7 agosto 2004

Debate sobre la Furgoneta Kangoo del 11-M: Medios denuncian que pudo ser manipulada y sus rivales les tachan de defensores de la ‘Teoría de la Conspiración’

25 Abril 2006

Policías de Alcalá que examinaron la furgoneta aseguran que estaba vacía

Fernando Múgica

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Las primeras dotaciones de la comisaría de Alcalá que, el 11 de marzo de 2004 por la mañana, llegaron hasta la furgoneta Renault Kangoo aparcada junto a la estación de tren corroboran la versión que defendió ante la Comisión de Investigación del Congreso el jefe del Grupo de Policía Científica de Alcalá, Luis Martín González: la furgoneta estaba vacía. No había nada entre los asientos ni en la zona de carga. Desde los cristales delanteros del vehículo pudieron observar cómo debajo del asiento del pasajero sobresalía un chaleco reflectante amarillo mal doblado. Encima del salpicadero había una tarjeta de visita, y sobre el mismo asiento del copiloto se encontraba una cinta de casete gris transparente. En su cara visible no tenía ninguna inscripción. Sin embargo, al día siguiente, en las instalaciones de la Comisaría General de Policía Científica, en Canillas, al propietario de la Kangoo le enseñaron 61 evidencias -casi 100 objetos- hallados en el interior del vehículo, incluidos siete detonadores, una casete con versículos del Corán, un trozo de cartucho con explosivo, dos mantas, tres guantes, una bolsa con 14 chalecos, bolsas con herramientas y un largo etcétera.

MADRID.- La furgoneta Renault Kangoo que se encontró en la mañana del 11 de marzo de 2004 aparcada junto a la estación de tren de Alcalá de Henares (Madrid) tenía su espacio de carga vacío.

Así lo atestiguan dos policías de las dos dotaciones que llegaron primero al lugar de los hechos. En realidad, sólo vienen a corroborar las afirmaciones repetidas una y otra vez ante la Comisión de Investigación del 11-M en el Congreso de los Diputados por Luis Martín Gómez, jefe del Grupo Local de Policía Científica de Alcalá de Henares, encargado en aquellas primeras horas de la investigación.«Allí dentro no había nada», dijo.

La reconstrucción minuciosa de aquellas primeras horas es la siguiente. A las 7.30 horas de la mañana del 11 de Marzo de 2004, la comisaría de Alcalá de Henares estaba en plena ebullición.

Todos se ofrecían voluntarios para ayudar en lo que hiciera falta.Comenzaban a llegar las primeras noticias de las explosiones de los trenes y la impresión de que aquello era una enorme tragedia se afianzaba a medida que pasaban los minutos y aumentaba el número de víctimas.

Los tres funcionarios que atendían las llamadas en la central recibieron varios mensajes de ciudadanos espontáneos que creían haber percibido detalles inusuales que podían ayudar en la investigación.

En este contexto se recibió una llamada, poco antes de las 9.00 horas, en la que se explicaba que el portero de una finca de la calle del Infantado de Alcalá, Luis Garrudo, había visto a tres individuos con atuendos sospechosos al lado de una furgoneta Renault Kangoo aparcada enfrente, muy cerca de la estación de tren.

Los policías de guardia recibieron el aviso y la orden de presentarse en el lugar de los hechos.

Alrededor de las 9.00 horas, llegaron a la vez junto a la furgoneta, aparcada en batería, las dotaciones de un coche K, de los camuflados y con agentes de paisano, y la dotación, de uniforme, de un coche Z. El K se adelantó unos metros y aparcó su morro delante del Z.

En el K viajaba un policía veterano, que había estado de servicio en el País Vasco, y una agente que se encontraba en periodo de prácticas. La dotación del Z estaba compuesta por un policía veterano y otro más novato, pero con mucha preparación.

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LA PRIMERA IMPRESION

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Observaron la furgoneta con la precaución debida. Tiraron de la manilla de la puerta del conductor. El coche estaba cerrado y no tenía ningún signo de haber sido violentado. Observaron desde los cristales delanteros el interior y se sintieron algo más tranquilos. Sólo vieron una tarjeta de visita encima del salpicadero, una cinta de casete gris transparente sin ninguna rotulación encima del asiento del pasajero y un chaleco reflectante amarillo, mal doblado y con signos de haber sido usado, introducido en la estrecha bandeja que había debajo del asiento del copiloto.

La zona de carga estaba separada de los dos únicos asientos tan sólo por una rejilla de agujeros amplios, a través de la cual se veía perfectamente el interior. En la zona de carga no había nada. La furgoneta estaba vacía.

Aunque esto les tranquilizó, el responsable del coche Z consideró que seguía siendo un peligro potencial, ya que su compañero había conseguido pasar la matrícula a la central, tras algunos intentos que se le hicieron eternos. Desde la comisaría de Alcalá les avisaron de que la furgoneta figuraba como sustraída según una denuncia del 28 de febrero de 2004; es decir, 12 días antes.Se dirigió al colegio cuya valla lindaba con la fila de coches aparcados entre los que estaba la furgoneta y, por su cuenta, decidió que el colegio debía ser evacuado.

Afortunadamente, una puerta del centro educativo daba a una calle paralela y la evacuación se efectuó en orden y sin ningún contratiempo.

Desde la central les avisaron de que iban a mandar hacia allí más refuerzos, entre los que estarían las dotaciones de los Tedax, los encargados de desactivaciones de explosivos y unidades de Guías Caninos con perros expertos en detectarlos.

Se formó un cordón policial de seguridad al comienzo de la calle, pero no se ordenó el desalojo de los vecinos que se encontraban en los pisos cercanos. Sí se avisó a los clientes de un gimnasio próximo para que sacaran fuera de la zona los coches que tuvieran aparcados en las inmediaciones.

Los policías que habían llegado a las 9.00 horas tuvieron más de una hora para merodear alrededor de la furgoneta antes de que llegaran, entre otros, inspectores de la brigada antiterrorista de Madrid, gente de Información con experiencia en la lucha contra ETA. No hay que olvidar que las primeras informaciones que se difundieron esa mañana y las valoraciones de todos los líderes políticos, incluidos los del Gobierno vasco, caminaban en esa dirección.

En ese transcurso de tiempo volvieron a revisar el interior de la furgoneta desde los cristales delanteros y miembros de las dotaciones del K y del Z corroboraron que en la zona posterior de carga la furgoneta estaba vacía. Fue la misma impresión que recibió el jefe del Grupo Local de Policía Científica de Alcalá de Henares que, antes de las 11.00 horas, se hizo cargo de la investigación en el lugar de los hechos.

Precisamente, esa impresión de que a primera vista la furgoneta no tenía ningún objeto sospechoso es lo que le impulsó a decidir, cuando llegaron los perros, que lo mejor era abrir el portón trasero para que pudieran olfatear el interior y asegurarse así de que en el vehículo no existían vestigios de que hubiera explosivos, ni de que los hubiera habido con anterioridad.

