23 agosto 1980

A pesar de la brutalidad de los asesinos, que le dispararon un tiro en la cabeza, después de haberle alcanzado con más de 23 tiros de metralla

ETA intenta asesinar al director del DIARIO DE NAVARRA, José Javier Uranga ametrallándole a balazos a través del ‘comando Nafarroa’

Hechos

En agosto de 1980 D. José Javier Uranga fue víctima de un atentado terrorista

Lecturas

urangaHechos: El 22 de Agosto de 1980 se produjo un atentado que casi se puede definir como «milagroso». El objetivo de los asesinos fue José Javier Uranga Satesteban, director de EL DIARIO DE NAVARRA que fue acribillado a tiros cuando llegaba a la sede de su periódico, siendo la primera vez que atentaban contra un periodista por lo que escribía (antes había sido asesinado D. José María Portell de LA HOJA DEL LUNES de Bilbao, que intentó ser mediador entre el Gobierno de UCD y ETA). Uranga era un firme defensor de la identidad de Navarra, por lo que se le marcó de objetivo. Los pistoleros le pegaron 28 tiros, y cuando yacía en el suelo le dispararon un un último tiro en la cabeza (que le dió debajo del ojo). Milagrosamente Uranga logró sobrevivir, tras once meses hospitalizado grave regresó a la dirección de su periódico donde se mantuvo hasta su jubilación en 1990.

LOS ASESINOS:

galdos_sola La jefa del Comando Nafarroa, Mercedes Galdós, fue la responsable del crimen junto a Juan Cruz Maiza. Galdós fue condenada en 1988 a 30 años de prisión por aquel crimen.

21 Agosto 1980

Donde las dan las toman

José Javier Uranga

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Las recientes declaraciones del general Sáenz de Santamaría sobre la situación de Euzcadi ha provocado una fuente reacción en el PNV y sus capitostes. El lendakari Garaikoetxea ha calificado la alusión a Navarra como desafortunadísima, intolerable e impropia de su cargo. Lo que el Delegado Especial del Gobierno en las Vascongadas dijo y ha molestado a los nacionalistas es: “ni Navarra es Euzkadi, ni los navarros quieren ser vascos. ETA busca en Navarra el territorio y la despensa que necesita. Nada más y nada menos”.

Si analizamos el párrafo encontramos en él tres afirmaciones distintas. A la primera, que Navarra no es Euzkadi, nada hay que oponer porque ni lo ha sido, ni lo es, ni hay motivo histórico-político alguno para que lo sea. No basta con el deseo de una minoría. Y es una ingerencia, una falta de respeto y un descaro la afirmación de Garaikoetxea de que los navarros lo dirán el día que se les permita expresar su opinión al respecto en un referéndum. ¿Es que el Parlamento Foral, que ya se ha expresado no cuenta nada? ¿Quién no permite a Navarra expresarse? La frase no puede ser más intolerable e impropia de su cargo.

Vamos a la segunda afirmación: los navarros no quieren ser vascos. Efectivamente la aseveración es desafortunada, porque muchos navarros son o somos vascos y tampoco queremos renunciar a serlo. El lapsus del General es grave al identificar una comunidad política artificial y moderna con un pueblo, una lengua y una – pobre o rica – cultura. Pero ¿es el único que lo ha hecho? ¿no habrá aprendido el Delegado del Gobierno esta falsa identificación precisamente de los que ahora se rasgan las vestiduras?

Garaikoetxea, Arzalluz y tantos otros apóstoles de Euzkadi, al referirse a Navarra, hablan el mismo lenguaje. Para ellos, el que no quiere la incorporación al nuevo ente autonómico es antivasco. Hemos escrito varias veces sobre el tema una de sus trampas favoritas. En sus discursos, en sus escritos, en su propaganda, retierdamaente, el navarrista es el enemigo de los vasco. Como si ellos tuvieran un monopolio de la raza, de la lengua y del pasado de un pueblo que es de todos. Sin ir más lejos, el 13 de marzo, en su conferencia de Larraona, el lendakari habló de sospechosa ofensiva antivasca. No hay duda de que interiormente tradujo ofensiva anti-euzcadi…

