21 abril 2025
Muere el Papa Francisco (Jorge Mario Bergoglio), cuyo empeño de dar una imagen más humilde y populista de la Iglesia causó recelos en sectores conservadores

Hechos
El 21 de abril de 2025 muere el Papa Francisco.


22 Abril 2025
Los latidos de una fuerza apostólica
Presidente de la Conferencia Episcopal
Cuando Jorge Mario Bergoglio llega de Buenos Aires para participar en el cónclave convocado por la renuncia del Papa Benedicto XVI resuenan en Roma y en la Iglesia, especialmente la occidental, las preguntas que en el sínodo sobre ‘La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana’ se habrían de abordar en octubre de aquel año 2012. Todas estas cuestiones podríamos resumirlas en esta: ¿cómo evangelizar en la actual situación de nuestra sociedad? El elegido Papa Francisco hace suya la inquietud y ofrece su experiencia vivida en Buenos Aires y también en el encuentro eclesial celebrado en Aparecida. Desde entonces, su pontificado ha querido abrir un proceso impulsando una gran corriente eclesial. Ésta arranca en la alegría de haber experimentado la misericordia que moviliza; la Iglesia es invitada de nuevo, como en la Pascua primera, a salir a evangelizar, pero ahora en este momento de grandes transformaciones de todo tipo. Ha de hacerlo como pueblo peregrino entre los pueblos y en permanente misión. Esta no se realiza, en este momento de la historia, desde el poder, sino desde el testimonio que encarne la dimensión social del ‘kerygma’ (el mensaje central de la Fe cristiana) en la vida comunitaria y en el servicio fraterno a los empobrecidos de cualquier clase o condición. Es vida y misión en permanente discernimiento del paso del Señor por la historia y del descubrimiento de su voluntad; para ello ha de poner los ojos en la realidad, más importante que las ideologías, del rostro de los pobres, en la crisis demográfica, en la economía que mata, en la ‘guerra mundial a trozos’, en la contaminación ambiental, como altavoces concretos de la llamada a ofrecer la misericordia que restaura la dignidad herida y contribuye al bien común. Para salir la Iglesia ha de abandonar la autorreferencialidad y la mundanidad espiritual y experimentar una conversión pastoral que convoque a todos los bautizados a participar en la comunión y misión de la Iglesia.
En estas horas reconocemos la sorprendente aportación a nuestra vida eclesial del Papa venido del sur, con el amor de Jesús en su corazón y la solicitud por anunciar el Evangelio a los pobres en cada palabra y en cada gesto. Resuenan la invitación a la alegría como fuerza movilizadora para ser Iglesia en salida, que pide la conversión pastoral para vivir una comunión misionera que acoja a todos, todos, todos para ofrecerles la misericordia del Señor. Jóvenes y familias son ámbito privilegiado de su anuncio, que nos hace gritar «somos hermanos» y reconocer el don de la casa común regalada por quien es Creador y Padre.
Francisco ha sido un Papa ‘católico’. La afirmación puede parecer una obviedad, lo afirmo en el sentido de «poner en relación», con una perspectiva integral e integradora, aspectos centrales de la pretensión cristiana y de la vida social. Ha unido fe en Cristo, Hijo de Dios Creador y Padre y permanente manantial del Espíritu Santo (‘kerygma’ trinitario), con la visión de la persona (antropología), la administración de la casa común (economía y ecología integral) y la organización de la convivencia de la familia humana (política), en un camino histórico hacia la plenitud de la vida eterna. Los análisis políticos e ideológicos, tan dados al fragmento y al corto plazo, han separado lo que Francisco quiere unir, dando pie a tantas interpretaciones parciales o interesadas de este pontificado.
