24 julio 2019

Dimite la primera ministra del Reino Unido, Theresa May, incapaz de ejecutar el ‘Brexit’, le sucede el anti-europeo Boris Johnson

Hechos

El 24.07.2019 Boris Johnson asumió el cargo de primer ministro en sustitución de Theresa May.

Lecturas


BIPARTIDISMO EN CRISIS:

Theresa May, ganadora de las pasadas elecciones de 2017, abandona el cargo de Primera Ministra del Reino Unido y de lideresa del Partido Conservador tras tres años (desde el referendum que aprobó el Brexit en 2016) sin haber conseguido ejecutar el Brexit

Jeremy_corbyn Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista, su formación, tradicionalmente europea, también ha visto como caía en picado la imagen de su partido tras la crisis del brexit. Se da por seguro que Corbyn abandonara su cargo de líder laborista, pues el nivel de contestación interna que tiene en el partido es cada vez mayor.

El mandato de Boris Johnson durará hasta septiembre de 2022. 

25 Mayo 2019

El Brexit liquida a May y sacude a la desnortada UE

EL MUNDO (Director: Francisco Rosell)

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QUE CUALQUIER situación perniciosa siempre puede empeorar lo ilustra bien el Brexit, ese laberinto sin salida dominado por un monstruo voraz que se cobra otra víctima. Ayer concluyó el final de la escapada de Theresa May, quien, entre lágrimas de impotencia, tiró la toalla. La premier presentará su dimisión el 7 de junio, una vez que haya concluido la visita de Estado de Donald Trump a Londres.

El Reino Unido se sume así en una colosal crisis política que amenaza con hacer saltar por los aires el sistema tradicional de partidos, ya que la guerra fratricida en el Partido Conservador para sucederla se antoja feroz, mientras en las filas laboristas la división por Europa tampoco es pequeña. Y la crisis se proyecta amplificada a toda la Unión, que debe afrontar de inmediato un escenario dramático. Los eurodiputados británicos se verán obligados a ejercer una representación en la que no creen tras tomar posesión de sus escaños. Y esto complicaría mucho el funcionamiento de las instituciones comunitarias, el reparto de cargos que deben renovarse y el arranque de legislatura. Si Europa lleva ya un lustro paralizada por los desafíos que amenazan con demoler sus cimientos, qué cabe esperar de un caballo de Troya como son esos eurodiputados eurófobos a los que irrita que a estas alturas Londres no se haya divorciado ya de Bruselas.

Demasiadas cosas se han hecho mal hasta aquí. Los Veintiocho improvisan a salto de mata, ganando tiempo en un exasperante viaje hacia ninguna parte. El Brexit ha acabado contaminándolo todo en vísperas de unas elecciones europeas tan decisivas como las de mañana. Los Estados miembros, noqueados por la dimisión de May, se apresuraron ayer a decir que no cambia nada, que el plan de salida negociado durante más de dos años entre Londres y Bruselas es el único posible y que no se toca. Pero ya se han dejado tantos jirones de credibilidad que entre la ciudadanía se ha instalado una incertidumbre letal y la sensación de que nadie sabe qué puede pasar ni qué se va a hacer.

Por lo pronto, nada bueno augura que uno de los mejor posicionados para suceder a la premier sea Boris Johnson, el polémico ex alcalde de Londres y ex ministro de Asuntos Exteriores. Eurófobo convencido, si toma el poder tratará de impulsar un Brexit duro. Máxime porque se sentiría legitimado para ello si, como parece, el Partido del Brexit de Nigel Farage gana con contundencia en estos comicios europeos. El domingo antes de la medianoche saldremos de dudas.

May pasará a la Historia como una dirigente incapaz de aglutinar a los suyos para encontrar una salida ordenada de la Unión. Su voluntarismo no ha sido suficiente para suplir su escasa habilidad política. Aunque, en justicia, cualquiera en su lugar se las habría visto y deseado para liderar la situación y lidiar con una sociedad británica hoy profundamente polarizada por el Brexit, que ha desatado la mayor crisis política desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Y todo por la irresponsabilidad que protagonizó David Cameron con la convocatoria del referéndum. Fue la suya una medida populista para intentar frenar al populismo que le ganaba terreno. Ha derivado en el mayor error histórico en Europa del último medio siglo. Y todavía hay quienes, entre nosotros, se empecinan en ignorar las lecciones que nos deja la historia.

25 Mayo 2019

May lega el caos

José Ignacio Torreblanca

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MAY VOTÓ por la permanencia de la UE en el Reino Unido en el fatídico referéndum de 2016 pero se ofreció a gestionar la salida con el argumento de que se debía al pueblo. Ahora ha anunciado que es ella la que se marcha sin haber podido gestionar ni la salida ni la permanencia ni nada a medio camino. ¿No hay Brexit pero si hay Mayxit?

