16 mayo 1991

Éxito de Mariano Rubio y Solchaga, a los que sólo falta conseguir que el Banesto se absorvido por el Banco Santander

Fusión entre el Banco Central y el Banco Hispanoamericano creando el nuevo Banco Central Hispano liderado por José María Amusátegui

Hechos

En mayo de 1991 se hizo pública la fusión entre el Banco Central y el Banco Hispano Americano, para crear el nuevo Banco Central Hispano, con dos co-presidentes, D. José María Amusátegui y D. Alfonso Escamez.

Lecturas

El 14 de mayo de 1991 el periódico La Gaceta de los Negocios adelanta la anoticia de la inminente fusión entre el Banco Central y el Banco Hispanoamericano que es confirmado en todos los medios al día siguiente.

La fusión cuenta con el visto bueno del ministro de Economía D. Carlos Solchaga Catalán y del gobernador del Banco de España D. Mariano Rubio Jiménez.

El hasta ahora mandamás el Banco Central D. Alfonso Escámez, que aguantó la embistida de ‘Los Albertos’ en 1987, finalmente cede el control de su entidad al hasta ahora presidente del Banco Hispanoamericano, D. José María Amusátegui de la Cierva.

Según lo publicado por Cinco Días el 16 de mayo de 1991 el Banco Central tuvo que aceptar la fusión con el Hispano porque de lo contrario habría una oferta del Banco Santander que, de absorber al Hispano se hubiera convertido en un enemigo imbatible para el Central.

PRIMICIA DE LA GACETA DE LOS NEGOCIOS

El periódico LA GACETA DE LOS NEGOCIOS del Grupo Zeta, dirigido por D. Carlos E. Rodríguez y D. Francisco Mora del Río dio en primicia que los Bancos Central e Hispanoamericano negociaban su fusión en la edición del 14 de mayo de 1991. Desde la radio, ese mismo día 14, el periodista D. Jesús Cacho desmintió su información. 24 horas después se acreditaba su veracidad.

LOS PROTAGONISTAS DE LA OPERACIÓN

Solchaga El ministro de Economía, D. Carlos Solchaga, fue considerado el arquitecto de la creación del Banco Central Hispano (BCH) – con el apoyo del Gobernador del Banco de España, D. Mariano Rubio – dentro de sus planes de concentración bancaria.

amusategui_BCH D. José María Amusátegui como Co-presidente del Banco Central Hispano, quedaba al frente de la nueva y poderosa entidad bancaria.

alfonso_Escamez D. Alfonso Escamez, aunque temporamente sería Co-presidente del Banco Central Hispano, su etapa como líder de la banca española había finalizado.

SantiagoFoncillas D. Santiago Foncillas fue señalado por la prensa como el encargado de dirigir todo el proceso de negociación entre los dos bancos, gracias a sus buenas relaciones tanto con el Sr. Escamez, como con el Sr. Amusátegui, como con el Gobierno del PSOE.

15 Mayo 1991

La rendición del penúltimo de filipinas

Jesús Cacho

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La banca privada española ha entrado en un proceso de «solchaguización» que parece imparable. Alfonso Escámez entregó ayer el testigo del Central, una de las instituciones históricas de la banca española, a otra entidad, el Hispano, que desde la dimisión de Alejandro Albert es considerado un banco paragubernamental. Aunque el Central puso ayer todo el énfasis en señalar el carácter de «fusión por absorción», con el Hispano como absorbido, la impresión es que se trata de una operación con un fuerte componente político, en la que el Hispano Americano cuenta con todas las bazas a medio plazo.

