31 diciembre 2006

El Presidente del Gobierno Zapatero anuncia que suspende el proceso de diálogo

ETA vuela ‘La Terminal 4’ matando a dos personas, pero asegura que quiere matener el ‘proceso de diálogo’

Hechos

El 30.12.2006 se produjo un atentado con bomba en la terminal 4 de Barajas, con dos muertos. El atentado fue reivindicado por ETA. Ese mismo día el Gobierno anunció la suspensión del proceso de diálogo con la organización asesina.

Lecturas

diego_armando_palate D. Diego Armando Estacio y D. Carlos Alonso Palate, muertos en el atentado de ETA a la Terminal-4.

EL GOBIERNO ZAPATERO: «HE ORDENADO SUSPENDER TODAS LAS INICIATIVAS DE DIÁLOGO CON ETA»

zapatero_t4 D. José Luis Rodríguez Zapatero

ARNALDO OTEGI (BATASUNA): «LA TREGUA NO ESTA ROTA»

otegi_2006 Arnaldo Otegi

31 Diciembre 2006

Hoy estamos peor que hace un año

Ángel Acebes

Leer
ETA ha aprovechado estos nueve meses de alto el fuego para rearmarse, para robar pistolas, captar nuevos miembros, aumentar la extorsión, recomponer sus aparatos y recuperar fuerza y protagonismo frente al Estado de Derecho. Estos nueve meses han supuesto un grave retroceso en la lucha contra el terrorismo. Hoy estamos peor que hace un año y mucho peor que hace tres.

A lo largo de las últimas décadas, los demócratas españoles hemos tenido que ver muchas veces dramáticas imágenes como las de ayer. El terrible atentado de la T4 de Barajas es un testimonio más de la voluntad destructiva de ETA. ETA nunca ha entendido de razones. ETA siempre ha sido una organización totalitaria y criminal, que quiere acabar con la libertad de los españoles y que utiliza el chantaje, la amenaza y el terror para conseguir sus objetivos políticos. Esta evidencia es lo que llevó a los dos grandes partidos políticos a suscribir el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, en virtud del cual, gobernara quien gobernara, se mantendría la misma estrategia: con ETA no cabrían negociaciones, ni atajos, ni diálogos; a los terroristas había que derrotarles con la eficacia policial, mediante la cooperación internacional, con la Ley y con todos los instrumentos de la Ley. Esa política no sólo era moral, ética y acorde con la obligación capital de toda sociedad democrática que es garantizar la dignidad, memoria y justicia de las víctimas. También era eficaz.

La política de la derrota de ETA llevó a la banda al peor momento de su historia. Hasta tal punto esto es así, que en abril de 2004, coincidiendo con la llegada de Zapatero al Gobierno, llevábamos ya un año sin muertos. Todos los denominados aparatos de la organización estaban desmantelados o seriamente limitados. El terrorismo urbano había prácticamente desaparecido y, por primera vez en nuestra Historia, ETA había sido expulsada de las instituciones democráticas gracias a la Ley de Partidos. Entonces sí podíamos decir que estábamos mejor. Entonces sí podíamos vaticinar que, en un futuro no muy lejano, veríamos el fin de ETA.

De ahí que resultara gravemente irresponsable, amén de absolutamente incomprensible, la decisión de Zapatero de sustituir la política de la derrota de ETA por la de la negociación. El presidente del Gobierno justificó este cambio asegurando que ETA estaba dispuesta a abandonar las armas sin cobrar un precio político. Nada más lejos de la realidad. El giro radical dado por Zapatero a la estrategia de lucha contra el terrorismo ha demostrado ser, además de inmoral, ineficaz. ¿De qué ha servido la ruptura unilateral del Pacto Antiterrorista? ¿De qué ha servido que el fiscal cambiara de criterio para adaptar la aplicación de la Ley a las «circunstancias»? ¿De qué ha servido llevar el proceso al Parlamento europeo como si se tratara de un conflicto político entre dos estados distintos? ¿De qué ha servido el reconocimiento de ETA-Batasuna como interlocutor necesario, escenificado en una lamentable foto oficial entre Patxi López y Otegi? ¿De qué han servido tantas conversaciones y contactos secretos? Todos estos gestos, todos estos guiños, todas estas cesiones, todas inmorales, algunas de ellas gravísimas e incluso difícilmente reversibles, sólo han servido para fortalecer a ETA. ETA ha aprovechado estos nueve meses de alto el fuego para rearmarse, para robar pistolas, captar nuevos miembros, aumentar la extorsión, recomponer sus aparatos y recuperar fuerza y protagonismo frente al Estado de Derecho. Estos nueve meses han supuesto un grave retroceso en la lucha contra el terrorismo. Hoy estamos peor que hace un año y mucho peor que hace tres.