Es cierto que un Papa venido del sur, con aroma evangélico franciscano y estilo de gobierno ignaciano, ha desconcertado a muchos, dentro y fuera de la Iglesia, para utilizarlo como bandera a favor o en contra de la propia causa. Su amor indiscutible a Cristo y el reconocimiento de su presencia en los pobres, en quienes el Señor realiza un juicio de la Historia, es su principio y fundamento, al mismo tiempo que su horizonte de esperanza es el encuentro vivo con la misericordia de su Corazón en la que se realizará la justicia nueva tan anhelada. Esos dos latidos impulsan la fuerza apostólica del Papa Francisco y sus acentos pastorales encarnados en palabras y gestos que no nos han dejado indiferentes, que nos han alentado y llamado a la santidad. El Papa Francisco anunció el Evangelio con su palabra acompañada de la fuerza de sus gestos. No podemos olvidar su cercanía a los refugiados y migrantes en su viaje a Lampedusa, el primero de su pontificado, y en su visita a la isla de Lesbos. Recordamos su cercanía a los enfermos y sus visitas a las cárceles. Nos impresiona aún la oración del 27 de marzo de 2020, en los días inciertos de la pandemia, en la plaza de San Pedro vacía. Reconocemos su compromiso por la paz, la fraternidad y el desarrollo humano integral, o el cuidado de la casa común, involucrando a otras iglesias y confesiones cristianas, a otras religiones y a líderes mundiales, creyentes y no creyentes. Hubiéramos querido acogerle en España, Canarias le ha esperado hasta el último momento, pero agradecemos sus numerosos viajes apostólicos, en los que dio prioridad a las periferias y llamó a la reconciliación. Cómo nos espolean sus gestos de acogida a la vida naciente, impulsando los matrimonios abiertos a la vida y bendiciendo a las madres en espera. Tampoco olvidamos el tiempo dedicado a escuchar a las víctimas de abusos sexuales y todo lo que hizo para erradicar esta plaga de la vida de la Iglesia.
Guardamos en el corazón algunas de sus expresiones: «Dios te primerea, Iglesia como hospital de campaña, en salida, accidentada y en las fronteras, los pastores con olor a oveja, Dios que no se cansa nunca de perdonar, Cristo ha dado la vida por ti, todos, todos, todos, no balconeen… pueblo santo de Dios». Con el Evangelio, la presencia de Cristo en los sacramentos y estas palabras que resumen un aliento apostólico marcado por la misericordia, la Iglesia continúa su peregrinación siendo más conscientes, gracias al Papa Francisco, de que vive un nuevo inicio, una etapa de siembra y de esperanza. Un momento ‘pre’ que supere tantos postmodernismos y sus diversas secuelas.
Concluyo con un texto del Papa en su encíclica ‘Dillexit nº 205’ en la que nos convoca a enamorarnos de Cristo para «enamorar al mundo»: «La propuesta cristiana es atractiva cuando se la puede vivir y manifestar en su integralidad; no como un simple refugio en sentimientos religiosos o en cultos fastuosos. ¿Qué culto sería para Cristo si nos conformáramos con una relación individual sin interés por ayudar a los demás a sufrir menos y a vivir mejor? ¿Acaso podrá agradar al Corazón que tanto amó que nos quedemos en una experiencia religiosa íntima, sin consecuencias fraternas y sociales? Seamos sinceros y leamos la Palabra de Dios en toda su integralidad. Pero por esta misma razón decimos que tampoco se trata de una promoción social vacía de significado religioso, que en definitiva sería querer para el ser humano menos de lo que Dios quiere darle».
Queremos unirnos con él a la peregrinación de esperanza que descifra el misterioso significado de nuestra vida.


23 Abril 2025
Un Papa rabiosamente liberticida
TIENE RAZÓN el tabernero Pabligaldi cuando dice que Bergoglio ha supuesto un cambio radical con respecto a la línea de Wojtyla y Ratzinger. El santo y el sabio amaron a España. Bergoglio la odiaba. Ratzinger vino a España oficialmente tres veces; Wojtyla, nueve. Ambos elogiaron siempre la evangelización de América, hoy gran solar del catolicismo. Bergoglio se negó a venir, incluso para el quinto centenario de la santa de Ávila. A su amigo el Follonero, que lo es de Otegui, le dijo que vendría «cuando hubiera libertad». ¿Y qué entendía por libertad? Viajó a Cuba a arrodillarse ante los hermanos Castro y se negó a recibir a las Damas de Blanco y a otros católicos de la oposición. Con diez cadáveres en la sede de Charlie Hebdo, asesinados por islamistas tras las caricaturas de Mahoma, Bergoglio dijo que la libertad de expresión tiene sus límites y que si alguien atacase a su madre él también le daría «con el puño». No la otra mejilla.