El nuevo Banco Central Hispanoamericano nace con un elemento objetivo, la complementariedad de ambas instituciones; una causa vieja, la incapacidad de Escámez para resolver el problema de su propia sucesión, y principio reactivo, la auditoría del Central, que ha revelado un «agujero» de cerca de 130.000 millones de pesetas y que habría sido la causa determinante final de la «rendición de Escámez». Decía Luis Blázquez, director general del Central, que Alfonso Escámez por no tener un delfín tenía un delfinario. La frase, que causó cierta irritación en el banquero cuando tuvo conocimiento de ella, se convirtió con el paso del tiempo en parte de la «cultura» del Central y en motivo de risas y chanzas en todo parlamento con el de Aguilas. Ahora resulta que el delfinario no le ha valido a Alfonso Escámez para conservar su independencia, y, tras haber resistido el embate de Los Albertos, con Miguel Boyer, Romualdo García Ambrosio y todo lo demás, va a ir a morir al final de su carrera profesional en la misma orilla que siempre le amenazó: la «biutiful pipol». «Convéncete Mario, nuestros enemigos son la biutifú», solía advertir don Alfonso a su amigo Mario Conde con ese peculiar gracejo en el hablar del de Aguilas que es engendro forgiano cuando el dicho se dice en la lengua de Shakespeare. Y bien, ¿qué le ha ocurrido a Alfonso Escámez? Pues que cuando uno no nombra delfín, se lo nombran. Y a don Alfonso se lo han nombrado al alimón entre el gobernador del Banco de España y el ministro de Economía. Cometió el banquero la equivocación de cambiar de auditores. Espacontrol parecía cosa muy española, no sonaba bien en anglosajón, por lo cual decidió fichar a los de Arthur Andersen, lo más famoso en esta plaza. ¿Ignoraba don Alfonso las especiales relaciones existentes entre Manuel Soto, presidente de los «arturos» y Mariano Rubio, gobernador del Banco de España? José María Ruiz Mateos podía haberle contado algo al respecto. El caso es que, dicen, el gobernador estuvo puntualmente informado de lo que ocurría en las sentinas del Banco Central, y la auditoría se filtró, nadie sabe cómo, a la prensa. Era la faena de castigo que Escámez necesitaba para que humillara, como los toros, antes de recibir el rejonazo de Solchaga. «Tenían que bajarle los humos, para hacerle entrar en razón», comentaba ayer un banquero. Escámez se enfadaba estos días cuando se le mencionaba el «agujero» del Central. «iAgujero, agujero, dicen que tenemos un agujero de 30.000 millones cuando este banco tiene en reservas ocultas más de 125.000 millones». Ese es precisamente el agujero, o algunos millones más, que dicen ha descubierto el Banco de España en el Banco Central. ¿Es esa la razón última por la que Alfonso Escámez se ha entregado en manos de la «biutifú»?

CIFRA MAGICA.-

Hay una cifra, cercana a los 120.000 millones, que, con motivo del intento de fusión Banesto Central, ya Mario Conde notificó a Alfonso Escámez durante el verano de 1988 en Aguilas, referida a supuestos quebrantos producidos en el negocio internacional del Central, fundamentalmente en el continente americano. Escámez nunca respondió al requerimiento de Conde, pero ello indica a las claras que el problema viene de lejos y que debía ser conocido -al menos tal es su obligación- por Mariano Rubio y el Banco de España. Apenas el 6 de mayo pasado Alfonso Escámez hacía en privado mangas y capirotes de la posibilidad de una operación con el Banco Hispano. «Hay más dinero en un rincón del Banco Central que en todo el Banco Hispano…» JoséMaría Amusátegui, en pleno fragor de la feria de abril de Sevilla, se había manifestado dispuesto a comerse al Central. En los mentideros financieros era conocido ya el «mandato Solchaga», según el cual Hispano debía rescatar a Central, mientras el Santander tenía que hacer lo propio con Banesto. «Insensato, va diciendo por ahí en público que esta es una fusión de libro…» Todo el mundo tiene derecho a rectificar o cambiar de opinión, incluido Alfonso Escámez. La opinión que el veterano presidente del Central tiene de la operación es bien distinta de la explicada aquí. Todo se aceleró la pasada semana, cuando José María Amusátegui recibió varios requerimientos perentorios de Rodrigo Echenique, consejero delegado del Banco Santander. Echenique tenía un mensaje personal de Emilio Botín para Amusátegui, y urgencia histórica por hacérselo saber. Como en el Hispano no ignoran que Botín tiene también casi 300.000 millones disponibles para una histórica racia bancaria, en la Plaza de Canalejas se encendieron al tiempo todas las señales de alarma y, al grito de «un Botín anda suelto», Amusátegui corrió a llamar a las pesadas puertas de bronce que soportan las cariátides de la fachada del Central en Alcalá, un portón corintio que Mariano Rubio lleva años observando con catalejo desde la acera de en frente. «Todo se ha hecho en tres días de intenso trabajo, los que van del viernes, 10 de mayo, al domingo, 12 de mayo». El 13 de, mayo, Escámez pasó buena parte de la tarde en la Universidad Complutense, de la que es pródigo mecenas. A su vuelta al «west end» bancario, se entrevistó con Amusátegui. Había que notificar la novedad a Mariano. Pero Mariano estaba en Basilea, y allí llamó Alfonso personalmente. El gobernador, lógicamente, se puso muy contento. Era un 13 de mayo, y la virgen de Fátima se acababa de. aparecer a la «biutiful pipol». Las negociaciones se han llevado a tres bandas: Amusátegui, Escámez y Santiago Foncillas, amigo personal del de Aguilas, con quien suele jugar aguerridas partidas al frontón en su finca de La Moraleja. Foncillas fue presidente de Campsa, autor de un laudo célebre sobre el caso Tierras de Almería por encargo de su amigo López de Letona, en tiempos del fugaz reinado de don José María en Banesto. Claudio Boada le hizo presidente del Hispano Hipotecario, y Amusátegui le incluyó en la última hornada de consejeros de la casa matriz. Pero este ha sido, sin duda, el encargo de su vida.

