6 julio 2025
El conde de Godó, Javier Godó Muntañola, cede la presidencia de su empresa (LA VANGUARDIA + RAC1) a su hijo Carlos Godó Valls

Hechos
El 6 de julio de 2025 el periódico LA VANGUARDIA anuncia el relevo en la presidencia del Grupo Godó.


06 Julio 2025
Explicar el mundo desde las páginas de un diario
Entré en La Vanguardia, tras cruzar la puerta giratoria de la calle de Pelayo, hace sesenta años. Tenía 23 y había acabado la carrera de Económicas. Mi ilusión inicial era matricularme en la Escuela Diplomática de Madrid. Me interesaba la política internacional y pensaba que reunía virtudes para poder ser un buen diplomático. Pero a veces las circunstancias te llevan por otros caminos: mis dos hermanos mayores habían fallecido, en apenas cuatro años de diferencia, en dos trágicos accidentes. Así que me dije a mí mismo que podía colaborar en la empresa familiar, en momentos tan delicados. Después de darle unas cuantas vueltas, decidí presentarme en el despacho de mi padre y ofrecerme para acompañarle en la gestión de la compañía, aprendiendo desde abajo todos los procesos de producción del diario.
A mi padre le pareció precipitada mi presencia en el diario, pero insistí en que quería conocer el funcionamiento de La Vanguardia. No me lo puso fácil, seguramente porque no se tomó en serio mi disposición. Sospecho que me vio demasiado joven e ingenuo. Me ofreció una mesa al fondo de la biblioteca, adonde acudían los suscriptores a consultar la hemeroteca y, ante mi queja por estar a la vista de las visitas, lo solucionó con un biombo. Pero no me desanimé e insistí un día tras otro, hasta encontrar mi ámbito de actuación en el diario, buscando complicidades con los ejecutivos de la empresa.
Poco a poco fui conociendo a fondo los distintos departamentos de la casa hasta que me entrevisté con el director, Horacio Sáenz Guerrero, que despertó mi pasión por el periodismo. Era un hombre culto e inteligente, que estimuló mi el interés por el periodismo. Charlamos muchas horas, me presentó a los profesionales de referencia, me animó a conocer la redacción. Fue él quien despertó mi vocación de editor, a lo que he entregado mi vida, que me ha hecho disfrutar, pero también sufrir. Me queda el orgullo de que el día que sucedí a mi padre, a su muerte en 1987, no solo me había formado para dirigir la compañía, sino que estaba seguro de que la iba a mejorar. Por entonces, tenía un despacho de directivo y un profundo conocimiento de la empresa periodística. Y lo cierto es que llevaba casi una década tomando decisiones de futuro, algunas incluso sin la complicidad de mi padre, porque, de otra manera, La Vanguardia podía perder el tren de la historia.
Por aquellos días tomé una determinación de la que me siento especialmente orgulloso, como fue cambiar la imagen del diario, para lo cual le encargué un nuevo diseño al neoyorquino Milton Glaser, el mismo que ideó el eslogan I love NY. Pero, a la vez, incorporé a la redacción una nueva generación de periodistas, que aportaron un plus de modernidad en la manera de contar las historias. Fue necesario comprar unas rotativas suizas que nos permitieron imprimir en offset, introducir el color e incluso dar más valor a la fotografía. Igualmente, fue un acierto poner en marcha pocos años después un equipo de periodismo digital. Fuimos pioneros en la apuesta por comunicar las noticias al momento gracias a las posibilidades que había abierto el desarrollo de internet. La web de La Vanguardia es incluso anterior a la de The New York Times, el gran diario global.
Tras lo mucho que he vivido en esta casa, he querido nombrar presidente a mi primogénito, Carlos Godó, que lleva 33 años en la compañía, y que como yo ha ido desempeñando importantes funciones para el desarrollo del Grupo Godó. Él, que se inició como ejecutivo en Mundo Deportivo, pasó a ser el director general cuando nos convertimos en un holding de la comunicación, presente en prensa, radio y televisión, a finales del siglo XX. Su rol ha sido decisivo en los últimos años para el desarrollo digital de la empresa y la incorporación de otras sociedades que consolidan el proyecto periodístico en unos momentos especialmente difíciles para las compañías del sector. Como editor y como padre, me siento orgulloso de la labor llevada a cabo por Carlos, que ha puesto las bases para garantizar un futuro en defensa del periodismo de calidad. También mi hija Ana ha contribuido a hacer grande la compañía como directora de Libros de Vanguardia y de Vanguardia Dossier, y quiero dejar constancia de ello.
