17 julio 2011
El caso Murdoch enfrenta a Juan Cruz contra Víctor de la Serna Arenillas: «vigila lo que hacen otros para afearles hasta la existencia»
Hechos
El 17 de julio de 2011 D. Juan Cruz publicó en EL PAÍS un artículo en el que aludía a D. Víctor de la Serna Arenillas.
12 Julio 2011
Impunidad o castigo desmedido
Mientras el escándalo de los pinchazos (y sobornos, y todo lo que irá saliendo) sigue su curso en Londres y el imperio periodístico de Rupert Murdoch prosigue su descenso a los infiernos, quizá sea útil explicar algunos de sus aspectos, de entrada, menos comprensibles desde España.
En Gran Bretaña, donde no existe nada parecido a una ley sobre intimidad como la de Francia -ésta, verdaderamente drástica y antiliberal, es la que ha permitido, por ejemplo, la larguísima impunidad de Dominique Strauss-Kahn- y donde los conceptos jurídicos nacen y se desarrollan al albur de la common law (es decir: de la jurisprudencia), la vieja tradición de respeto por la libertad de prensa y la renuencia de todos -policía, tribunales… y la propia prensa competidora- a meterle el dedo en el ojo a periódicos poco éticos o delincuentes ha permitido la ya conocida deriva de sus tabloides. Sólo la Press Complaints Commission daba algún palmetazo de vez en cuando a los más descarados.
De entrada, una prensa popular dirigida desde el siglo XIX a las clases sociales más modestas y menos instruidas es algo desconocido en el resto de Europa (lo más parecido, el Bild Zeitung alemán, es muy blando en comparación). En España, Italia o Portugal, la prensa deportiva y ciertos programas -no periodisticos, sino claramente shows en los que sus participanters cobran- de la TV comercial llenan ese hueco. Pero nadie explota como lo han hecho los tabloids, ante todo los de Murdoch, ese filón reciente: revelar los secretos íntimos de los ricos y famosos…
En otros países un futbolista está más protegido legalmente que un político; en Gran Bretaña, no. Sobre todo cuando, como ahora sabemos, ni la policía ni la Justicia han sabido actuar frente a genuinos delitos graves. Una total y chocante impunidad. La Unión Europea sí que pretende -y es una postura loable- que la defensa de la intimidad no esté por encima del derecho del público a saber, y todos sabemos que en cuanto se dictan leyes restrictivas se daña ese derecho, al coartar el reporterismo serio de periódicos solventes. Y no hacía falta una ley especial para meter en vereda a Murdoch: hacía falta una Justicia que aplicase la ley. Pinchar teléfonos, sobornar no son meras faltas contra la intimidad.
En España, por desgracia, nuestra pequeña common law, los veredictos de los jueces, ya va por el camino negativo, el de la restricción de la libertad. Comparen la dura condena de Federico Jiménez Losantos por pedir que los suscriptores del ABC se diesen de baja con la -justa- impunidad de Roy Greenslade, a quien nadie chista tras haber montado una gran campaña de boicoteo de lectores y anunciantes contra el News of the World. Aquí… lo enchironan, como poco. Menudos jueces tenemos…
17 Julio 2011
Murdoch como pretexto
Haríamos muy mal los periodistas españoles si creyéramos que lo de Murdoch ocurrió en otra parte del mundo. Ocurrió aquí, en nuestro mundo; ocurrió y ocurre. Seguirá pasando.
El periodismo que representa esa fantasmagoría se ha instalado como una naturaleza, es lo que se hace porque es lo que hay que hacer, dicen quienes lo fabrican. Se sienten ufanos, con su libretita, o sin su libretita, anotando chismes que no les importan a nadie pero que han terminado importando como si formaran parte de la vida y no de la muerte del periodismo.
Es nauseabundo, pero no es extraterrestre, se toca con las manos, y el tacto es basura. Ese carácter nauseabundo de lo que ha ocurrido huele a hecho aquí, ensucia la puerta de nuestras casas.
Ahora ha nombrado Zapatero a un nuevo ministro del Interior. Cuando le vi la cara recordé un episodio que él protagonizaba sin querer. Un periódico de tirada nacional [EL MUNDO] (siempre decimos eso: un periódico de tirada nacional, nos da apuro decir el nombre del periódico colega, estamos absurdamente dominados por un corporativismo compasivo) hizo con él un fotomontaje: le pidieron al dueño de un bar que simulara que su establecimiento se llamaba Faisán, como el bar vasco en el que se ha producido un caso de dudosa reputación terrorista. Y como aquel hombre, ahora ministro, estaba siendo incriminado en aquel tejemaneje, el diario citado le fabricó el montaje: el bar Faisán falso, el secretario de Estado (entonces) entrando en el Ministerio del Interior… No era verdad, era ruin, «pero era divertido…». ¿A quién le importa una manipulación más? ¿Qué es una raya para un tigre?
A una ministra (de Igualdad, además, y de Sanidad, al unísono) se le ocurrió ir a una playa con su cuerpo, pues con qué cuerpo habría de ir, y sobre ella ha caído la basura de la burla como si ella no tuviera derecho a ir como le dé la gana al lugar público al que opte acudir para su solaz o esparcimiento.
Un periodista que vigila lo que hacen otros para afearles hasta la existencia [Víctor de la Serna Arenillas] se quejaba el otro día, en ese diario de tirada nacional cuyo nombre y apellidos se me resiste [EL MUNDO], de que un periodista que además le paga por estar en sus tertulias hubiera sido molestado con ciertas sanciones porque tuvo la salvaje ocurrencia de pedir que los suscriptores del diario ABC se dieran de baja como represalia por no sé qué secuela mantenida por el condenado periodista contra el diario cuya destrucción buscaba animado por una venganza que parece formar parte de la naturaleza de esta versión abyecta del oficio.
La naturaleza de lo que han hecho los de Murdoch es inadmisible; lo que hicieron con Gordon Brown y con su hijo enfermo entra de lleno en la frontera de la mayor desvergüenza, y repugna al ser humano. Es éticamente deplorable. Pero aquí han pasado cosas así, y siguen pasando cosas así. Las teles de las tardes, las TDT de las noches, las columnas de los que consideran que el insulto es una manera de la definición de la conducta ajena, acampan ante la dignidad humana haciendo burla de unos y de otros. Pero nosotros pensamos que lo de Murdoch toca las campanas en otros campanarios. Tiempo de vergüenza, pero no de vergüenza ajena.