No tenían llave, así que tuvo que forzar la puerta con una palanqueta.No se le dio demasiado bien y hasta hizo alguna broma sobre lo difícil que le resultaba eso de robar coches. Y fueron los propios policías del Z que habían llegado por la mañana los que le ayudaron a abrirla. Fue entonces cuando pudieron confirmar con más claridad que la furgoneta estaba vacía.

A sus compañeros siempre les han comentado que, si ellos o el inspector hubieran visto una simple bolsa o cualquier otro objeto sospechoso, jamás se hubieran atrevido a abrir la puerta.

Uno de los perros, Aníbal, había olfateado ya el exterior del vehículo antes de que se abriera el portón sin hacer ningún signo de que hubiera explosivos. Después de que forzaran el portón, el otro perro -una hembra- se introdujo en la zona de carga y llegó olfateando hasta la rejilla diáfana que separaba ese habitáculo de los asientos delanteros, situados a escasos centímetros. El animal salió inmediatamente y no hizo ninguno de los signos característicos que alertan sobre la presencia de sustancias explosivas.

A esas horas, ya habían llegado los distintos inspectores y subinspectores que figuran en las declaraciones contenidas en el auto del juez Juan del Olmo.

El inspector con carné 65.239 no encontró nada significativo.

El inspector 79.858, de la Brigada Provincial de Información de Madrid, del grupo anti ETA, advierte de «que no se dan los elementos exteriores identificativos» que puedan vincular la furgoneta con la organización terrorista de la que es especialista.Ni con ETA ni con ninguna otra, porque no advierte nada más.

El inspector 80.447, que llegó al lugar hacia las 11.00 horas, hizo gestiones en la estación de tren. Ha declarado al juez Del Olmo que «vio todo el desarrollo policial para entrar en la furgoneta», queriendo hacer especial mención de que «el único que entró en la misma fue el perro de la Unidad Canina». El policía declara también que su función principal fue la de «asegurar que los elementos de prueba que pudieran existir en el interior de la furgoneta no se vieran alterados». Escoltó, además, «en un vehículo policial, a la grúa que trasladó a la furgoneta hasta la Comisaría General de Policía Científica en Canillas».

Estuvo ayudado en esa labor por el policía 82.709, quien corrobora lo anterior, además de afirmar que se forzó el portón trasero para que pudiera entrar el perro.

Pero la declaración más relevante por su cercanía física a los hechos y por su especialización es la del inspector jefe del Grupo Local de la Policía Científica de la comisaría de Alcalá, el que ordenó forzar la puerta.

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«NADA ANORMAL»

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En su primera inspección ocular desde el exterior, Luis Martín Gómez no ve «nada raro que se aprecie a simple vista». En la parte trasera no aprecia «nada anormal», a pesar de que la rejilla que separa la zona delantera de la zona de carga «es diáfana completamente, no observando nada anormal ni que le induzca a sospechar que pueda haber un artefacto». Estamos hablando de un experto en Policía Científica, no de un ciudadano cualquiera.Es decir, alguien para quien una bolsa, un jersey o una caja de herramientas resultarían sospechosos por poder ocultar explosivo, o de enorme interés policial por poder contener ADN de los usuarios del vehículo.

El propio Luis Martín, un hombre respetado en la comisaría de Alcalá por sus conocimientos y su integridad, describe al juez cómo fuerzan el portón trasero para que pudiera introducirse el perro, sin que éste olfateara nada sospechoso. También relata cómo, más tarde, se introduce él mismo en la zona de carga para desbloquear el pestillo de la puerta del pasajero, metiendo el brazo a través de un hueco lateral de la rejilla. Cómo, a continuación, sale de la furgoneta y, ya en el exterior y después de cerrar el portón trasero, abre la puerta desbloqueada y, «sin llegar a sentarse en el vehículo», coge la palanca de cambios y la pone en punto muerto para que la grúa pudiera arrastrarlo.

¿Por qué no menciona en su declaración contenida en el auto si ha visto una bolsa con detonadores o si ha descubierto cualquier otra cosa en el interior de la furgoneta? Pues porque Del Olmo, incomprensiblemente, no se lo pregunta.

Claro que Luis Martín ya lo había dejado claro durante su comparecencia en la Comisión de Investigación del Congreso de los Diputados el 14 de julio de 2004. En repetidas ocasiones, y sin que nadie le hiciera el menor caso, aseguró que la furgoneta estaba vacía.

«No vi nada que me llamara la atención en el vehículo; vi una zona de carga que estaba en principio vacía» […] «La zona de carga está vacía, que no hay nada ahí» […] «Lo único que le puedo decir es lo que veo y en el momento de entrar en el habitáculo, quiero que quede muy claro, no se aprecia absolutamente nada.No hay nada» […] «Me tuvieron que echar una mano [para abrir el portón] porque, la verdad, es que esto de la palanqueta no se me daba demasiado bien» […] «En principio habíamos visto que [la zona de carga] estaba vacía» […] «No veo ningún objeto que revistiera peligrosidad. Si lo hubiera visto, hubiera llamado al equipo de los Tedax». Los Tedax, a pesar de estar anunciada su llegada, nunca se trasladaron a Alcalá.

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OTRA REVISION

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Cuando el inspector Luis Martín consideró que el vehículo era seguro, procedió a preparar su traslado a la comisaría de Alcalá para hacerle una revisión más a fondo.

Cuando el coche ya estaba precintado y esperaba que llegara la grúa, recibió la llamada de su comisario, que le comunicó que el vehículo iba a ser trasladado a Moratalaz, la sede de la Brigada Provincial de la Policía Científica. Fue en el camino hacia Moratalaz cuando se dio la orden de trasladar definitivamente la Kangoo hasta la sede central de la Científica en Canillas.

A las 19.00 horas de ese mismo día le comunicaron a Luis Martín, para su sorpresa, que se había encontrado una bolsa con detonadores debajo de un asiento.

En la Comisión del Congreso, la diputada del Grupo Mixto Uxue Barkos Berruezo preguntó al inspector: «¿Puede usted certificar que allí no había nada a la vista?», refiriéndose, como aclaró más tarde, a los detonadores. «Lo certifico total y absolutamente», contestó. Más tarde, y ante nuevas preguntas, añadió: «No encontré nada. Me refiero a nada que no formara parte del vehículo como equipamiento básico, como equipamiento estándar del vehículo».

Como figura en el auto, el juez Del Olmo tampoco preguntó a los guías caninos si habían visto algo en su interior. Estos se limitaron a corroborar que los perros no olfatearon ninguna sustancia explosiva.