NOTICIAS.-

Luis Blázquez, motor del Central, se ha encontrado prácticamente con la operación hecha. Fernando Abril casi se entera por los periódicos. Y los accionistas franceses de Alcalá 49 lo leerán en «Le Monde». Los franceses fuman en pipa. Pero son franceses. Escamez ha dejado sin agua su delfinario. El sucesor será Amusátegui un honrado «biutiful» de la segunda ola, que puede presumir con justicia de contar con un brillante equipo ejecutivo, asuntó también descuidado por Escámez. El proceso de «solchaguización» de la banca y la economía española avanza imparable, ante el retroceso de la sociedad civil. Ayer fue un mal día para el sector privado. Alfonso Escámez, penúltimo de Filipinas, se ha rendido.

Jesús Cacho

15 Mayo 1991

Un nuevo gigante de la banca

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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La fusión por absorción de los bancos Central e Hispano Americano anunciada oficialmente ayer, martes, constituye la alteración más importante en el sistema bancario español desde la correspondiente a la de los bancos Bilbao y Vizcaya a principios de 1988. Se ha de suponer que esta unión, que generará una de las mayores entidades bancarias privadas de España y la sexta de Europa, responde al nuevo entorno competitivo que se configurará a partir del 1 de enero de 1993, con la existencia de un mercado financiero único en el que se garantizará la libertad en la prestación de servicios y de establecimiento de entidades en todo el territorio comunitario.Desde que ese horizonte se perfiló, la relación entre el tamaño de los bancos y la capacidad competitiva de los mismos -teorizada ampliamente desde aspectos estrictamente técnicos por José Angel Sánchez Asiaín- ha sido una obsesión política, especialmente manifestada en la actitud de los sucesivos Gobiernos socialistas españoles.

El aumento de la eficacia que comportaría el mayor tamaño de los bancos resultantes no tiene, sin embargo, respaldo empírico si no es en casos muy especiales. Por el contrario, son evidentes los costes de las integraciones precipitadas en las que las posibilidades de elección son mínimas. La existencia de gestores complementarios constituye otro de los argumentos manejado en ocasiones, que en el caso concreto que nos ocupa tampoco se satisface del todo. Los Bancos Central e Hispano Americano no han sido, precisamente, modelos de gestión moderna de cuya integración pueda deducirse a priori una entidad más eficiente que la simple suma de ambas, tal como las sinergias exigen.

El mantenimiento a ultranza de mecanismos defensivos frente a la penetración del capital extranjero en la propiedad de la banca española es cuestionable en un mercado integrado de carácter europeo. Mucho más si el blindaje pretendido se antepone a la eficacia -mejores precios, mejores servicios- fundamental en una economía tan bancarizada como la española, en la que la supervivencia y competitividad del sector real de esa economía depende en gran medida del coste de su financiación.

