25 junio 1988

Javier de la Rosa trató de debilitar a 'Los Albertos' filtrando bulos a la prensa a través de Jesús Cacho

Tensa Junta del Banco Central: ‘Los Albertos’ refuerzan su posición y mantienen su pulso contra Escámez y Mario Conde

Hechos

El 25.06.1988 se celebró la Junta de Accionistas del Banco Central.

Lecturas

La Junta de Accionistas del Banco Central de junio de 1988 fue, probablemente la junta de accionistas más mediática de un banco privado en la historia de España. En él se disputaba el liderazgo de la banca.

En noviembre de 1987 D. Alberto Alcocer y D. Alberto Cortina ‘Los Albertos’ habían entrado como accionistas mayoritarios del que entonces era el primer banco del país a través de la sociedad ‘Cartera Central’. Una aparición a la que se oponía el presidente del Banco Central, D. Alfonso Escámez que hizo todo lo posible por cerrarles el paso. Para librarse de sus molestos ‘socios’ el Sr. Escámez buscó un aliado fuera de su banco: el presidente del Banco Banesto D. Mario Conde, acordando una fusión entre las dos entidades al 50% que dejaría fuera de juego a ‘Los Albertos’.

Pero ‘Los Albertos’ pusieron toda la carne en el asador con dos rápidas maniobras: la primera, entrar también el capital del Banco Banesto para sí estar presente en las dos entidades y segunda, intervenir en la fusión para o bien reventarla o bien conseguir que si esta se producía fueran ellos los que estuvieran al frente a través de sus fichas (D. Romualdo García Ambrosio o D. Miguel Boyer). Además ‘Los Albertos’ contaban con el apoyo del Gobierno del PSOE y del Banco de España. Y, en el terreno de los medios, con el apoyo de directo de EL PAÍS y DIARIO16. Pero tenían a un enemigo dentro de casa: D. Javier de la Rosa, socio de ‘Los Albertos’ en Cartera Central, que no parecía apoyar esa visceralidad contra Banesto y que hizo lo que pudo para reventar desde los medios aquella junta.

PortadAlbertosCentral Pocos días antes de comenzar la Junta, el periódico DIARIO16 se convertía en su herramienta a través de la cuál estos lanzaron su manifiesto contra los Sres. Alfonso Escámez y Mario Conde.

Cacho_KIO El diario EL PAÍS publicó el mismo día de la Junta un titular que podía reventarla: aseguraba que KIO (D. Javier de la Rosa) pensaba dejar tirados a ‘Los Albertos’ en medio de su lucha contra el Sr. Escamez. La información era falsa, pero era una forma de debilitar a ‘Los Albertos’ ideada por el propio Sr. De la Rosa – a través de su ‘ficha’ en EL PAÍS, D. Jesús Cacho – que, en esta batalla prefería aliarse con D. Mario Conde y buscar un acuerdo pactado entre los dos bancos.

22 Junio 1988

El Gobierno y KIO

DIARIO16 (Presidente: Juan Tomás de Salas)

Leer

La investigación llevada a cabo por el Banco de España en torno a Cartera Central de los Albertos y su vinculación con los árabes de KIO ha sido satisfactoria desde el prisma de la autoridad monetaria. En el agitado estanque financiero español los coletazos de los tiburones son estos días temibles. Hay fuertes intereses en juego y durísimos ataques, al aire de sus fusiones e inversiones, sin que el Gobierno de la nación de muestras de tener ideas claras ni de controlar la situación.

Primero, la Administración socialista recibió con entusiasmo los petrodólares de los kuwaitíes. La llegada de KIO – de la mano del ministro Solchaga – parecía de la de Mr. Marshall. Hombres muy próximos al poder abriendo las puertas, hasta la más altas, a los acaudalados árabes, y obtuvieron su pingüe recompensa. Ni siquiera se tuvo la precaución de colocar el cartel de ‘prohibido el acceso’ a determinados sectores estratégico. En este tiempo KIO ha metido en las venas de la economía española mil millones de dólares.