No hay una sola frase suya en defensa de la propiedad privada, ni de los empresarios que crean empleo con su esfuerzo. Lo suyo, dicen, han sido los pobres. Por eso se llevó tan bien con el narcomillonario Maduro y tan mal con la oposición venezolana. Otro de sus pobres favoritos fue el tirano, cocalero y menorero Evo Morales, que le obsequió con la hoz y el martillo en oro, y Cristo crucificado en medio. Los pobres por los que optó fueron Castro, Ortega, Maduro, Evo, los Kirchner o Putin, que tuvo que masacrar Ucrania porque la OTAN «se puso a ladrar en la frontera». Sicut dixit.
Este amigo de los pobres y los que los crean tropezó con Milei, que le llamaba el Maligno, y se limitaba a ser enemigo de la pobreza. En un año, ha bajado drásticamente la inflación, ha mejorado el empleo y ha acabado con el poder de los empresaurios y las mafias sindicales, como la de Grabois, inquilino de un dicasterio de Bergoglio y que anunció «ríos de sangre» contra Milei. Pero Bergoglio ha sido un monigote en manos de los Kirchner. Le acusaron de denunciar a curas montoneros y él compró su silencio legitimando a Cristina, gran ladrona y responsable del asesinato del fiscal Nisman la víspera de anunciar su procesamiento de la presidenta por encubrir las masacres antisemitas de la AMIA y la embajada israelí, más de cien muertos, obra de Irán.
En fin, que no hay enemigo de la libertad que no apoyara este Papa. Comprendo la pena de Pablenin. Otro pobre.


22 Abril 2025
Un papa peronista
Un marxista tiene que analizar la realidad tal y como es y no tal y como quisiera que fuera. Es por esto mismo que es innegable reconocer el papel que tiene la Iglesia y el cristianismo para hacer del mundo un lugar mejor o un lugar peor y en esa concreción el papa tiene un valor innegable para girar hacia una dirección u otra. El papa Francisco ha sido contradictorio y ambivalente y es preceptivo reconocer lo que hizo para que el mundo fuera un lugar mejor y aquello en lo que prefirió seguir la doctrina más reaccionaria olvidando el sufrimiento que provoca esa visión doctrinal en muchas personas a lo largo del mundo.
El papa era contradictorio como buen peronista. Porque aunque el papa Francisco negó serlo siempre el peronismo está en cada movimiento político que hizo y en toda su obra. Fue un gran pedagogo de algo tan complicado de comprender como el peronismo en todo el mundo. La visión doctrinal del papa Francisco bebe del Concilio Vaticano y los sacerdotes del tercer mundo y se entronca en la Teología del Pueblo Argentino, una concepción que emana de la Teología de la Liberación pero que rehuía de su concepción marxista para vincularse a través del populismo peronista. La Teología del pueblo rehuía la lucha de clases y hablaba del pueblo contra el anti-pueblo. Está visión doctrinal en argentina fue acuñada por Lucio Gera que consideraba que el peronismo era la cultura esencial del pueblo argentino y en ella se incardinaba Jorge Bergoglio antes de ser papa.
El justicialismo de Juan Domingo Perón tenía como línea política en materia humana a la doctrina social de la Iglesia y es normal que la Teología del Pueblo tuviera el peronismo en lo político. Jorge Bergoglio estuvo muy vinculado en los años 70 a la Guardia de Hierro peronista, una visión muy rigorista del peronismo que se autodenominaban soldados de Perón y cogían su nombre del alojamiento del presidente argentino en Madrid porque vivía en Puerta de Hierro. Como provincial jesuita Jorge Bergoglio cedió la gerencia de la Universidad de El Salvador a varios miembros de la Guardia de Hierro que en los años posteriores tuvieron un acercamiento al almirante Massera cuando el condenado por genocidio en los juicios a la junta de 1985 fue nombrado doctor honoris causa de esa universidad.
