8 agosto 2017

Eduardo Madina y Antonio Trevín renuncian a sus actas de diputados por el PSOE por discrepancias con Pedro Sánchez

Hechos

  • El 28.07.2017 D. Eduardo Madina comunicó su renuncia a su acta de diputado del PSOE en el Congreso.
  • El 8.08.2017 D. Antonio Trevín anunció su renuncia al acta de diputado por el PSOE en el Congreso.

Lecturas

Este es el comunicado íntegro de D. Eduardo Madina:

«He comunicado a Margarita Robles, portavoz del Grupo Socialista en el Congreso de los Diputados, que he tomado la decisión de iniciar una nueva etapa profesional que nada tendrá que ver con la actividad política e institucional. A partir del mes de septiembre ya no desempeñaré mi actividad como Diputado socialista en el Congreso. 

Representar a una parte de nuestra sociedad a través de las razones de la socialdemocracia, ha sido el mayor honor que me ha concedido el PSOE y todos aquellos ciudadanos y ciudadanas que confiaron en él. De la misma manera, trabajar al lado de mis compañeros y compañeras del Grupo Socialista, a lo largo de todo este tiempo, me ha dejado suficientes muestras de calidad humana, talento y capacidad como para saber que he tenido el enorme privilegio de formar parte de un grupo absolutamente excepcional. A todos ellos, muchísimas gracias por tanto.

Deseo la mayor de las suertes tanto a Pedro Sánchez como al PSOE, un partido fundamental en el desarrollo de nuestro país que siempre me tendrá a su disposición. Sus valores y sus principios seguirán siendo los míos y, como siempre han hecho, continuarán guiando mi vida». 

29 Julio 2017

Las claves de la semana: El hombre que pudo ser y no fue

Esther Palomera

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Esta es la historia de un hombre que pudo ser, no fue y quizá ya nunca será. Sólo el tiempo lo dirá, pero de momento, se va de la política en busca de una actividad privada que le ayude a sobreponerse de lo vivido. Pudo haberlo hecho antes, pero no lo hizo. Y, de haberlo hecho, igual hoy el PSOE sería distinto y el nombre de su secretario general no sería el de Pedro Sánchez.

Hablamos de Eduardo Madina, un vasco que lleva la huella del dolor y la frustración tatuada en la frente porque el tiempo nunca borró de su memoria las heridas más profundas. No hablamos de las de la metralla que ETA dejó para siempre en su cuerpo, sino las que le provocó su propio partido.

 Hay quien dice que lo que no le robó una banda asesina, que fue una mirada limpia sobre la política, acabó arrebatándoselo el PSOE. Y puede que sea así. Las trincheras, las guerras intestinas, las alianzas de enemigos íntimos y las traiciones diluyeron hace mucho al Madina inocente, de principios inquebrantables y deseo irrefrenable de un PSOE y una España distintos.

Si hay que buscar un nombre responsable de su final puede ser el de José Luis Rodríguez Zapatero, el de Susana Díaz o el suyo propio. Su corta y antaño prometedora vida política ha sido un camino repleto de deslealtades, mentiras y equivocaciones. De unos, de otros y de él mismo. Zapatero le falló, Díaz le contaminó y él sólo dilapidó su capital político por no haber dado un paso atrás cuando muchos le aconsejaron que no ligara su futuro al de una candidata con la que no compartía más que su animadversión por un secretario general que llevó al PSOE a los peores resultados electorales en democracia.

Poca gente sabe que tan sólo tres horas antes de presentar su candidatura a las primarias el 13 de junio de 2014, Eduardo Madina redactó un comunicado que esa misma mañana estaba dispuesto a enviar a la prensa para anunciar que no competiría por la secretaría general del PSOE. Hay quien aún conserva la literalidad de aquél texto que venía a decir que renunciaba a la competición para no fracturar al partido.

El día anterior había almorzado con Emiliano García Page, en un hotel de Madrid, para hacerle partícipe de su decisión irrevocable. Nada más salir del local, el presidente de Castilla-La Mancha telefoneó a Susana Díaz para contarle la conversación y para que avisara a Pedro Sánchez de la noticia. Esa misma tarde el también aspirante a la secretaría general del PSOE tenía un mitin en la localidad de Alcorcón para oficializar su propia candidatura. Si Madina no concurría, Sánchez tampoco debía hacerlo, y sólo la de Triana podía pedírselo, ya que el entonces desconocido diputado por Madrid fue producto de un pacto de Díaz con Zapatero, Ximo Puig y Tomás Gómez para «tumbar» al vasco, autor del célebre «un militante, un voto» que frustró la aclamación de la presidenta de Andalucía para llegar al trono de Ferraz.

Si ambos se retiraban, Díaz tendría el camino expedito tal y como habían diseñado Zapatero y otros notables socialistas, con la complicidad de algunas élites, tras la dimisión de Rubalcaba como secretario general y ante la inminente abdicación de Juan Carlos I. El vasco, creían, era un peligro para la estabilidad del país, demasiado joven, demasiado débil, demasiado rojo, demasiado radical… Díaz, sostenían, garantizaba la ausencia de sobresaltos en tiempos de convulsión institucional.

Minutos después de dejar a Page, en el mismo hotel, Madina se reunió con Guillermo Fernández Vara para comunicarle también su renuncia. El extremeño, que llevaba meses haciendo de padre, hermano, amigo, psicólogo y terapeuta del vizcaíno, le convenció para que siguiera adelante, compitiera por el liderato e impidiera así la entronización de la «elegida» por las élites. En aquellos meses, sólo Vara, el asturiano Javier Fernández y Elena Valenciano creían firmemente en que él era la solución a los problemas del PSOE.