En este largo periodo al frente del grupo que lleva el nombre de la familia, que con mis hijos llega a la quinta generación, les confieso que siempre me he sentido editor antes que propietario. Vamos quedando pocos editores, porque muchos medios de comunicación han pasado, no solo en España, sino también en el mundo, a manos de empresarios sin tradición en el sector o de fondos financieros, que intentan influir en la política o la economía. ¿Qué significa en nuestros días ser editor? Yo lo entiendo como una profesión que comporta la capacidad de atraer talento, saberlo encauzar y ponerlo al servicio de la verdad. El editor está comprometido con la libertad y debe ser capaz de entender las circunstancias de su tiempo.
La manera de ejercer este oficio es estar acompañando a los periodistas en su relato de la actualidad, pero igualmente escuchando a los lectores. Desde el primer día he intentado que La Vanguardia se sustentara en tres pilares básicos: el rigor de las noticias, la independencia de criterio y la pluralidad ideológica. He seguido la tradición familiar, que durante casi un siglo y medio ha sabido construir un medio que ha reflejado las inquietudes y esperanzas de la sociedad a la que se dirigía. Nos han puesto muchos obstáculos y bastantes zancadillas, pero hemos tenido la habilidad de proteger nuestros principios, nuestros valores, nuestra identidad.
Seguiré con mi labor como editor mientras me sienta con fuerzas. Disfruto plenamente con ello y creo que mi experiencia suma en este proyecto renovado y con un horizonte de futuro esperanzador que es hoy nuestro grupo. Me gusta conversar con los periodistas para animarles a no retroceder ni un paso en la búsqueda de la verdad, en mantenerse fieles a la realidad, en no sentirse solos en la construcción de un planeta mejor y más solidario. Nunca me ha gustado encerrarme en la burbuja de mi despacho. He preferido salir fuera para intuir los cambios en la política y en el periodismo, a fin de saber reaccionar adecuadamente a los mismos. Y en eso estoy y lo está mi familia, 144 años después de que mis bisabuelos decidieran emprender la maravillosa aventura de explicar el mundo a través de un diario: La Vanguardia.


06 Julio 2025
El contenido y las personas en el centro
Cuando se produce un cambio, suele ser también un buen momento para mirar atrás y reflexionar sobre lo vivido. Hoy, al asumir la Presidencia Ejecutiva del Grupo Godó, siento la necesidad de compartir este recorrido con quienes han formado parte de él de un modo u otro. Porque detrás de cualquier organización hay historias, decisiones, personas y también muchas emociones. Esta es una de esas historias.
Formo parte de la quinta generación de una familia que lleva dedicada al oficio de informar desde 1881. He pasado por casi todos los rincones del grupo: fui aprendiz, luego gestor, más tarde Consejero Delegado, y ahora asumo el cargo de Presidente Ejecutivo.
Mi historia profesional en el grupo empezó en 1991. Tenía 23 años, acababa de licenciarme en Derecho y trabajaba en un despacho de abogados de Nueva York, mientras aprendía de los periódicos americanos. En Barcelona estalló una crisis: se descubrió que varios ejecutivos del grupo habían sustraído fondos. Fueron despedidos de inmediato. Al mismo tiempo, nuestra participación en Antena 3 TV sufría importantes pérdidas, y la deuda crecía peligrosamente.
Desde lejos sentía que algo importante estaba en juego, pero aunque mis planes eran otros, decidí pedir a mi padre incorporarme al grupo. Fueron meses difíciles, inciertos, pues un accionista externo como Mario Conde compró una participación y entró en el consejo. Su inversión trajo algo de oxígeno financiero, pero también supuso una amenaza a nuestra independencia. Por suerte, una cláusula nos permitió recomprar su parte; con el tiempo ha quedado claro que, si no lo hubiéramos hecho, el Grupo Godó hoy sería otro, muy distinto.
Esa primera experiencia me marcó, porque entendí que una empresa familiar dedicada a la información debe ser especialmente prudente con la deuda si quiere preservar su independencia. A veces, eso implica renunciar a crecer más deprisa.
Más adelante, llegaron desafíos aún mayores: la llegada de internet en 1995, los smartphones en 2007 y, en paralelo, la gran recesión. En una década, pasamos de tener una posición cómoda y dominante, a ver como nuestro modelo de negocio era puesto en cuestión. Los buscadores y las redes sociales reescribieron las reglas: captaban la atención del usuario, distribuían contenidos sin filtrar y acaparaban gran parte de la inversión publicitaria. Todo eso, sin las responsabilidades editoriales que nosotros sí asumimos.
Esta disrupción no solo impactó en las cuentas de los medios, también tuvo –y tiene– consecuencias en el equilibrio democrático de las sociedades. Aun así, siempre he preferido ver el vaso medio lleno: gracias a la tecnología, nunca hemos tenido tanto alcance. Hoy nuestros contenidos se leen en todo el mundo. Tenemos más lectores, más suscriptores digitales, más capacidad de innovar y actualizar en tiempo real. Apostamos por el cambio, por desarrollar productos digitales brillantes, sin abandonar la calidad del papel ni la fuerza de la radio.
