11 abril 1951

Como comandante de las tropas de la ONU en Corea y como responsable de las fuerzas de ocupación de Japón

El presidente de Estados Unidos, Harry Truman, destituye al General Douglas MacArthur para favorecer las negociaciones en Corea

Hechos

El 11.04.1951 Douglas MacArthur fue relevado de su cargo al frente de las tropas desplegadas en Corea y reemplazado por Matthew Ridgway.

Lecturas

La guerra de Corea comenzó en junio de 1950. 

El presidente de Estados Unidos, Harry Truman, ha destituido de todas sus funciones al general Dougles MacArthur, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas norteamericanas en el Lejano Oriente. MacArthur quería bombardear la República Popular China de Mao tras su intervención en la guerra de Corea a favor del régimen de Kim Il Sung.

La medida gubernamental acapara este 11 de abril de 1951 los titulares de prensa de Estados Unidos y toda Europa. La fulminante decisión de Truman se debe, al parecer, a que MacArthur ha desaprobado, de manera más o menos abierta, los objetivos políticos y militares que el gobierno norteamericano persigue en Corea.

Mientras Truman intenta un acuerdo sobre la base del respeto a la línea demarcatoria del paralelo 38, el general MacArthur – uno de los héroes de guerra preferidos por el público de Estados Unidos – proponía abrir un segundo frente contra el régimen comunista chino, con ayuda de las tropas del general Chang Kai-Chek (que como Dictador de Taiwan, se sigue considerando el presidente legítimo de China, y está reconocido como tal por la ONU, aunque sólo controle Formosa).

Termina así la pugna ya abierta entre Truman y su general, imponiéndose el poder civil sobre el militar.

En el contexto tampoco se puede obviar que el hecho de que sectores del Partido Republicano especularan con la posibilidad de llevar proponer a MacArthur como candidato de este partido a la presidencia de Estados Unidos, no ayudara a que sus relaciones con el presidente Truman, del Partido Demócrata, fueran las mejores.

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MacArthur fue recibido con vítores y confetti a su regreso a Estados Unidos

La guerra de Corea finalizará en tablas en julio en 1953. 

12 Abril 1951

El caso Mac Arthur

LA VANGUARDIA (Director: Luis de Galinsoga)

Leer

El elogio militar del general Mac Arthur queda hecho con sólo un rápido repaso a su brillantísima hoja de servicios. Su campaña del Pacífico, forzando al Japón a doblegarse e incluso sus primeras etapas de mando en Corea, organizó un Ejército eficientísimo sobre el terreno movedizo de un país agitado por una inesperada agresión acreditan la justicia de los que colocan como uno de los más eminentes jefes militares de la historia de los Estados Unidos. Y, en otro orden de ideas, durante su ‘proconsulado’ en el Japón ha probado insignes dotes políticas. La perfecta tranquilidad y seguridad con que las tropas norteamericanas de guarnición en el archipiélago imperial pudieron ser trasladada a Corea, sin el peligro de recibir, por mano japonesa, una puñalada por la espalda, garantiza la concepción certera y el desarrollo acertado de la gestión del general en Tokio.

Sentados estos puntos, el hecho de que se haya producido un ‘caso Mac Arthur’ invita a la reflexión. Quizá había en el ilustre soldado un exceso de personalidad que, desbordado en el capo puramente profesional, le ha llevado a crearse enemistades no sólo en el interior de los Estados Unidos, sino, lo que es peor, en el seno de la coalición de cuyas tropas el vencedor del Pacífico tenía el mando supremo. Con razón o sin ella, el comandante en Jefe del Ejército que opera en Corea era discutido por sus poderdantes. Y lo que es más grave: era discutido en la plaza pública. Desgraciada condición ésta de la excesiva publicidad de todos los asuntos en los Estados Unidos, donde no ha cuajado todavía la idea europea del indispensable secreto o reserva de Estado. Pero a este juego, el general Mc Arthur se había adaptado perfectamente – puesto que de modo bien público no ya sólo a los parlamentarios que le visitaron sino, también a los periodistas. Unos y otros, naturalmente, no recibían sus confidencias para meditarlas en silencio, sino para expresarlas con la mayor publicidad posible, cumpliendo en esto los evidentes deseos del general.

¿Hasta dónde eran meramente militares o eran políticas sus manifestaciones? A la letra, eran militares: importancia estratégica de Formosa, posibilidad de vencer a la China roja, absurdo palpable de seguir la guerra sin poder bombardear la retaguardia enemiga en Manchuria, etc. Pero no es menos obvio que tales manifestaciones no ya rozaban sino que incidían de lleno en temas de alta política. Nada menos que a la conveniencia de llevar la guerra a la propia China se refirieron sus últimas declaraciones, que han sido ‘la gota de agua que ha desbordado el vaso’, según se cree.

