10 marzo 2005

El gigante liderado por Michael Eisner, cuya caída se considera inminente, se queda con la marca Miramax

Harvey Weinstein rompe con Disney y con Miramax para crear su propia productora de cine The Weinstein Company (TWC)

Hechos

  • El 10.03.2005 se constituyó The Weinstein Company (TWC).
  • El 30.03.2005 Disney confirmó la ruptura de su vinculación con los hermanos Weinstein.

Lecturas

Harvey Weinstein, creador de Miramax y Disney anunciaron el 31 de marzo de 2005 su divorcio definitivo después de una larga polémica. La nueva productora de Weinstein y su hermano, ‘The Weinstein Company’, seguirá colaborando con Disney para la co-producción de proyectos como la sagas Scarey Movie o Spy Kids.

Al igual que hizo en 1979 en Miramax, Bob Weinstein acompañara a su hermano en la creación del nuevo imperio cinematográfico con el apoyo económico de Goldman Sachs. En su larga trayectoria incluyen películas de éxito mundial como ‘Pulp Fiction’, ‘El Paciente Inglés’, ‘Shakespeare in Love’ o ‘Chicago’. Durante el tiempo en que han trabajado con Disney, Harvey Weinstein ha conseguido hasta 53 premios Oscar.

 Desde hacía tiempo la relación de Michael Eisner (presidente de Disney, compañía accionista propietaria de Miramax), con el productor Harvey Weinstein (presidente de Miramax), ambos poderosos magnates judíos del cine estaba muy deteriorada.  La decisión de Weinstein por producir las películas de Michael Moore contra el presidente de Estados Unidos, George Bush y su Gobierno, terminó de torcer las relaciones.

EUFORIA DE TARANTINO:  «NO NECESITAN A ESOS CABRONES»

 El director de cine Quentin Tarantino fue uno de los primeros en celebrar la ruptura entre Disney/Miramax con los Weinstein: «Harvey y Bob no necesitan a estos cabrones, llevo toda la vida esperando ese día». Weinstein en la presentación ha comentado que ‘aunque ya no tengamos el nombre de Miramax, tenemos a directores como Quentin Tarantino, Anthony Minghella o Martin Scorsese.

15 Octubre 2004

Incertidumbre sobre el futuro de la productora Miramax

Barbara Celis

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Hay títulos de la última década que pasarán a la historia del cine unidos al nombre que los ayudó a respirar: Harvey Weinstein. Pero el fundador, junto a su hermano Bob, de la productora y distribuidora Miramax, que, junto al Festival de Cine de Sundance, reinventó para el público y para la industria el concepto del cine independiente con títulos como Pulp fiction o Sexo, mentiras y cintas de vídeo, está en plena lucha por conservar el mando de una productora que en los últimos 15 años ha consechado 221 nominaciones al oscar.

Tras haber despedido a más de 100 empleados en dos meses, los rumores sobre el futuro del también conocido como Harvey Manostijeras (por su tendencia a cortar en la sala de edición las películas de sus directores) y de la modesta empresa de distribución que él y su hermano Bob fundaron en 1979 para vendérsela en 1993 a Walt Disney Inc. por unos 80 millones de dólares y convertirla en una de las productoras más poderosas de la industria, son cada vez más confusos.

En el centro del conflicto está el fin del contrato con Disney de los hermanos Weinstein como presidentes de Miramax, que expira en septiembre de 2005 y que ya se está negociando sobre un trasfondo que no se puede obviar: el odio acérrimo entre Michael Eisner, presidente de la multinacional, y Harvey Weinstein. «Harvey y Bob no necesitan a esos malditos tipos. El día en que rompan con Disney será como en las películas sobre la II Guerra Mundial cuando los americanos entraban a liberar París. Espero que ocurra desde hace mucho», declaró recientemente Quentin Tarantino en la revista Newsweek. Los hermanos le habían propuesto a Eisner readquirir Miramax por 450 millones de dólares, obteniendo un tajante no por respuesta, así que hasta hace dos meses parecía claro que los Weinstein iban a separarse.

Las malas relaciones con Eisner explotaron públicamente en mayo con motivo del estreno de Fahrenheit 9/11, el documental de Michael Moore producido por Miramax y que Eisner prohibió distribuir. Fue la gota que colmó el vaso. Harvey, además, acababa de atravesar una crisis personal, se había divorciado de su mujer y su salud se veía acuciada por su sobrepeso, su diabetes y sus subidas de tensión.

Sin embargo, en septiembre Harvey, nacido en Buffalo (Nueva York) hace 52 años, escuchó las palabras mágicas: Eisner anunciaba que abandonaría la presidencia de Disney en dos años. Eso significaba que si Harvey conseguía renegociar su contrato no tendría que volver a empezar fuera de Miramax, puesto que su odiado jefe dejaría de serlo en breve.

Al mismo tiempo Bob recibía una oferta por parte de Eisner, calificada por la revista New York de «patetica», en la que básicamente sus condiciones eran peores de las que se le ofrecen a cualquier principiante. A raíz de eso los hermanos Weinstein decidieron unir sus fuerzas y ahora sus abogados intentan que sea el Consejo de Administración de Disney el que decida.