¿Quién ha enseñado entonces al general Sáenz de Santamaría a identificar vasco con Euzkadi sino los propios euzcadianos? No queremos disculparle ni absolvelre – ha metido la pata – pero sí denunciar al fariseísmo de quienes se escandalizan siendo ellos precisamente los autores de la confusión y del falso silogismo: si eres vasco, tienes que unirte a Euzcadi. No quieres saber nada de Euzcadi, lueg eres antivasco. Y eso es lo que nos han predicado y nos están predicando todos los días. Hasta el Delegado del Gobierno lo ha aprendido…

En cuanto a los propósitos de ETA, están bien claros y públicos. No creemos que sea una simpleza lo que ha dicho el General.

Queremos, sí, que a Navarra se la respeto, pero por parte de todos: del Gobierno y de los vecinos. Mucho más grave que las palabras de Säenz de Santamaría es, por ejemplo – y podríamos aducir muchos – que el propio Garaicoetxea le niegue la capacidad de decidir sola en el posible segundo referéndum. ¿O no es esto una falta de respeto y una desconsiderada ingerencia…?

Ollara (José Javier Uranga)

23 Agosto 1980

Contra Punto

Enrique Sanz Martín

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Querido José Javier

He sentido en mi propio ser esos quince impactos que impunemente han destrozado tu cuerpo. Y puedo decirte que ETA nos podrá matar, pero no nos da miedo, ni tampoco silenciará.

Los periodistas puros, como eres tú, somos de una raza especial, a la que el tableteo de lo difícil – la propia muerte – acrecienta la fuerza de nuestro ‘ser y estar’ en la dinámica social. Es algo que llevamos en nuestras entrañas, invulnerable, donde las balas asesinas no penetran.

Los enemigos de España, los enemigos de Navarra pretendieron ayer segar tu voz, tu pluma, porque no les interesa tu reciedumbre de hombre honesto y periodista de corazón. No les interesa que un Ollarra, con su luma ágil, con conceptos claros, con mensaje en su contenido y con autoridad diga a sus lectores quiénes son quienes y desvele la falacia, el crimen, la mentira de esos quienes que alquilan a pistoleros – ETA – para crear terror y el miedo entre nuestras gentes.

Sé que no vas a morir, José Javier, porque te espero aquí, en leal y noble competencia, a continuar en nuestra brega de cada día, con ese fondo moral y poético de toda obra humanamente sentida, que nos convierte a los periodistas en esos magos que proponemos a la sociedad la imagen de aquellas estructuras que le dan vigor, responsabilidad y solvencia.

Nos matarán, pero no nos dan miedo ni los silenciaran.

Enrique Sanz Martín

23 Agosto 1980

Crimen sobre Navarra

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera Cortázar)

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El atentado contra José Javier Uranga, director de Diario de Navarra, en una emboscada cuyo planteamiento y posible brutal desenlace llevan la inconfundible marca de ETA, confirma, además, la opinión, ampliamente extendida entre los observadores y analistas del conflicto vasco, de que Navarra va a convertirse en el campo de operaciones privilegiado de la organización terrorista. Aunque la condición de periodista de la víctima pueda hacer pensar en un primer momento que los terroristas tratan sólo de coartar la libertad de expresión, al igual que con el crimen de José María Portell, hace dos años, seguramente el atentado posee connotaciones más complejas.Varios son los argumentos que apoyan el ominoso vaticinio. De un lado, el cansancio de la sangre y la violencia se va abriendo paso en Vizcaya y Guipúzcoa y el reclutamiento de activistas comienza a tropezar con la resistencia producida por la conciencia de tanto sufrimiento inútil y por el surgimiento de indiscutibles perspectivas de soluciones políticas y pacíficas a través de las instituciones de autogobierno, del Estatuto de Guernica y de la hegemonía del PNV. Navarra, sin embargo, es todavía terreno propicio para que la enloquecida dinámica de la acción-represión-acción, que tan fría y calculadamente desatan los activistas de ETA, cree las condiciones propicias para esas levas de muchachos que entran por la senda del asesinato empujados por los estrategas de la desestabilización y por los ideólogos del abertzalismo radical. Es cierto que la espiral acción-represión-acción necesita, para que se produzcan sus devastadores efectos, una cosecha de errores del Gobierno y de las fuerzas de seguridad, que tan abundante fue durante el franquismo y en la primera etapa de la transición. Es de esperar que la experiencia del pasado en Guipúzcoa y Vizcaya sirvan para que no vuelvan a repetirse las antiguas estampas de las represalias colectivas indiscriminadas, y que la ira popular, arteramente manipulada por los terroristas, que provocan, en última instancia, la represión, no funcione más como caldo de cultivo delabertzalismo violento. Ahora bien, en el caso de Navarra, la perspectiva se ensombrece porque, a diferencia de Vizcaya y Guipúzcoa, la guerra entre dos comunidades -vasquista y navarrista- puede coadyuvar a esa espiral de violencia y contraviolencia, aunque el Gobierno y las fuerzas de seguridad extremen la prudencia.