Pero ese mismo peronismo es el que le hace defender la justicia social como bien fundamental de las sociedades. Una de sus frases más explícitas sobre la importancia de la justicia social fue definitoria de lo importante que era para él la redistribución de la riqueza al menos de manera teórica: «O es la armonía de la justicia social o es la violencia después de la desolación». No hay manera de rechazar desde el punto de vista progresista una visión doctrinal sobre los más desfavorecidos que se expresa en esos términos. Pero el papa Francisco ha tenido un debe que es preceptivo denunciar.
La moral social ha sido el peor de sus pecados. El papa Francisco no ha cambiado un ápice su visión sobre el concepto «ideología de género» que alimenta los discursos ultras a lo largo del mundo. Su visión sobre los derechos reproductivos de la mujer, la igualdad entre hombre y mujer, los derechos del colectivo LGTB y sobre todo de los derechos trans, no se diferencia de las visiones más integristas que han anidado en la iglesia.
La posición del papa Francisco sobre el aborto es de las más radicales que pueden darse en la iglesia. Lo era cuando era arzobispo de Buenos Aires y continuó siéndolo como papa. Cuando estaba al mando De la Iglesia bonaerense se produjo una sentencia de la Corte Suprema argentina que no consideró punible el aborto de una niña de 15 años que fue violada por su padrastro, incluso en ese caso Jorge Bergoglio se mostró durísimo con la sentencia diciendo que se legislaba a favor de la muerte. Su posición contra el aborto lo era en toda circunstancia, en caso de violación e incluso el aborto terapéutico al que comparó con la contratación de un sicario siendo ya papa. La mejor manera de recordar su legado es expresar también aquello que no supo o no quiso hacer, porque como hombre también era falible y olvidó a todas esas mujeres que mueren a miles en abortos clandestinos.
Pero no puedo cerrar este artículo sin narrar lo mejor que hizo y lo que lo define como ser humano. El papa Francisco llamó por teléfono durante 18 meses a sus fieles en Gaza en la parroquia de la Sagrada Familia todos los días a las 19:00 de la tarde siempre que la enfermedad no se lo impidió y hasta su muerte para darles ánimos. La última llamada la hizo horas antes de morir.


22 Abril 2025
Sánchez pierde un aliado
Inspirado por el peronismo y sus mitos fundacionales, como la épica bolivariana, el anti occidentalismo, el culto al pueblo o la victimización tercermundista, y siguiendo la estela de las victorias de la izquierda populista hispanoamericana (Chávez, Correa, Morales… con el tótem cubano como faro), Francisco presentó en 2013 su llegada al Vaticano como una lucha contra «la casta». La rebelión del «sur global».
Una clara vocación de combate ideológico en nombre de «los pobres» que, sin embargo, acabó ahondando en la división existente en el seno del catolicismo. La promesa del Papa de democratizar la institución, hacerla más horizontal y abierta, no fue tal, más allá de la retórica y la propaganda que tan bien dominaba. Cuando le interesó, Francisco utilizó el poder absolutista y vertical que disfruta todo romano pontífice para purgar a teóricos adversarios. Al tiempo que degradó la institución, tanto por alejarla de muchos católicos que no se vieron representados –o se sintieron agredidos– por algunos de sus postulados; como por alejarla del consenso occidental, respecto a la guerra de Ucrania o la represión chavista, al alinear su narrativa «pacifista» a la de regímenes autoritarios como Rusia, Cuba y China.
