16 julio 2004

El fiscal, que inicialmente creyó en la autoría de ETA, aseguró que no conocía la existencia de la furgoneta Kangoo de Alcalá de Henares hasta ese momento

Eduardo Fungairiño burla a la comisión del 11-M: «No leo la prensa, sólo veo documentales de la BBC»

Hechos

El 15.07.2004 el Fiscal Jefe de la Audiencia Nacional compareció en la Comisión de Investigación del 11-M

09 Agosto 2004

Dar explicaciones

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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El fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Eduardo Fungairiño, tendrá que dar explicaciones a los grupos parlamentarios que se sintieron ofendidos por su insólito comportamiento durante su comparecencia ante la comisión de investigación del 11-M. Así lo ha decidido el fiscal general del Estado, Cándido Conde-Pumpido, que sólo tras conocer esas explicaciones, y las que también deberá darle a él, decidirá sobre eventuales acciones legales contra Fungairiño.

Es bastante discutible el criterio de llamar a declarar ante una comisión parlamentaria a un fiscal que puede tener intervención en el proceso penal abierto sobre la misma cuestión investigada. Por ejemplo, ahora mismo, en relación al conflicto de competencias entre dos jueces instructores de sumarios relacionados con el 11-M. Pero eso no justifica la actitud adoptada por Fungairiño en su comparecencia. Decir que desconocía todo sobre el caso, incluida la existencia de la famosa furgoneta del 11-M, sólo se entiende como deseo expreso de mostrar su desdén hacia la comisión. Es lógico, por tanto, que varios grupos representados en ella pidieran explicaciones, y no parece descaminado que lo hicieran a través del fiscal general.

Sin embargo, suena algo forzado considerar delictivo el comportamiento de Fungairiño. Para que lo fuera habría que identificar su displicente actitud con el delito de injurias graves a las Cortes Generales del artículo 496 del Código Penal. De momento, la petición de explicaciones planteada por Conde-Pumpido implica dar por insuficiente el escrito en el que Fungairiño se limitaba a decir que no había sido su voluntad ofender a nadie. La decisión del fiscal general parece prudente. Consiste en que, con independencia de que haya o no delito, el ofensor se vea obligado, por muy fiscal jefe que sea, a responder a las acusaciones concretas incluidas en la denuncia de los grupos parlamentarios. Porque su actitud no sólo ofendió a los diputados, sino a los millones de españoles que representan.

09 Agosto 2004

FUNGAIRIÑO

Jorge Trías Sagnier

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LA independencia de criterio con la que siempre ha promovido la acción de la justicia en defensa de la legalidad, de los derechos de los ciudadanos y del interés público tutelado por la ley; estar siempre al margen de escaramuzas políticas partidistas; ser un hueso difícil de roer para el terrorismo nacionalista vasco, el narcotráfico, el terrorismo islámico, los GAL, o para cualquier tipo de delincuencia organizada; haber declarado a favor del juez Gómez de Liaño en el ignominioso juicio al que fue sometido; y, en fin, ser un hombre bueno, católico y sentimental, todo junto y revuelto, algún día, Eduardo Fungairiño tenía que pagarlo. No tengo muy claro, todavía, si el fiscal general del Estado se guiará por un criterio de independencia, como su antecesor, Jesús Cardenal, o cederá a las presiones del sectarismo que durante la década ominosa judicial, de 1985 a 1995, gobernó la justicia en este país.

Dicen que Fungairiño no estuvo acertado en su comparecencia ante la comisión parlamentaria del 11-M y que, incluso, tuvo un comportamiento inapropiado. Yo no lo veo así. Quienes no estuvieron donde debían, hasta la fecha, fueron los comisionados. Fungairiño, al fin y al cabo, expresó el sentir y la vergüenza de la mayoría de los ciudadanos que hemos contemplado, atónitos, cómo los representantes de los partidos se zarandeaban unos a otros, importándoles muy poco el esclarecimiento de la verdad. Fungairiño, con palabras educadas, vino a decirles a los diputados que él, como fiscal, nada tenía que decir y, usando términos de derecho procesal, «lo que no está en el sumario no está en el mundo». Es comprensible que esas palabras de independencia, como le ordena un mandato constitucional, adobadas por un fino sentido del humor chestertoniano, chirriasen en el Parlamento. Sinceramente, en esta comisión, al margen de ese golpe de sinceridad del ex comisario general de Información Jesús de la Morena, «aquí, especialista no hay nadie», y de las diez horas durante las cuales Ángel Acebes inundó de dignidad y sinceridad el Parlamento, el resto, de momento, está sirviendo para poco.