En efecto, el antiguo reino se halla atravesado por tensiones que nacen de la aceptación o del rechazo de la integración de Navarra en la comunidad autónoma de Euskadi en el marco del Estatuto de Guernica. La división geográfica entre los territorios del Norte, donde se habla eusquera y las tradiciones culturales vascas siguen vivas, y las zonas del Sur, en las que el castellano es el único idioma, no es la única. Las viejas tradiciones forales y el sentimiento de identidad navarro es un tercer elemento a tener en cuenta y que disloca el simplismo del enfrentamiento entre «vasquistas» y «españolistas». De añadidura, conflictos sociales y generacionales contribuyen a alimentar el radicalismo abertzale, como demostraron los resultados electorales de 1979 en Pamplona, y a nutrir las filas de la violencia con jóvenes de toda Navarra.

De otro lado, al ser la influencia del nacionalismo vasco moderado abrumadoramente menor que en Euskadi, el PNV carece de la posibilidad material de mediar pacíficamente en el desarrollo político de ese conflicto. Lo que refuerza, como es lógico, la posibilidad de un choque frontal entre corrientes que simpatizan con ETA y el resto de los grupos políticos. No es descabellado pensar, así pues, que el populismo de Herri Batasuna pueda monopolizar en el futuro el nacionalismo vasco dentro de Navarra.

De esta forma, en Navarra se abre la siniestra perspectiva de un auténtico Ulster, situación que puede servir a ETA para potenciar su implantación social en el antiguo reino y para disputar al PNV en la comunidad autónoma de Euskadi la hegemonía del nacionalismo vasco. Frente a la sensatez del PNV, que propugna una consulta democrática para que los navarros decidan por sí mismos en las urnas su eventual incorporación a Euskadi, ETA hace suyas, con una clara reminiscencia de todos los fascismos que en el mundo han sido, las consignas irredentistas y el recurso de la fuerza para lograr sus objetivos. Porque ETA no quiere que los navarros decidan libremente su futuro, sino que quiere imponerles una unidad de destino mediante la violencia.

El desafío de ETA en Navarra es, así pues, un nuevo y difícil reto que el Gobierno y el Parlamento de toda España y los partidos políticos y fuerzas sociales de Navarra deben hacer frente con la cabeza fría y con la conciencia de las peligrosas implicaciones que puede llevar consigo cualquier decisión que confíe en la fuerza y en la represión y no en la inteligencia y los procedimientos democráticos. La violencia de ETA se propone hacer imposible en el futuro el referéndum mediante el que los navarros tienen que pronunciarse acerca de su eventual incorporación a Esukadi. Los terroristas necesitan que el irredentismo navarro siga en pie a fin de mantener el fuego sagrado en Vizcaya, Guipúzcoa y Alava, y también para que la guerra de comunidades en el antiguo reino haga impensable una solución pacífica política y negociada del conflicto. Es evidente que sus acciones alejan la integración de Navarra en Euskadi a través de las urnas, ya que una consulta democrática de, ese signo difícilmente puede llevarse a cabo en condiciones de terror y de violencia. A nadie se le escapa que el objetivo de ese aplazamiento indefinido del referéndum resulta para ETA vital, ya que la integración democrática de Navarra en la comunidad autónoma vasca sería su irremediable final. Aunque sólo fuera por ese motivo, UCD y el PSOE deben pensárselo dos veces y analizar las peligrosas consecuencias que podría tener para Navarra la postergación del referéndum y la falta de entendimiento con el nacionalismo vasco moderado a este, respecto.

