25 febrero 2018

Polémica por la decisión de Ifema de retirar una obra que homenajeaba a los líderes independentistas catalanes procesados por los sucesos del 1 de octubre de 2017

La Feria ARCO de Madrid retira una obra de Santiago Sierra que homenajeaba a los líderes encarcelados de ‘el procés’ y causa una enfrentamiento en prensa entre David Gistau y Jaime González

Hechos

  • En febrero de 2018 se produjo una polémica en las páginas de ABC entre el columnista D. David Gistau y el Jefe de Opinión, D. Jaime González en ABC.

Lecturas

La Feria ARCO de Madrid se estrena con polémica por la decisión de los responsables de la feria IFEMA de retirar la obra de D. Santiago Sierra, que suponá un homenaje a 24 personas a las que calificaba de ‘presos políticos’ entre las que estaban incluidos los líderes encarcelados de ‘el procès’ catalán actualmente encarcelados como D. Oriol Junqueras Vies.

La polémica genera un conflicto en el periódico ABC que, el día 22 de febrero de 2018 había publicado un editorial de su director D. Bieito Rubido a favor de la retirada de la obra.

El día 23 de febrero de 2018 el columnista estrella de ABC D. David Gistau Retes publica una columna acusando la retirada de la obra en ARCO como un censura y repudiando, por tanto la línea editorial de su propio periódico. Ese mismo 23 de febrero de 2018 el jefe de Opinión de ABC publica su propio recuadro discrepando de la postura del Sr. Gistau. El artículo del Sr. González aparece publicado unas páginas antes (página 5) que el del Sr. Gistau (página 12).

El 24 de febrero de 2018 D. David Gistau Retes vuelve a intervenir reprochando a D. Jaime González Martínez falta de elegancia por haber publicado un artículo contra él en el mismo número en el que iba a salir el suyo y unas páginas antes predisponiendo así, según él, al lector contra su columna. Y acusó al Sr. Gistau de ventajista por tener acceso como jefe de opinión a sus columnas desde primera hora, lo que le daba más tiempo para replicar que el que podía tener él y especulaba con la posibilidad de que D. Jaime González quisiera echarle del periódico.

En la última réplica de D. Jaime González Martínez, publicada el 25 de febrero de 2018 negaba que quisiera perjudicar al Sr. Gistau Retes (“tienes todo el futuro por delante y a mí se me agota el tiempo”) y que a partir de ahora le leería al final del día.

Mes y medio después de la polémica, la dirección del Grupo Vocento prescindiría de D. Jaime González Martínez mientras que trataría de retener a D. David Gistau Retes, pero ete optaría por aceptar una oferta para pasarse a El Mundo.

En lo referido a la obra de D. Ricardo Sierra para ARCO sería adquirida por el empresario D. Josep María Benet Ferrán [Tatxo Benet], socio fundador del Grupo Mediapro.

22 Febrero 2018

En un espacio público no se insulta al estado.

Editorial de ABC (Director: Bieito Rubido)

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Es un acierto que Ifema haya decidido retirar de ARCO una obra en la que se presenta a 24 delincuentes convictos o inmersos en gravísimos procesos penales (por delitos de odio, terrorismo, tenencia de explosivos, sedición o rebelión) como ‘presos políticos’. El artista, Santiago sierra, es un especialista de la provocación; nada nuevo bajo el sol en este sentido, pues él vive muy cómodo en ese rentable territorio de la ofensa y la bravata presuntamente trasgresora y libre. Y entra dentro de su libertad hacer lo que le venga en gana con esa ‘creatividad’. También su galerista, Helga de Alvear, puede exhibir en sus instalaciones lo que considere oportuno.

Pero Ifema es de titularidad pública y las autoridades que gestionan este espacio no pueden servir de improvisador ‘marchantes’ (la obra se ha vendido por 96.000 euros) de quien encumbra una mentira tan colosal e hiriente para las víctimas de los individuos allí retratados, como catalogar como perseguidos políticos del Estado a, por ejemplo, el individuo que mató a una persona por llevar los tirantes con los colores de la bandera de España o a sujetos que acaban de intentar dar un golpe de Estado.

El artista se ha quejado amargamente alegando que con la retirada se insulta la inteligencia del público, lamento al que se han unido los populistas que encabeza Carmena, aquellos que quisieron entretener a los niños con los titirtieros de Alka-ETA. Pero el primero en insultar la inteligencia del público ha sido el propio Sierra al presentar como una obre de arte lo que sólo es un ejercicio de provocación tan simple que se le hubiera ocurrido a cualquiera de los del lacito amarillo, a Gabriel Rufián, sin ir más lejos. El autor, repetimos, tiene perfecto derecho a pensar como quiera y a plasmar cualquier producción de su proceso creativo. Pero no en los muros públicos del Estado, al que Sierra insulta con desahogo en la explicación de la obra, donde además exhibe un montón de mentiras, errores e inexactitudes.

