29 mayo 1991

Los asesinos tuvieron que ver en el momento de estrellar el coche-bomba que había niños jugando en el patio, pero eso no les impidió que hicieran explotar la bomba

El ‘comando Barcelona’ de ETA de Erezuma, Montegaudo y Zubieta casua una nueva matanza de niños en la Casa Cuartel de Vic

Hechos

El 29.05.1991 un coche cargado de explosivos se estrelló contra el patio de la Casa Cuartel de Vic, en Cataluña, causando 10 asesinatos, entre ellos cinco niños.

Lecturas

Hechos: 29 de Mayo de 1991. La explosión de un coche bomba en el patio de la Casa Cuartel de Vic de Barcelona, el objetivo del atentado parece ser que eran los hijos de los guardias civiles (que solían jugar en el patio). El atentado provocó 10 muertos (5 de ellos niños) y diversos heridos (dos niños sufrieron amputaciones de miembros), así como destrozó el edificio.

LAS VÍCTIMAS:

victimas_vic

Ana Cristina Porras López (10 años), María Dolores Quesada Araque (de 8 años), María Cristina Rosa Muñoz (14 años), Francisco Díaz Sánchez (17 años), Vanesa Ruiz Lara (16 años), Juan Salas Pérez, Baudilia Duque, Juan Chincoa Alex, Nuria Ribó Parera y Ramón Mayo García

LOS ASESINOS:

erezuma_monteagudo_zubeldia José Félix Erezuma, Joan Carles Monteagudo y Juan José Zubieta formaban parte del ‘Comando Barcelona’ que realizó el atentado terrorista. Erezuma y Monteagudo tuvieron que ver al estrellar el coche que había niños jugando en el patio.

EREZUMA Y MONTEAGUDO MUEREN EN UN TIROTEO CON LA GUARDIA CIVIL

vic El diario EGIN (considerado pro-terrorista) y el diario CLARO (propiedad de Prensa Española, editora de ABC) informaron de la muerte de los dos asesinos de manera muy diferente.

24 horas después de la matanza, la Guardia Civil localizó la casa donde se refugiaban los asesinos Erezuma, Monteagudo y Zubieta. Este último se entregó, mientras que los dos anteriores trataron de huir en un tiroteo siendo abatidos a balazos. El coche fúnebre donde viajaba Montegaudo y la ambulancia donde lo hacía Erezuma fueron golpeados y zarandeados por vecinos de Vic.

En lo que respecta a Juan José Zubieta sería condenado en 1993 a 1.331 años de cárcel por su participación en la masacre de Vic.

31 Mayo 1991

Unos cobardes

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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No SÓLO unos criminales, no sólo unos miserables sin entrañas: sobre todo cobardes es lo que son quienes imaginaron, primero, y pusieron en práctica, después, la matanza de Vic. Personas que pasan el día maquinando qué cosa podrá producir mayor espanto comprendieron hace tiempo que nada estremece tanto a los seres humanos como la imagen de un niño destrozado por una bomba. Si la muerte de un niño es siempre más cruel que la de un adulto, su asesinato resulta todavía más repugnante. Conmociona las conciencias, en Cataluña -donde sigue viva la matanza de Hipercor- y en toda España. Por eso, para eso, llevaban algunos meses intentando repetir -en Trincherpe, Munguía, Los Arcos, Casalarreina- el escenario de Zaragoza: aquellas fotografías de las niñas muertas entre los escombros del cuartel que dieron la vuelta al mundo y sirvieron para que políticos, periodistas y los ciudadanos en general hablasen de ellos.Ellos: los que colocaron la bomba, los que escribieron el comunicado, los que lo leyeron en el lugar adecuado y se sintieron confortados por la altura de la causa invocada para justificar aquellas muertes.