En cualquier caso, tras este intento de racionalizar el crimen -de intentar comprender las motivaciones políticas de los asesinos-, queda el hecho escueto y descarnado de que se ha vuelto a atentar brutalmente contra la libertad de prensa. Los casos sangrantes de El Papus, EL PAIS, el ignominoso asesinato de Portell van conformando la saga de sangre de los profesionales de la información. Si los criminales estiman que su trabajo redundará en la merma de la libre circulación de opiniones y noticias nunca estuvieron más equivocados. Los periodistas, los trabajadores de los periódicos, cuando caen muertos o heridos, nos recuerdan a todos los ciudadanos el principio básico de que la información libre es uno de los principios irrenunciables de cualquier sociedad civilizada. La verdad y la libertad de opinión son invulnerables, por más que se pueda meter plomo en la carne de los periodistas.

31 Agosto 1980

Laberinto en Navarra

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera Cortázar)

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TAL Y como señalábamos en un comentario anterior, el alevoso atentado contra el director de Diario de Navarra, perpetrado por ETA Militar, no fue tan sólo un criminal intento de privar para siempre de la palabra a José Javier Uranga, cuyas opiniones en favor de las tesis navarristas y en contra de la integración del antiguo reino en la comunidad autónoma de Euskadi eran bien conocidas, fue también una operación intimidatoria contra la libertad de expresión. Ni que decir tiene que estas dimensiones del atentado no quedan suprimidas ni relegadas a un segundo plano por el hecho de que, además, el ametrallamiento del periodista presente otras connotaciones.El comunicado en que ETA Militar se jactó del atentado es, como de costumbre, una antología de lo que el fanatismo de estos orates suele engendrar como sedicente producto teórico. No deja de ser una grotesca paradoja que la organización que trata de amordazar a los profesionales de la información, tanto en el País Vasco como en el resto de España, acuse precisamente a los medios de comunicación de aceptar la autocensura para con el nacionalismo radical. Así, estos insólitos «políticos», que asumen el monopolio de ser los fiscales, los abogados, los jueces y los verdugos para con sus víctimas, tras aducir como motivo de la condena a muerte de José Javier Uranga la tesis de que el director de Diario de Navarra no es sinceramente navarrista y foralista, anuncian su propósito de establecer la censura bajo pena de muerte para todos aquellos que no opinen a su conveniencia o no criben la información según sus deseos. Aduciendo la inverosímil eximente de «la indefensión de expresión a que este sistema nos quiere arrastrar», ETA Militar anuncia como «Iógico y perfectamente legítimo» el comienzo de «una reacción ofensiva a otros niveles de enfrentamiento más directo, como el que se ha producido en el caso del señor Uranga». Los presuntos perjudicados por una Prensa que no acepta comulgar con ruedas de molino se disponen a atemorizar a los periodistas de toda España para que, si no con la razón, al menos con el temor acallemos nuestras condenas y -sobre todo- sustituyamos nuestro análisis de la realidad por unas tesis preestablecidas que van desde la aceptación de la batalla de Roncesvalles como la primera estampa de la lucha de los vascos por su liberación nacional hasta la reinterpretación de las guerras carlistas como precursoras de ETA.