Todo iba bien. Cuando Mario Conde y Alfonso Escámez anunciaron la boda del Banesto y del Central, las autoridades torcieron el gesto y dieron la impresión de que estaban con los desplazados Cortina y Alcocer (‘los Albertos). Quedan pocas dudas de que una de las razones de la llamativa fusión fue frenar la invasión pacífica de Cartera Central. La interpretación obvia era que el Gobierno y KIO, en plena coincidencia, se oponían a la ambiciosa operación.

De pronto ha cambiado radicalmente el panorama, y Escamez y Conde, el nuevo matrimonio bancario, eran recibidos con extremada cordialidad en la Moncloa. El presidente González se retrataba como padrino y daba públicamente el espaldarazo a la problemática fusión, mientras desde las esferas oficiales se desataba repentinamente la animosidad contra KIO. Altos funcionarios ha habido que, en heroica actitud numantina, han llegado a decir ‘¡Que se vayan!’ que es algo así como ‘Delenda est Cartag’. Del inicial exceso de permisividad se había pasado a la animosidad y la sospecha hasta el extremo de que Cartera Central, en el largo comunicado que hizo público ayer – y que requerirá más exhaustivo examen – tuvo que recordar que Construcciones y Contratas se asoció con KIO ‘previas consultas a las autoridades que compartieron el criterio de que la operación… era conveniente para el interés nacional’. En este bandazo exagerado, puede detectarse un preocupante estímulo a la xenofobia económica por parte de los jóvenes nacionalistas que ocupan el Gobierno.

Este repentino cambio facilita los planes de Escámez-Conde, pero no ayuda a inspirar confianza a los inversores extranjeros, que quieren saber, antes de mover un dólar, a qué carta quedarse. Tampoco han contribuido, ciertamente, a mejorar el clima las interesadas declaraciones del vicepresidente de KIO en Londres, diciendo que no son un grupo económico privado sino un Gobierno. Pero, sin ignorar los puntos débiles y oscuros de esta poderosa organización, y con todas las cautelas necesarias, habrá que convenir en que su contribución – es el primer grupo inversor extranjero – viene bien al despegue económico español.

Parece lógico que la Administración Pública mantenga una actitud neutral entre los supremos dirigentes del Banco Central y Español de  Crédito (que se mueven por legítimos intereses particulares) frente a Cartera Central, de Cortina y Alcocer, polémicamente marginados de la mesa del festín.

Habría que exigir al Gobierno menos frivolidad en estos delicados asuntos financieros y criterios más sólidos y objetivos a la hora de controlar, estimular y encauzar el mercado, cada vez más abierto, afortunadamente a las inversiones.

25 Junio 1988

Centra, junta general con morbo

DIARIO16 (Presidente: Juan Tomás de Salas)

Leer

La junta general de accionistas que hoy celebra el Banco Central promete ser la más apasionante en la historia de la, todavía hoy, primera entidad financiera del país. Y, aunque parece poco probable, el nivel de dramatismo en el madrileño Palacio de Cristal podría subir hasta cotas inimaginables si la realidad imitara a la ficción y uno – o los dos – famosos ‘Albertos’ nacionales lanzara su particular ‘Yo acuso’ contra la presidencia del Central, como Gordon Gecco, el personaje de Michael Douglas frente a los directivos de la empresa que estaba ‘tiburoneando’ en la película Wall Street.

Porque la business fiction se ha hecho realidad: el más poderoso accionista de la compañía – Cartera Central, con un 13% de las acciones – no sólo no controla el Banco Central, sino que tan siquiera participa en la tareas ejecutivas de la entidad. Con la ley en la mano, Cartera Central no tiene nada que hacer: decide y manda quien controla el 50,1% de las acciones, y el actual equipo directivo de la entidad apenas tendrá un paquete importante de acciones, pero al final cuenta con el respaldo de la mayoría de los accionistas (menudo golpe psicológico el espaldarazo a Escámez por parte del viejo Areces, el padrino y mentor de ‘los Albertos’). En resumen, aunque la actitud de la dirección del banco de cara a Cartera Central pueda parecer disparatada, desde el punto de vista legal nada hay que objetar.

