21 agosto 1993

El catedrático anti-franquista Agustín García Calvo pone un anuncio en los periódicos pidiendo ayuda para pagar sus deudas con Hacienda

Hechos

Fue noticia el 21 de agosto de 1993.

21 Agosto 1993

Ignorancia de la ley

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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ES BIEN lamentable que el escritor y catedrático jubilado Agustín García Calvo se sienta angustiado por la deuda contraída con Hacienda, pero esa misma angustia afecta a muchos otros ciudadanos, sin que por ello se les ocurra poner un anuncio en el periódico pidiendo que algún mecenas les saque del apuro. Nadie discute su derecho a hacerlo, pero la argumentación en nombre de la cual el escritor y algunos de sus valedores han justificado la insólita iniciativa merece algún comentario.Haber sido víctima de la arbitrariedad e injusticia del franquismo es timbre de orgullo para cualquier demócrata, pero ello no le exime de pagar impuestos. Considerar que las convicciones personales contrarias al sistema impositivo justifican dejar de pagar supone erigir a la propia conciencia en juez y parte. Que el escritor se sienta perturbado en su labor creativa por la existencia de esa deuda es una desgracia para él y sus lectores, pero de ello no se deduce ningún derecho a un trato de favor por parte de Hacienda. Que existen defraudadores mayores que él y que sus 10 millones de deuda no van a resolver el problema del déficit público son afirmaciones verosímiles, pero ninguna de ellas convalida la defraudación fiscal.

Por lo demás, es dudoso que la persistencia de García Calvo en el incumplimiento de la ley -reconoce que no ha hecho nunca su declaración de la renta y que ello es ilegal- pueda considerarse ejemplo de coherencia personal: para serlo, su gesto de desobediencia a la norma tendría que haber ido acompañado por su disposición a asumir la sanción que del mismo pudiera derivarse. No parece que tal sea la actitud de quien apela a que «algún potentado movido por su mala conciencia le resuelva el problema». La mención a la subvención solicitada a la Comunidad de Castilla y León para completar el pago de las obras de rehabilitación del caserón en que habita el escritor añade perplejidad al asunto: ¿ignora García Calvo que es mediante los impuestos como las instituciones obtienen el dinero de las subvenciones que conceden?

16 Agosto 1993

La colecta de Agustín García Calvo

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez Codina)

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Si a los jefes de la Hacienda pública española no les pasara como a aquel burócrata de La Mujer Fosforescente, de Maiakovski, que en vez de corazón tenía un pisapapeles, se darían cuenta de que, por decirlo brevemente, han metido el cuezo. Agustín García Calvo puede ser muchas cosas, pero no un arquetipo del defraudador fiscal que es necesario pillar en falta para acabar con nuestro galopante déficit público. Considerar que tiene un gran patrimonio porque ha restaurado un caserón desvencijado en Zamora es, sencillamente, una bobada. Es posible que la bohemia se lleve definitivamente mal con los papeles del IRPF. Y qué. Lo único que le faltaba a este país es empezar a penalizar el pensamiento.

21 Agosto 1993

García Calvo: ¿Víctima o cantamañanas?

Álvaro Pombo

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PARA cualquier español que mantiene con la sociedad en que vive, con el Estado, con el dinero -que es un sistema simbólico- y consigo mismo una relación adulta, las declaraciones de Agustín García Calvo (EL MUNDO, 16-8-93) resultan sencillamente absurdas. Cualquier español que vive y trabaja en España -en una sociedad abierta, democrática-entiende que pagar impuestos es una de sus obligaciones. Puede y, posiblemente, debe cuestionar la cuantía de los mismos o su utilización por el gobierno de turno, pero no discute nunca que pagar a Hacienda, junto con respetar las señales de tráfico y mil otras reglas de comportamiento comunitario, no pueden discutirse con frases del tipo «el Estado pretende convertirnos en hombres con alma de dinero» (un pensamiento, por cierto, realmente cursilón y provinciano) o «lo que recauda Hacienda no le hace ninguna falta porque las grandes sumas llegan por otros medios, como la banca o los negocios a gran escala» (esta segunda guinda mental sólo puede ser fruto de un análisis simplificador y propio de adolescentes). Ocurre, sin embargo, que yo -y supongo que también los demás lectores- tenemos a García Calvo por un hombre inteligente. Pintoresco y folklórico, desde luego, pero capaz de analizar seriamente las cosas. Dado que sus declaraciones no llegan ni siquiera al nivel de lo que diría acerca del asunto un alumno de Bachillerato no muy estudioso, uno se siente tentado de sospechar si se dará el caso -no imposible, en teoría- de que Hacienda, el Estado español, el Poder hayan decidido hacer a GC la vida imposible. ¿Es esto verosímil? Lo sería si GC no se hubiera beneficiado nunca de ninguna beca o prebenda estatal. Pero, como todos sabemos, lo ha hecho. Por otra parte, si se tratara de una persecución ¿no lo hubiera GC declarado a los periódicos? Contra Franco vivía GC muchísimo mejor que contra un gobierno democrático. Pero es que ni siquiera está contra el Gobierno. El llamamiento a sus feligreses para sacar los 10.000.000 que debe a Hacienda es puro melodrama, sin la gracia del de la Lola Flores. No es una víctima. Es un vulgar cantamañanas.