23 Febrero 2018

Cuadros

David Gistau

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Pido perdón por arrancar este artículo con un topicazo: la verdadera devoción por ciertos principios con los que se nos llena la boca, tales como el respeto a la libertad, la creación y el pensamiento, no se demuestra tolerando aquello que nos confirma, sino aquello que nos ofende. El mural del artista Sierra en ARCO, por ejemplo. Que un comisario político haya ejercido ahí censura es un hecho escatológico en sí, peligroso como antecedente y como signo de los tiempos en sí, y ello no depende de que la obra nos parezca más o menos acertada o de que concuerde o no con nuestros propios prejuicios ideológicos.

Aquí van otros dos topicazos, ya que vuelve a ser, ésta, una era en la que se hace necesario explicar lo evidente. Todos los regímenes que ejercieron censura estaban convencidos de la necesidad moral de hacerlo, de la función higiénica en el contexto de su propia sociedad. No nos carguemos, por tanto, de razones morales o higiénicas para ejercer censura, para consertírnosla a pesar de los alardes retóricos con los que la denostamos en términos históricos. Existe en la actualidad una restauración de la justificación censora contra la cual hay que protestar y resistir. Y esto lo digo aun siendo un ser inofensivo, incapaz de epatar – ¡todavía! – a un burgués como lo hace el artista Sierra.

Otro topicazo: la única limitación es la que impone un juez, aun cuando también el juez puede ser discutible. No vale apelar a ninguna otra cosa – y menos a criterios subjetivos como el gusto – para agredir la libertad. Ni a la responsabilidad. Ni al respeto. Ni a la educación. Ni a la moral pública. Estos diques, estas sugerencias de auto-censura, convertirían al creador en un artesano de objetos decorativos. Sin el derecho a agitar, a ofender, a agredir el buen gusto y el respeto, liquidaríamos el humor, la sátira, los contrapesos a las verdades oficiales del Estado. Vamos, no nos quedarían en pie ni los Monthy Python. Considerar al Estado, incluida su jefatura, un ente sacral al que no se puede molestar supone la muerte de la conciencia ciudadana y la esterilización de toda creación salvo la orgánica.

Desde que esta fugaz polémica estalló, me sorprende haber visto a periodistas razonar a favor de la censura y exigir respeto. Me sorprende porque la defensa de los valores y de los topicazos expuestos en este artículo será siempre, para un periodista, un acto de apuntalamiento de su propia supervivencia. El periodista que justifique la censura no tendrá derecho a la queja el día que se la apliquen a él en nombre del respeto o del buen gusto o de la obligatoria de las verdades oficiales. Resérvese el periodista, aunque sea como fantasía salvaje, la posibilidad de llegar a epatar burgueses, a agitar verdades, a escandalizar por obra de la honestidad intelectual. Recuerde el periodista que también a él le pueden descolgar los cuadros: basta con que conceda ese poder a quien anhela hacerlo.

Davis Gistau

23 Febrero 2018

Un ARCO con muchas flechas.

Jaime González

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Si alguien tenía dudas de la pluralidad de ABC – un signo de distinción por el que no hay que pedir perdón, sino exhibir con orgullo el pecho que nos sirve de estandarte – propongo a los escépticos la atenta lectura de las columnas de opinión de este viernes 23 de febrero. Es la prueba del nueve de lo mucho que crecemos cuando no nos ponemos de acuerdo y la confirmación de que la grandeza de este diario centenario guarda estrecha relación con su discrepancia interna.

Por convicción, que no por obligación, voy a defender el editorial que bajo el título “En un espacio público no se insulta al Estado” publicamos ayer.

Lo hago persuadido de que no lograré convencer a quienes se muestran sorprendidos de ver a periodistas razonar a favor de lo que ellos llaman censura. Eso de que un periodista tenga que defender a un artista por razones de supervivencia me parece un argumento interesado, porque la cuestión es bastante más profunda que cualquier ombligo corporativista. No sé por qué la libertad de expresión de un periodista o un artista tiene que valer más que el derecho a la dignidad y el honor de una víctima de la violencia terrorista o de una víctima de la violencia de un matón como Bódalo, por ejemplo.

La libertad de creación de un pintor, un escultor o un escritor no le da patente de corso para denigrar gratuitamente a nadie es un espacio público, porque lo público – he aquí la cuestión de fondo – es un ámbito sometido al delicado encaje de nuestros derechos y obligaciones con los derechos y obligaciones de los otros. Complejo asunto que solo se soluciona sometiéndonos todos a los principios inherentes a la propia democracia, entendida como un conjunto de reglas o estilo de vida cuyas bases se encuentran en el respeto a la libertad y la dignidad humanas. No nos queda otro remedio, porque es imposible concebir la propia libertad individual desvinculada de la libertad individual del otro.