A algunos compañeros de los primeros policías que acudieron a Alcalá y que inspeccionaron la furgoneta desde el exterior les han preguntado por qué no dijeron ante el juez que la furgoneta estaba vacía. Su contestación es rotunda: «Porque no nos lo ha preguntado. Si nos llama a declarar, así lo atestiguaremos. No podemos comprender por qué ha llamado a otros compañeros y no nos ha llamado a nosotros, que estuvimos a solas con la furgoneta más de una hora».

La gravedad del caso se pone de manifiesto cuando se constata que en esa furgoneta vacía -al menos, en su apariencia desde el exterior- la Policía encontró en Canillas no sólo una bolsa con siete detonadores, un trozo de cartucho con dinamita y una cinta con versos del Corán, sino también casi un centenar de objetos que se detallan en estas mismas páginas y que se clasificaron en 61 evidencias. Las mismas que el 12 de marzo, el día después de los atentados, enseñaron al dueño de la furgoneta, José Garzón Gómez, y que reconoció en su mayor parte como de su propiedad.¿Cómo es posible que los policías no vieran en el interior del vehículo todo ese cúmulo de objetos, cuya mayor parte era imposible de camuflar?

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MENTIRA FLAGRANTE

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Ha sido ya probado, y así consta en el sumario, que la primera versión que se difundió sobre la naturaleza de aquel resto de explosivo que dijeron haber encontrado debajo del asiento del copiloto y que el perro no detectó estaba fundamentada en dos mentiras flagrantes.

No perderemos ni un minuto en recordar algo obvio. El informe sobre la coincidencia entre esa dinamita de la Kangoo y la encontrada en la mochila número 13 (la que se encontró y desactivó en la comisaría de Vallecas en la madrugada del 11 al 12 de marzo) estaba amañado.

El informe decía que en la dinamita de la mochila de Vallecas se habían encontrado los mismos componentes de la dinamita encontrada en la Kangoo de Alcalá. Sin embargo, en el explosivo de la furgoneta había metenamina, y en el de Vallecas, no. Además se afirmaba algo igualmente falso: la metenamina es un componente habitual de la dinamita. No es cierto.

Hubo de pasar un año para que alguien se diera cuenta de este apaño y de esas mentiras. Fue cuando la Guardia Civil de Toledo, la que investigaba la mochila con explosivos encontrada en las vías del AVE el 2 de abril de 2004, preguntó al juez Del Olmo sobre la composición de la dinamita que se había localizado en la Kangoo y en Vallecas. La pregunta estaba planteada con muy mala intención.

Los investigadores de la Guardia Civil se habían dado cuenta de que era absurdo que se hubiera dado por bueno que la metenamina fuese un componente habitual de la dinamita. El juez se enfadó y pidió explicaciones a la Policía. Juan Jesús Sánchez Manzano, el responsable del departamento de desactivación, se limitó a decir que habían incluido por error la palabra metenamina entre los componentes habituales de la dinamita.

Es evidente que, pese a esta rectificación, en el inconsciente colectivo quedó grabado para siempre que los explosivos de Vallecas y los de la Kangoo eran los mismos. El efecto político de aquella afirmación ya no tenía vuelta atrás.

Pero lo más sorprendente, el detalle en el que aún no se ha profundizado, es la explicación de por qué aparecía la metenamina como un componente habitual de la dinamita. En Canillas se entregaron al laboratorio de la Policía Científica unos gramos de la dinamita encontrada en la Kangoo y unos gramos de dinamita, ya acreditada como tal.

Lo increíble es que en los dos restos se encontraron componentes idénticos, incluida la metenamina, y en la misma proporción.¿Cómo era posible que hubiera metenamina en la dinamita certificada como tal, si ese componente no figura entre los elementos que componen ese tipo de explosivos?

Sólo puede tener una explicación. La dinamita de la Kangoo y la muestra certificada como tal tenían la misma composición, incluido el mismo tipo de contaminación con metenamina y en la misma proporción, porque eran dos trozos de la misma dinamita.Todo indica que procedían del mismo lugar.

Los que habían afirmado que las dinamitas de la Kangoo y la de Vallecas eran la misma se dieron cuenta de que el detalle de la metenamina reventaba la historia que habían sostenido. Pero la mentira continuada había hecho su efecto.

Pero eso no es todo. También era falso que los restos de dinamita encontrada en la furgoneta Kangoo procedieran necesariamente de Mina Conchita, en Asturias.

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ENVOLTORIO MARRON

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El trozo de cartucho con los restos de dinamita que se encontraron en la furgoneta Kangoo tenía un envoltorio de color marrón. La dinamita con esas características se había vendido, en los meses previos al 11-M, en toda España -Granada, Cantabria, Vizcaya, Asturias, León, Navarra, Avila, Segovia, etcétera- y en tres países extranjeros -Portugal, Italia y Francia-. Ese simple detalle echaba por tierra la versión de que «sólo» pudo salir de Mina Conchita la dinamita empleada en los atentados.

Manzano afirmó, sin embargo, que, «teniendo en cuenta las cantidades y las fechas, esta Unidad sigue considerando Mina Conchita y Mina Arbodas como los lugares de los que salieron los explosivos de los atentados».

La afirmación se hace nueve días antes de que la Policía encontrara entre los restos del piso de Leganés los envoltorios -¿marrones o blancos?- con las numeraciones de los cartuchos presuntamente empleados en los atentados. El estudio de la procedencia de esos dígitos aleja aún más la certeza de que la dinamita saliera de Mina Conchita.

El 1 de junio de 2004, la Guardia Civil redacta para Del Olmo un «informe final» -así lo llaman exactamente- sobre el origen de los explosivos, basado en las numeraciones de los envoltorios de Leganés facilitados por la Policía. Los datos son demoledores para la versión oficial. Es cierto que las cuatro series encontradas se vendieron a Mina Conchita, pero no es menos cierto que en esas fechas esas mismas numeraciones también se vendieron en otras muchísimas explotaciones que no enumeramos para no aburrirles.

Después de estos datos, las conclusiones de la Guardia Civil sólo pudieron ser las que fueron: cartuchos con las series de dígitos encontradas en Leganés llegaron a Mina Conchita y a decenas de explotaciones más. Por tanto, «no se puede afirmar con absoluta certeza que los cartuchos hallados en el piso de Leganés, con las numeraciones citadas, procedan de Mina Conchita, ya que otras muchas explotaciones, tanto en España como fuera del territorio nacional, han consumido cartuchos con las numeraciones investigadas».

Ni siquiera la autoinculpación de José Emilio Suárez Trashorras convenció a los investigadores de la Guardia Civil. En el mismo informe del 1 de junio de 2004 reseñan una grave contradicción en las declaraciones de Emilio. Entre otras cosas, éste declaró -como hemos tenido oportunidad de pormenorizar en otros Agujeros- dentro del contexto del viaje de El Chino a Asturias que… «por la tarde abrió el maletero y vio que estaba vacío, y por la noche el maletero estaba lleno, con la bolsa verde, y el maletero iba lleno y tapado, cada bolsa verde pesa 2,5 kilos y es de forma cilíndrica…».