Ahora bien, el atentado contra José Javier Uranga no fue sólo el intento de acallar una voz que defiende las posiciones del navarrismo y el segundo paso -tras el asesinato de José María Portell- para amordazar a la Prensa mediante esa eficaz invitación a la autocensura que es el riesgo que para la vida de cada periodista puede implicar en el futuro no escribir al dictado de ETA o silenciar las informaciones y opiniones adversas a los terroristas. La emboscada contra Uranga se inscribe en una estrategia de mayor alcance, dirigida a reproducir en Navarra esa estela de sangre y dolor que, inevitablemente, sigue a la espiral acción-represión-acción tan obstinadamente puesta en marcha, en el inmediato pasado, en Vizcaya y Guipúzcoa. Como es bien sabido, este mecanismo se propone ampliar las bases sociales del terrorismo sobre la apuesta de que los atentados contra miembros de las Fuerzas de Orden Público o contra personalidades de significación política adversas están destinados a provocar una represión indiscriminada por los cuerpos de seguridad, que no sólo afectará a los activistas de la violencia, sino también a la población civil.

Hace ya algún tiempo que era visible la intención de ETA Militar de ampliar su campo de operaciones a Navarra, con el objetivo de que el dolor y el sufrimiento en la población civil, eventualmente producido por las acciones de las fuerzas de seguridad como contestación a sus provocaciones criminales, les hiciera ganar adeptos. En el caso del antiguo reino, además, los terroristas sueñan con un enfrentamiento entre vasquistas y navarristas, como demuestra la elección de José Javier Uranga como víctima de su atentado. La perspectiva de arreglos de cuentas violentos entre segmentos de la población civil, y no sólo de la actuación de las Fuerzas de Orden Público contra los activistas y sus redes de sostén es, precisamente, lo que puede convertir a Navarra en un segundo Ulster. Este riesgo añadido hace todavía más necesario que el Gobierno, los partidos políticos, los responsables de las fuerzas de seguridad y los navarros extremen al máximo la prudencia y embriden sus emociones con las riendas de la razón y la sensatez.

ETA pretende, en última instancia, en un momento en el que la hegemonía del PNV y respuestas cívicas tan importantes como el manifiesto de los intelectuales vascos abren una nueva esperanza de que la base social del terrorismo se debilite en Vizcaya y Guipúzcoa, que Navarra se transforme en un campo de batalla que le permita recuperar en el País Vasco, con las oscuras emociones del irredentismo y de unidad de destino vascas en lo universal, ese terreno que el Estatuto de Guernica, las instituciones de autogobierno y el cansancio de la violencia le están haciendo perder. Seguramente la colaboración mayor que los etarras pueden recibir en estos momentos no va a proceder de sus disminuidos amigos, sino de sus encarnizados enemigos. En este sentido, la arrogante y provocadora decisión de Herri Batasuna de convocar una manifestación en el mismo lugar, el mismo día y a la misma hora que la convocada por las fuerzas democráticas de Navarra -con el PNV incluido, dato político de enorme importancia- no busca otra cosa que producir enfrentamientos violentos con las Fuerzas de Orden Público o con los ciudadanos congregados para condenar el asesinato y el terrorismo, para defender la libertad de expresión y la democracia y para respaldar el derecho de los navarros a decidir libremente su futuro. No parece seguro que la comprensible decisión de las fuerzas democráticas de mantener su convocatoria fuera la más acertada. Entre arriesgarse a que se derrame esa sangre que ETA -como el conde Drácula- necesita para seguir viviendo, aun con el derecho moral y político que asiste a los manifestantes, y evitar la posibilidad de choques sangrientos, o con la humillación que implicaría que los demócratas no pudieran congregarse pacíficamente para repudiar el terrorismo y defender las libertades, tal vez esta segunda opción podría ser, hoy por hoy, políticamente más sensata.

Finalmente, la decisión de detener al vicepresidente del Parlamento Foral, militante de Herri Batasuna, por haber expresado que su coalición electoral apoya moral y políticamente a ETA, cosa que hasta los niños de pecho ya saben y que ha sido sobradamente difundida desde hace más de un año, parece uno de esos errores del Gobierno que, al igual que la detención de Telesforo Monzón en vísperas de los comicios de marzo de 1979, se podría caricaturescamente interpretar como un alevoso consejo dado al ministro del Interior por algún infiltrado de los terroristas en la Administración pública. Que Herri Batasuna apoya a ETA Militar no es ningún misterio; lo único que puede producir perplejidad es que el Gobierno lo descubra en agosto de 1980 y el único enigma es que cerca de 200.000 ciudadanos respalden en las urnas a esas siglas.