8 enero 1955

Muere Leoncio Rodríguez González, fundador de EL DÍA de Canarias y de su antecesor, LA PRENSA de Canarias

Hechos

El 8 de enero de 1955 falleció D. Leoncio Rodríguez González.

Lecturas

El fundador del periódico El Día de Canarias en 1939 y de su antecesor, La Prensa, Leoncio Rodríguez González junto a su esposa Dña. Aurelia Cruz Delgado muere el 8 de enero de 1955. El periódico queda en manos de sus herederos encabezados por D. Ángel Cruz Fernández y D. José Rodríguez Ramírez que ya desde 1957 figurará como editor. El capital de la empresa se divide en un 60% en manos de la familia Cruz y un 40% en manos de la familia Rodríguez (D. Manuel Cruz Delgado, hermano de Dña. Aurelia Cruz Delgado había realizado importantes ayudas económicas al periódico).

09 Enero 1955

Un periodista

Rufo Gamazo

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Aquí, en esta casa que su indeclinable tenacidad levantara, perdura palpabla, como estimulante ejemplo de fidelidad entera a esta profesión devoradora de vigilias y amasada de sinsabores, la sombra de don Leoncio Rodríguez.

Obreros hay en estos talleres donde EL DÍA se edita, que cuentan más de cuarenta años de continuado servicio a la empresa de don Leoncio, de quien aprendieron cuanto saben. Ellos guardan luto cordial por el definitivo adiós del jefe y del gran amigo, del padre de esta gran familia. Está hoy triste la casa, con un silencio espeso, herido por el teclear de los linotipistas.

Tú, viejo, lector, que conociste el batallar diario de don Leoncio, comprendes muy bien la tristeza de esta casa de la calle del Norte. Sabes que aquí don Leoncio lo era todo: el hombre que hacía el periódico desde la redacción del editorial y noticias hasta la confección de las páginas; le sobraba tiempo para una vigilancia continua de la impresión y del reparto porque quería que a cada suscriptor le llegara su periódico, fresco de tinta y limpio de erratas. Esto no me lo ha contado nadie, lo he visto, puedo verlo a cada momento, en ese más de medio centenar de gruesos tomos donde toco la vida entera de don Leoncio, donde me salta, en cada página, un momento de vida de un periodista. De un periodista que amó a su profesión, aunque la comprendió exigente, que seguramente la amara tanto porque la entendía plena de irrenunciables exigencias.

Por esta nos parecía ayer extraordinariamente hermoso el dolor de la ciudad por la muerte de un periodista. «Es que era un gran periodista», me diréis. Sí; pero era sólo periodista y jamás quiso ser otra cosa: Periodista, aún en aquellos tiempos en que el periodismo era para los más un trampolín del que fácilmente se podía saltar a cargos políticos y prebendas.

Hasta el canto litúrgico de difuntos nos sonaba en la larga de ayer a repique de victoria. Meditábamos en la invitación que los sacerdotes hacían a los coros de los ángeles para que salieran a recibir el alma del periodista muerta. Y pensábamos que también en el cielo debe haber ángeles periodistas: aquellos que noticiaron a los pastores la Buena Nueva de Belén.

Gamazo