Paco Santas «Hughes» anuncia su marcha del ABC después de haber sido excluido de la sección de Opinión tras 10 años

Lecturas

LA DESPEDIDA (Hughes)

Hace justo diez años empecé a escribir en ABC estas columnas en la sección de televisión. Junto al fútbol, fueron mi cometido principal y de ellas salí o entré sin perder nunca la condición de enviado especial a mi salón.

Las circunstancias que me llevaron a esa especie de subprofesión, ‘crítico de tele’, fueron poco meditadas y, desde luego, ajenas. Caí en la tele, ahí, un espacio que era antes más bien femenino, frivolón, para el color y tono alternativo. Los señores importantes hablaban desde otra parte del periódico, aunque ya lo hicieran en zapatillas.

Desde esta posición traté de pasar un buen rato, mirar el colorín, lo telerreal, también la propaganda y lo que nos venía de EE.UU., el signo de los tiempos envuelto en la mejor ficción, cada vez, eso sí, más difícil de encontrar.

Y así fue… pero mi objetivo principal seguía siendo otro. Lo que a mí me preocupaba era el lector del periódico, el lector de ABC. Quería, cada día, encontrar algo digno, algo a su altura, algo que le pudiera interesar, hacer sonreír o suscitar la ilusión de la compañía.
Me fijé en el lector. En sus apariciones. Lo observaba con disimulo en los kioscos, en la calle, si llevaba el diario bajo el brazo, o en el tren, donde pasaba las páginas de forma distraída. ¡Cómo temía yo que llegara a la mía y sentir su desdén, el fracaso absoluto de que no reparara en mí! Yo no miraba, no podía mirar, y con cobardía, abochornado, apartaba la vista para eludir la verdad.

Alguna vez he pensado cómo sería despedirse. El control de esa emoción y la represión de la vanidad me parecían los asuntos más importantes. A la hora de la verdad, veo que sobreviene un cansancio infinito que evitará, yo creo, mayores ridículos.

Quiero agradecer a ABC que me diera la oportunidad y la libertad de escribir en la gran institución periodística nacional. Un honor que me llevaré. Y quiero agradecer a mis compañeros su paciencia y ayuda; también sus aproximaciones cariñosas que a veces, esquivo, no supe responder.

Y gracias a usted, querido lector, querida lectora. Porque usted ha ocupado mi pensamiento, ese pobre discurrir, más que nada estos años. Cuídese.