14 julio 2017

'I'm Dying Up Here' busca transmitir la difícil vida de los monologuistas de los años 70

La serie de Jim Carrey ‘Morir de Pie’ llega a España vía ‘Movistar’ con una adaptación al castellano realizada por Ángel Morón

Hechos

En el verano de 2017 se estrenó la serie ‘Morir de Pie’ en Movistar Series.

Lecturas

LAS VOCES EN CASTELLANO:

Los actores D. Jaime Pérez de Sevilla, D. Juan Francisco Lamata, D. Javier Abengozar, D. Ángel Gutiérrez Morón y D. David Flores, posan para una fotografía tras finalizar el doblaje de la serie ‘Morir de Pie’ (‘I’m dying up here’) en castellano .

14 Junio 2017

Morir de pie’, el drama de reírse

Eneko Ruiz Jiménez

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La serie sobre monologuistas quiere parecer trascendental y está tan preocupada por su aspecto que cae en cada tópico

Que Johnny Carson aplaudiera tu monólogo en su Tonight Show era como «la llamada de Dios». Que te sentara en su sofá te hacía famoso automáticamente en todo EE UU. Lo contaba el cómico Richard Belzer, a quien el rey del late-night le dio su carrera. Si a Johnny le parecías gracioso, todo estaba resuelto. Así fue con Seinfeld, Roseanne, Garry Shandling o Ellen Degeneres. El camino había merecido la pena.

El primer capítulo de Morir de pie (lunes 22:30, Movistar+) nos transporta a ese momento histórico pero no para hacer reír, sino para recrearse en un pomposo melodrama. Hay suicidios, drogas, fracaso, sexo y grandes dosis de competitividad. Una travesía en el desierto del humor con poca gracia que ya anticipa que la serie puede llegar a ser otra oportunidad perdida de narrar uno de los instantes más apasionantes de la escena norteamericana. Incluso aunque el que la cuente sea Jim Carrey, a quien Johnny también tocó con su varita.

La época es clave para entender la comedia actual. Sin ellos, nunca habría prosperado todo un género televisivo centrado en la vida y desventuras de los cómicos de moda. Los Louie, Master of None o Lady Dinamite. Pero, al contrario de lo que crean ellos con sus humildes propuestas —donde tratan aspectos más relevantes que los que venden—, la nueva serie Showtime está encantada de conocerse. Quiere parecer trascendental desde su primer plano y le preocupa tanto su aspecto que cae en cada tópico: hay planos secuencia, colores pastel, humareda de tabaco y, claro, un cartel de David Bowie. No vaya a ser que el público no aprecie que estamos en los setenta. Vive tan desprendida del espectador como Vinyl de Scorsese, a quien además busca parecerse en cada elección estética.

Morir de pie se cree muy lista, mucho más que su espectador, y comete los errores en los que cayó Aaron Sorkin cuando intentó recrear con Studio 60 las bambalinas de Saturday Night Live. Su comedia no es graciosa y el melodrama es farragoso. Aquí ni siquiera disfrutamos de los diálogos de Sorkin. Carson nunca los invitaría al sofá.

‘Morir de pie’, el drama de reírse
Para el que todavía le queden ganas para escuchar las mejores historias (reales) de los cómicos, entender el stand-up y bucear por sus complejos y traumas, la mejor receta sigue siendo el podcast WTF! de Marc Maron. Por su garaje han pasado Robin Williams, Mel Brooks, Dick Van Dyke, Jimmy Fallon o Louis C.K. Cualquiera de sus historias es mejor que Morir de pie.

28 Julio 2017

Maldita la gracia que tiene ser cómico

Nando Salvá

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Explicar un chiste es como remover el arroz durante la cocción de la paella: se echa a perder. Y, sin embargo, las teleseries que retratan las vidas y las psicologías de quienes crean esos chistes han profilerado tanto que a día de hoy casi componen un subgénero: a ‘Seinfeld’ le sucedió ‘Larry David’ y el éxito de la magistral ‘Louie’ posibilitó recientes sucesoras como ‘Crashing’, ‘Lady Dynamite’ o ‘Dice’. ¿No estarán tal exceso de ficciones sobre las vidas de los cómicos matando la comedia?

Es una pregunta pertinente si hablamos de ‘Morir de pie’, que reconstruye la escena de monologuistas de Los Ángeles en los años 70. Coproducida por Jim Carrey – que en la hagiografía ‘Man of the Moon’ dio vida al más extraño de todos ellos, Andy Kauffman – la nueva serie acompaña a un grupo de cómicos que tratan de abrirse camino en ese mundo. En concreto pasa buena parte de su metraje dentro de Goldiés, uno de los clubes que funciona a modo de cantera; su propietaria, Goldie (Melissa Leo) es famosa por su habilidad consiguiendo apariciones en televisión a sus protegido en una época en la que un bolo en ‘The Daily Show’, de Johny Carson, puede ser una catapulta al estrellato.

Para recrear ese universo, ‘Morir de Pie’ despliega tal catálogo de significantes setenteros – es una orgía de pantalones de campana, peinados afro y excesos de laca adornados con una retahíla de humnos en la banda sonora – que su verdadero modelo parece ser menos aquella época que la versión aumentada que de ella han ofrecido películas como ‘Uno de los nuestros’ o ‘Boogie Nights’. Más convincente resulta el retrato de las dinámicas en el seno del grupo: los celos profesionales y personales, las pugnas desesperadas por tener más minutos sobre el escenario, la decepción que causa ver tu nombre eliminado de la lista de actuaciones.

Asimismo, la serie nos transporta a un tiempo mucho menos preocupado por el nuestro por la corrección política. Las actuaciones de sus protagonistas incluyen el tipo de chistes racistas y sexistas que hoy les granjearían una legión de ‘haters’ en las redes. Pero no es esa parte del repertorio de ‘Morir de Pie’ lo que resulta chocante. Es otra cosa, y para explicarla es bueno recordar esa escena en la que uno de los personajes habla al público de la muerte repentina de sus padres, y eso hace un compañero le advierta: «Uno no cuenta esas mierdas tristes en un club de la comedia». Es una lástima que la serie misma no siguiera ese consejo.

Los personajes de ‘Morir de pie’ sufren adicciones, discriminación, violencia sexual y depresión. La vida los golpea en los morros una y otra vez. Y el problema es que, mientras los contemplamos, nos da igual, en buena medida porque en general son una panda de malnacidos, amargados y envidiosos e incapaces de sentir afecto. Asimismo, la historia incluye tantos personajes que casi ninguno tiene espacio suficiente para trascender el cliché: entre ellos está el cínico, la feminista, los novatos ingenuos y el padre católico para quien la comedia es el demonio. Ya hemos visto antes a estas personas, en otras películas y series mejores que esta.

Pero el gran problema está sobre el escenario. Nadie dice que una serie como esta tenga que ser un festival del humor pero, considerando que transcurre en el mundo de la comedia, ¿no debería hacernos reír de vez en cuando? En general los monólogos que interpretan sus protagonistas no tienen ninguna gracia. Y si no creemos en el talento de esas personas se hace difícil no solo sentirnos implicados en sus desventuras sino, sobre todo, entender por qué merecen tener su propia serie.