La Guardia Civil considera radicalmente falsas estas primeras declaraciones de Emilio y no nos olvidemos de que más tarde las rectificó ante el propio juez sin que ya nadie le hiciera caso.

La Guardia Civil no cree en la veracidad de la primera versión de Emilio y lo explica: «Ninguna de las numeraciones halladas en Leganés y que son objeto de investigación pudo ir contenida en una bolsa como la descrita por Emilio Suárez, ya que las de ese tipo, cilíndricas y que contenían 2,5 kilos de explosivo, dejaron de fabricarse en noviembre de 2002, un mes después de que Emilio Suárez abandonara definitivamente su trabajo de minero en Mina Conchita».

No puede ser más contundente. ¿Quieren seguir asombrándose? En las diligencias del agente del Cuerpo Nacional de Policía número 8.470, realizadas el 17 de marzo de 2004, se da una nueva versión, hasta ahora inédita, del viaje de El Chino a Asturias el 28 de febrero: «[…] E inmediatamente después de haber pasado por Soto de la Barca, lugar donde está la cantera desde donde se hurtaron los detonadores y explosivos», llaman a Emilio. «Según parece, los individuos que habían subido a recoger la mercancía no consiguieron encontrar la cantera, por lo que decidieron llamar a José Emilio». Ahora resulta que la Policía afirmó, seis días después de los atentados, que los explosivos no se robaron en Mina Conchita, sino ¡en una cantera de Soto de la Barca!

Además de restos de explosivo y detonadores, en la Renault Kangoo encontrada en Alcalá el 11-M, se hallaron, en Canillas, prendas de ropa con distintos ADN. Algunos de ellos coinciden con los atribuidos a tres de los islamistas radicales que murieron el 3 de abril de 2004 por una explosión en el piso de Leganés.

El día 12 de marzo, el propietario de la furgoneta -había denunciado su robo el 28 de febrero- declaró voluntariamente. No tuvo dificultad en reconocer numerosas pertenencias personales, como bolsas, chalecos reflectantes de fútbol, paraguas, ropas, periódicos, agendas, carteras y hasta un botellín de zumo de la marca Granini.

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EL GUANTE ‘AZUL’

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Ya en esa declaración tuvo que reconocer que se había equivocado cuando en la denuncia de la sustracción del vehículo afirmó que tenía 36.100 kilómetros. En realidad marcaba 36.810. Parece un error sin importancia, pero no lo es, ya que la versión oficial dijo, desde el comienzo, que en esa furgoneta robada se había viajado a Burgos para recoger el explosivo que transportaba El Chino desde Asturias. Con el kilometraje real era imposible que eso hubiera sucedido. Después del robo, los ladrones no utilizaron el vehículo más de 200 kilómetros, como se demostró más tarde.

En su declaración del 11-M, José Garzón Gómez no reconoció «con seguridad como de su propiedad» un peine, una bufanda, un guante negro, dos linternas ni, por supuesto, la cinta de casete con caracteres árabes, ni otras dos del Dúo Dinámico y Clásicos de Oro.

Tampoco reconoce como suya una bolsa negra con el logotipo Jursa, empresa industrial de aves con domicilio en Villarcayo y delegación en Zorroza (Vizcaya).

Sobre el guante hace una apreciación que luego resultará muy interesante. Es un guante de lana negro de tamaño pequeño. Al examinarlo, dice que puede ser de su nieto. Es precisamente en ese guante donde se encuentra el ADN de los terroristas, aunque no se sabe por qué desde ese momento, y a lo largo de todo el sumario, se refieren a él como «un guante azul». Entre las 61 evidencias encontradas dentro de la furgoneta en Canillas figuran multitud de objetos, pero ninguno es un guante azul.

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PIE DE FOTO TITULADA

LOS DOS PERROS DE LOS GUIAS CANINOS NO ENCONTRARON NADA

La imagen superior es una fotografía similar a la que aparece en el sumario del juez Del Olmo y en la que se ve la bolsa de basura azul en la que la Policía de Canillas encontró siete detonadores y un trozo de cartucho con una pequeña cantidad de dinamita. La bolsa estaba debajo del asiento del copiloto. Sin embargo, aquella mañana, ni un perro desde el exterior ni el que entró en la zona de carga y olisqueó junto a los asientos detectaron ninguna sustancia explosiva.

25 Abril 2006

EL INAUDITO Y TREMENDO CASO DE LA FURGONETA MILAGROSA

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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La información que hoy publica este periódico dentro de su serie sobre los agujeros negros del 11-M tiene una trascendencia enorme y exige una respuesta inmediata del juez Juan del Olmo. Se trata del inaudito y tremendo caso de la furgoneta milagrosa, de cuyo interior brotaron decenas de objetos y pruebas destinadas a abrir una vía islamista la misma tarde de la masacre. Esa furgoneta es la famosa Kangoo blanca, detectada por el portero de una finca cercana a la estación de Alcalá de Henares. Los primeros policías que la inspeccionaron -tres agentes de probada experiencia y pericia que permanecieron junto al vehículo varias horas y lo abrieron con una palanca- afirman que en su interior no había nada. Su impresionante testimonio coincide con la declaración ante la Comisión del 11-M del jefe de la Policía Científica de Alcalá, quien aseguró a los portavoces de los grupos parlamentarios que al entrar en la Kangoo pudo comprobar que estaba «vacía»: «no hay nada ahí». Y, sin embargo, choca de manera frontal con el auto de procesamiento dictado por Del Olmo, según el cual en la furgoneta había hasta 61 «evidencias», entre ellas dos mantas, un jersey, dos bufandas, tres guantes, ¡14 chalecos de fútbol! y una bolsa de Carrefour, además de los detonadores y la cinta con versos coránicos.

Dada la enorme relevancia y gravedad de esta contradicción, EL MUNDO ha reconstruido el episodio con una furgoneta idéntica a la del 11-M y 58 objetos iguales a los que figuran en el auto, pues tres de las «evidencias» son rastros de ADN. El resultado está a la vista en nuestro reportaje fotográfico: es materialmente imposible que una persona -y menos aún tres agentes especialistas en hacer atestados y efectuar inspecciones de vehículos sospechosos de haber sido utilizados por terroristas- no viera los objetos mencionados por el juez. Porque si bien la bolsa de los detonadores sí cabe físicamente debajo del asiento, intentar ocultar todos los demás resulta sencillamente imposible.