Pese a lo que cuenta la leyenda, Rubalcaba no creía entonces en sus posibilidades para dirigir el partido. Le creía inmaduro, sin apenas experiencia y con escasa fortaleza emocional para aguantar las embestidas de la primera línea. Años después se ha lamentado de no haber hecho todo lo que estaba en su mano para que ganara el vasco.

El caso es que la presión emocional que Fernández Vara ejerció aquél 12 de junio de 2014 sobre el diputado vizcaíno surtió momentáneamente efecto, ya que rectificó su amago de renuncia a última hora de la tarde. Sin embargo, al día siguiente, y con la prensa ya esperando en el Senado ante el busto de Ramón Rubial donde anunciaría su candidatura, le sobrevino de nuevo el miedo escénico y reunió a su equipo de colaboradores en su despacho del Congreso de los Diputados para decirles que tiraba la toalla. Apenas faltaba una hora para el anuncio cuando, finalmente, rectificó y puso rumbo hacia la Cámara Baja. Desencajado y seguro de que sería imposible vencer a los «aparatos territoriales», se lanzó a la carretera en una campaña de la que salió hundido personal y políticamente.

Esta es una historia jamás contada sobre alguien que un día dijo de sí mismo tener una talla demasiado pequeña para el volumen de un partido como el PSOE; de un hombre que dudó; de una persona que presumía de tener poca certezas, de un socialista y republicano que intentó liderar un viejo partido y dar a España un «shock de modernidad» y al que el «canibalismo» de la política cambió mucho más que un atentado de ETA.

Y todo porque nunca encajó que alguien a quien consideraba política e intelectualmente inferior pudiera haber llegado a la cima del PSOE e hiciera de él un partido en el que la experiencia sobra y el talento estorba.

Pese a sus defectos y sus virtudes, ni el socialismo ni la política española andan sobrados de gente de la talla de un Madina que en poco tiempo pasó de verse muy pequeño a verse demasiado grande en el actual universo político.

Perdonen las molestias, que diría él mismo.

12 Agosto 2017

Madina, Trevín y medio PSOE

Tomás Gómez

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El presidente del Principado de Asturias, el Sr. Javier Fernández, no se presenta a la reelección como líder de los socialistas asturianos, el Sr. Eduardo Madina anunció ya hace unos días su renuncia al acta de diputado como consecuencia de varios enfrentamientos con la nueva dirección socialista y, hace un par de días, el Sr. Antonio Trevín se ha sumado a esta cadena de abandonos.

Detrás de la salida de la política de estos tres referentes se vislumbra un mar de fondo de exclusiones y de discrepancias con el Sr. Pedro Sánchez, tanto de contenido político, como de las nuevas maneras que se han impuesto en la organización socialista.

Ellos se han ido, pero en muchos territorios se está intentando echar a aquellos que no apoyaron al secretario general en las elecciones primarias. De esta manera, en los congresos provinciales de la mayoría de las provincias andaluzas se han presentado candidatos alternativos ondeando la denominación de origen de «sanchistas».

En Aragón se están templando las espadas, la orden preparatoria la dio la Sra. Susana Sumelzo, cuando en una entrevista en un periódico regional afirmó que era necesario «renovar a los máximos representantes del PSOE-Aragón».

Es decir, que sólo en los procesos internos que fueron seguidos al congreso federal se respetó el orden natural de la vida política de las federaciones, la falta de tiempo para promover alternativas artificiales jugó a favor de los líderes autonómicos.

La cultura del PSOE, esa que para algunos es «carca» y pasada de moda, es una de lealtad al partido. Hay quien confunde el concepto con el sometimiento, pero eso es, sencillamente, no haber entendido nada de los 138 años de la historia del PSOE.

A otros, como al Sr. Gaspar Llamazares, las contradicciones se le han hecho tan difíciles de superar que ha decidido registrar un nuevo partido. Sobre estas cosas, ya el difunto Roberto Dorado, una de esas inteligencias superiores entregadas al PSOE y a La Moncloa con los gobiernos socialistas, sentó cátedra cuando, preguntado por unos disidentes socialistas que empezaban una aventura fundando un nuevo partido, espetó al periodista: «Fuera de la fe no hay salvación».

Es decir, irse del PSOE para embarcarse en un nuevo periplo es impensable en la vieja y denostada cultura socialista, no se sabe si también para la nueva manera de entender el Partido Socialista, sólo lo hubiéramos sabido con otro resultado en las primarias.

En definitiva, los mejores activos se van y a los que pueden mostrar algún éxito electoral en la calle se les quiere echar.

El equipo próximo al Sr. Sánchez siente alivio cuando abandonan sus responsabilidades públicas quienes no le han apoyado. Es un grave error, porque las venganzas en política cumplen la ley inexorable del efecto boomerang. Además, cuando uno se rodea sólo de quien no rechista, es incapaz de escuchar fuera de su círculo los gritos discrepantes.

Una de las anécdotas parlamentarias más conocidas de Práxedes Mateo Sagasta fue su respuesta a un veterano general conservador que intentó ningunear una iniciativa suya en el hemiciclo llamándole «diputadito, ingeniero modestísimo a quien allá en Zamora nadie conoce por otro nombre que el del puente». Sagasta, sin perder la templanza, le contestó: «No creo que tenga nada de particular que siendo ingeniero yo y habiendo construido un puente, el del puente, me llamasen. ¡“El del puente” y a mucha honra! Sin embargo, no podrá nadie llamar a su señoría “El de las batallas”, porque no ganó ninguna».

Un poco de respeto a los que han ganado sus presidencias autonómicas en las urnas no le vendría mal al PSOE.