27 mayo 2006

El cantante tuvo que retirarse de un concierto en Viñarock ante las amenazas de parte del público

Linchamiento contra Ramoncín por convertirse en la imagen de la SGAE en su defensa de los derechos de autor contra la piratería

Hechos

En mayo 2006 el cantante ‘Ramoncín’ abandonó su concierto en Viñarock por la reacción hostil club.

Lecturas

PROGRAMA ‘AQUÍ HAY TOMATE’: El conflicto Sabina Vs Ramoncín y el incidente de Viñarock

05 Mayo 2006

Ramoncín habla de una «campaña orquestada» en el Viña Rock

Dario Prieto

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La Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) emitió ayer un comunicado de apoyo a Ramoncín después de que éste fuese expulsado del escenario del Viña Rock por un sector del público que le arrojó diversos objetos. El comunicado habla de «ataque a la libertad de expresión», motivado por el hecho de que «Ramón no ha cejado nunca en su lucha a favor de los derechos de autor y en contra de la piratería».

El propio músico habló ayer a este periódico de una «campaña orquestada en contra de esta casa [la SGAE]» y señaló que, en los días anteriores a su actuación en el festival, numerosos foros de internet difundieron propuestas de agresión y apedreamiento.Apuntó, además, que el ataque se debió a que él es «la única cara conocida de la SGAE», para luego preguntarse «¿y qué pasa con los otros 89 grupos que también pertenecen a autores?». También habló de sus intervenciones en tertulias y programas del corazón.«A lo mejor es que ya no puedes caer bien a la gente por salir en la tele», se preguntó.

«Entre un público de 70.000 asistentes», denunció, «10 personas tirando piedras a un escenario son demasiadas. Porque hay pocas cosas más vulnerables que un artista sobre un escenario».

Ramón J. Márquez, nombre real del autor de Hormigón, mujeres y alcohol, reconoció sentirse «desengañado» y «mosqueado» por los actos del pasado domingo y por la falta de reacciones de sus colegas músicos. Dijo que su labor en la junta directiva de la SGAE finaliza el próximo año y que este «intolerable ataque a la libertad de expresión» necesita «un acto solidario» de grupos «como Amaral o La Oreja de Van Gogh, que son los que pierden de vender por la piratería, no yo».

«A partir de ahora, tendré más cuidado con los lugares donde toco y diré que no a los festivales», concluyó Ramoncín.

01 Julio 2006

Ramoncín

Francisco Umbral

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Sesenta jóvenes con caretas asaltan la sede de la SGAE para protestar contra el canon digital. Casi todas las figuras del ciclismo aparecen implicadas en el escándalo del dopaje. El ciclismo aparece siempre, no sé por qué, implicado en estos escándalos, cuando lo cierto es, si somos sinceros, que el deporte comercial, y especialmente el internacional, aportan con frecuencia las imágenes tan admiradas de unos chicos que no serían nadie sin una bicicleta, y su bicicleta tampoco sería nadie sin una inyección de cosa a tiempo.

No sabemos nada del ciclismo en Grecia, porque allí no había bicicletas, pero sabemos que el clima de deportividad forjó a aquellas juventudes acuñando mejores campeones, mejores promesas, mejor raza, mejor pueblo. Ocurre que, vista la cosa socialmente, al hombre le hace su bicicleta, que le lleva al trabajo, le devuelve a casa, le alecciona en el deporte y le hace sentirse hombre en una colectividad de señores.

La cosa ha llegado tan lejos que una vez fue Dionisio Ridruejo a ver al Caudillo y proponerle un plan sindical más decente y menos fascista que los que aún venían de Atenas. Franco escuchó a Ridruejo en silencio, como solía, y al final le dijo:

– Mire usted, Ridruejo, lo que necesita el obrero son bicicletas, muchas bicicletas; estoy cansado de ver a los trabajadores españoles, sindicalistas o no, recorriendo en alpargatas el camino de su tarea. Insista en su plan, Ridruejo, que me parece perfecto.

Con su característica insistencia, Franco le iba pasando el tema a aquel fascista arrepentido, incluso le hacía responsable del problema y su solución. Pronto empezaron a verse bicicletas, como antes los borricos, por los caminos de España, por los senderos laborables. En las revistas sindicales aparecían con frecuencia artículos que se llamaban La bicicleta y el trabajador, y otras cosas semejantes. El tema no tendría mayor dimensión si no hubiéramos recordado que viene de Grecia y de un dictador y de un militar obrerista. Quiere uno decir que casi todas las grandes cosas, y no sólo las pequeñas, que ha hecho el obreraje, las ha hecho a partir de una manual y pérfida bicicleta. Puestos a pegar saltos, vengamos al siglo XX y a la generación intelectual del 27, donde hay un poeta, y no precisamente obrerista, que califica como «pérfida» a la bicicleta, porque acaba de pillarle una. La lección es que todas las cosas duraderas vienen de muy atrás y que el obrero, el político, el creador, también vienen de muy atrás.

Naturalmente, de la bicicleta pasamos al pequeño automóvil y del pequeño automóvil al grande, sin hacer cuenta ahora del caballo, que es el señor de todos esos señores. Sin caballo no habría habido Grecia, Persia, Oriente ni Occidente. Sin caballo no habríamos tenido Napoleón, ni Bahamontes. Puede que el caballo también sea pérfido en algunas batallas, pero sin caballo no hay guerra y sin guerra no hay ser humano, ya que la cultura principia por la velocidad y la velocidad principia por la danza giratoria de Salomé. La Humanidad, o sea, está condenada a embriagarse para crear y ya dijo Baudelaire que hay que embriagarse de vida, de muerte, de amor, de mujer, de sangre. Con estas palabras Baudelaire estaba inventando el Tour de France.