14 junio 1991

Los comunistas pierden el control del más importante de los países de la Unión Soviética

Derrota para Gorbachov en la URSS: su candidato para presidir Rusia, Nikolaj Rizhkov, es ampliamente derrotado por Boris Yelstin

Hechos

El 13.06.1991 se celebraron elecciones para la presidencia de Rusia, uno de los países que formaba parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Lecturas

RESULTADOS ELECCIONES RUSIA 1991

Boris Yelstin – 57% de los votos

Nikolai Rizkov (PCUS) – 25%

Vladimir Zhirinovski – 10%

05 Abril 1991

La democratización de la URSS es imparable

Boris Yelstin

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Yo, el líder del Parlamento de la mayor republica con un enorme territorio y un inmenso potencial,no tengo la menor idea de lo que puede hacer por Rusia un presidente con un apoyo popular mínimo"

Borís Yeltsin es presidente del Sóviet Supremo de la República de Rusia. Asimismo, es el principal rival de Mijaíl Gorbachov en la Unión Soviética, tras haber sido miembro del Politburó del Partido Comunista de la URSS (PCUS). En este artículo, publicado por la revista soviéticaOgonyok, Yeltsin llegaa la optimista conclusión de que no hay marcha atrás posible en la Unión Soviética.

Recientemente he comparecido ante audiencias compuestas por granjeros, intelectuales, militares y funcionarios del partido y de la industria, que abarcaban una multitud de puntos de vista políticos, y me costaría mucho poder encontrar otro ejemplo igual de unanimidad acerca del tema central: la constatación de que nuestro país ha alcanzado la última etapa de su desintegración y que ya no es posible dar marcha atrás.Los que han conducido a la miseria y la humillación a uno de los países más ricos y con más talento deben tener presente la imagen del enemigo, que ha sido responsable de todo lo que ha sucedido. El enemigo siempre ha estado presente a lo largo de los 73 años del régimen soviético: primero fue la burguesía, los terratenientes y los capitalistas; después, los contrarrevolucionarios y troskistas; por último, la CIA, los imperialistas y la conspiración sionista. Ahora hay un nuevo enemigo: los llamados demócratas.

Tras haber sido elegido presidente del Sóviet Supremo de Rusia, cometí un grave error táctico. Creí en Gorbachov. Pensé que una alianza con Gorbachov podría actuar como un importante estabilizador de la situación, tanto en las repúblicas distantes como en la globalidad del país. Y hubo muchas personas que me empujaron en esa dirección. El trabajo conjunto en el Programa económico de Quinientos Días acercó todavía más los intereses del Gobierno central y de la revitalizada Unión de Repúblicas. Gorbachov admitió públicamente que había considerado el programa a la vez interesante y viable. Parecía que sólo bastaba un paso para ponernos en un camino que sacase de la crisis al país.

Pero de repente, Gorbachov alteró por completo su opinión y el programa se vino abajo, enterrando cualquier oportunidad de escapar de esta situación sin salida.

Un lento proceso

En lugar de alejarme inmediatamente de la política de medidas y reformas a medias adoptada por el presidente, me hice la Ilusión de que todavía podríamos alcanzar algún tipo de acuerdo. Esto demostró ser imposible.

Es imposible llegar a un acuerdo con un presidente que es al mismo tiempo secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), y que siempre pondrá los intereses de la casta y de lanomenklatura (burocracia) del partido por encima de los demás. De este modo perdimos cuatro meses sin llegar a ninguna parte.

El 17 de febrero, en una alocución en directo pronunciada en la televisión central, hallé el coraje suficiente para manifestar que me desentendía radicalmente de la política de Gorbachov. Habría sido imposible, y hasta inmoral, continuar observando

sumisamente cómo el liderazgo está llevando el país al caos y a la ruina en su intento de preservar un sistema podrido hasta la médula.

Este mes pasado se ha convertido para mí en el momento de tomar una decisión muy dura, pero inequívoca y necesaria. Anteriormente creía que no había llegado aún el momento en que las fuerzas de izquierda debían crear su propia organización política. Yo pensaba que, habiendo abandonado el PCUS, me había librado de la necesidad de tener que ingresar otra vez en ningún partido. Hoy me doy cuenta de que esto ha sido otra quimera por mi parte. No podemos resistir al PCUS sin un partido de izquierda poderoso y bien organizado, basado en movimientos democráticos.