Cerca de 200.000 personas han votado a HB el pasado domingo. Es verdad que la combinación de ignorancia y miedo en que germina el fanatismo anula el juicio; pero ni una sola de esas personas podrá alegar que no esperaba que ETA hiciera un uso tan inhumano del apoyo electoral recibido. Nadie ignora eso. ETA, a su vez, sabe que los electores lo saben, y que la manera de no defraudar sus expectativas es seguir matando. Incluso si ello resulta cada vez más dificil de justificar para los redactores de comunicados. Por eso se aferran al argumento de la negociación. Sin embargo, el tipo de negociación que plantea ETA es imposible. Consiste sustancialmente en proponer que la mayoría se pliegue a los planteamientos de la minoría (sobre Navarra, la reforma de la Constitución o el trazado de una carretera) por el hecho de que esa minoría refuerce sus razones con matanzas como la de Vic. Ningún poder político democrático podría aceptar algo así. Ello quedó clarísimo en el Pacto de Ajuria Enea, por lo que insinuaciones tan desafortunadas como la de Arzalluz en la reciente campaña («ya es hora de negociar con ETA») o las de algunos comentaristas obsesionados por caer bien a los jefes de ETA y HB sobre la «necesaria e inevitable negociación» sólo sirven para estimular los delirios de los terroristas en su búsqueda desesperada de motivos para seguir matando.

Porque ese objetivo criminal es el único que mueve a ETA, la captura, conocida a última hora de la tarde de ayer, de los presuntos autores de la matanza de Vic es una excelente noticia y las fuerzas de seguridad que han intervenido en su detención merecen por ello el reconocimiento de los ciudadanos. Dos de los activistas han perdido la vida tras un enfrentamiento armado con las fuerzas de seguridad en el curso de su detención. Siempre hay que lamentar de forma rotunda una muerte, incluso la del más despreciable de los asesinos, pero ello no oculta la buena nueva de que un grupo de terroristas deje de ejercer su siniestro oficio.

31 Mayo 1991

El doble drama de ETA

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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LO dijo por la mañana el presidente de la Generalitat de Cataluña con franco realismo: los autores del atentado de Vic no pretendían matar guardias civiles. De nada valía esta vez su argumento de que en las casascuartel -una institución ciertamente anacrónica- la Guardia Civil se escuda detrás de mujeres y niños. Los miembros del comando lo sabían: a esa hora, allí apenas solía haber guardias. A cambio, era seguro que habría niños en el patio -los hay todos los días: los tuvieron que ver jugando, durante sus largas horas de vigilancia, y podía darse por descontada también la presencia de sus madres. Dicho de otro modo: el «comando Barcelona» de ETA mató niños y mujeres porque era eso exactamente lo que quería hacer. Y luego, pocas horas después, cayeron ellos. Es difícil encontrar palabras para expresar la suma de sentimientos que todo ello suscita. Difícil y probablemente innecesario: equivale a reiterar lo que la inmensa mayoría siente ya de modo espontáneo. Ante los cuerpos inertes de los niños y las mujeres de Vic, y ante el de los guardias civiles también muertos, y ante el de sus verdugos, abatidos poco después, todo adjetivo está de más. Afirmada esta desolación global, conviene reflexionar sobre la realidad y analizar su trasfondo. Porque lo tiene. La utilización del atentado indiscriminado como pieza política terrorista -estrictamente terrorista, es decir: destinada a aterrorizar; realizada con el ánimo de que el terror generalizado fuerce a actuar a los gobernantes- cuenta con un historial penosamente largo. Y no siempre improductivo, como el hoy gobernante FLN argelino sabe muy bien. Cogiéndose por los pelos a esa experiencia, ETA ha venido creyendo que todavía podía jugar una baza, con el 92 olímpico como telón de fondo. Ha seguido confiando en que el gobierno español, situado ante un reto de primera magnitud, se vería obligado a afrontar la amenaza de su descalabro, pagando con algunas concesiones políticas en Euskadi el precio de su buena imagen en el mundo. Pero al final son los hechos los que acaban dictando su dura ley. Y los hechos muestran a una ETA entregada a un terror ciego, carente ya casi de capacidad para elegir sus objetivos. A una ETA jugándose su propio destino a una sola carta, condenada a ser utilizada mal y pronto. A una ETA acosada, con agujeros inauditos de infraestructura. Denunciada por la población. Acechada. Una ETA que se vuelve más y más GRAPO. Una ETA cuyos actos son espejo público de su propia doble derrota: militar y política. Una ETA a la que cada paso que da tratando de mostrar su fuerza se le vuelve evidencia de su debilidad creciente. Hasta sus más cercanos seguidores pueden verlo, a nada que quieran mirar: se acabó la «guerra de liberación nacional». Ya sólo queda la patética súplica de algunas pequeñas reformas destinadas a servir de decorado al adiós a las armas. Y, entretanto, la muerte. La ajena y la propia.