El nuevo banco que ahora nace se enfrenta a un proceso cuyas dificultades excederán a las ventajas hasta bien entrado el año 1993. Entre las primeras no es la menor el exceso del número de oficinas y de personal, que habrá que tratar con habilidad y buscando el acuerdo con los sindicatos; será, sin duda, una operación de alta cirugía. Habrá que esperar, no obstante, a conocer los entresijos de esta unión de dos entidades de la solera del Central y el Hispano Americano para hacer una valoración más rotunda. Y verificar si su decisión responde a esa búsqueda de economías de escala o más bien a operaciones defensivas, aunque legítimas, de sus responsables.

En todo caso, la capacidad de riesgo de los dos presidentes, Alfonso Escámez y José María Amusátegui, ha quedado manifiesta: el primero terminará su larga vida profesional -de botones a primer banquero del país- con un nuevo salto hacia adelante que confirma, una vez más, su extraordinaria intuición para el negocio y para la supervivencia entre los grandes; Amusátegui, uno de los profesionales más nuevos en el oficio -al que llegó inopinadamente y con vocación de segundón- ha respondido con agilidad, eliminando algunas incógnitas sobre su capacidad de liderazgo; a él pertenece el futuro del nuevo superbanco.

También habrá que seguir la reacción del sector financiero en su conjunto, que en el plazo de apenas 15 días ha visto el nacimiento de un gigante bancario público y la creación de este Central Hispano-Americano, lo cual supone un panorama radicalmente distinto del que nos habíamos habituado y del mapa teórico que un día, hace varios años ya, trazaron las autoridades económicas de nuestro país.

El statu quo bancario, inamovible durante muchas décadas, está en estado de agitación permanente y la competencia aumenta. ¿Habrá nuevas fusiones?

16 Mayo 1991

El poder de Amusátegui

EXPANSIÓN (Director: Jesús Martínez Vázquez)

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La entrada de José María Amusátegui en el Consejo de Administración del Banco Central con el cargo de vicepresidente confirma la posición relevante que tendrá en el proceso de fusión. El actual presidente del Banco Hispano Americano, que estrenó su cargo hace sólo cuatro meses, podrá conocer desde el interior del Central la relaciones de poder entre sus altos ejecutivos, lo que facilitará notablemente su tarea como principal responsable del proceso de fusión quedará lugar al Banco Central Hispanoamericano, posición que le reconoce explícitamente el documento de intenciones sobre la fusión.

Amusátegui se convertirá el próximo año en el presidente del primer banco privado español en el tamaño tras una experiencia de siete años en el sector financiero, un periodo corto sí se compara con el que llevan otros colegas de la gran banca, pero en el que ha atravesado todo tipo de experiencias, incluida la de sanear un banco que encontró en tales dificultades que ni siquiera repartió dividendo durante un ejercicio.

“Al cabo de seis años, me parece que he nacido en el Hispano”, comentó recientemente a EXPANSIÓN. “No tengo referencias anteriores que me conmuevan tanto como las que empiezan en enero de 1985”.

El reto de Amusátegui es ahora conseguir un equipo gestor cohesionado que reúna lo mejor del Central y del Hispano, para lo que contará con la confianza y colaboración de Alfonso Escámez como presidente del nuevo banco. Paralelamente, deberá ir modelando la identidad de imagen de un nuevo banco que parte de una posición privilegiada en volumen de activos pero sobredimensionado en número de oficinas, como ha indicado el ministro de Economía, Carlos Solchaga.

16 Mayo 1991

Fusiones, grandezas y miserias

Ernesto Ekaizer

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Una vez más nuestra historia bancaria ha confirmado con sólo dos años de diferencia, que los hechos suelen repetirse de manera diferente: lo que la primera vez ha sido una tragedia, vuelve, en su segunda versión, como comedia. En la Semana Santa de 1988, el presidente de Banesto, Mario Conde, almorzó en Elche con Alfonso Escamez, quien visitaba a su anciana madre, entonces muy enferma. Escámez huía hacia adelante por aquellas épocas y tenía dificultades para hallar el calor de Claudio Boada, presidente del Banco Hispano Americano. Conde, que temía quedarse solo si prosperaba la fusión Central-Hispano, solicitó al ver grietas, la venia de Carlos Solchaga: frustrada la operación Central-Hispano, se le dijo, tenía las puertas abiertas. Y fue así que un trágico y dolido Escamez se adomerció tranquilo, en sus brazos. Sabemos que la fusión Banesto-Central fracasó en 1989.