Los comunistas han comenzado su propio sacrificio, y se oye emplear cada vez con más frecuencia un vocabulario propio de un frente bélico hasta en las instancias más elevadas. El presidente nos está aterrorizando, con la guerra civil. Se les dice a los comunistas quesalgan de las trincheras. Los apolillados estereotipos de odio de clase y de crítica de clase, que parecían haber sido archivados para siempre como algo inútil, han vuelto a salir a la luz pública.

La creación de una atmósfera de miedo, inseguridad e histeria es la única posibilidad que le

queda a un régimen en quiebra para permanecer un poco más de tiempo en la cumbre.

Siguen repitiendo que éste es un año decisivo. Así pues, también es hora de que nosotros nos demos cuenta de que éste es un año decisivo. 0 se estrangulará la democracia o triunfaremos y sacaremos el país del horrible estado en el que ahora se encuentra.

Ya he mencionado una fórmula muy conveniente: «Los demócratas son los culpables que se hallan tras esto». Entre otras cosas, somos «culpables del desmembramiento de la Unión».

Maquillar el sistema

Es evidente que los que dirigen tales acusaciones están perfectamente bien informados de quiénes son los verdaderos culpables que han empujado a siete repúblicas hacia su alejamiento del centro y han considerado el término Unión revitalizada únicamente como una pantalla para maquillar el mismo viejo sistema burocrático, con el mismo punto de vista imperial.

Parecen creer que las repúblicas son como niños pequeños. Se les puede golpear en los nudillos, como a Lituania, u ofrecerlas un caramelo, como, por ejemplo, un crédito de muchos millones de dólares en una divisa fuerte. Lo principal es que sepan que hay

una persona que lo sabe todo y que decide por todos, aquel a quien todo el mundo debería obedecer.

Otro error y otra quimera por mi parte fue que, tras alcanzar la mayoría en las elecciones al Congreso ruso de los Diputados del Pueblo, y convertirme en presidente del Sóviet Supremo de la República, pensé, con mis compañeros activistas, que la victoria era nuestra.

Decidimos que podríamos adoptar una legislación coherente, nombrar ejecutivos enérgicos y brillantes, y comenzar una vida normal. Pero no sucedió nada de eso. Todo el poder del país, así como el de Ias repúblicas, permanecía en manos de aquellos que en los siete decenios anteriores habían disipado y rapiñado con éxito la riqueza de este Estado, y que no pretendían compartir el poder jamás.

De este modo, yo, el líder del Parlamente, de la mayor república, con un enorme territorio y un inmenso potencial, no tengo la menor idea de lo que puede hacer por Rusia un presidente con un apoyo popular mínimo y un Gobierno completamente desposeído de dicho apoyo.

Todas las noches me voy a la cama sin saber en qué circunstancias me voy a levantar al día siguiente. ¿Se nos habrá confiscado el dinero a mí y a mis conciudadanos? ¿Se congelarán las cuentas bancarias a causa de la

lucha contra la inflación? ¿Serán expropiadas las cadenas de la radio y la televisión rusas, o, sencillamente, se prohibirán sus emisiones? ¿Habrá tanques y paracaidistas por las calles?

Todo esto se decide en el Krerrilin, en el KGB, en el Ministerio de Defensa, en cualquier parte menos en el Parlamento ruso. En una situación así, nuestra principal herramienta para la lucha contra la burocracia del partido es el llamamiento directo Solicitando el apoyo popular. La gente no nos apoya porque seamos más altos, mejor vestidos y, por lo general, más atractivos que los funcionarios del partido. De hecho, bien podría ser por todo lo contrario

Ideas sencillas

La razón es que las ideas que nos unen son sencillas y atractivas: la gente debería tener derecho a trabajar libremente, así como a disponer libremente del producto de su trabajo. Eso es todo, y no hay necesidad de nada más.

Por doquiera que la gente enérgica y arrojada ha alcanzado el poder podemos ver privatizaciones y miles de granjeros con su propia tierra. Vemos tina vida diaria, normal, intensa y creativa.

Siempre he creído que el presidente de la República debería ser elegido por todo el pueblo en una votación directa. Estoy seguro de que la mayoría de los participantes en el referéndum apoyará [así lo hicieron días después de que Yeltsin escribiera este artículo] esta forma democrática y civilizada de elegir al líder de la República.

