15 junio 2005

El jurado apreció demasiadas contradicciones en los testimonios de los menores que aseguraban que Jackson había abusado de ellos, aunque medios de comunicación de todo el mundo se muestran escépticos con la absolución

El cantante norteamericano Michael Jackson es absuelto de pedofilia en un juicio que ha destrozado su imagen pública

Hechos

El 15.06.2005 se hizo público en la prensa mundial la absolución de Michael Jackson de los delitos de pedofilia de los que se le acusaban.

17 Abril 2005

El sombrío mundo de Michael Jackson

Javier del Pino

Leer
Sigue el proceso contra el cantante, acusado de pederastia, mientras sus abogados tratan de demostrar que es "un rico sin dinero"

El juicio por presunta pederastia contra Michael Jackson, convertido en un proceso legal embarazoso, interminable y obsesionado con los detalles, ya ha servido para corroborar que nada en la vida y en los actos de esta estrella de la música se ajusta al concepto de la normalidad. Su casa, el infausto rancho de Neverland, era un territorio «por el que los niños campaban como salvajes», según lo ha descrito una antigua empleada. La mezcla de infancia con pornografía y alcohol proporciona a la fiscalía el perfil clásico de un pederasta; sin embargo, los abogados del cantante ya han sabido crear dudas razonables sobre el testimonio del niño que dice haber sido víctima de los abusos sexuales de Jackson y, sobre todo, de su madre, a quien describen como una artista del engaño.

Según Kiki Fournier, una empleada de la limpieza durante 12 años, Neverland transformaba a los niños en bárbaros capaces de destrozar una habitación y llenarla de cristales rotos por el mero placer de que alguien tuviera que limpiarlo después. Era un paraíso primitivo que tenía su cine, su zoológico, su tren, su sala de juegos electrónicos, sus heladerías y su parque de atracciones, un vergel de anarquía en el que les estaba permitido entrar en la cocina y pedir cualquier comida a los cocineros o, simplemente, alimentarse durante días a base de caramelos.

Esta empleada no presenció nunca abusos sexuales, pero facilitó a la fiscalía un testimonio que puede llegar a ser tremendamente significativo. En septiembre de 2003, Jackson pasó un día entero en uno de los edificios de invitados en el que se alojaban cuatro niños. Cuando todos fueron luego a la sala principal en la que los cocineros servían la cena, tres de los cuatro niños y el propio Jackson «parecían estar borrachos», dijo ella.

Según la acusación, los abusos tuvieron lugar en torno al mes de febrero de ese mismo año. La fiscalía investiga al cantante por abusos sexuales y nueve delitos más, entre ellos proporcionar alcohol a menores. Una sentencia de culpabilidad podría obligarle a pasar en la cárcel los próximos 20 años. El proceso puede prolongarse hasta entrado el verano. Durante el juicio, el testimonio del niño, que tiene ahora 15 años, fue metódico y sereno, pero contenía contradicciones que los abogados de Jackson supieron aprovechar (Thomas Mesereau, el letrado de melena blanca que dirige su equipo legal, es el abogado más caro de Estados Unidos). El niño aseguró que Jackson le dio alcohol, le enseñó revistas pornográficas («material adulto comercialmente disponible», según la definición que el juez obliga a emplear) y le masturbó hasta la eyaculación al menos en dos ocasiones; varias veces intentó que el niño le masturbara a él, pero se negó. El hermano de este muchacho dijo haber presenciado dos episodios más de abusos sexuales por parte del cantante; dice que en dos ocasiones entró en el dormitorio de Jackson y vio cómo se masturbaba mientras insertaba su otra mano bajo la ropa interior de su hermano, que yacía dormido a su lado.

La defensa trata de establecer que el niño forma parte en realidad de un plan de extorsión perfectamente maquinado por su madre, que ha comparecido ante el jurado en los últimos días. Según Mesereau, la madre aprovechaba que su hijo sufría un cáncer para contactar con famosos y recaudar dinero. En la sesión del viernes, el abogado demostró que la mujer había mentido bajo juramento en un juicio anterior por abusos domésticos. «Es cierto», reconoció ella, pero dijo que lo hizo porque no quería aceptarlo en público.

Para evitar condenas multimillonarias, Mesereau también ha empezado a sugerir que la situación financiera de Jackson es casi precaria, «como la de un rico sin dinero», dijo recientemente un antiguo colaborador. Según sus administradores, carece de liquidez, a pesar de los 10 millones de dólares anuales que le reportan los derechos que posee sobre las obras de los Beatles y un buen número de canciones de Elvis Presley.

