29 enero 1977

"Se pone fin a una injusta y vetusta discriminación literaria"

Carmen Conde se convierte en la primera mujer en entrar en la Real Academia Española de la Lengua (RAE)

Hechos

El 29.01.1977 se celebró presidido por el Rey de España, D. Juan Carlos I el acto de Ingreso de Dña. Carmen Conde en la Real Academia Española de la lengua.

Lecturas

EL DISCURSO DE CARMEN CONDE

«Vuestra noble decisión -dijo Dña. Carmen Conde, dirigiéndose a los académicos- pone fin a una tan injusta como vetusta discriminación literaria.» Tras los saludos de rigor, comenzaba una introducción a su discurso, en la que recordaría a Miguel Mihura, «el que mejor comprendió a las mujeres al interpretarlas en sus inolvidables comedias», en un gesto que ya es ritual: mencionar al antecesor en el sillón, que, esta vez, no llegó a tomar posesión nunca. Gertrudis Gómez de Avellaneda abrió la galería de poetas en los que la académica analizó el sentido del tiempo tránsfuga y el deseo de eternidad. En su caso, y en el de Carolina Coronado y Rosalía de Castro, hubo en las palabras de Carmen Conde un tono reivindicativo hacia la poesía de la mujer que se separa del «esquema previsto», y un estudio, crítico y parigual, con el de los poetas varones tratados en su trabajo, que sigue ese lugar becqueriano y cernudiano, «donde habite el olvido». Memoria y muerte fueron los dos pilares sobre los que basó un estudio que desembocaba, como señalaría después Guillermo Díaz-Plaja, para el total de su obra, en la noción de eternidad, más allá de la fama y la inmortalidad, y que, en casos como el de Juan Ramón Jiménez y Unanumo, tocaba los límites del sentido religioso y místico. Para demostrar lo que no ha ocultado en ningún momento, que la poesía es memoria y biografía, habló Dña. Carmen Conde de Cernuda, Espriú y Oliver Belmás, su marido: «Hay un momento -dice con Cernuda- en el que nos encontramos con la existencia de una realidad diferente de la percibida a diario», «y ya oscuramente sentí cómo no basta a esa otra realidad el ser diferente, sino que algo alado y divino debía acompañarla y aureolarla, tal el nimbo trémulo que rodea un punto luminoso».

«Lo que capta -dice y sirve de resumen Dña. Carmen Conde- y difunde la poesía es ese nimbo trémulo. Lo divino y lo humano, alma y cuerpo, tierra y mar…», para terminar con los versos de Oliver Belmás: diciendo que en ningún poeta deja de alentar la «esperanza de ser y de haber sido».