16 octubre 1993

Premios Planeta 1993 – Éxito del peruano Mario Vargas Llosa con la novela ‘Lituma en Los Andes’

Hechos

El 16 de octubre de 1993.

16 Octubre 1993

Mario Vargas Llosa gana el Premio Planeta con la novela 'Lituma en los Andes'

Xavier Moret

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El escritor peruano Mario Vargas Llosa, nacionalizado español recientemente y colaborador habitual de EL PAÍS, es el ganador de la 42ª edición del Premio Planeta, que se falló anoche en el transcurso de una cena literaria. Mario Vargas Llosa se llevó los 50 millones del galardón con la novela Lituma en los Andes, presentada bajo el seudónimo de Arimán. La obra, que supone el regreso a la no vela de Vargas Llosa tras un silencio de cinco años, recupera el personaje del sargento Lituma y un pequeño destacamento, que ya apareció en obras anteriores, como La casa verde y La historia de Mayta.

«Iba a ser la primera versión una historia de semblante policial que recuperaba personajes de una novela anterior, Quién mató a Palomino Montero», explicó el escritor poco después de recibir el premio. «En la segunda versión, sin embargo, fue una novela más bien sobre la revolución o sobre creencias o supersticiones de comunidades apartadas. Al final, se convirtió en la recreación en un pueblo de los Andes del mito griego de Dionisos, el dios del vino y de la embriaguez. Cuando escribía esta novela leí un libro que relacionaba a Dionisos con un mundo caótico y violento en donde se borra la relación entre el bien y el mal. Esto me dio la idea para entender el retorno a la barbarie que a veces vemos en algunos países que ya creíamos civilizados. Es, pues, la novela una recreación en los Andes del mito de la regresión a lo primitivo».Vargas Llosa recordó su temporal abandono literario a causa de su carrera política en Perú: «La experiencia política me ha servido como todas las que he tenido; en el caso de esta novela mi sirvió el tener que viajar por el Perú durante la campaña electoral. Ello me dio una idea diferente del país, más completa y más dramática. La región que describo en la novela me impresionó por su pobreza extrema, que trajo un rebrote de viejas supersticiones. La gente de esta zona se encontraba con que la vida se había vuelto incomprensible para ellos y recurrían a la sinrazón».

Cuando el pasado año el editor José Manuel Lara decidió aumentar la dotación del Premio Planeta de 25 a 50 millones de pesetas, se rumoreó con insistencia que la operación tenía un claro destinatario: un escritor de prestigio incontestable como Marlo Vargas Llosa. Vargas, sin embargo, no terminó la novela a tiempo y el favorecido con el premio fue el repetidor Fernando Sánchez Dragó con La prueba del laberinto. Este año, sin embargo, Mario Vargas Llosa no ha fallado a la cita.

La concesión del premio a Mario Vargas Llosa confirma que Editorial Planeta apuesta por la narrativa de calidad, después de que en el pasado año pareciera inclinarse por una línea más comercial. Vargas Llosa ocupa sin duda una posición de primera fila entre los narradores suramericanos y, en general, en la narrativa actual castellana.

Mario Vargas Llosa, nacido en Arequipa (Perú, 1936), recibió el pasado mes de julio en Mallorca la noticia de la concesión de la nacionalidad española. El escritor justificó entonces la decisión de pedir esta nacionalidad por el temor a que el régimen golpista de Alberto Fujimon le privara de la ciudadanía peruana. «Corría el riesgo de convertirme en un paria», dijo en aquella ocasión.

16 Octubre 1993

El novelista como demiurgo

Miguel García Posada

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Escritor de resonancia internacional desde La ciudad y los perros, que fue en 1963, de la mano del Premio Biblioteca Breve, la auténtica punta de lanza del éxito mundial de la novela hispanoamericana, la trayectoria literaria de Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 1936) es rica y variada: 10 novelas, un volumen de relatos, una novela corta, varias obras de teatro, un libro de memorias, varios libros de crítica literaria y una ingente producción periodística (Vargas Llosa es un excelente escritor de periódico), recopilada parcialmente en tres gruesos volúmenes, componen la producción de este creador incesante y apasionado, que además se ha visto aupado en los últimos años a los espectaculares escenarios de la política. A ellos subió, en efecto, con su decisión de aspirar a la presidencia de Perú en 1990, tras protagonizar una sonada campaña internacional contra la estatalización de la banca decretada en el 87 por el presidente peruano Alan García. En las páginas memoriales de El pez en el agua ha historiado el escritor estos años fervorosos y turbulentos.La actitud de Vargas Llosa era consecuente, por lo demás, con su radical adhesión al neoliberalismo, según se configuró en los ochenta de la mano de teóricos como Hayek y Popper, pero en definitiva no hacía sino proseguir la línea de compromiso, de coherencia entre vida y pensamiento, que venía sustentando la actividad literaria del escritor desde sus comienzos, cuando se convirtió muy pronto en un entusiasta valedor de la revolución castrista. Y fue él, por cierto, uno de los primeros en ponerla en la picota, sobre todo a partir del triste caso Padilla. Esta inversión o reversión de su ideología política, pero no de su talante vital, ha sometido al novelista a compañías seguramente indescadas e inimaginables por los años que escribía La ciudad y los perros o Conversación en la catedral

Este viraje doctrinal le ha acarreado al escritor muchas críticas, y cabe suscribir algunas de ellas. Pero no es de recibo que esas críticas se extiendan a veces a la descalificación global de una obra tan potente y rica como la suya. Porque, además, se esté o no de acuerdo con estos planteamientos neoliberales, el narrador ha seguido siendo fiel a su defensa de los derechos humanos, que tan vigorosamente iluminaba su primera novela, como acredita su magnífica ¿Quién mató a Palomino Molero radical recusación de los corruptos mecanismos represivos del Estado, o El hablador, una emocionante defensa de las oprimidas minorías indias de las selvas americanas.

Escritor del XIX

Más de una vez, Marlo Vargas Llosa ha reivindicado su concepción de la novela total, es decir, de aquella en la que el novelista es un suplantador de Dios, alguien que crea una realidad total, un mundo que a la vez es espejo del mundo y es otro mundo independiente, que corrige y modifica y transforma a aquél; que está regido por sus propias leyes y gobernado por la palabra todopoderosa de su autor, un deicida al fin, un asesino simbólico de la creación. Los grandes modelos literarios del escritor se pliegan a esta ambiciosa voluntad demiúrgica: desde Joanot Martorell, cuya rehabilitación literaria ha sido en gran medida una empresa del admirable crítico que es Vargas Llosa, hasta Gustave Flaubert, a quien ha dedicado un ensayo perdurable (La orgía perpetua, Flaubert y Madame Bovary), y William Faulkner. Historia de un deicidio se llama el excelente estudio -su tesis doctoral en origen- que ha consagrado a Gabriel García Márquez y su obra maestra Cien años de soledad.

El mundo se inventa, o se reinventa, en la novela sobre la base de una concepción muy amplia, muy inclusiva, de lo real. Como otros maestros de la literatura hispanoamericana, Vargas Llosa posee y practica una suerte de realismo integral, que da cabida a lo real objetivo pero también a lo real imaginario, a la razón y a la sinrazón, a la inteligencia y al sueño. Es al cabo la poética subyacente del Quijote, pero también la de Dostolevski, y al citar a un autor del gran realismo decimonónico (que no fue sólo balzaquiano, pero conviene recordar que incluso Balzac era para Baudelaire ante todo un visionario) no lo hago gratuitamente. Más allá de sus devociones contemporáneas, Vargas Llosa es, me parece, un legítimo heredero de la novela del XIX.