15 Junio 2005

Jackson, absuelto bajo sospechas

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

Leer

La absolución de Michael Jackson pone fin al culebrón judicial que ha tenido al público estadounidense pendiente de la pantalla desde finales del año pasado. Un millar de periodistas esperaba a la puerta del juzgado la lectura del veredicto mientras la televisión retransmitía el trayecto en coche del cantante desde su rancho hasta el palacio de Justicia, donde debía escuchar la sentencia.

En medio de esa expectación, el jurado le declaró inocente. Mientras el equipo legal y los seguidores del otrora rey del pop estallaban en muestras de júbilo, el músico fue el único que se mostró circunspecto.No es para menos, pues su imagen sale muy perjudicada de este caso, en el que, aunque ha eludido la cárcel, no ha podido evitar un gran deterioro de su prestigio, ya de por sí muy disminuido tras una década de decadencia artística y personal.

Jackson estaba acusado de abusar sexualmente de un menor, darle alcohol y tratar de retenerlo y se exponía a 18 años de cárcel.La absolución no le libra del escarnio, pues ha sido declarado «no culpable», pero por falta de «evidencias suficientes». Algunos miembros del jurado han afirmado que tienen la convicción moral de que el cantante abusó del menor, pero han decidido absolverlo por falta de pruebas. Han pesado las garantías jurídicas, lo que es entendible, y no es un hecho menor la actitud de los demandantes.Además de las muchas contradicciones del menor -de 13 años en el momento de los hechos- la madre expuso sin pudor su intención de enriquecerse a costa del cantante.

Aunque la acusación no aportó prueba alguna, hay que decir que el cantante no ayudó nada en su propia defensa. Fue él quien levantó las sospechas al declarar en un documental de la BBC que le gusta dormir con niños aunque «para leer cuentos» y al posar tomando de la mano al menor que luego le acusó. En 1993, ya se libró de una acusación similar tras indemnizar al demandante.El fiscal ha dado a entender que no apelará la sentencia, por lo que es casi seguro que Jackson pueda descansar tranquilo, al menos en el terreno judicial. En los demás ámbitos lo tiene difícil.

Durante el juicio, ha sido evidente su deterioro físico y anímico.Su fortuna se ha esfumado y sus gestores afirman que está arruinado.Además, ya no es aquella figura capaz de vender 62 millones de Lp en 1982. Sus últimas giras y discos han mostrado el declive de su gancho comercial, acorde con el de su popularidad personal.Sus excentricidades, acrecentadas desde los años 90, muestran a un juguete roto, un niño prodigio enganchado al mundo del espectáculo desde los cuatro años que no ha sabido digerir el envejecimiento ni la fama.

14 Junio 2005

De 'rey del pop' a pobre diablo

Diego A. Manrique

Leer

En 1991, la maquinaria promocional de Sony presionó a los medios para que cualquier mención de Michael Jackson estuviera acompañada por un título exclusivo, The King of Pop. La vida de Michael Jackson ha transcurrido bajo los focos. A los seis años era popular en los ásperos clubes de Gary (Indiana) y ciudades cercanas: los clientes aplaudían a aquel James Brown en miniatura, un huracán que cantaba y bailaba. Nacido en Gary en 1958, Michael era la joya de la corona de los Jackson. Una familia numerosa marcada por la obsesión del padre, Joe, un músico frustrado que, obligado a ejercer de obrero metalúrgico, quiso triunfar a través de sus hijos.

Seis años después, el sueño paterno se había materializado. Fichados por Motown, el más potente sello negro del momento, los Jackson 5 arrasaban. Era el resultado de un pacto faustiano: el contrato con Motown les concedía unas regalías miserables y les quitaba hasta la propiedad del nombre, aparte de obligarles a trasladarse a California, lo que negó cualquier posibilidad de que Michael tuviera siquiera atisbos de una vida normal.

Aunque el concepto «vida normal» nunca tuvo sentido para Michael. Dos eran sus objetivos: soltar el lastre de su familia y, más importante, convertirse en la máxima estrella del planeta. Durante la mayor parte de los años ochenta no hubo un cantante más reconocible, más vendedor, más universal…Fue el triunfo de su santa tenacidad. Tenía fabulosas dotes para el canto, el baile y la composición: suyas eran Billie Jean, Smooth criminal, Beat it, The way you make me feel, I just can’t stop loving you, Bad. Lo que no le impidió buscar los colaboradores más rentables y aguantar incluso el régimen tiránico del productor Quincy Jones. Los pocos extraños que se acercaban a él quedaban desarmados por su ingenuo narcisismo y sus pasmosas lagunas culturales: «No conozco a James Dean. ¿Qué películas ha hecho últimamente?».