Se plantea, así, una cuestión evidente. ¿Cómo es posible que los agentes no vieran todo ese cúmulo de objetos, algunos de los cuales no se podían camuflar? Sólo cabrían dos hipótesis.O bien los tres policías sufrieron una merma repentina, drástica y simultánea de sus sentidos -comparable a la que supuestamente habrían experimentado los perros expertos en olfatear explosivos, que tampoco detectaron los restos de dinamita hallados en Canillas-.O bien las «evidencias» fueron introducidas con posterioridad, en el trayecto desde Alcalá hasta el complejo policial de Canillas o en la propia Canillas por parte de algún miembro de las Fuerzas de Seguridad.

Esta última hipótesis pone los pelos de punta pero no puede ser infravalorada, máxime después de los datos que hemos conocido sobre la mochila de Vallecas y el Skoda Fabia. En los tres casos, los indicios y desde luego los testimonios apuntan a una manipulación de pruebas dirigida a encauzar la investigación del 11-M hacia la pista islamista. Lo verdaderamente inaudito, en todo caso, es que el juez Del Olmo no haya tomado declaración a los agentes de Alcalá. Un fallo inexplicable que el magistrado debe subsanar de inmediato.

03 Mayo 2006

La furgoneta del 11-M tenía una tarjeta del Grupo Mondragón en el salpicadero

Fernando Múgica

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Los primeros policías que llegaron hasta la furgoneta Renault Kangoo, la que se encontraba en la mañana del 11-M junto a la estación de tren de Alcalá de Henares, observaron algo en su interior que les llamó la atención.

Ya señalamos en el agujero negro anterior que se dieron cuenta al mirar a través de las ventanillas de que la parte destinada a la carga estaba vacía. Debajo del asiento del copiloto vieron un chaleco amarillo reflectante mal doblado y, encima del mismo asiento, una casete transparente sin ninguna inscripción, al menos en la parte visible.

Aparentemente, no había nada que pudiera tener trascendencia policial, excepto aquella tarjeta de visita del Grupo Mondragón que estaba situada en el salpicadero, perfectamente visible, colocada justo encima de la parte del volante.

Uno de los policías del coche K, camuflado, se dedicó a mirarla con detenimiento mientras uno de los policías del coche Z, de uniforme, se dirigió hacia la parte trasera del vehículo para comprobar el número de la matrícula. Ambos coches habían llegado al lugar prácticamente a la vez. Aún faltaban bastantes minutos para que fueran las 10.00 horas. Habían pasado poco más de dos horas desde los atentados.

Al policía del coche K la tarjeta le pareció un hallazgo importante.Sabía que la rapidez en la identificación podía ser crucial.En la tarjeta podía leerse con claridad las palabras Grupo Mondragón.Tenía un número de teléfono fijo cuyo prefijo también llevaba al norte.

Era tal la premura por comunicar esos datos por el transmisor portátil -téngase en cuenta que en aquellas primeras horas todos los políticos y los medios de comunicación apuntaban hacia la autoría de ETA- que el policía del Z que quería pasar la matrícula tuvo que esperar para que le atendieran en la central. Es decir, que pasaron antes la información de la tarjeta que la numeración de la matrícula. Este último dato les llevaría a conocer que el coche había sido robado. Por eso se acordonó rápidamente la zona.

La noticia del hallazgo de la tarjeta del Grupo Mondragón la escucharon en abierto todos los hombres de patrulla en la zona, ya que la voz del policía del K se escuchaba en los altavoces de las emisoras de todas las patrullas. También la oyeron, lógicamente, los mandos, además de los tres policías de servicio que atendían la emisora y los inspectores que estaban en comisaría.

Aproximadamente 40 policías, entre los que estaban los componentes de las patrullas de los coches K y Z, responsables de Información, los pertenecientes a las dotaciones de Lepantos, Ecos, Prismas, Polos y un largo etcétera escucharon aquella mañana cómo se daban los datos de la única pista encontrada en el interior de la furgoneta.

Sin embargo, la información de esa tarjeta no volvió a mencionarla ninguno de los inspectores de la Brigada de Información ni de la Policía Científica que acudieron al lugar a partir de las 11.00 horas. O no la vieron, o no le dieron importancia.

Es evidente que el Grupo Mondragón y ETA son absolutamente diferentes.El primero es un grupo empresarial de extraordinaria importancia a nivel internacional. La segunda es una banda terrorista. El Grupo Mondragón cambió su nombre en 2005 para convertirse en MCC, una Corporación Cooperativa con plantas en 38 países y más de 70.000 empleados.

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LUCHA CONTRA ETA

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Pero hecha esta aclaración, hay que dejar además bien claro que, para los policías que habían trabajado en la lucha contra ETA, gentes cercanas a empresas del Grupo Mondragón estaban situadas en el entorno del mundo abertzale. En esas circunstancias, la tarjeta encontrada en la furgoneta, aunque no tuviera nada que ver con ETA, desviaba la atención hacia el norte lo mismo que la cinta con los versos coránicos desviaría la atención hacia el sur.

El ministro del Interior en aquel momento, Angel Acebes, nunca fue informado, sin embargo, del hallazgo de esa tarjeta. Es más, nunca había oído hablar de ella en los dos últimos años. «La primera noticia que yo tuve sobre lo encontrado en el interior de la furgoneta de Alcalá fue a las 19.00 horas del mismo 11 de Marzo, cuando me avisaron de que habían hallado unos detonadores.Nadie me habló nunca de ninguna tarjeta, y menos de Mondragón».

Las palabras Grupo Mondragón no volvieron a mencionarse nunca en relación con la furgoneta Kangoo de Alcalá. El día 12 de marzo, en la sede policial de Canillas, le presentan a José Garzón, el dueño del vehículo, todos los objetos encontrados en su interior.La lista es tan minuciosa como para figurar en ella una tarjeta del club Carrefour, un botellín de zumo Granini o tres lapiceros.Entre los objetos que él reconoce figura incluso una tarjeta de visitas, pero es la suya propia. Ni rastro de la tarjeta del Grupo Mondragón.

Tampoco figura esa tarjeta en el documento de la inspección técnico-policial de la furgoneta en el que se especifican las 61 evidencias encontradas por la Policía Científica de Canillas y firmada a las 10.00 horas del 24 de marzo de 2004. En el listado oficial no existen más tarjetas de visita que las del dueño y la de un tal Vicente Mellado.En ningún caso se hace alusión al Grupo Mondragón.

La tarjeta del consorcio empresarial no consta entre los objetos encontrados en el interior de la Kangoo y que se reseñan en el auto del juez Juan del Olmo.

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LA PRIMERA IMPRESION

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La importancia de la presencia de la tarjeta en el interior de la furgoneta puede ser muy relativa. Es más que posible que la investigación de los datos encontrados en la misma no llevara a ninguna parte. Pero lo que realmente tiene trascendencia es que alguien ocultó a la opinión pública y al Gobierno ese dato que, en aquel momento, caminaba en dirección contraria al de la cinta coránica. Es evidente que alguien primó un objeto sobre otro para condicionar la investigación.

