Ministerio del Interior hace agua por todos lados, y ya ni siquiera eldescubrimiento de la Benemérita parece una receta para los problemas de los socialistas. Por eso la destitución de Cassinello no señala el final de una historia. Antes bien, debe ser el comienzo de una rectificación política cada día más urgente.