3 enero 2000

La actriz abandona su trasgresor papel en las 'Crónicas Marcianas' de Xavier Sardà para dirigirse a toda la familia

TVE produce la comedia familiar ‘¡Ala… Dina!’ de Paz Padilla

Hechos

El 3.1.2000 se estrenó en TVE la serie ‘¡Ala… Dina!’.

Lecturas

PADILLA: «SARDÁ SE HA PORTADO BIEN CONMIGO»

  

En declaraciones a la prensa, Dña. Paz Padillo explicó su marcha de ‘Crónicas Marcianas’ de TELECINCO para hacer la serie de TVE aunque eso suponga abandonar al equipo de D. Xavier Sardà, el Late Night que le dio el salto a la fama interpretando a personajes trasgresores: «Yo quería aprender y, aunque Xavier Sardà se había portado muy bien conmigo, ¡Ala… Dina! suponía un salto, probar algo diferente».

06 Enero 2000

A la hoguera con ellos

Javier Pérez de Albeniz

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«Soy una genio de lámpara», sisea Paz Padilla en los primeros minutos del capítulo inaugural de su nueva serie, «y me castigaron a permanecer dentro de ella 400 años». Normal. Incluso parece poco tiempo. La alarma intelectual, el deterioro social y la necrosis neuronal que puede llegar a provocar un espacio de estas características deberían obligar a tomar medidas drásticas. Por tanto, la reclusión de por vida en frías y húmedas mazmorras del creador de la serie, los directores, el guionista, los actores y, por supuesto, los responsables de la televisión pública que han financiado este bochornoso espectáculo no parece un castigo desproporcionado.

Burda secuela de la mítica Embrujada (estrenada en Estados Unidos en 1964 y dos años después en España), esta bazofía de originalísimo título (Ala… Dina) incumple todos los mandamientos de la televisión de calidad. Su guión, carente de una estructura original o atractiva, permite que corran los minutos sin que suceda nada. Algunos interminables tiempos muertos apuntan un desconocimiento absoluto de las técnicas básicas del género: el espectador llega a agradecer los silencios, los cambios de plano, las entradas y salidas de personajes… Y palidece ante las sonrisas enlatadas y los desangelados aplausos que, incapaces de infundir ánimo o esperanza, se limitan a generar una sutil mezcla de lástima y vergüenza. Los chistes y gags, introducidos en ese mismo guión con calzador, los rechazaría por mortecinos el mismísimo Arévalo. Y los actores, encadenados a unos diálogos cuadriculados, se mueven con la soltura de títeres por un decorado de cartón. Niños sabiondos, padres histéricos, abuelos aburridos y un servicio que, como en los años sesenta, está fatal.

Pero nos gustaría pensar que los actores son víctimas, y no responsables, de esta debacle: recordemos que la propia Paz Padilla sí funcionó en los monólogos largos y densos, mucho más complejos, que abordó en el más que aceptable Club de la comedia de Canal Plus. «La fantasía, abandonada de la razón, produce monstruos imposibles; unida con ella, es madre de las artes y origen de las maravillas», escribió Goya al pie de uno de los grabados a los que llamó Caprichos y disparates. Cada uno de los 25 episodios que quedan de Ala… Dina, esperpento camuflado bajo la denominación de «comedia de situación», promete ser una nueva pesadilla, un monstruo capaz de despertar nuestros peores instintos. Por un lado, nos hace añorar el calor purificador de las hogueras de la Inquisición. Por otro, nos obliga a dudar de la existencia de ese instante de gloria evolutiva en el que homínidos y primates eligieron caminar por sendas diferentes. Y es que Ala… Dina ha resultado ser el programa de máxima audiencia del día, por encima de los telediarios y el fútbol, con 4.913.000 espectadores.