Que los representantes de unos grupúsculos políticos hablen de actitud obstruccionista y displicente de Fungairiño, provoca carcajada. Todos ellos han protegido el terrorismo etarra que, según el portavoz socialista, no puede compararse con el terrorismo islámico, quizá porque ahora le interese al Gobierno olvidar los mil muertos de ETA y dejar muy contentos a quienes, al fin y al cabo, son su apoyo y, además, pretenden linchar a Fungairiño. Lógica de aplastante cobardía política: tirar la piedra y esconder la mano. Tengo a Conde-Pumpido por hombre independiente y, que yo sepa, todavía no ha actuado desde la perspectiva izquierdista, como insistía que sí lo hacía el fiscal Bermejo, ahora promocionado, sin que Cardenal tomase medida alguna contra tanto descaro partidista. Tampoco le pasó nada a Castresana o a Villarejo por poner a caldo a Aznar y a su Gobierno. Lógica, también, aplastante: entonces gobernaba la derecha. ¿Sucumbirá el fiscal general al dictado del pensamiento único, «progresista» por supuesto?

08 Agosto 2004

EMPAPELAR LA IRONÍA

Jaime Campmany

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YO creo que una bonita manera de enriquecer las conclusiones de la pintoresca Comisión parlamentaria del 11-M sería la de empapelar al fiscal Eduardo Fungairiño. La más histérica izquierda de Celtiberia Show -el tripartido, los separatistas vascos, todo eso- ha enviado las declaraciones del Fiscal Jefe de la Audiencia Nacional, Eduardo Fungairiño, al Fiscal General del Reino, Conde Pumpido, para ver si éste lo empapela. O sea, «el fiscal fiscalizado», que todo lo que pasa en estos páramos ya está dicho en Quevedo.

Las respuestas de Fungairiño a los frenéticos comisionados eran realmente insoportables porque dejaban en ridículo las preguntas, estúpidas unas y arteras otras, de los comisionados del rojerío. Lo que menos perdonan los preciosos ridículos es eso, que los dejen en cueros, vestidos sólo de su propio ridículo. Dice el refrán que al tonto se le conoce pronto, pero una manera de conocer enseguida al tonto con piscina y balcones al parque es irle con ironías. Se ponen a temblar como si fuesen perléticos. ¿Irónico Fungairiño? A ver, que lo empapelen.

Eduardo Fungairiño, que es un caballero, se apresuró a pedir perdón a la Comisión por el tono de sus declaraciones. Pedir perdón por haber gastado una ironía es un gustazo que podemos darnos los irónicos, porque es una prueba de que los tontos no han entendido ni papa de esa divertida figura retórica. Que Eduardo Fungairiño pida públicamente perdón a Gaspar Llamazares y demás compañeros de interrogatorio parece una última ironía del fiscal, que generalmente es el que pregunta, con los comisionados que no saben no responden. También el fraile le pedía perdón al asno porque sólo le entendía el «so» y el «arre», y en cuanto se metía en dibujos lingüísticos de «a la derecha», «a la izquierda», «al frente» o «atrás», ya no comprendía nada.

Por otra parte, a esa Comisión no le queda más cosa que hacer que la de empapelar a Fungairiño. Ya nos ha explicado el vidente López Garrido que no hacen falta conclusiones ningunas de la Comisión porque ya la «gente» sabe perfectamente que quien mintió en las fechas del atentado fue el PP, y no es necesario que la Comisión lo declare. La «gente». Tendría López Garrido (lo de garrido es un decir) que explicarnos antes de entenderle qué entiende él por «gente». Porque hay muchas clases de gente, y sin irnos por las ramas, ahí tenemos gentío, gentecilla, gentualla y gentuza, además de las muchas clases de gentes, como la de sotana, la de armas, la de ropón o la de capa parda. Y así hasta treinta o cuarenta.

Para López Garrido (insisto en que lo de garrido es un decir), los votantes del PP, por ejemplo, no son gente, no forman parte de la gente. Si para López Garrido los votantes del PP no son gente, podría decir muy bien Mariano Rajoy que la gente a que se refiere LG son, por ejemplo percebes, libélulas, petirrojos, viboreznos o cardos borriqueros. Como Mariano Rajoy no va a decirlo, lo digo yo, y que el Tripartito o el Tetrapartito me denuncie ante el Fiscal General del Reino y me empapelen. Yo, cualquier papel, lo aprovecho enseguida para escribir.

El Análisis

FUNGAIRIÑO, EL MÁS GRANDE

JF Lamata

Muchos son los puntos que se pueden criticar del fiscal Fungairiño, pero precisamente por este, que fue por el que más le lincharon mediáticamente, es por el que menos podía achacársele. ¿Qué era la Comisión de Investigación del 11-M más que un circo partidista? ¿Por qué un fiscal de la Audiencia Nacional debía someterse a tamaño espectáculo? A un fiscal y un juez, lo que cuenta es lo que digan los sumarias y las instancias. La prensa, afortunadamente, aún no es quién juzga en este país.

J. F. Lamata