El presidente del Gobierno tuvo que reconocer ayer que la situación es peor que cuando compareció para hacer un balance triunfal del año 2006. Sin embargo, se limitó a decir que suspendía el proceso de negociación con los terroristas, cuando lo que la inmensa mayoría de los españoles esperábamos era su ruptura definitiva y la vuelta a la política de firmeza contra ETA. Frente al terrorismo, nunca han valido ambigüedades ni debilidades ni medias tintas, y menos aún ahora. Zapatero tiene la obligación de asumir su responsabilidad. Como le pidió Mariano Rajoy, tiene que dar garantías a la sociedad española de que ETA-Batasuna no se va a presentar a las elecciones bajo ningún disfraz y de que en ningún caso el futuro del País Vasco, Navarra y el conjunto de España se decidirá en una mesa de partidos al margen de las instituciones democráticas.

España y los españoles podemos estar mejor en 2007 de lo que lo estamos hoy. Pero para ello sólo hay un camino: que Rodríguez Zapatero rectifique y vuelva a la política de la derrota de ETA, que es la única moral, la única eficaz, la única que puede garantizar el triunfo definitivo de la democracia española sobre el terror.

Ángel Acebes

31 Diciembre 2006

ETA tiene la culpa

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

Leer

ETA reanudó ayer el único e intolerante discurso que ha exhibido en sus cuatro décadas de existencia: el terror. La furgoneta bomba que estalló en una de las plantas de la nueva terminal del aeropuerto madrileño de Barajas causó, por la información disponible al cierre de esta edición, dos desaparecidos, varios heridos leves y serios destrozos en las instalaciones, así como el caos más absoluto durante las horas que estuvo suspendido el tráfico aéreo. Con este atentado, la banda rompe el alto el fuego que anunció hace nueve meses, lo que obligó al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero a suspender cualquier iniciativa de diálogo con ella, en cumplimiento de la resolución aprobada en el Congreso el pasado mes de junio.

Así lo anunció el propio presidente en una comparecencia pública en la que, además, consideró que la acción de ETA era «el paso más equivocado e inútil que han podido dar los terroristas». La resolución del Congreso establecía como condición para cualquier diálogo la voluntad inequívoca de abandonar la violencia. La organización dejó ayer bien claro, con un atentado gravísimo -se emplearon unos 200 kilos de material explosivo- en uno de los lugares más emblemáticos de Madrid, que su camino es el del terror y el miedo. Se trata, una vez más, del reconocimiento de su impotencia.

Lo sucedido ayer sólo tiene un culpable: ETA. Frente al anacronismo de un grupo de terroristas convencidos de que es posible fraguar su proyecto político sobre el dolor y la sangre, la democracia debe contraponer la unidad de todas las fuerzas democráticas, el apoyo de todas ellas al Gobierno en los momentos de mayor dificultad, la fortaleza de las instituciones y la firmeza del Estado frente a los violentos. Zapatero anunció ayer la busca y captura, para su entrega a la justicia, de los autores del atentado. No podía ser de otra manera.

La dirección de la lucha antiterrorista es responsabilidad del Gobierno. A él, en particular a su presidente, corresponde decidir el camino a seguir. Para ello cuenta con el mandato del Parlamento. Lo peor que podría suceder en este momento es que las rencillas partidistas y el egoísmo de vuelo corto hicieran aún más fácil el objetivo de la banda de desgastar y debilitar el Ejecutivo.

La acción de Barajas pilló desprevenido al Gobierno, según reconoció el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, y se produjo un día después de que el presidente Zapatero manifestara su optimismo por la marcha del proceso para el fin de ETA. No es descartable que algunos utilicen esta circunstancia como munición para el navajeo político, pero, pese a que la crítica a la labor de cualquier Gobierno es necesaria en los sistemas democráticos, no parece éste el momento más adecuado para reproches estériles.

ETA ha modificado con este atentado su tradicional ritual de anunciar mediante un comunicado la ruptura de una tregua, como ya sucedió con las de 1989 y 1998. En esta ocasión, con la bomba de Barajas, la banda parece querer forzar al Gobierno hacia una ruptura del proceso para la paz que le permita librarse de culpas y justificar posteriores acciones violentas. De nuevo es una estrategia suicida e insensata. No sólo porque camina por encima del dolor de las víctimas y el terror de los ciudadanos, sino también por la frustración que provoca en la gente, incluida la izquierda abertzale, parte de la cual había depositado en este alto el fuego permanente fundadas esperanzas de alcanzar, en el plazo que fuera necesario, la paz que ansía este país.

Desgraciadamente, Batasuna volvió ayer a decepcionar con un discurso alejado de la realidad. Su máximo dirigente, Arnaldo Otegi, se refugió en la solidaridad con las víctimas del atentado de Madrid y en una llamada al sosiego y a la responsabilidad para evitar la condena de lo sucedido. La falta de liderazgo en la formación abertzale, justo lo que más se necesita en estos momentos difíciles, ha convertido en papel mojado el famoso discurso de Anoeta, en noviembre de 2004, en el que abogaba por las vías políticas en lugar de las pistolas. Poco queda de aquello.