Ahora, tres años después de aquella Semana Santa, José María Amusátegui, flamante presidente del Hispano, ha tomado la iniciativa de reanudar, la pasada Semana Santa, los contactos con Alfonso Escámez con vistas a un proyecto de fusión. Como Conde en 1988, Amusátegui ha tenido la habilidad de conseguir lo que deseaba, a saber, todas las garantías de que será el hombre fuerte desde el primer momento y que Escámez emprendará su retiro, como máximo, el 31 de diciembre de 1992. Pero, a diferencia de Conde, el presidente del BHA no se enfrenta a ninguna fuerza opositora dentro del futuro banco fusionado, una fuerza como la que obligó a Conde a romper la fusión con Escámez en marzo de 1989 por temor a una eventual desestabilización posterior. Tres años después, repetimos, esta fusión ha sido como una pequeña comedia: la fusión de los tres días. La fanfarria de los grandes estudios de los bancos de inversión, el análisis pormenorizado y la reunión de equipos obsesivos, todo esto ha estado ausente. Al levantarse el martes el telón de la Bolsa de Madrid, la tragedia de la fusión de 1988 era, simplemente, la comedia de 1991.

Esta breve introducción sólo pretende evocar que muchas de las cosas que se han dicho en las últimas horas constituyen una sonada repetición de aquellas que invadieron como ríos las páginas de los periódicos, la radio y la televisión, hace tan sólo un par de años.

Alfonso Escámez estaba decidido a entregarse a manos de Mario Conde, según apuntamos, del mismo modo que lo ha hecho – al menos así consta en la carta de intenciones – ahora con José María Amusátegui. Por tanto, el Banco Central, bajo el disfraz técnico de entidad absorbente, estará, si se cumplen los pactos, bajo la batuta de los equipos del Hispano Americano. Esta vocación y capacidad de entrega sólo se explica por dos hechos: el Banco Central se ha convertido, como también el Banesto y el Hispano, en una máquina de ganar… poco dinero en los últimos ejercicios; en segundo término, como se ha repetido varias veces, por el hecho de que esa máquina de ganar poco dinero actuaba bajo el liderazgo personal de un hombre en edad convencional de retiro.

El problema con esta fusión es que ambas entidades financieras son pobres y han desacelerado notablemente en los últimos años su capacidad para ganar dinero. Algo de esto intenta explicar Emilio Ybarra en su discurso en la Universidad de Deusto que hoy reproducimos, al referirse al ‘exceso de capacidad’ en la banca que no puede ser rentabilizado. En otros términos  se trata de un proceso de crecimiento de la capitalización de nuestros grandes bancos que ya no puede ser mantenido. Para seguir con el ritmo de capitalización de los últimos años, los beneficios hubieran tenido que ser mucho más elevados. En cambio, tenemos unos resultados cada vez más cortos.

Una de las consecuencias de este proceso en que las autocarteras bancarias, que habían conocido un freno con la creación de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) y la mayor transparencia de la información económica en España, han vuelto a cobrar vuelo. La autocartera constituye la negación misma de la capitalización real de una entidad. Y, sin embargo, la ingeniería financiera ha creado los sistemas de parking, cada vez más evidente, para disfrazar las acciones propias que han ido apilando nuestras grandes entidades en una suerte de contrarreloj. La verdadera estructura de capital de los bancos, por tanto, es un misterio, porque exigiría conocer con exactitud el secreto de la pirámide, es decir, la autocartera. Pero lo que sí podemos saber aún desconociendo las cifras exactas es que los niveles de capitalización ya comienzan a resultar imposibles de mantener. En algunos casos, este crecimiento de la capitalización ha sido el resultado forzoso de las operaciones frustradas y no frustradas de fusión. Véanse el aumento del capital del Central y Banesto, por ejemplo. Lo que había sido un recurso de crisis, estimulado por nuestras autoridades, para reordenar estas entidades – la fusión – se convirtió en una vigorización ficticia de sus capitales respectivos. Los beneficios han ido pagando cada vez menor esos capitales.