Y entonces será necesario dar el siguiente paso. Los líderes de todos los sóviets (consejos de Gobierno) deberían ser también elegidos en votación directa. Sólo entonces dispondremos de unos poderes ejecutivo y legislativo fuertes. Estoy convencido de que, a pesar de la actual situación trágica de nuestro país, seguimos teniendo una oportunidad de salir del dilema si se nos concede la oportunidad de trabajar.

En el futuro próximo, nuestros economistas presentarán la versión de la República rusa del Programa Quinientos Días. Esta primavera haremos todo lo que podamos para proporcionar tlerra a todos aquellos que la deseen, y les permitiremos que trabajen en ella.Confío plenamente en los ciudadanos rusos. Nos merecemos mejor suerte. Ha llegado el momento de que construyamos nuestra vida con nuestras propias manos. En cuanto a la guerra civil, no creo que vaya a estallar. No importa en qué medida caldeen artificialmente el ambiente y eleven la tensión el presidente y sus fuerzas, porque tengo una fe ciega en el sentido común de la gente.

14 Junio 1991

El poscomunismo

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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Según todos los datos disponibles los resultados oficiales sólo se harán públicos dentro de varios días-, Borís Yeltsin ha sido elegido presidente de Rusia en la primera vuelta; es decir, por mayoría absoluta. En las grandes ciudades ha superado el 60%, alcanzando porcentajes aún más elevados en Moscú y en Leningrado (por no hablar del 90% de Sverdlosk, el gran centro industrial de Siberia, de donde es originario). Todo ello con el telón de fondo de una alta participación electoral, estimulada, sin duda, por el hecho de que esta vez se ha desarrollado un enconado debate político entre los seis candidatos, con una participación activa de la prensa, la radio y la televisión.La victoria de Yeltsin representa un fracaso muy serio para el partido comunista y para Mijaíl Gorbachov. Tanto más si se tiene en cuenta que en las otras decisiones sometidas a consulta popular los ciudadanos han votado de manera inequívoca en contra de las posiciones recomendadas por el PCUS. Gavriil Popov y Anatoli Sobchak, que, al igual que Yeltsin, han abandonado el PCUS para integrar la coalición Rusia Democrática, han sido reelegidos alcaldes de Moscú y Leningrado, respectivamente -esta vez, por sufragio directo-, con mayorías que superan el 65%. En cuanto al pronunciamiento mayoritario de los habitantes de Leningrado para que su ciudad recupere el nombre antiguo de San Petersburgo, tiene un simbolismo impresionante. La decisión carece de efectos jurídicos -es materia que compete al Sóviet Supremo de Rusia-, pero indica que los rusos quieren enterrar todos los recuerdos -incluso los hasta aquí sagrados- de la etapa comunista.

No es exagerado decir que con la elección de Yeltsin se inicia una nueva etapa política en la URSS. La contradicción entre el rechazo popular al PCUS y el hecho de que éste siga ostentando los máximos puestos del poder se hace cada vez más explosiva. Ello significa que Gorbachov deberá aceptar el peso creciente de Yeltsin en las negociaciones en curso sobre el Tratado de la Unión y que deberá hacer nuevas concesiones a las actitudes más descentralizadoras si no quiere apartarse de una perestroika que él mismo ha presentado como basada en el respeto de las reglas de la democracia. Además, después de lo ocurrido en Rusia, será muy dificil aplazar por mucho tiempo la elección por sufragio directo del presidente de la URSS. Y para afrontarla, Gorbachov se halla hoy en una situación sumamente compleja. Es significativo el fracaso de la candidatura de Bakatin, promovida por él para impedir la elección de Yeltsin en la primera vuelta, y que sólo ha servido para poner de relieve el grado de impopularidad del presidente de la URSS.

A partir de ahora, Yeltsin va a intensificar su actividad internacional. Los Gobiernos occidentales tendrán que asumir la nueva situación que se está creando. Si en temas de seguridad y defensa -y de manera especial en lo nuclear- a nadie interesa que se produzca una dispersión del poder, en otros dominios, culturales o económicos, la realidad de Rusia deberá ser tenida en cuenta. Como acaba de apuntar el ex ministro de Exteriores Shevardnadze en su conferencia de Viena, existe una fuerza política democrática con capacidad para sustituir al PCUS en la gobernación del país, con una amplia capacidad de convocatoria demostrada en las urnas. Gorbachov está obligado a asumir esa realidad. Los votos rechazan su centrismo, y lo que la población ansía, por confusa que sea la imagen que de tal alternativa tenga, es que se implante una economía capitalista.