Esta ruptura con el legado de Juan Pablo II y Benedicto XVI, amén de su retórica peronista, fue acogida por la izquierda anti clerical española y su ala mediática como una oportunidad y coartada para atacar a la iglesia en España. El Gobierno de Pedro Sánchez, con Pablo Iglesias y Yolanda Díaz como principales y nuevos devotos, utilizaron a Francisco para contraponer su discurso supuestamente progresista a la «fascista» iglesia española. Tratando de dividir entre católicos buenos y malos, de la misma manera que desde hace años buscan fracturar al pueblo español entre «demócratas y fachas».
El Gobierno, a la vez que emprendió una dura ofensiva contra la Conferencia Episcopal y algunas de sus instituciones –como el modelo de educación concertada y privada católica, o el modelo de familia–, cultivó su relación con Francisco, quien recibió oficialmente en diferentes momentos a seis miembros del Ejecutivo –entre ellos Sánchez y Begoña Gómez–, en lo que se puede definir como un matrimonio de conveniencia: el presidente buscó y encontró el apoyo del Vaticano para doblegar a la iglesia española en cuestiones como la resignificación del Valle de los Caídos o los bienes de la Iglesia. Y el Papa fue paulatinamente retirando poder al Opus Dei, al que consideraba uno de sus grandes opositores en España, y justificó su rechazo a visitarla oficialmente con mensajes velados contra la curia española, «iré cuando haya paz», a la que entre otras cosas reprochaba –no sin razón– su resistencia a investigar los casos de pederastia.
Este doble juego de afinidad con Francisco y de abierta hostilidad hacia la Iglesia española benefició estratégicamente a Sánchez. Sin embargo, el equilibrio de poder está cambiando, y un giro conservador en la sucesión de Francisco, en un contexto de reorganización del orden mundial por el regreso de Trump a la Casa Blanca y la amenaza rusa, podría cerrar las puertas vaticanas al mismo Gobierno que instrumentalizó la figura del Papa en beneficio propio.


22 Abril 2025
Lo sabía
Tengo para mí que lo sabía o intuía. Su esfuerzo durante la Semana Santa le ha rendido la vida. Ha visitado el hospital en el que estuvo casi dos meses librando su lucha contra la muerte. Ha estado con una treintena de presos en la prisión de Regina Coelli. Ha recorrido la plaza de San Pedro despidiéndose de quienes pasaban por ahí y de los miles de fieles que acudían a diario al Vaticano a rezar por su salud, ha salido al balcón para bendecir «urbi et orbi» a todos los cristianos del mundo el Domingo de Resurrección. Y ha recibido con dolorosa discrepancia al vicepresidente de los Estados Unidos, Vance, enviado de Trump, con quien no coincide en sus políticas de inmigración. Y el lunes de la Pascua de la Resurrección, a la 7, 35 de la mañana «ha tornato al suo Signore».
No me siento con autoridad ni sabiduría para opinar del Papado de Francisco. Los Sumos Pontífices son valorados con el tiempo de la Iglesia que no es el mismo que el del resto de los seres humanos. Ese «Dios Dirá» que acostumbran a pronunciar los cardenales y obispos cuando se sientan en un pequeño aprieto, significa que Dios se ocupará del asunto en discusión en dos o cuatro siglos, porque la Iglesia es, entre otras cosas, la inteligentísima guardiana de la Eternidad. Mi viejo amigo, el extraordinario Embajador de España cerca de la Santa Sede – Pablo VI-, y Wasington, Antonio Garrigues Díaz-Cañabate, me decía que comparar una gestión con los cardenales con los los miembros del Congreso, el Senado y el Pentágono en los Estados unidos, no tenía color. Otro gran embajador político, Francisco Vázquez –Benedicto XVI-, ante la Santa Sede coincide. El tiempo de los americanos, mal que les pese, es el nuestro. El de la Iglesia, hay que permanecer atentos durante dos siglos a que Dios diga lo que Dios dírá. Y no falta el sentido del humor entre los cardenales. Don Juan De Borbón recibió en la Embajada de España al secretario de Estado de la Santa Sede, al hombre con más brillo de inteligencia en su mirada que he conocido jamás. Eran tiempos del arrebatador y santo súbito Juan Pablo II. En los brindis, Don Juan se deshizo en elogios a la figura de Santo Padre polaco, y en su respuesta, monseñor Casaroli confirmó sus coincidencias con todos los elogios, «no obstante tenga algún defecto». Con curiosidad, Don Juan le preguntó a Casaroli cual era el defecto del Papa, y éste sonriendo, se lo reveló. «A veces cree demasiado en Dios, incluso para cuestiones mínimas».