Es cierto, pues, que, como suele repetir Escámez, la banca española no tiene problemas especial de solvencia si se compara con otros países, habida cuenta que se han hecho dotaciones de caballo en los últimos años. Quizá sea menos solvente de lo que se declama, pero el saneamiento ha sido un hecho. De todos modos, ¿cómo defender en nuestro sistema bancos saneados que ganan cada vez menos dinero? En el pasado uno de los patriarcas del sistema, el viejo Pablo Garnica, se jactaba de presidir el banco más sano… pero añadía que era, también, el que más ganaba. Algunos dirán que esto es una antigualla, pero la realidad es que por nivel de capitalización nuestros bancos pueden ocupar lugares importantes en cualquier ranking internacional, pero son los últimos de la fila, por así decir, por sus cortos beneficios.

Todo esto debe ser tenido en cuenta a la hora de analizar lo que está ocurriendo a estas horas y, last but not least, lo que probablemente pueda suceder en las próximas. La idea que entre nosotros se ha impuesto es la de las fusiones bancarias como respuesta defensiva ante situaciones de peligro potencial de asalto hostil por parte nacional o extranjera. Esto suena bien y es cierto, pero la insistencia de Solchaga con el apoyo de Mariano Rubio, también ha tenido en cuenta la necesidad de modernización, para utilizar un término elegante, de la gestión de las entidades más grandes y paulatinamente más empobrecidas.

Estas fusiones a la española han desafiado las leyes del mercado. Decía Revell a Pedro Toledo que lo más racional era casar una guapa con un novio feo y que el peor de los casos era el matrimonio entre dos novios muy feos. Los bancos que emprendieron la aventura de las fusiones, hasta ahora, han recalado en uniones accidentales – caso Bilbao Vizcaya, ante el fracaso de la operación Bilbao-Banesto – o, como ocurre con el Central e Hispano Americano, por necesidades vitales – de sobrevivencia ante amenazas exteriores o por dificultades para seguir adelante sin agravar aún más la situación acumulada hasta el momento. Pero las economías de escala – número de empleados y de oficinas, complementariedades y otros asuntos – no estuvieron ni están presentes como un factor decisivo.

Los bancos guapos como el Santander y el Popular, candidatos a dinamizar cualquier nueva entidad mayor resultante de una fusión, tienen ante sí la tarea de definirse frente al problema del liderazgo. La nueva situación tiene ventajas e inconvenientes. El Santander con una dimensión interesante, puede seguir siendo cada vez más la máquina de hacer dinero de forma creciente, sacando ventaja del hecho de que otras dos entidades – el Central y el Hispano – estarán autosumergidas en el proceso siempre largo y doloroso de la fusión, lo que puede ser aprovechado para incrementar su capacidad de generar resultados y ganar mayor cuota de mercado. Es lo que ha hecho desde el inicio de la era de las fusiones en la España a finales de 1987. En cambio, si optara por sucumbir a la idea de liderazgo el Santander sufrirá la falta de opciones: sólo queda Banesto en la arena. No se puede adjudicar a dos hombres tan prácticos, y tan diferentes, como Botín y Conde la afirmación de que “de esta agua no he de beber”, pero un eventual proyecto de aproximación Banesto-Santander no pasaría nunca por una fusión compartida. Antes bien, por algún esquema de reparto de patrimonios bancarios. El Popular, al igual, o peor que el Santander, porque es más pequeño, puede seguir ganando dinero en solitario o replantearse el tema del liderazgo. Esto último, participar en una fusión, parece impensable para el Popular.

La integración del Central y el Hispano puede, eso sí, ser el último aldabonazo para sacudir al aletargado BBV y terminar con sus miserias de capillas y capillitas. La nueva fusión producirá la lógica desmoralización interna – desalojo del primer puesto – pero nadie mejor que el BBV sabe, por su experiencia de los últimos dos años, que es el primer puesto no significa nada a la hora de ganar más dinero y ser una entidad innovadora. Por eso, ante las inevitables tendencias a crecer aún más que resurgirán ahora en el BBV sólo cabe recomendar prudencia, digerir definitivamente lo que ya se tiene y cerrar filas para competir.

Ernesto Ekaizer