El juez Juan del Olmo no ha llamado a declarar a los policías que llegaron primero junto a la furgoneta de Alcalá en la mañana del 11-M. No han podido, por tanto, testificar sobre el hallazgo de esa tarjeta y la transmisión de sus datos por la emisora hasta la centralita de la comisaría de Alcalá.

El juez puede encontrar más de 40 testigos que certificarán que esa mañana escucharon los datos de la tarjeta del Grupo Mondragón por los altavoces de sus emisoras. Tendrá, además, ocasión de preguntar a los mismos policías sobre la veracidad de la afirmación de que la furgoneta estaba vacía en su zona de carga, como ya detallamos en un capítulo anterior.

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EN EL MISMO FOCO

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Por una casualidad de la vida, uno de los coches que permaneció aparcado junto a la Renault Kangoo de Alcalá en la mañana del 11-M estaba repleto de pasquines, banderolas y mecheros del Partido Popular. Todos esos objetos formaban parte de la propaganda que se repartía en las fechas anteriores a las elecciones.

Con sentido del humor, el propietario de ese vehículo (el Seat Ibiza M-8894-HT), Miguel Villa, un joven miembro del Comité Ejecutivo del PP de Alcalá de Henares, nos comenta que, si hubiera estallado una bomba en la furgoneta, se hubiera esparcido por el cielo de Alcalá toda esa propaganda del PP. «Seguro que hubieran dicho entonces que la bomba la habíamos puesto nosotros».

Miguel es asesor municipal, un cargo de confianza del actual equipo de gobierno de la Alcaldía.

«Yo vivo justo en las casas de enfrente del lugar donde se encontró la furgoneta. Mi padre es que el que más usa el coche. No puede recordar si, cuando aparcó, la furgoneta Kangoo ya estaba allí».

En la noche anterior, fueron los propios concejales del PP los que pasaron por aquel lugar a altas horas de la madrugada. Llevaban varias horas repartiendo propaganda. Eran dípticos con la imagen de Mariano Rajoy y su catálogo de 10 puntos para un buen gobierno.Los 14 concejales se habían repartido los diferentes distritos.A Javier Fernández, concejal de Obras Públicas; Jesús Domínguez, de Medio Ambiente, y Francisco Bernáldez, de Educación, les había tocado el distrito 7.

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EL REPARTO

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«Salimos de la plaza de Cervantes hacia las 23.00 horas. Llevábamos bolsas de plástico llenas. Ibamos dejando la propaganda en todos los parabrisas de los coches aparcados. Tardamos bastante. En la zona de las Eras del Silo había por lo menos 500 coches aparcados con cierto desorden, así que nos entretuvimos mucho».

Es una zona algo solitaria a la que se acercan parejas en coche que buscan intimidad en un lugar apartado.

«Hacíamos nuestro trabajo con cierta precaución porque no queríamos que nadie se molestara, y menos a esas horas. Llegamos muy tarde a la calle del Infantado, donde por la mañana encontrarían la furgoneta Kangoo».

La acera de la furgoneta le tocó a Javier Fernández. Serían ya cerca de las 2.00 horas. En el lugar, a esas horas, hay poca luz.

«Yo podría asegurar que, al llegar al sitio exacto donde se encontró la Kangoo, había una furgoneta pequeña aparcada. Lo que no puedo sostener es si era ésa u otra. No recuerdo si llegué a ponerle la propaganda en el parabrisas porque, al acercarme, me llevé la sorpresa de que la furgoneta tenía las ventanillas bajadas».

Por la escalera cercana que baja de la estación de tren descendían en ese momento varias personas de color.

«No me importa decir la verdad», prosigue Javier Fernández. «Tuve miedo porque, a esas horas y en ese lugar, hay que andar con un poco de precaución».

«Recuerdo que había una mujer de edad avanzada asomada a una ventana del primer piso en la fachada que corresponde al número 3. Estoy seguro de que la furgoneta tenía las ventanillas bajadas y a mí me dio la sensación de que había alguien dentro. No me paré a comprobarlo. Me encontré con mis compañeros. A Jesús se le había roto una de las bolsas, así que tuvo que tirar lo que nos quedaba de la propaganda a un contenedor cercano. Decidimos que ya habíamos hecho bastante y nos retiramos de la zona».

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VENTANILLAS ABIERTAS

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De lo que sí están seguros es de que en ese lugar, a las 2.00 horas, no había ningún hueco para aparcar. O bien la furgoneta Kangoo era la que ellos vieron, o alguien tuvo que irse de allí entre las 2.00 y las 7.00 horas para que pudiera aparcar la Kangoo.

«Por más vueltas que le he dado», asegura Javier Fernández, «no puedo certificar que fuera ésa la furgoneta, pero de lo que sí estoy seguro es de que tenía los cristales bajados».

Miguel Villa recuerda que entre los vecinos se comentó en aquella época que lo que más les extrañaba era lo del vehículo 4×4 que estaba aparcado en el lado izquierdo de la Kangoo.

«Llevaba allí varios días antes del 11-M y luego, a pesar del revuelo que se armó con el hallazgo de la Kangoo, permaneció aparcado en el mismo lugar al menos dos semanas más».

Los tres concejales de Alcalá quieren salir en defensa del que ocupaba el puesto de comisario en Alcalá en aquellas fechas, Eduardo Blanco.

«Has dado a entender [en el Agujero anterior] que el actual Gobierno ha premiado sus servicios con un puesto chollo en El Salvador.Es posible que ese puesto esté muy bien remunerado y que las condiciones de vida sean bastante atractivas: un buen nivel de servicios sin apenas gastos. Pero podemos asegurarte que no aceptó ese puesto de buena gana. Acababa de ser abuelo y quería permanecer en Alcalá. Si lo han trasladado, según nuestras noticias, es precisamente por no plegarse a la versión oficial. Es un policía honrado que no hace distinciones de colores políticos y que simplemente no tragó».

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Pie de foto titulada

PROPAGANDA DEL PP JUNTO A LA KANGOO

Junto a la furgoneta Renault Kangoo aparcada cerca de la estación de Alcalá de Henares, y presuntamente utilizada por los terroristas del 11-M, se encontraba estacionado un Seat Ibiza blanco -como puede verse en la imagen, tomada la mañana del día de los atentados- que pertenecía a un miembro del Comité Ejecutivo del PP en Alcalá y estaba repleto de propaganda electoral de este partido.

03 Mayo 2006

¿Responderá también el Gobierno con el silencio?