Francisco vino a suceder a dos Santos Padres descomunales. La fe del carretero, la fuerza de la resistencia, la libertad en los países comunistas, los viajes alrededor del mundo, y Benedicto, la mística, la inteligencia, las artes y la valentía de resignar su Papado «por no sentirme con fuerzas para seguir representando a Dios en la Tierra». Época de dos Papas.
Francisco, como buen argentino, metió la pata más de una vez por hablar demasiado. Aquello de que no visitaría España mientras estuviera en guerra, no cayó bien por aquí. Pero poco a poco se fue ganando la devoción de los díscolos, aunque sus nombramientos siempre tuvieron que ir acompañados de explicaciones.
Ha fallecido el Papa de la Misericordia. Un día más tarde de la Resurrección del Señor. Estará en la gloria, bendiciendo a los que le criticamos.
Dios dirá.


23 Abril 2025
El papa Francisco, un revolucionario sin revolución
“Franciscus”, se leerá en el sepulcro del Papa, tras unos días de exequias con la pompa vaticana muy rebajada para que la muerte de este hombre sencillo rime con su vida. Fue esta humildad, tan celebrada en los pésames, la piedra sobre la que Francisco construyó su popularidad como pontífice de los pobres. Le ayudó mucho en su empeño el odio sulfuroso que despertó en la reacción, de Milei al último opinador de la ultraderechita cobarde. Con cada insulto delirante, apuntalaron el prestigio revolucionario de un pastor que, si hubiera prescindido de sus gestos y se hubiese quedado solo con sus obras, lo habría tenido muy difícil para defender su pedigrí progresista.
En cuestiones de feminismo e igualdad de los homosexuales no pasó de la frase paternalista, y su postura en asuntos nucleares como el aborto o la eutanasia fue tan rocosa como la del más ultramontano. Tampoco con la inmigración le fue mejor: pese a sus discursos de denuncia de la atrocidad humanitaria en el Mediterráneo, el poder vaticanista, esa red densa de influencia política que empapa a todos los gobiernos del orbe cristiano, fue incapaz de matizar el giro xenófobo de los legisladores en Estados Unidos y en la Unión Europea.
Pero hay un asunto que me parece más revelador y del que apenas se está hablando estos días. Una semana después de la matanza de Charlie Hebdo de enero de 2015, en la que 12 personas fueron masacradas por dibujar chistes, declaró: “No se puede provocar, no se puede insultar la fe de los demás. No pueden burlarse de la fe. No se puede”. Y luego bromeó, con su espontaneidad ya entonces proverbial: “Es verdad que no se puede reaccionar violentamente, pero si Gasbarri [su colaborador], gran amigo, dice una mala palabra de mi mamá, puede esperarse un puñetazo”.
No fue misericordia cristiana ni comprensión ni amor por la libertad lo que inspiraron esas palabras. Tampoco el aperturismo, sino el repliegue. Hablaba ahí como lo que nunca dejó de ser: el líder de una religión que no negocia ni rebaja sus dogmas ni tiene el menor interés por conciliarlos con el mundo secular que la rodea. Y tampoco tenía por qué, pero su vida de gestos sencillos, su proclama de la humildad, su tendencia a la frase conmovedora, su capacidad seductora para decirle a cada cual lo que cada cual quería escuchar y la rabia espumosa que provocaba en los perros más ladradores de la reacción lo han entronizado como un reformista, o incluso como un revolucionario. Ese fue su gran milagro: convertir en vino progresista un estanque cenagoso de agua rancia.