El enfrentamiento está siendo bastante duro y ambas partes han escalado posiciones en los últimos días. Escamez ha obtenido las bendiciones oficiales por parte del ministro Solchaga y el gobernador del Banco de España, Mariano Rubio, quien finalmente pretende adoptar una postura de cierta neutralidad. Para completar el cuadro, ahí está la foto en la Moncloa del presidente González con los socios Escámez-Conde. Por su parte, Cartera Central ha calentado el ambiente con un riguroso documento que deja planteados muy serios interrogantes entre cualquier observador imparcial. El comunicado de Cartera Central, por ejemplo, señalaba que una valoración inédita de las dos entidades (Central y Banesto) perjudica a los accionistas del Central. El tema de las valoraciones de estas dos entidades es complejo y mucho más si se incluyen los respectivos grupos industriales.

Ante esta polémica sólo cabe una solución: que los estudios que ambas entidades han llevado a cabo sobre sus respectivos valores patrimoniales se hagan públicos en beneficio de los accionistas. Y en el caso de que la discrepancia fuera notoria es evidente que se impondría otro estudio realizado por encargo común. Será toda una sorpresa está política de transparencia en un sector fascinado por el secretismo, pero ciertamente es la única vía de poder despejar definitivamente los fantasmas y las dudas que ha despertado la fusión, sobre todo entre el primer accionista del Central.

Está por último, el polémico asunto KIO, la participación del grupo kuwaití en Cartera Central. Quienes ahora abanderan la causa del nacionalismo olvidan que KIO entró en España precisamente de la mano del presidente del Central, Escámez, quien le ofreció a esta entidad un paquete importante de la autocartera del banco, con el beneplácito de las autoridades monetarias del país.

El consejero ejecutivo de Cartera Central, Rumualdo García Ambrosio, ha comentado que ‘el acuerdo Central-Banesto es una fusión hostil contra el primer accionista del Banco Central’.

Lo razonable, ante esta situación, es que los responsables de este enfrentamientos resuelvan pacíficamente sus querellas internas; al mismo tiempo, dado el cariz que ha tomado la situación, sería conveniente que en beneficio del medio millón de accionistas de uno y otro banco resplandeciera una política de apertura informativa. Al simple espectador le asalta la tentación de pensar que en estos enfrentamientos bancarios hay en las partes interesadas una obsesión enfermiza por llevar la inciiativa, lo que explica algunos harakiris en la transición vertiginosa en el Banesto (tras la OPA hostil del Bilbao) o la resistencia numantina en el Central, con su precipitada boda con el Banesto.

25 Junio 1988

Javier de la Rosa

Pedro J. Ramírez

Leer

El malo de la película, con su mirada de niño grande, su perfil de Topo Giggio con orejas de soplillo y su corbata azul marino estampada de pajaritos blancos, sonríe en la primera planta de Jockey, bajo dos litografías de caballos, mientras un amigo le cuenta el último chiste sobre las proezas cinegéticas de ‘los Albertos’ que casualmente, cenan también abajo con Enrique Sarasola.

(Cambian los tiburones, pasan las OPAS, sólo Jockey permanece. Se ha publicado que Matías Cortés – crece, por cierto, la intoxicación gubernamental contra él – venía dejándose casi un kilo al año entre sus cinco tenedores. El problema, según Tizón, es que Luis Eduardo Crotés – nada que ver con Matías Cortés – lleva mucho mejor el restaurante que la política autonómica de AP.)