Los asociados que le miraban por encima del hombro pronto se arrepintieron. Paul McCartney se sintió paternal y le habló del fabuloso negocio que suponía controlar los derechos editoriales de canciones clásicas: su consternación fue enorme al enterarse de que Jackson había maniobrado secretamente hasta apoderarse del repertorio de los Beatles. Sin embargo, su instinto le empezó a fallar a finales de los ochenta. A pesar de los consejos de sus ilustres conocidos (Jane Fonda, Spielberg, Liza Minnelli, Liz Taylor, Katharine Hepburn), se construyó una imagen cada vez más aberrante. Suyas eran las ocurrencias de difundir las fantasías de que dormía en una cámara hiperbárica -«para llegar a vivir 150 años»- o de que deseaba comprar el esqueleto del «hombre elefante». Visto desde fuera, aquello hasta tenía lógica: el resto de los humanos dejó de pensar en él como un artista excéntrico para encajarle en la categoría de freak,de monstruo incomprensible.

Sobre la sexualidad de un monstruo… permiso para especular. Se cuenta que, a sus 15 años, alguien de su familia pagó a dos prostitutas para que se encerraran con él y «le hicieran un hombre». La experiencia le dejó, insisten, una profunda repulsión por el sexo. Michael Jackson era el hombre que nunca tuvo infancia y se empeñó en vivirla a través de sus jóvenes amigos en un Shangri-La que era mitad zoológico y mitad parque de atracciones. Distanciado de la realidad, no advirtió que esa fascinación le dejaba expuesto a todo tipo de sospechas. Y de chantajes. Un dentista, Evan Chandler, le acusó en 1993 de haber seducido a su hijo Jordy, de 13 años. Al año siguiente, Chandler retiró su denuncia tras recibir una compensación millonaria que, según el abogado de Jackson, no suponía una admisión de culpabilidad.

Dicen los observadores que, vista la catadura moral del señor Chandler, Jackson hubiera podido ganar. Excepto que los estadounidenses llevaban años obsesionados por los abusos sexuales a niños y de un freak se podía creer cualquier cosa. No remedió mucho la situación el cantante al casarse con la descentrada hija de Elvis Presley: su megalomanía no le permitía menos. Su segundo matrimonio se parecía mucho a la ratificación de un contrato con una madre de alquiler. Un hijo en 1997, una niña al año siguiente no cambiaron su imagen de anormalidad, para entonces ya sumida en una vorágine de demandas, rumores de insolvencia económica y ventas decrecientes.

Desde hace más de diez años, Michael Jackson ha sido su peor enemigo. Todos sus actos públicos, todas sus declaraciones muestran a una criatura que no entiende el fascinado horror con que el mundo le contempla. Y cada intento de enmendar esa percepción pública ha estallado en su cara.

23 Diciembre 2003

Fans

Rosa Montero

Leer

Hace algunas semanas vi a María Teresa Campos en televisión tocando el tema de Michael Jackson y sus supuestos delitos de pederastia con una cautela ultraexquisita. Creo que puedo imaginar el porqué de su excesiva precaución: porque los fans de Jackson son uno de los colectivos humanos más virulentos que he conocido en mi vida. A poco que menciones críticamente al cantante, se abalanzan sobre ti cual bombarderos de la Legión Cóndor, enterrándote en centenares de emails insultantes y cartas furibundas. Y no es sólo que exijan respetar el principio de inocencia del acusado, un derecho esencial y evidente que posee tanto Jackson como cualquier persona, sino que ni siquiera te dejan decir de él las cosas más obvias, como, por ejemplo, que es un hombre de una extravagancia estupefactante. Ahora que arrecia el escándalo en torno a su ídolo, me imagino a los fans haciendo horas extras para despachar cartas y más cartas de protesta.

A mí todo este caso me parece de lo más triste y sórdido, y Jackson me da verdadera pena. No es de él de quien quiero hablar, sino de ese inquietante impulso fanático que se acurruca en el corazón de los humanos. Nada más anunciarse que el cantante volvía a tener problemas, miles de seguidores suyos se echaron a la calle jurando con plena convicción que era inocente. ¿Pero cómo lo saben? Es dificilísimo conocer a los amigos, a los amantes, a la gente con la que convives; es casi imposible conocerse a uno mismo. ¡Y los fans están seguros de poseer toda la verdad sobre un tipo al que jamás han tratado! En sus excesos de mitificación, los fans de las estrellas pop nos parecen ridículos, pero en realidad no son tan distintos de las demás personas. El fanatismo nace de una hambruna esencial en el ser humano, del ansia del ideal de la perfección absoluta, de la bondad absoluta, de la verdad sin sombras. Los santos de las distintas religiones o los mártires nacionalistas son idolatrados desde una necesidad y una ceguera fanática semejante a la de los seguidores de Michael Jackson. Y, si rebuscas bien en el interior de tu cerebro, seguramente hallarás cierto eco de ese deseo loco y elemental de creer en alguien perfecto. El fanatismo es una alimaña que nos acecha a todos.