EL MUNDO (DIrector: Pedro J. Ramírez)

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Día tras día, surgen nuevos interrogantes sobre el 11-M que van a engrosar la larga lista de preguntas sin respuesta. El MUNDO revela hoy que los agentes que supervisaron en un primer momento la furgoneta Kangoo -hallada pocas horas después de los atentados en las inmediaciones de la estación de Alcalá de Henares- vieron en el salpicadero del vehículo una tarjeta con el membrete del Grupo Mondragón, el conglomerado empresarial con sede en dicha localidad guipuzcoana. Los agentes avisaron por radio a sus superiores del hallazgo, comunicación que pudo ser escuchada por decenas de funcionarios de la Policía que tenían sintonizada la misma frecuencia. El jefe de la Policía Científica de Alcalá, que fue el primero en entrar a la Kangoo, no se refirió a esta tarjeta en su comparecencia en el Congreso. Tampoco la Policía Nacional informó de su descubrimiento cuando la Kangoo fue enviada a Canillas. Ni el entonces ministro del Interior, Angel Acebes, ni sus colaboradores directos tuvieron conocimiento de esta tarjeta.Tampoco se la mostraron al propietario del vehículo, José Garzón, que fue al día siguiente a Canillas a realizar un reconocimiento.Y tampoco fue informado el juez Del Olmo. Lo único que aparece en una relación policial sobre los objetos que contenía la furgoneta es una tarjeta a nombre de «Vicente Mellado», pero no hay constancia alguna de que esta tarjeta fuera la hallada en el salpicadero. ¿Por qué se ocultó al ministro y al juez una pista clave que podía conectar los atentados con ETA? ¿Fue colocada para dejar un rastro falso? ¿Dónde se halla ahora esa tarjeta? ¿Qué sucedió en Canillas? Son preguntas que el Gobierno debería responder.La callada por respuesta no vale porque son demasiadas las incógnitas sobre esta furgoneta y las otras pruebas que condujeron a la hipótesis de la autoría islámica.

20 Julio 2006

MANZANO DEBE SER DESTITUIDO

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Ayer criticábamos en estas páginas que la inspectora de los Tedax no facilitara al juez Del Olmo el informe sobre el tipo de explosivos hallado en los trenes, sino el documento elaborado varias horas más tarde, tras analizar los restos de dinamita supuestamente encontrados en la furgoneta Kangoo. Pues bien. Si la negativa de los Tedax o del propio Ministerio del Interior a hacer público aquel primer informe acrecienta la sospecha de que sí se detectó nitroglicerina en los trenes -lo cual confirmaría que Sánchez Manzano mintió al Juez Del Olmo-, el documento sobre la Kangoo coloca al jefe de los Tedax en una situación verdaderamente insostenible en la medida en que apunta a una voluntad deliberada de manipulación de pruebas.

En primer lugar, no había ningún motivo razonable para remitir al laboratorio, junto con los restos de dinamita de la Kangoo, una muestra indubitada de Goma 2 Eco. ¿Por qué Goma 2 Eco y no otro explosivo, por ejemplo Titadyn? Pero lo más inquietante es lo que el informe revela acerca de las muestras que envió Manzano al laboratorio: ambas contenían metenamina, un componente que no forma parte de la Goma 2 Eco. Que la muestra patrón estuviera contaminada es verosímil. Pero que también lo estuviera la muestra de la Kangoo es sencillamente imposible. A no ser que el origen de ambas fuera el mismo. Es decir, que Manzano no enviara al laboratorio la muestra localizada en la Kangoo -sobre cuya existencia se plantean ahora serias dudas-, sino una parte de la misma Goma 2 Eco que mandó como muestra patrón, con la mala fortuna de que estaba contaminada y la distorsión afloró por partida doble. En este sentido, el juez Del Olmo no puede darse por satisecho con la respuesta que le dieron Manzano y la Policía Científica cuando, a instancias de la defensa, pidió repetir el análisis: que no sería fiable porque sólo quedaba menos de un gramo de lo hallado en la Kangoo. Debe insistir en que dicha prueba se haga.

A la coincidencia imposible de ambas muestras se añade el hecho, revelado en su día por EL MUNDO, de que Manzano también incluyó la metenamina en un informe sobre la mochila de Vallecas presumiblemente para que todo cuadrara, y luego, cuando fue puesto en evidencia por la Guardia Civil, recurrió a la explicación inverosímil de que se debía a un error de mecanografía. Juntos, estos datos constituyen base suficiente para que Del Olmo le llame a declarar en condición de imputado. En todo caso, si en ese ámbito se mantiene la presunción de inocencia, su reiteración en comportamientos turbios convierte este último episodio en la gota que colma el vaso y exige su inmediata destitución. De lo contrario, quedaría la sospecha de que Manzano guarda secretos que el Gobierno prefiere que permanezcan ocultos.

07 Agosto 2006

EL MISTERIO DE LA KANGOO: LLENA PARA UNOS Y VACÍA PARA OTROS

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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La Renault Kangoo, hallada el 11-M junto a la estación de Alcalá, fue la prueba clave que hizo creer a la opinión pública en una probable autoría islámica del atentado, ya que contenía restos de dinamita, detonadores y la famosa cinta coránica.

Son muchas las incógnitas que plantea la aparición de la Kangoo en ese preciso lugar y en ese preciso momento. Una de ellas es la flagrante contradicción entre la versión de los agentes que inspeccionaron la furgoneta en Alcalá en la misma mañana del 11-M, que dijeron que estaba vacía y el contenido del sumario, que establece que se encontraron «61 evidencias».

EL MUNDO publica hoy el testimonio del jefe de los tedax, el comisario Sánchez Manzano, que declaró en el Congreso en julio de 2004 que la furgoneta estaba «prácticamente vacía». Manzano afirmó que «no había nada» en su interior -excepto la bolsa de los detonadores bajo el asiento del copiloto- y que, por ello, no tuvo problemas al inspeccionarla inmediatamente cuando llegó al complejo de Canillas.

Su versión coincide punto por punto con la del jefe de la Policía Científica de Alcalá, Luis Martín, que aseguró en el Congreso de forma tajante que la Kangoo estaba vacía, salvo un chaleco, una tarjeta y una cinta que había en el salpicadero. Martín relató en el Congreso cómo presenció la inspección de los perros, que tampoco detectaron nada. Otros tres agentes corroboraron la versión de Martín.

Por lo tanto, cuatro personas fueron testigos de que la furgoneta estaba vacía en la mañana del 11-M y otra más, el comisario Sánchez Manzano, lo ratifica y precisa que también lo estaba al llegar a Canillas.

Los cinco testimonios coincidentes sobre un punto tan importante como éste para la investigación chocan, sin embargo, frontalmente con el auto de procesamiento dictado por el juez Del Olmo, en el consta que había esas «61 evidencias». Entre ellas, dos mantas, un jersey, dos bufandas, tres guantes, 14 chalecos de fútbol y una bolsa de Carrefour.