Es verdad que las razones morales han sido la excusa que ha permitido a los regímenes autoritarios ejercer la censura, pero no caigamos en comparaciones odiosas, porque el hecho de que la retirada de la obra de Sierra haya desatado una enorme polémica – muy especialmente en las páginas de ABC – revela que nuestra democracia está muy viva y que sobre el asunto existen visiones tan enfrentadas que no puede caerse en el reduccionismo de afirmar que un periodista que avale al retirada de la obra de Sierra no defiende la libertad de expresión. Esto no va de gremios, sino de convivencia democrática.

Para terminar, me gustaría que algunos de los que legítimamente discrepan de la línea editorial que sobre este asunto ha defendido ABC, me explicaran por qué, en defensa de la dignidad de las víctimas, pueden retirarse todos los símbolos y monumentos artísticos que ensalzaban al régimen franquista, pero no puede retirarse de un espacio público una obra que ensalzaba a 24 delincuentes convictos o inmersos en gravísimos procesos penales denigrando la dignidad de las víctimas de ETA y de la violencia machista. A ver, ¿por qué?

Jaime González

23 Febrero 2018

El arte, en su sitio

Federico Jiménez Losantos

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LAS RIDÍCULAS fotocopias de delincuentes presuntos y golpistas ciertos, retiradas por acuerdo de Ifema y una galerista en ARCO y que tanto revuelo han montado entre los catetos de derechas y los jetas de izquierdas, tienen ya lugar adecuadísimo donde exponerlas: la guarida delictiva que durante décadas albergó las –esas sí– obras de arte robadas en Sijena. El museo de Lérida que se negaba en nombre de Cataluña a devolver lo que no era suyo, ha reclamado el derecho a exponer el fotobodrio. Será donación del que lo compró, si no encargó, el Benet socio del multimillonario golpista Roures. Pero Aragón no debe prestar para magnificar el fotobodrio el Ceomo de Borja mientras la Generalidad de Cataluña no devuelva los frescos de la sala capitular de Sijena. Eso sí que es arte. Y delito.

Desde que Duchamp expuso el urinario célebre como objet d´art, los semicultos reverencian el camelo y tragan mamarrachadas. Lo de Duchamp fue superado tras exponerse en Venecia unos hoy famosos botes de Mierda de artista con fecha de ejecución, para el autor alivio. El llamado «arte conceptual» es una supresión de la obra artística en nombre de la crítica del arte o de cualquier discurso político. El primer caso de «intervención» artística delictiva fue el robo de la Gioconda en el Louvre, para denunciar la cosificación museística, y el más radical, el del escultor que atacó a martillazos la Pietá del Vaticano, para protestar por el extravío del concepto del arte a través de su exposición. Bakunin quiso poner en las barricadas los mejores cuadros de la pinacoteca de Dresde para que no se atrevieran a atacarlas los guardias. Y los que en nuestra guerra civil robaron los cuadros del Prado dizque para salvarlos eran del bando que robó y quemó miles de obras de tipo religioso, especialmente en Cataluña. De 500 iglesias en la diócesis de Barcelona, dejaron 10. O sea, que cumplieron el sueño de la Pitita municipal: «¡Arderéis como en el 36!»

La alcaldesa de Madrid, que quiere crear la Gran Vía del Terror Rojo con un monumento a las que llama víctimas del franquismo, entre las que el ABC ha identificado ya a más de cien torturadores y asesinos de las checas, plantó a los Reyes en ARCO, en nombre de la libertad de expresión. De ser fotocopias de Tejero o de los asesinos de Atocha, habría ido a protestar.

24 Febrero 2018

Más Cuadros.

David Gistau

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Tengo por costumbre enviar los artículos temprano. Al menos, cuando no hace falta esperar algún hecho periodístico relevante que ocurra tarde. Creo que voy a cambiar esa costumbre: escribiré temprano pero enviaré tarde, al filo del cierre. Así tal vez consiga evitar algo que supone una experiencia nueva, y casi graciosa además de significativa, en mi ya longeva relación de colaborador externo -unas veces más externo que otras- con diarios: que el mismo periódico que me publica en Opinión se esfuerce simultáneamente por destrozar el artículo en una página anterior firmada por el jefe de Opinión para que el lector llegue a la columna predispuesto en contra. Una desactivación preventiva. De verdad, es gracioso si uno se para a pensarlo. Aunque admitirán que juego en desventaja.

