14 diciembre 1993

El periodista dejará de participar en el programa de las mañanas de Concha Gª. Campoy poco después de que su diario atacara a uno de los accionistas de referencia de la segunda emisora de PRISA

ANTENA 3 RADIO echa al periodista de EL MUNDO, Xavier Domingo, de su tertulia después de un artículo contra el conde de Godó

Hechos

  • El programa ‘Días de Radio’ de la cadena ANTENA 3 RADIO que dirigía Dña. Concha García Campoy anunció en diciembre de 1993 que prescindía de D. Xavier Domingo (EL MUNDO) como tertuliano. El día 28.11.1993 el diario EL MUNDO publicó el artículo ‘¿El fin de una saga?’ contra el Sr. Godó.

Lecturas

El 28 de noviembre de 1993 D. Xavier Domingo Alavedra publica en El Mundo un reportaje contra D. Javier Godó Muntañola, propietario del Grupo Godó. El 18 de diciembre, también desde El Mundo, el Sr. Domingo Alavedra denunciará haber sido despedido como tertuliano de Antena 3 Radio como represalia por ese reportaje. D. Javier Godó Muntañola es accionista minoritario de Antena 3 Radio.

EL ARTÍCULO DE LA DISCORDIA:

XomindgoGodo

También el 28 de noviembre de 1993 D. Valentí Puig publica en El Correo vasco un reportaje contra D. Javier Godó Muntañola, propietario del Grupo Godó.

28 Noviembre 1993

EL FIN DE UNA SAGA

Xavier Domingo

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Hay pocas cosas tan importantes y tan significantes en Cataluña como LA VANGUARDIA, diario característico, e incluso «caracterial» de una sociedad, todo un fenómeno sociológico y paradójico, dado que quien lo formó y consagró fue el catalán más visceral y rabiosamente anticatalán y anticatalanista de los tiempos modernos: Ramón, primer conde de Godó, título que le otorgó, quizás como una burla, otro conde, el de Romanones. Ramón Godó no fundó LA VANGUARDIA. Lo hicieron los hermanos Bertomeu y Caries Godó, en 1884. Eran gente humilde y laboriosa de Igualada, que se enriqueció con una fábrica de cáñamo en el Poble Sec de Barcelona. Eran liberales, de los de Sagasta, y decidieron crear un diario liberal para acabar con el diario de los de Cánovas, el Diario de Barcelona. Debido a la etiqueta liberal, el diario se pudo llamar LA VANGUARDIA, con cierta propiedad que no se volvió a dar a lo largo de su historia. Lo normal es preguntarse: ¿LA VANGUARDIA? ¿De qué? Pero el verdadero creador del periódico fue Ramón Godó, hijo de Caries y de una vasca de apellido Lallana. Del matrimonio nació un ser casi monstruoso, lleno de taras físicas, desnarigado, semiciego, los ojos perpetuamente entelados, con una pierna estropeada, necesitó toda su vida bastón para tenerse en pie; sordo como una tapia, con grandes dificultades para articular palabras comprensibles. Todo lo cual hizo de él un niño y un joven violento, incluso sádico, amargado y capaz de amargar a cualquiera. Pero multimillonario en pesetas de la época, que eran de oro. Fue toda su vida un absoluto misántropo, recluido en su fortuna y en su miseria, inculto y casi analfabeto, pero con una intuición genial, milagrosa, para el negocio de la prensa y para hacer un diario que sólo le interesó como negocio. Y muy rápidamente, a base de mano dura y de someter a sus directores y periodistas a la condición de esclavos despreciados, y también de un misterioso pero tremendo conocimiento del pueblo catalán al que odiaba a muerte, muy rápidamente, digo, hizo de La Vanguardia una mina de oro. Y también una institución formalista que probablemente ha influido más en la Cataluña moderna y en cierta catalanidad -la más pacata y conformista- que la Caixa, el «Lliceu», o el propio Barca. Téngase en cuenta que en vida de Ramón Godó, LA VANGUARDIA llegó a vender 300.000 ejemplares. ¿Su secreto? Gaziel, que fue su sufrido director durante unos 20 años, lo resume en una ecuación: Maquinaria moderna de imprimir x toneladas de papel = millones de pesetas. ¿Y el contenido? Fácil, sólo dos principios: 1) acatamiento total a las instituciones triunfantes; 2) defensa, sin discusión permitida, del orden establecido. Línea general aplicada con rigor absoluto en la monarquía, en la República, durante la guerra civil, en el franquismo y hoy. La línea editorial ha sido siempre acorde con el «pensamiento» de las fuerzas vivas que caminan en las procesiones bajo palio, bien acorde todo con la sensación que dio el diario de poder, «seny» y «pelas», debida a la profusión de sus páginas y a la cantidad y esplendor de sus anuncios. Que por cierto, se iniciaron sobre todo con esquelas. Cantidades increíbles de esquelas, incluso cubriendo toda la primera página si querían pagarlo. Y era muy caro. Pero no se era un buen muerto catalán, sin esquela de postín en el rotativo de Ramón Godó. Parecía un cementerio y seguía llamándose LA VANGUARDIA. Ramón Godó se casó con una dama sumisa, Rosa Valls, que le soportó y le dio dos hijos y varias hijas. Cumplido su deber, murió. De los dos varones, Carlos heredó LA VANGUARDIA y Ramón, la industria de cáñamo. Cuando murió el primer conde de Godó, del segundo apenas si se sabía una cosa: era un hombre colosalmente rico. Con su segunda esposa, una Muntanyola, tuvo tres hijos, entre ellos Javier, tercer conde de Godó. Junto con el sentido de lo comercial Carlos heredó de Ramón el desprecio por lo catalán, que se tradujo en prensa durante la dirección de Galinsoga, con las consiguientes y duras manifestaciones en contra del diario, en las que destacó un joven líder catalanista: Jordi Pujol. Hoy, como todos los políticos locales, aprecia enormemente una entrevista en LA VANGUARDIA.

Tragedias juveniles

La vida del tercer conde de Godó, actual editor de LA VANGUARDIA, a quien se acusa de trapicheos con facturas falsas e implicación en espionaje telefónico, del que se declara inocente, tiene, en la tragedia juvenil, un cierto paralelismo con la de su abuelo Ramón. La comparación se acaba aquí. La culpa de que gente que contrató para su seguridad y la del diario -expersonal del CESID- se dedicaran a espiar sería del abogado Garrofé y del ejecutivo Fajardo, a quienes expulsó del periódico «manu militari», acusándoles de robo; aunque luego tuviera que volverse atrás y pagarles una enorme indemnización. Garrofé y Fajardo fueron a parar al finado EL OBSERVADOR, un periódico que había nacido para hacer pupa a LA VANGUARDIA. Javier de Godó era el menor de los cuatro hijos de Carlos de Godó, sin contar a María Teresa, la hermanastra, que es la mayor. Era el menor y, por lo tanto, el menos preparado anímicamente para asumir la inmensa responsabilidad empresarial que se le vino encima al morir su padre. Sus dos hermanos mayores, que habían sido preparados para continuar la severa obra de Ramón y de Carlos, perecieron trágica.

Xavier Domingo