No basta con anunciar nuevas iniciativas para mantener vivo un proceso que, según dijo el propio Otegi, no está roto, o con afirmar que lo sucedido en Barajas no devuelve la situación en el País Vasco a los momentos previos al anuncio del alto el fuego permanente. El argumento utilizado por el líder de Batasuna de que la izquierda abertzale lleva meses advirtiendo de los obstáculos que sufre el diálogo para el fin de la violencia resulta un sarcasmo trágico cuando la consecuencia de ello son 200 kilos de explosivos en una zona tan concurrida como la nueva terminal de Barajas. Otegi debe responderse a sí mismo, y a todos aquellos que se lo reclaman, si tiene el coraje y apoyos suficientes para desmarcarse de la violencia. Es la hora de la valentía. Los cobardes viajan con dinamita.

31 Diciembre 2006

La muerte tiene un precio

Isabel Durán

Leer

Más de quinientos kilos de explosivos han hecho saltar por los aires la ensoñación de paz del presidente Zapatero. Una pesadilla con dos muertos, a los que el Gobierno considera «desaparecidos», enterrados en cuarenta mil toneladas de escombros y un hombre secuestrado durante dos días para perpetrar con su furgoneta el brutal «accidente mortal». Este es el panorama que ha devuelto a las sedadas y cegadas mentes de celtiberia a la cruda realidad. Es evidente que los terroristas han buscado un atentado de evidente repercusión internacional y que ha cogido al Gobierno con el pie cambiado.

Sin embargo, la acción opiácea y desinformadora del Ejecutivo más empecinadamente manipulador de la historia ha llegado al punto de que la primera comparecencia del ministro del Interior, producida cuatro horas largas después del brutal atentado, todavía no daba por confirmada la reivindicación hecha por los propios terroristas vascos vía telefónica para anunciar el bombazo. «Yo creo que ha sido ETA», dijo Rubalcaba, siguiendo la estela del portavoz de la ilegalizada ETA-Batasuna que declaró que la autoría etarra estaba por confirmar. Como si hubiera la menor duda.

Nueve horas después apareció el presidente. Con la cara desencajada y el verbo inseguro, como quien es obligado a salir a un escenario que le produce erisipela, aseguraba inquietante en La Moncloa que «ha ordenado suspender cualquier contacto con ETA». Un Zapatero digno representante del cesarismo cósmico que al igual que su ministro del Interior, no se atrevió a contradecir al terrorista Otegui que había asegurado que «el proceso no está roto».

Zapatero no quiere romper con la ETA. ¿Cuántos muertos más le hacen falta para luchar contra el terrorismo en lugar de rendirse a él? ¿Cuántos secuestros? ¿Cuántos ataques de terrorismo callejero? ¿Cuántas extorsiones? ¿Cuál es el precio del Poder?

14 Enero 2007

El PP ha hecho lo que debía y, además, le convenía

Federico Jiménez Losantos

Leer

Menos mal que Rajoy no cedió al discurso retronavideño que le pedía acompañar al PSOE en la minimani de ZP, porque, de hacerlo, hoy se sentiría humillado y tonto por partida doble. Porque para preparar su comparecencia parlamentaria de este lunes, el Presidente del Gobierno había organizado dos representaciones, sábado y domingo. La del sábado estaba en la línea de la Commedia dell´Arte, una farsa vistosa y superficial que hace dos siglos que aburre a todos los públicos, incluso en Italia. En España, hoy por hoy, repugna políticamente a los que están preocupados por combatir el terrorismo e indignados por padecer un Gobierno empeñado en dialogar, negociar y finalmente rendirse ante la ETA.

Si Rajoy, en un acto de evidente enajenación mental y electoral, hubiera pedido que las masas que han llenado la calle por millones para resistirse al «proceso de paz» del PSOE y la ETA lo acompañaran el sábado junto a ZP, lo más probable es que hubiera compartido el fracaso de la manifa-trampa con el propio Presidente del Gobierno. Basta ver cómo en la preparadísima minimani del sábado brillaba por su ausencia la bandera de España, que es el símbolo masivo y espontáneo en todas las grandes manifestaciones contra la política nada antiterrorista de Zapatero. Por otra parte, ¿cómo iba a pedir Rajoy a los militantes, simpatizantes y votantes del PP que dejaran sola a la AVT y se unieran a los titiriteros del «No a la guerra» y a las Rosas Blancas de Bardemzelaia? ¡Y sin que ZP haya pedido perdón por su criminal fracaso!

Pero aún hubiera quedado más en evidencia Rajoy tras publicarse la entrevista dominical de Zapatero en El País, en la que queda clarísimo que el Presidente del Gobierno piensa seguir manteniendo como opción estratégica la negociación con ETA, aunque tácticamente haga mohines tristines. Ni una sola palabra de firmeza en la lucha antiterrorista. Todo en él es gimoteo. No sabe cómo permitir que Etasuna –recuérdese: Batasuna no existe– pueda presentarse a las elecciones de Mayo, en las que está presto a entregar Navarra al separatismo vasco, incluida y en primer lugar la ETA. Lo único que tiene claro Zapatero es que odia al PP, y que fuera de ese odio carece de cualquier cosa remotamente parecida a un programa político de partido, no digamos ya de Gobierno