28 noviembre 1998

Muere la poeta Gloria Fuertes, famosa por sus versos para niños

Hechos

La prensa informó de su muerte el 28 de noviembre de 1998.

Lecturas

Era la poeta -nunca poetisa- más popular de España, la más conocida por los niños y, sobre todo, por sus padres, aquéllos que fueron niños hace tiempo. Gloria Fuertes, poeta de guardia, como dice el título de uno de sus libros, era poeta todos los días y también, las fiestas de guardar.

Ayer por la mañana, en el Hospital de la Princesa de Madrid, su ciudad natal, fallecía a consecuencia de un cáncer de pulmón. Tenía 80 años.

Se la recuerda por sus versos para niños, por sus ripios graciosos y por salir en televisión, pero fue también una de las voces importantes de la poesía española de posguerra. Luis Jiménez Martos, en su antología, la encuadra en la Generación Poética del 36.

La pequeña madrileña cursó bachillerato y después Educación Profesional de la Mujer, es decir: cocina, bordados a mano y a máquina, puericultura, corte y confección… Aunque sus verdaderas aficiones eran los deportes y la poesía. A los 15 años se quedó huérfana de madre y posteriormente la Guerra Civil mataría a sus dos únicos amores reconocidos, uno en cada bando.

A partir de esa fecha comenzaría el duro camino de supervivencia de una mujer que eligió ser soltera, no solterona, y dedicarse en cuerpo y alma a la poesía y a los niños (de los demás).

Durante la guerra trabajó de contable en una fábrica, y una vez que estallase la paz iniciaba la colaboración en las revistas infantiles Pelayos y Maravillas, con poemas y cuentos. En estas páginas nacerá su primer personaje: Coleta, una niña de pueblo que llega a Madrid como niñera. En 1950 publica Isla ignorada, su primer libro de poesía, y dos años después, Canciones para niños, alternando lo que será una constante: la poesía para adultos y la poesía para pequeños.

De 1942 a 1960 es mecanógrafa y secretaria en el Ministerio de Información y Turismo, y además de escribir versos, estudia biblioteconomía e inglés, con lo que empieza a trabajar en una biblioteca pública. Siempre lo recordó como una de las épocas más felices de su vida, allí, sentada, sonriendo y aconsejando a los lectores. A su aire.

«Mi jefe», confesaba, «era el libro. ¡Yo era libre!».

Los años 60 fueron decisivos en su evolución. En 1961 obtuvo una beca Fullbright para enseñar poesía española en una universidad de Pensilvania (Estados Unidos). «Es la primera vez que piso una universidad…», dijo, nada más entrar en el aula. Y tras un breve silencio empezó a hablar a sus alumnos de Unamuno, «padre de la poesía del siglo XX».

En aquella década publicaría obras tan significativas como Que estás en la tierra, una antología editada por Jaime Gil de Biedma, Ni tiro, ni veneno, ni navaja (Premio Guipúzcoa), Poeta de guardia y Como atar los bigotes al tigre, además de sus libros infantiles Pirulí (versos para párvulos), Cangura para todo y Don Pato y Don Pito.

Desde mediados de los 60 empieza a colaborar en programas infantiles de TVE, como Un globo, dos globos, tres globos, de cuya sintonía es autora, y en La cometa blanca.

El año 1975 será importante en su vida. En esta fecha decide, por fin, realizar una idea largamente acariciada: dedicarse a escribir y vivir -como sea- de lo que escribe. También ese año aparece la primera edición de Obras incompletas (Cátedra), una antología de casi 400 páginas que recoge lo mejor de su producción, además de un libro inédito, tierno, estremecedor, reflexivo, patético, risueño, amargo… poemas muy breves que son como perdigones, Sola en la sala.

Este título visionario fue toda una premonición de lo que sería su vida en los últimos años, cuando el mundo se fue olvidando de Gloria Fuertes y, con las nuevas corrientes literarias y los nuevos autores, sus libros para niños empezaron a esparcirse y malvenderse, tras años de euforia y saturación editorial de su obra.

Y así, Gloria Fuertes siguió sola en la sala de su casa de Alberto Alcocer, rodeada de plantas mudas, y fingiendo una voz que no era la suya cuando descolgaba su teléfono sin contestador.

Contemporánea de Blas de Otero y de Gabriel Celaya -a quien conoció «alto y rubio como la cerveza»-, es una de las voces más personales de la historia de la poesía española de este siglo. Y una autora que también ha sabido llegar a los niños y popularizar la poesía entre ellos, aunque a veces haya descendido -como Villegas o Serrat- a los pareados más ripiosos.

Gloria Fuertes, que siempre fue un personaje que se creó a sí mismo, hoy día es recordada, antes que por su poesía, por la excelente imitación -más real que la propia realidad- que le hizo Millán, de Martes y Trece. ¡Cosas de la televisión!

Hace un cuarto de siglo escribió: «Que me llamen lo que quieran / que a mí no me importa nada / mientras que a mí no me llamen / la finada». Ha llegado el momento de llamarle así, porque se nos ha muerto Gloria Fuertes, que fue mucho más que «poetisa y amiga de los niños». Fue poeta de guardia, como las farmacias. Abierto día y noche. Y como en las farmacias, buscaba en el humor, en el amor y en la poesía, el remedio para el dolor de la vida.

José María Plaza