Javier de la Rosa, digo, actúa de un tiempo a esta parte como si fuera depositario del consejo del presidente Tarradellas, cuando decía que cada vez que los catalanes venían a la capital lo primero que tenían que hacer era pasarles el cepillo por los hombros a los madrileños. Su personaje es el del muchacho listo, cargado de buenas intenciones que lleva la cruz de su leyenda negra con resignación cristiana – constantemente dice que le ocurrió esto y aquello ‘gracias a Dios’, que espera rematar tal o cual asunto ‘si Dios quiere’ – y está deseando retomar el puente aéreo para volver a su hogar, dulce hogar de la Bonanova o de Sarriá.

La leyenda negra de Javier de la Rosa se asienta, ya se sabe, sobre dos patas: el agujero de 73.000 millones en la Garriga Nogués y la huida de su padre hace diez años al Brasil con un buen pellizco de la caja de la Zona Franca de Barcelona. “Fue terrible ver de repente cómo alguien tan importante en tu vida cometía una locura”, ha comentado alguna vez. “Pero yo traté de ayudarle, porque lo contrario no habría sido de bien nacido”. Cuentan sus amigos que pocas cosas le importan ahora tanto a Javier de la Rosa como lo que sus propios hijos pueden pensar de sus negocios.

Cada vez que se refiere a Felipe González, Javier de la Rosa habla del primer ministro, latiguillo adquirido sin duda en la base de operaciones londinense de sus jefes/hermanos – además de los lazos profesionales, existe una relación personal fuerte – los jerifaltes de KIO.

Ni al primer ministro, ni a los jerifaltes de KIO les interesa para que la sangre termine llegando al río que la Junta General del Banco Central de hoy. Javier de la Rosa ha aterrizado en Madrid con el mandato expreso de propiciar un acuerdo de última hora entre sus socios de Cartera Central y el binomio Escámez-Conde. Ese sentido tuvieron su entrevista del jueves con el presidente de Banesto y sus largas gestiones de ayer con Cortina y Alcocer.

Cuando las posiciones están tan enconadas, ¡Que útil puede resultad la mediación de un ‘hombre bueno’!

Pedro J. Ramírez

26 Junio 1988

Mentira

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

Leer

La renovación, en personas y sistemas, que está experimentando el mercado financiero español viene convirtiendo el paisaje en el que éste se desenvuelve en un auténtico escenario más propio de los seriales televisivos americanos que de la imagen a la que nos tenía acostumbrados la banca en este país. Es emocionante. Preocupante también cuando todas esas aventuras se realizan con un dinero que muchas veces no es propiedad de quienes lo manejan y cuando el Gobierno confunde su deber de no interferir en el mercado con una especie de silencio administrativo oficial que preocupa ya sobradamente a los ciudadanos.El espectáculo de manipulación informativa al que vienen siendo sometidos los periódicos españoles en los últimos meses en torno a estos psicodramas financieros es igualmente descorazonador. Mediante tales sistemas no sólo se pretende utilizar las armas de la opinión en beneficio de uno u otro bando en liza, sino también desacreditar a los medios, a los que se les querría ver convertidos en dóciles instrumentos de las especulaciones ajenas.

Uno de los episodios más llamativos de esta guerra de rumores, bulos, noticias falsas e insinuaciones la ha vivido EL PAÍS este mismo fin de semana. En la mañana del viernes, un redactor de la sección de Economía era recibido durante casi tres cuartos de hora por el vicepresidente de Torras Hostench y representante de KIO en España. En el curso de la conversación, el señor De la Rosa explicó al periodista la voluntad de KIO de vender su participación en Cartera Central si no se llegaba a un acuerdo entre ésta (dirigida por la pareja de financieros conocida como los Albertos) y el sector oficialista del Banco Central, que ayer celebraba su junta. EL PAÍS publicó la noticia, respetando la fuente a petición de la misma, junto con el rotundo mentís de los gestores de Cartera Central. Una eventual posición agresiva de éstos en la junta de ayer se veía sin duda perjudicada por esa filtración. Finalmente, un acuerdo entre los sectores en discordia fue alcanzado a las tres de la madrugada. La junta fue pacífica, y KIO podía volverse atrás en sus pregonadas intenciones.