El MUNDO se tomó el trabajo de colocar los objetos que figuran descritos en el sumario en una furgoneta idéntica y comprobó que es materialmente imposible que los agentes no los vieran. Ello sólo se puede explicar por dos hipótesis: o bien estos policías sufrieron una merma drástica de sus facultades, al igual que los perros, o bien alguien introdujo esos objetos posteriormente. Ya que lo primero es absurdo, el testimonio de Sánchez Manzano induce a creer que fueron colocados en Canillas con posterioridad a su llegada.

Esta última hipótesis lleva a concluir que alguien vinculado a las Fuerzas de Seguridad del Estado manipuló el contenido de la Kangoo para encauzar la investigación del 11-M en una determinada reacción, igual que sucedió con la mochila de Vallecas y el Skoda. Del Olmo no debería dejar suelto este importante cabo, lo que exigiría que llamara a declarar a Sánchez Manzano y los agentes que vieron la Kangoo para cotejar su versión con la del sumario. Y he aquí una razón más para que la Diputación Permanente del Congreso pida la comparecencia a Rubalcaba, que debería explicar las lagunas y las contradicciones existentes sobre los explosivos y la furgoneta entre lo que la policía declaró en el Parlamento y le comunicó al juez.

17 Agosto 2006

Sánchez Manzano: de héroe a villano en dos años

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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EL MUNDO publica hoy que el comisario jefe de los Tedax, Juan Jesús Sánchez Manzano, fue reconocido en diciembre de 2004 con la cruz del mérito policial con distintivo rojo por su labor en la investigación de los atentados del 11-M. La condecoración, la máxima que puede recibir un funcionario de la seguridad del Estado, conlleva una subida de sueldo que oscila entre un 10 y un 15%. Que el actual Gobierno le concediera tan altos honores es mucho más llamativo ahora que en medios policiales se da al jefe de los Tedax por desahuciado y que él mismo está buscando trabajo en la seguridad privada. Es evidente que nadie defiende ya a Sánchez Manzano: unos porque consideran que ha acumulado muchos errores en su hoja de servicios; otros porque creen que esos errores son en realidad una manipulación de pruebas. Según fuentes gubernamentales, con la destitución del jefe de los Tedax desaparecerá el último miembro de la cúpula policial del PP que gestionó la masacre del 11-M. Pero el actual equipo de Interior no debe llamarse andana pues no sólo ha mantenido en el cargo a Manzano sino que reconoció su labor con una cruz pensionada sólo unos meses después de su comparecencia en la comisión parlamentaria, donde aseguró que en los trenes había nitroglicerina -un elemento que no se halla en la Goma 2 ECO, el explosivo presuntamente usado en los atentados- y que la Kangoo que se encontró en Alcalá estaba vacía. Esta condecoración es un nuevo motivo para que el Gobierno dé explicaciones sobre quien es, al fin y al cabo, un cargo de su confianza.

20 Noviembre 2006

UN JEFE DE LOS TEDAX, ENTRE LA NEGLIGENCIA Y EL DELITO

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Podría parecer increíble, inaudito, inimaginable (pónganle los adjetivos que quieran) en un caso de esta importancia, pero no lo es: estamos o ante una nueva negligencia policial de enormes proporciones o ante una conducta gravemente delictiva en la investigación del 11-M. EL MUNDO revela hoy que la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, que juzgará en la primavera que viene a los encausados por los atentados de Madrid, tendrá que ordenar con toda probabilidad la repetición de los análisis periciales de las sustancias recogidas en los focos de las explosiones de los trenes en la misma mañana del 11-M.

Los análisis fueron realizados en el laboratorio de los Tedax y, según el informe enviado al juez más de un mes después, sólo se detectaron «componentes de dinamita» sin que fuera posible determinar «el nombre comercial, ya que, al haber sufrido una reacción explosiva, desaparecen los componentes que hacen posible tal designación». Algo tan surrealista como poco verosímil, tratándose de 12 explosiones; dos de ellas, controladas.

Este informe remitido al juez Del Olmo, llamado Anexo número 2, fue firmado por el comisario Jesús Sánchez Manzano, jefe de los Tedax, que es licenciado en Derecho, y por sólo una perito del laboratorio. La Ley de Enjuiciamiento Criminal exige de manera taxativa que los informes tengan que ser suscritos por dos peritos para tener validez como prueba, lo que no se da en este análisis, puesto que Sánchez Manzano carece de conocimientos de Química.

Así se lo recordaba la fiscal Olga Sánchez al propio Sánchez Manzano en un oficio, fechado en abril pasado, en el que, a propósito del uso de teléfonos móviles como temporizadores, le decía textualmente: «Interesa que dicho informe sea emitido como pericial y firmado por dos peritos, al encontrarse en la tramitación de un procedimiento ordinario, arts. 456, 459 y concordantes de la Ley de Enjuiciamiento Criminal».

El análisis de los explosivos del 11-M va firmado solamente por una perito, por lo que no hay la menor duda técnica de que carece de validez judicial como prueba. Por tanto, tendrá que ser repetido, tal y como ha solicitado ya la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M.

La monumental negligencia de Sánchez Manzano suscita dos importantes cuestiones, que son de sentido común. La primera es por qué, una vez conocido el resultado del análisis, el jefe de los Tedax no remitió las muestras al laboratorio de la Policía Científica, que posee medios técnicos mucho más sofisticados y que podría haber determinado la composición exacta de la dinamita. Todos los expertos consultados por este periódico así lo consideran, resaltando la distancia abismal que existe entre uno y otro laboratorio. De hecho, la sustancia explosiva supuestamente hallada en la Kangoo fue enviada a la Policía Científica, que sí pudo determinar con certeza que se trataba de Goma 2 Eco, significativamente contaminada, eso sí, por la misma sustancia que la muestra patrón.

La segunda de las cuestiones se centra en el extraño comportamiento de Sánchez Manzano, que dijo en el Congreso que habían hallado «nitroglicerina» y luego rectificó. El propio Díaz Pintado, jefe operativo de la Policía Nacional y responsable de la investigación, creía en la mañana del 11-M que el explosivo que había estallado en los trenes era Titadyn. ¿Cómo es posible la confusión de un dato tan importante? ¿Por qué Sánchez Manzano aceptó el resultado de un análisis que no concluía nada? ¿Por qué no quiso que los restos se analizaran en la Policía Científica, mucho mejor preparada?

La hipótesis más favorable para Sánchez Manzano es que es un incompetente redomado. Pero no hay que descartar que actuara conscientemente y quisiera ocultar de manera delictiva la verdadera naturaleza del explosivo. Si la conducta profesional de Manzano -que sigue sin ser destituido- fue incomprensible, tampoco el juez y la fiscal estuvieron a la altura de sus responsabilidades. Unos y otros contribuyeron a que hoy sigamos sin saber cuál fue la dinamita que estalló en los trenes.