6 junio 1998

La etarra Ignacia Zeberio Arruabarrena muere en un tiroteo con miembros de la policía autónoma vasca

Hechos

Fue noticia el 6 de junio de 1998.

06 Junio 1998

Tiros y política

EL PAIS (Director: Jesús Ceberio)

Leer

UNA ACTIVISTA de ETA resultó muerta ayer por disparos de la Etzaintza en el curso de la operación destinada a detener a los miembros del comando Vizcaya . El consejero Atutxa ha solicitado comparecer ante el Parlamento vasco para dar las explicaciones que se le soliciten. Pero es improbable que tenga que responder a acusaciones o insinuaciones como las planteadas otras veces, no siempre de buena fe, por algunos dirigentes nacionalistas ante situaciones similares.El hecho de que uno de los agentes resultase herido de bala abona la versión de una respuesta proporcionada de los ertzainas, recibidos a tiros por los activistas. Sólo en las películas ocurre que los malos fallen siempre cuando disparan. Los policías deben intentar detener a los delincuentes sin abatirlos: por razones de principio y porque es más eficaz para sus investigaciones; pero no tienen obligación de dejarse matar, como parecen exigir algunos procuradores más o menos espontáneos de ETA, siempre dispuestos a deslegitimar al Estado: los mismos que aseguran que no sería buena una derrota militar de ETA o que es inútil la acción policial porque los comandos se reproducen

El episodio tiene lugar cuando ciertas frases poco comprometidas del nuevo portavoz de HB -el mismo que ayer calificó de «asesinato» la muerte de la activista- han bastado para que el PNV y otros partidos acepten participar en un foro de debate organizado por el brazo político de ETA, con la excusa del proceso irlandés, para hacer patente que ha conseguido romper su aislamiento. Ojalá que en ETA y HB se abra paso la idea de defender su programa por medios no violentos, pero poco ayuda a esa evolución la facilidad con que son admitidos en el hogar nacionalista sin siquiera exigirles el cese de los atentados.

Esa actitud contemporizadora es incompatible con el compromiso que siguió al asesinato de Miguel Ángel Blanco. Con ETA matando concejales del PP -el último hace un mes-, sustituir la frontera que separa a los demócratas de los violentos por una que divide a la población entre nacionalistas y no nacionalistas no sólo es inmoral, sino políticamente suicida: sólo puede favorecer la continuidad de ETA y el inmovilismo de HB. Si se les readmite en la familia sin necesidad de modificar su estrategia, y encima se les ofrecen garantías de un diálogo blindado -que proseguirá aunque ETA siga matando-, ¿por qué iban a cambiar?

De esta situación se deduce que para que el nacionalismo violento desista hay que comenzar por conseguir que cambie el pacífico: que regrese al consenso democrático abandonado por la quimera de una paz a base de cesiones a los violentos. A ello se han opuesto el PP y PSOE, acordando condicionar cualquier pacto poselectoral con el PNV a una actitud más clara de ese partido respecto al problema de la violencia en general, y al Pacto de Ajuria Enea en particular. Hasta ahora, la rivalidad entre ambas formaciones hacía que, ante cualquier amago de exigencia por parte de uno de ellos, el otro se ofreciera como sustituto. El acuerdo intenta acabar con esa situación, pero para que sea eficaz, los resultados electorales deben ser tales que obliguen al PNV a contar con el PP, con el PSOE o con ambos a la vez para formar un Gobierno viable.

En el País Vasco, las fuerzas no nacionalistas han superado en conjunto a las nacionalistas en las dos últimas elecciones generales, pero no así en las autonómicas. Los expertos aseguran que apenas hay trasvase de votos entre ambos bloques, y que la diferencia de resultados depende de la participación, que es siempre muy superior en las generales. De ahí el interés compartido de PP y PSOE por una campaña para las elecciones de octubre que estimule la participación de los abstencionistas.

Desde el PNV se ha reaccionado con desconfianza, diciendo que se trata de criminalizar al nacionalismo. Sin embargo, más bien nos encontramos ante un intento de reconocer el papel del nacionalismo democrático en el proceso de pacificación de Euskadi y, para ello, de intentar recuperarlo para el consenso de Ajuria Enea por la vía más democrática: la de los votos.