Pero a mediodía de ayer, y en carta dirigida al director de EL PAIS, el representante de KIO y vicepresidente de Torras denunciaba su asombro por el hecho de que, al dar la información, el periódico «no haya contado con nuestra propia postura al respecto, achacándonos algo totalmente falso, como los propios hechos han demostrado». La mentira es un arma frecuente entre las relaciones humanas. Pero ante una mentira tan burda como la del señor De la Rosa merece la pena preguntarse cuántas otras habrá dicho. El respeto a las fuentes informativas se basa, en toda regla periodística, en una actitud mutua por parte de esas fuentes. EL PAÍS tiene la obligación de desvelar el origen de la información que publicó ayer sobre KIO, pues así lo exige la credibilidad de nuestro periódico y los derechos de nuestros lectores.

Por lo demás, un proceso de mayor diafanidad informativa por parte del Gobierno y de las instituciones financieras está siendo necesario en todo este asunto. Mucho más aún si se tiene en cuenta que KIO representa intereses de un Estado extranjero, ante los cuales, y por legítimos que sean, las autoridades no pueden permanecer ni pasivas ni silenciosas.

26 Junio 1988

Acuerdo en el Central

ABC (Director: Luis María Anson)

Leer

Se ha producido lo que más convenía a todos. Desde el momento en que se hizo pública la fusión y se apuntaron las diferencias de apreciación sobre los derechos de cada parte, y las facultades que de ellos se derivaban para las cuestiones del procedimiento negociador y sobre los aspectos materiales y de fondo, señalamos la conveniencia del acuerdo. El pacto entre el Banco Central y Cartera Central, por el que se integran Alberto Cortina y Alberto Alcocer en el Consejo de Administración y en el proceso de fusión del Banco Central con el Español de Crédito, debe considerarse como una de las mejores noticias que se podrían producir en la comunidad bancaria española y constituye un gran éxito de la habilidad negociadora de Alfonso Escámez, muy bien aconsejado jurídicamente.
Los términos de lo expuesto por Alfonso Escámez ante la Junta General de Accionistas señalan con claridad que, al fin, las cosas han discurrido por el cauce más conveniente. Si la respuesta de la Banca al desafío que representará el Mercado Único Europeo a partir del 1 de enero de 1993 se apoya principalmente en el esfuerzo integrador de las fusiones, era lógico que se acabara haciendo todo lo razonablemente posible para que no se frustara el más importante de los objetivos planteados. Habría carecido de sentido que el acceso a las condiciones necesarias para presentar la identidad nacional del sistema bancario y financiero se hubiese hecho al precio de renunciar implícitas a la propia identidad española del sistema.

El acuerdo de Alfonso Escámez con Alberto Alcocer y Alberto Cortina implica no sólo un consolidación de las bases para el proceso integrador entre el Central y el Banesto: significa también la garantía de que se habrá evitado una brecha desnacionalización en nuestro sistema financiero a través de lo que será su elemento constitutivo más importante. La convergencia lograda por los principales accionistas del Central y quien representa a la mayoría absoluta de los accionistas, proyecta su importancia más allá del ámbito de la fusión entre el Banco Central y Banesto.
Cabe decir que la transición en el sistema bancario puede darse por adecuadamente encauzada. La fuerte campaña de intoxicación, padecida por no pocos medios de comunicación durante toda esta semana no consiguió filtrarse en las páginas de nuestro ABC Diario de Economía, que comprobó una a una todas las noticias y ofreció a nuestros lectores la información objetiva y precisa que la gravedad y la importancia del asunto de que se trataba, exigían. Por encima de los gestos formalmente hostiles, a veces ingenuos, y casi siempre innecesarios , ha resplandecido a fin de cuentas el viejo principio de la buena fe como fundamento el tráfico mercantil y, por tanto, del sistema financiero.