Si pues, las declaraciones públicas del general se referían a temas de alta política, es de una videncia abrumadora que con ellas penetraba en el terreno privativo del Gobierno de la nación. Y es clarísimo también que no había colucidencia entre ambos puntos de vista. Equivocado o no, el del Gobierno – que debe tener en cuenta el parecer de sus aliados – es no empeñarse a fondo en Asia para no dejar Europa al descubierto. El de Mac Arthur es lo contrario. Y ello hasta tal punto que – según acaba de declarar un parlamentario norteamericano que habló con el recientemente – atribuía más valor en la lucha contra el comunismo a la isla de Formosa que a Francia y aún a toda la Europa occidental. La Casa Blanca, y mucho más Londres, París y otras capitales, consideraban que la postura del general amenazaba con extender el conflicto en Asia. Mac Arthur estimaba que precisamente esto es lo conveniente porque con ello el comunismo recibiría un golpe de muerte. Este conflicto, de atribuciones y de concepción política general, no podía resolverse más que por la destitución del comandante en jefe. Y en esto Truman ha probado, una vez más, que no le asustan las más tremendas responsabilidades. Se consideraba que después de la orden de arrojar la bomba atómica sobre Hiroshima y la de repeler la agresión comunista contra Corea del Sur, está es la decisión más grave que ha adoptado en su vida política.

Porque, aparte la gravedad del acuerdo en sí mismo, no se puede negar que el momento es de lo más inoportuno para un asunto de esta naturaleza, aunque pueda alegarse que la inoportunidad empezó con las declaraciones del general. Se está pasando un mal paso en la lucha de Corea, a la que Laos de vérsele el fin, lo que se prevé en una nueva y gigantesca ofensiva chino-comunista. Además, téngase en cuenta que Mac Arthur ha sido destituido de todos sus cargos, entre los cuales figura el de ser comandante en jefe de las fuerzas de ocupación de Japón. Lo peor podría ser que ello tuviera repercusiones desagradables en el archipiélago, coto cerrado para la entrada del comunismo gracias a la enérgica y certera actuación del general. Además, cabe preguntar: ¿Qué sucederá si pese a la destitución de Mac Arthur los chinos se niegan a negociar, como es lo más probable? En este caso, el problema volvería a quedar planteado tal como Mac Arthur lo planteó.

En todo caso, Truman no ha procedido a la ligera. Sus consideraciones con el ilustre general han sido múltiples: como la extraordinaria de volar miles de kilómetros para acudir a conferencias con él en la isla de Wake. Al final, ha estimado no poder continuar así. Cierto es que los comunistas muestran satisfacción por la trascendental decisión del Presidente. Pero también lo es que Churchill ha aprobado totalmente, en los Comunes, la declaración del Gobierno británico coincidente con el paso dado por Truman. Sea por ello lo que quiera, preferible mil veces sería que no se hubiera producido el incidente lamentable que ha acabado arrancado del frente anticomunista oriental la figura dinámica, alta y señera del prestigioso vencedor del Pacífico.

El Análisis

Una batalla política en plena guerra

JF Lamata

La destitución del general Douglas MacArthur por parte del presidente Harry S. Truman marca un punto de inflexión tanto en la guerra de Corea como en la política interna de los Estados Unidos. Lo que podría parecer un simple relevo militar en mitad de un conflicto se ha convertido en símbolo de una grieta mucho más profunda: la que separa a los partidarios de una estrategia dura frente al comunismo y quienes temen que un enfrentamiento directo con China pueda desencadenar una tercera guerra mundial.

MacArthur, héroe de la Segunda Guerra Mundial y comandante supremo de las fuerzas de la ONU en Corea, no ha disimulado su desacuerdo con la política de contención de Truman. A su juicio, la única forma de ganar la guerra era llevarla hasta su raíz: China. Bombardear sus bases, cortar sus líneas de suministro, incluso amenazar con un ataque nuclear si fuese necesario. Para Truman, esa opción significaba un riesgo intolerable, no sólo de escalar el conflicto a dimensiones mundiales, sino de romper la ya frágil alianza occidental, reacia a nuevas guerras tras la devastación reciente. El relevo de MacArthur ha sido recibido con júbilo por los defensores del diálogo y la diplomacia, pero ha incendiado a los sectores más anticomunistas del país, que acusan a Truman de debilidad frente al comunismo. En los pasillos del Partido Republicano, la figura de MacArthur comienza a perfilarse como una posible carta presidencial para 1952 y el general parece dejarse querer.

La guerra de Corea sigue su curso sangriento, pero lo que se dirime ya no está solo en los campos de batalla del paralelo 38, sino también en la arena política estadounidense. ¿Debe América contener o aplastar al comunismo? ¿Quién marcará la dirección de Occidente: el militar que pide más guerra, o el presidente que intenta evitar una aún mayor? La respuesta aún está por escribirse, pero el enfrentamiento entre Truman y MacArthur quedará como un capítulo decisivo en el conflicto entre guerra total y prudencia estratégica en la era nuclear.

J. F. Lamata