01 Junio 1991

El ejemplo de Cataluña

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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EL ATENTADO terrorista y consiguiente matanza en la casa cuartel de la Guardia Civil en Vic y la inmediata desarticulación del comando Barcelona -con la muerte de sus dos principales responsables- han tenido, además de las horribles consecuencias humanas, importantes efectos políticos, de los que pueden extraerse lecciones del máximo interés.La primera de ellas es que, en uno de sus más sangrientos y cobardes atentados, el terrorismo etarra ha encontrado uno de sus principales fracasos. En este caso, la derrota de ETA, además de constituir un fracaso táctico y militar -la desarticulación de su activo comando Barcelona- resulta una catástrofe estratégica y política. En efecto, la amplitud de la operación policial realizada inmediatamente después de la matanza de Vic indica bien a las claras que no solamente se ha detenido a un comando. Se ha asestado también un golpe muy serio, que, según todos los indicios, puede suponer la desarticulación de la red terrorista en Cataluña y sus zonas de alimentación.

Pero hay más: esta operación dificulta el siniestro objetivo político del terrorismo etarra, consistente en convertir los Juegos Olímpicos de Barcelona en caja de resonancia y fe internacional de vida de estos profesionales de la muerte. La tragedia de Vic, como lo fue la de Sabadell -con seis policías nacionales fallecidos el pasado diciembre-, debía constituir siniestro aviso sobre la seriedad de este propósito. Lo ha sido, y cómo.

Es cierto que el mensaje de terror se ha vuelto contra sus mensajeros. Pero también lo es que todos -autoridades, fuerzas de seguridad y la propia sociedad catalana- han extraído sus consecuencias en la buena dirección: colaboración de los Mossos d’Esquadra y la Guardia Civil, incremento de las medidas de seguridad en ciudades subsedes olímpicas, adelantamiento de los planes de prevención para 1992, unidad de instituciones y autoridades y, sobre todo, asunción práctica de que el problema terrorista compete a la. ciudadanía en su conjunto. Esta última es precisamente la más espléndida lección -aunque sea aprendida en la tragedia- de los sucesos que comentamos. El ejemplo de Cataluña resulta definitivo: fue la colaboración ciudadana la que permitió a la Guardia Civil encontrar el nido de los terroristas.

Significativamente, el comando Barcelona estaba encabezado por el activista Joan Carles Monteagudo, antiguo capitoste de la organización terrorista catalana Terra Lliure, y éste, lógicamente, había capitalizado sus antiguas conexiones a favor.de su nueva organización. Pues bien, todos esos apoyos han quedado ahora.más aislados que nunca. A ello ha contribuido de for ma muy eficaz el nacionalismo moderado que encarna el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol. Si esta corriente política se había mantenido siempre dentro del frente democrático y antiterrorista, ciertos episodios de antaño revelaban que, más allá de la voluntad general de sus dirigentes, algunos de sus seguidores juveniles mantenían una cierta simpatía nostálgica o una piedad emulativa con sectores independentistas, y una escasa minoría de éstos, en superposición de círculos, con el independentismo violento. La contundente posición del nacionalismo pujolista ante atentados como el de Hipercor en 1987, y aún más la todavía más militante protagonizada ahora, no sólo no deja lugar a dudas. Es, además, una dirección a seguir en toda su profundidad por el nacionalismo vasco democrático, ahora agrupado en el Gobierno de Vitoria, y que debe encabezar la concienciación de la población en la defensa no ya sólo de la vida humana en general, sino en la de los policías y guardias civiles en particular. Cuando HB pretende hablar en nombre del pueblo vasco para negar -en un increíble comunicado que debe interesar rápidamente a la justicia- credibilidad a la versión oficial y denigrar a los guardias, deberían ser las instituciones vascas, con el lehendakari a la cabeza, quienes se atrevieran a defender a esos servidores del orden.

Cuatro imágenes simbolizan el ejemplo que acaba de ofrecer la sociedad catalana: la eficaz coordinación entre los cuerpos de seguridad, autonómicos y centrales, que se ha impuesto a los roces suscitados por el funcionamiento de la Junta de Seguridad; el sepelio de las víctimas, independientemente de su lugar de nacimiento, en tierra catalana, evidenciando el arraigo que tenían en .su lugar de destino; el bilingüismo empleado en la ceremonia de despedida, y la doble bandera, española y cuatribarrada, que cubría los féretros de las víctimas. Cuando los símbolos se convierten en hechos, ningún fanatismo puede contra ellos.