Nada refleja mejor el deterioro de las élites británicas y, especialmente, de ese Partido Conservador de escuelas de elite, acento posh y andares envarados que el hecho de que su primera ministra hiciera suyo el «mandar obedeciendo», lema central del populismo latinoamericano de izquierdas.

May se va y no hace falta buscar muy lejos para encontrar su epitafio político. Lo escribió sin saberlo Ramón en Hermano Lobo el 2 de agosto de 1975 en una genial viñeta en la que el político daba a elegir a la multitud entre «nosotros y el caos» y tras elegir la muchedumbre el caos éste se ofrecía para gestionarlo con el argumento de «es igual, también somos nosotros».

La marcha de May sin haber podido cerrar el Brexit pone de manifiesto hasta qué punto el Brexit es la externalización a británicos y, para colmo, a europeos, de las divisiones internas del Partido Conservador. No es casualidad que EEUU y Reino Unido estén hundidos en el descrédito: tanto Trump como el Brexit son la consecuencia de la caída en la demagogia y el populismo de sus partidos conservadores (los republicanos en manos del Tea Party, Bannon y compañía y los británicos de tipejos tan estrafalarios como Boris Johnson).

El Reino Unido es el paradigma de la soberanía parlamentaria. Sin una Constitución escrita, los Comunes gozan de un margen de decisión más amplio que ninguna otra democracia. Podían solventar el Brexit en una sola votación parlamentaria, llamar a los británicos a las urnas para conformar una mayoría parlamentaria o convocar un segundo referéndum. Pero paradójicamente han optado por la cuarta, la que les concede la pertenencia a la UE con la que quieren terminar: convertir las elecciones europeas en las tres cosas a la vez. De esa manera, un Reino Unido que se quiere aislado y que siempre quiso verse libre de los líos continentales se convierte en el primer lío continental que tenemos los europeos.

¿Podremos decir algo bueno de May cuando el polvo de la historia se pose? Sí, que fue mucho mejor que su predecesor (Cameron) e infinitamente mejor que su sucesor (sea quien sea será peor). Porque uno siempre es mejor que el caos que deja detrás.

26 Junio 2019

Boris, el chungo

Iñaki Gil

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UNO de la cuadrilla me pide que dé leña a los líderes políticos españoles. «Sánchez carece de escrúpulos; Rivera, de cintura; Casado, de luces e Iglesias, de las tres cosas». No estoy por la labor y me ratifico tras su último argumento: «¿A que en toda Europa no hay una clase política peor?». Pues, sí. ¿Se imaginan que, en medio de las primarias para elegir al líder de un partido, al favorito le graban los vecinos en plena bronca con su pareja? ¿Y que llaman a la policía, asustados por los gritos?

Eso pasó la noche del viernes en Londres. En casa de Boris Johnson, principal aspirante a liderar el Partido Conservador, lo que, dada su mayoría en los Comunes, conlleva ser primer ministro. «Sal», «Vete de mi casa», «Deja mi puto ordenador», se oye exclamar a Carrie Symonds, última pareja del promiscuo ex ministro. Tras reprocharle que le hubiera manchado el sofá con vino tinto le gritó: «No prestas atención a nada porque eres un mimado. No te preocupas del dinero ni de nada».

A Boris se la suda todo con tal de conseguir lo que quiere. Cuando era corresponsal de The Daily Telegraph en Bruselas se inventaba noticias. Europa iba a normalizar ataúdes y condones y a prohibir hinchar globos a los niños menores de ocho años. Todo lo que le sirviera para denunciar el intrusismo de la UE era bueno. De mentira en mentira, dichas con gracia, eso sí, ascendió en el partido, fue alcalde de Londres y lideró la campaña del Brexit. «Con los 350 millones de libras que damos a la UE cada semana, financiaremos la sanidad pública», se leía en aquel autobús demagógico.

Anclado a un pasado imperial edulcorado, ha comparado a la UE con el Tercer Reich y al entonces presidente francés, François Hollande, con un kapo. Ahora asegura que abrirá negociaciones con los Veintisiete para renegociar el acuerdo y que el Reino Unido saldrá de la Unión el 31 de octubre con acuerdo o sin él.

Este payaso que rivaliza en populismo con el euroescéptico Nigel Farage puede ser primer ministro del Reino Unido. Tras el imprudente David Cameron, que perdió el referéndum del Brexit, y la rígida Theresa May, que ha llevado el país a la parálisis, Boris el bocazas.

Las dos patrullas que acudieron a su domicilio la otra noche se fueron sin que la cosa pasara a los expedientes policiales. El partido ha difundido una foto (en armonía) de la pareja.

Nuestros líderes serán mediocres, le dije al de mi cuadrilla. Pero, Boris el chungo puede ser primer ministro. ¡Dios salve a la Reina! (Y a nosotros).