Para los ejecutivos es todo una cuestión numérica. A Harvey le acusan de haberse estrellado con proyectos demasiado ambiciosos como Gangs of New York o Cold Mountain. Mientras se espera al desenlace, que debería producirse en los próximos meses, los directores que crecieron gracias al fervor cinematográfico de los dos hermanos siguen hablando en su favor. Para Kevin Smith, director de Clerks, «sin Harvey y Bob no habría Pulp fiction, Quentin Tarantino todavía estaría trabajando en un videoclub, Truly Madly Deeply sería la película más conocida de Anthony Minghella y Robert Rodríguez seguiría haciendo películas sobre mariachis en la Columbia».

30 Marzo 2005

Los hermanos Weinstein, los productores estrella de Hollywood, rompen con Disney

Fernando de Luis Orueta

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Tras dos años de crisis abierta y varios meses de negociaciones, Bob y Harvey Weinstein han acordado su salida de Disney y abandonan la dirección de Miramax, la empresa que crearon en 1979 y que revolucionó la industria del cine con el impulso de las películas independientes. En 12 años esta filial ha logrado 220 candidaturas a los Oscar y aportaba el 2% de los beneficios del grupo.

Con el acuerdo anunciado anoche, Disney se queda con Miramax y su catálogo de películas, que incluye buena parte de los grandes éxitos de la última década, desde Pulp fiction hasta Chicago. Los Weinsten, además de ganar la libertdad que ansiaban, se llevan unos 100 millones de indemnización y se quedan con el sello Dimension Films, hasta ahora filial de Miramax, y se disponen a lanzar un nuevo proyecto empresarial con el apoyo financiero externo que habían comenzado a amasar en sus últimos años en Disney.

La relación entre ambas compañías se remonta a 1993, cuando los Weinstein vendieron su empresa Miramax (llamada así en honor a sus padres, Miriam y Max) a Disney por 88 millones de dólares. Se abría así una relación tan fructífera como tormentosa, que en los últimos tiempos hacía aguas.

Los hermanos recuperaron para Hollywood el interés por hacer películas de calidad y, lo que es más importante, ganar mucho dinero con ellas. Se estrenaron con dos apuestas bien arriesgadas: una producción neozelandesa sobre una mujer muda que se casa con un maorí (El piano, tres Oscar y 40 millones de taquilla) y un largometraje de un director casi desconocido que prometía baños de sangre, ironía y rock and roll, (Pulp fiction un oscar y 108 millones de recaudación).

En sus producciones posteriores combinaron los grandes proyectos como El paciente inglés (un melodrama épico ambientado en la Guerra Mundial cuya filmación estaba estancada porque nadie quería invertir en el proyecto), Shakespeare in love o Chicago con otros de calidad más discutible (por ejemplo, la saga de Scream) pero que permitían obtener liquidez para financiar nievas películas. Además, apostaron por distribuir películas extranjeras en Estados Unidos con los mismos honores que las producciones patrias. Así llegaron primero El cartero (y Pablo Neruda) y luego el éxito sin precedentes de La vida es bella.

Receta conocida

La receta para el éxito de los Weinstein no era nueva. En realidad su trabajo sigue las pautas de los grandes productores de la época dorada de Hollywood como David O. Selznick o Samuel Goldwyn: implicación total en cada proyecto, más allá de lo meramente financiero, para intervenir también en el resultado final. No en vano uno de ellos se ganó el apodo de Harvey Manostijeras por su afición a imponer recortes y retoques a las películas que producía.

A ello hay que añadir que hicieron de los Oscar su mejor herramienta publicitaria. Si todos los estudios sabían ya de la utilidad de los premios para promocionar sus películas, Miramax hizo de ellos su objetivo primordial: invirtió cantidades ingentes en campañas de promoción y excedió sin rubor los límites impuestos por la propia Academia del Cine, por lo que obtuvo varias amonestaciones. Pero funcionó: en una década obtuvieron más de medio centenar de estatuillas y 220 candidaturas, muy por delante de los grandes estudios.

Celos de Eisner

Pero la relación con Disney nunca fue fácil, en gran medida a consecuencia del éxito. Michael Eisner, consejero delegado de la matriz, veía con gran recelo el afán de protagonismo y el ansia de éxito de los Weinstein. Por ello, a pesar de que renovó en ocasiones sucesivas el contrato de los hermanos para dirigir Miramax, les impuso cortapisas financieras para tratar que no se salieran del cine de menor presupuesto y la distribución de películas independientes. Todo en vano porque obtuvieron créditos externos para financiar sus proyectos.

Dos gotas colmaron el vaso. Primero, Cold mountain, un largometraje multimillonario que Miramax quiso convertir en el éxito de la temporada pero que fracasó rotundamente. Luego, la polémica de Fahrenheit 9/11: Miramax puso el dinero y cuando llegó el momento de distribuirla Eisner se lo prohibió porque no quería enfrentarse con el presidente Bush. Los Weinstein optaron por comprar a título personal los derechos de la película y acordaron con una empresa independiente la distribución.

La salida de los hermanos era, pues, inevitable. En el último año se han sucedido las propuestas, siempre fracasadas, incluyendo la posibilidad de que Bob -el menos díscolo- permaneciera al frente de Miramax mientras que Harvey abandonaría la compañía para afrontar nuevos proyectos. Finalmente, lo harán juntos: una nueva empresa que integrará producción, distribución e Internet, según han indicado, sin dar más detalles.

Y ahora que Eisner se dispone a dejar la dirección del grupo (en septiembre le reemplazará su segundo, Robert Iger), Miramax será lo que quería: una compañía de menor tamaño, con un presupuesto de 300 millones anuales frente a los 700 de la actualidad. Su nuevo director será designado en julio.