Jordi Évole hace un reportaje contra el colegio madrileño El Pilar presentándolo como el lugar donde se genera la ‘élite’ y la casta

Así acompañaba su firma Foxá en la revista del Pilar: «De Elemental A». Pena que del pilarista Foxá no se acordara Évole. Luis Alberto de Cuenca creyó que aspiraba a desvelar el secreto educativo del colegio, pero sólo quería presentarlo como una matriz del sistema según el hallazgo reciente: que lo actual es consecuencia natural de lo anterior. PP y PSOE iban al mismo cole, ¡toma scoop! ¡Y los del PSOE no surgieron de esporas democráticas extraterrestes en 1975! En su homenaje a la institución (ABC, 1957), Foxá cuenta que los marianistas ayudaban a algunas familias pasándoles el sobre de la cuenta con un papel en blanco dentro, y que la República les obligó a abandonar la enseñanza. «¡Nos vamos, pero Dios no muere!».

Franco no inventó el colegio, ni siquiera a Dios, pero algunos han empezado a mirar la historia desde el periodismo, es decir, desde el final, y sospechan que la democracia la puso ahí la dictadura. El día menos pensado descubren que la Plaza de Oriente se llenaba… Lo que se demostró es que el amigo progre de Aznar lleva las mismas pulseras. ¡Amiguismo de pulseritas pilaristas! Évole es un poco descubridor de mediterráneos. Cualquier día se mete en el Museo del Jamón y empieza a tirar del hilo. Le tocó al barrio de Salamanca, que tampoco es el de mayor coquetería barrial. «Yo fui a un colegio público de Cornellá», dijo irreprochable (sucede mucho con Vallecas, cualquier día se va a poder vivir de ser de allí). Con menos ideología hubiera estado mejor; Luis Antonio de Villena podría haber contado cuando era un niño absorto en la ventana y el profesor le pregunto qué hacía: «Esteticismos, hago esteticismos».