Al hacerlo en la edición de ayer, Jaime González aludió elegantemente a la pluralidad del periódico y a la sana tensión que existe en cualquier diario capaz de contradecirse a sí mismo de una página a otra. Estoy de acuerdo con ello. De hecho, es el modelo en el que creo. En el periodismo y en todo lo demás. A este periódico le honra ser así. Imaginemos, qué sé yo, a un periodista situado en una posición jerárquica en una redacción, y en concreto en Opinión, que usara su columna para pedir el despido de un colaborador y declararlo indigno de sus páginas por falta de nobleza o de rectitud. Eso sí sería inelegante, eso sí describiría un periódico doctrinal y cavernario que afortunadamente no es éste. Al aceptar, por tanto, el juego de la saludable polémica que me propone Jaime González con la deconstrucción del artículo, procuraré, al menos, escamotearle en adelante la ventaja de disponer de una tarde entera para buscarle el cable azul a un artículo que ni siquiera ha sido publicado y que reclama su derecho a ser destrozado después de leído por el público, no antes. Pido perdón por adelantado a los redactores a los que siempre intenté no complicar el cierre para que no llegaran tarde a casa por mi culpa. Sé cuánto molesta, a cierta hora, tener una página llena de huecos en blanco. Para compensar, trataré de que lleguen siempre ajustados.

Cualquier lector interesado en ello puede leer en la edición de ayer los dos artículos que componen esta hermosa, plural y fraterna discrepancia entre Jaime González y este servidor de ustedes acerca de la censura en ARCO. No encuentro necesario prolongarla ni ponernos reiterativos por más que lo estemos pasando muy bien. Sólo introduciré un matiz y una respuesta a una pregunta directa. El matiz es que el espacio es público, pero la galería paga por usarlo a su antojo en los límites establecidos por la ley. A la pregunta de por qué no veo una censura igual en la retirada de arte o monumentos franquistas, respondo que, en ese caso, se actúa por orden de un juez y en aplicación de una ley vigente. Como con el rapero. Pero no en ARCO.

25 Febrero 2018

Yo me acuso

Jaime González

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Reconozco que esto de discrepar de un compañero al que tengo en alta estima me estimula. David Gistau maneja la pluma con tiento y es rápido de reflejos. Más que yo, que siendo mucho más lento no he tenido otro remedio que servirme de mi cargo de jefe de Opinión de ABC para hacer trampas y disponer de una pequeña ventaja. Leí su artículo antes de que fuera publicado y eso me permitió contestarle el mismo día y unas páginas antes. Es cierto y lo lamento: tardé 24 horas en salir en defensa del editorial que avalaba la retirada de la obra de Santiago Sierra de ARCO – el mismo que él tardó en salir a cuestionarlo – aunque tal vez debí esperar 48 para cumplir con los plazos que demandan los cánones, según David Gistau, de la más elemental cortesía. Mis disculpas por delante.

Como la polémica de la obra de Sierra no da para mucho más y las legítimas discrepancias entre Gistau y yo ya han ensanchado bastante los muros de la pluralidad de ABC, vamos a dejar zanjado el asunto: él entiende que hubo censura y yo no. Es más, por mi parte creo que el organismo público no hizo otra cosa que cumplir su obligación en aplicación de la ley 29/2011, de 22 de septiembre de Reconocimiento y Protección Integral de las Víctimas del Terrorismo: “Las Administraciones Públicas deberán adoptar las medidas necesarias para impedir que se exhiban públicamente monumentos, escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas o de exaltación o enaltecimiento individual o colectivo del terrorismo de los terroristas’. La obra de Sierra (en la que se rendía tributo a dos etarras presos, entre otros personajes funestos) no debió de entrar nunca en ARCO, pero al menos se retiró antes de su inauguración.

En otro orden de cosas, me plantea Gistau un supuesto inquietante, una distopía en toda regla: el caso de un jefe de Opinión (pongamos que fuera yo) que usara su columna para pedir el despido de un colaborador (supongamos que fuera él). Reconozco que el erotema de Gistau está bien tirado. Es una de esas preguntas retóricas que mezclan el ‘interrogatio’ y el ‘quasitum’ y que demandan una respuesta compleja. En todo caso, trataré de ser breve: no temas, David. Tienes todo el futuro por delante y a mí se me agota el tiempo. Bastante tengo con ponerme a cubierto. Prometo no leer tus artículos hasta bien entrada la noche, aunque para agilizar el trabajo le rogaría que siguiera mandándolos como lo hacía antes de este pequeño y puntual desencuentro. Palabra de colega que no les echo un ojo hasta que no me apuren con la hora del cierre. Es una pena, porque a Gistau hay que leerle despacio para captarle el mensaje.