4 septiembre 1952

Elecciones Chile 1952 – El General Ibáñez del Campo se convierte en presidente

Hechos

El 4 de septiembre de 1952 se celebraron elecciones en Chile.

Lecturas

Chile no tiene un liderazgo fuerte desde la muerte de Ríos Morales

Ha asumido su cargo el nuevo presidente de Chile, Carlos Ibáñez del Campo, cuya resignación fue ratificada el 24 de octubre por el Congreso de la nación.

El general Carlos Ibáñez llega nuevamente al poder con el apoyo de una holgada mayoría electoral.

En las elecciones celebradas el 4 de septiembre, Ibáñez consiguió el 47% de los votos contra el 28% de su más inmediato rival, el candidato derechista Arturo Matte Lorrain. El radical Pedro Enríquez Alfonso, apoyado por el gobierno, obtuvo sólo el 20% y el candidato de la izquierda marxista Salvador Allende apenas el 5% restante.

Con la llegada de Ibáñez al poder se corta la sucesión de gobiernos de ‘Frente Popular’ que se inició en 1938, y que llegó a su fin hace dos años, cuando el entonces presidente González Videla proscribió al Partido Comunista con cuyo apoyo, curiosamente, había llegado a la jefatura del Estado.

Desprestigiado así el radicalismo, divididos los socialistas y menguados de apoyo los conservadores se hizo factible el triunfo de un candidato populista.

Las siguientes elecciones serán en 1958.

 

El Análisis

Chile, una de las pocas democracias en américa latina

JF Lamata

En un continente donde las elecciones presidenciales solían ser más una formalidad que un verdadero ejercicio democrático —con golpes militares, dictaduras prolongadas y fraudes sistemáticos como telón de fondo—, los comicios chilenos de 1952 fueron un recordatorio de que, en América Latina, la alternancia pacífica en el poder no era imposible. Chile, con su tradición parlamentaria y su respeto por las urnas, volvió a ofrecer un escenario inusual para la región: una contienda real, abierta, donde los votos pesaban más que los decretos.

Los candidatos reflejaban un espectro político amplio y, en algunos casos, poco convencional. Desde el derechista Arturo Matte Larraín, con un discurso clásico de orden y estabilidad; pasando por el radical Pedro Enrique Alfonso, que cargaba con el desgaste del oficialismo; hasta un joven Salvador Allende, representante de la izquierda marxista, aún en etapa de siembra política y sin el arrastre de masas que lograría dos décadas más tarde. Y en el centro de la escena, un personaje singular: Carlos Ibáñez del Campo, el ex dictador convertido en candidato populista, que prometía barrer con la “vieja política” y conquistar a un electorado cansado de los partidos tradicionales.

El resultado fue contundente: Ibáñez se llevó el 47% de los votos, aplastando a Matte (28%) y dejando al oficialismo en una derrota humillante (20%), mientras la izquierda apenas alcanzaba un modesto 5%. La elección mostraba que, incluso en una democracia sólida como la chilena, el descontento podía abrir la puerta a liderazgos personalistas con pasado autoritario. Lo que estaba por verse era si la vuelta de Ibáñez al poder supondría un paréntesis populista o el comienzo de un nuevo ciclo político. En un continente marcado por las botas y los caudillos, Chile seguía siendo la excepción… pero una excepción que, en 1952, dejaba claro que hasta la democracia más firme podía ser tentada por el recuerdo del hombre fuerte.

J. F. Lamata