En este camino ha sido clave el compromiso del equipo. La Vanguardia, RAC1, RAC105 e Historia y Vida son referentes en sus respectivos formatos y quiero detenerme en Mundo Deportivo, una cabecera que ha sabido combinar su historia centenaria con una apuesta clara por la transformación digital. Su comunidad lectora, fiel y exigente, nos empuja a innovar, a estar a la altura de lo que representa el deporte para tantas personas.
Un grupo empresarial no es una estructura inmóvil, al menos nosotros no lo entendemos así. Bajo su paraguas nacen y mueren iniciativas y todas enseñan algo. En el año 2000 lanzamos RAC1 y 8tv. La primera encontró su lugar: más fresca, más próxima, más conectada con lo que ocurre en la calle. Hoy es líder con más de un millón de oyentes. 8tv, en cambio, fue una batalla perdida. Lo intentamos todo, con energía y recursos, pero el mercado no dejaba margen. Persistimos más de la cuenta, cuando podíamos haber desistido antes. Aun así, si de dos apuestas una sale adelante con fuerza, el balance es positivo.
Años más tarde decidimos diversificar. Vendimos nuestra participación en Prisa Radio y otros activos no estratégicos, y con esos recursos dimos un paso hacia nuevos territorios. Así nació GMK, un subholding que agrupa agencias de creatividad, eventos, experiencias e influencia digital: Casanova, Experientia, Milkyway y RPM. Hoy GMK representa el 40% de nuestra facturación. Pero más allá del número, ha traído aire nuevo, talento joven y, sobre todo, entusiasmo renovado.
El Grupo Godó es una empresa rentable, sin deuda, con una estructura sólida y consolidada. Todas las piezas se sostienen entre sí y también tienen sentido por separado. Lo que las une es el contenido: el buen contenido. Informar, narrar, inspirar, emocionar. Esta es nuestra esencia y lo será también en todo lo que venga.
Cada área tiene margen para crecer, y lo hará. Estamos abiertos a nuevas alianzas y adquisiciones, pero siempre con una condición: que refuercen nuestro compromiso con el contenido y con la sociedad.
Si hay algo que me motiva especialmente son las personas. En el grupo hay una tasa de permanencia altísima, de tal modo que hay quien lleva más de veinte y treinta años con nosotros. Eso, para mí, es el reflejo de un compromiso mutuo, de una manera de hacer basada en la confianza. Confianza dentro del equipo, pero también la confianza de la gente. De nuestros lectores, oyentes, usuarios, suscriptores, de las marcas que apuestan por las capacidades de GMK. Ellos nos dan su tiempo, su atención, su criterio. Y nos exigen. Esa confianza es, sin duda, nuestro activo más valioso y también nuestra mayor responsabilidad.
Quiero terminar con algo esencial: el carácter familiar del Grupo Godó. Familiar en el sentido más genuino. Después de 144 años, el 100% del capital sigue en manos de la misma rama familiar. No respondemos a lobbies ni a intereses ideológicos. Solo a los principios del periodismo y a la voluntad de ser útiles a la sociedad.
La Vanguardia, como cabecera madre, ha establecido una línea editorial plural, respetuosa, transversal. En sus páginas caben opiniones opuestas. Mantiene la distancia necesaria con la actualidad para narrarla con rigor. Puede tratar con todos los partidos, pero no se deja condicionar por ninguno. Esa filosofía, construida capa a capa durante generaciones, es hoy la base sobre la que se apoyan todas las empresas del grupo.
En este punto, quiero rendir homenaje a mi padre, Javier Godó, que lleva más de sesenta años dedicados a este proyecto. Ha sabido mantener la independencia en los momentos más difíciles y ha sido y sigue siendo la brújula moral del grupo. Nada de esto habría sido posible sin él. Afortunadamente podemos seguir contando con su sabiduría desde su rol de editor. También a mi hermana Ana, con quien comparto este viaje desde hace tantos años. El futuro será mejor si lo seguimos recorriendo juntos.
Y así, después de más de tres décadas de aprendizajes, errores, decisiones, sueños y trabajo, afronto esta nueva etapa con serenidad, ilusión y gratitud. Confío plenamente en el equipo. Confío en nuestras marcas. Confío en la fuerza de la verdad, del respeto y del buen periodismo.


06 Julio 2025
Un gesto de generosidad
La vida es como un juego de cartas en las que el destino baraja los naipes y es difícil saber cuál te tocará. Aquel joven que quería ser periodista y tuvo la enorme fortuna de poder aprender el oficio al lado de maestros como Josep Maria Huertas Claveria, Josep Carles Rius o Antonio Franco, y que luego tuvo el honor de formar parte de la redacción de La Vanguardia, nunca habría podido imaginar que tendría el honor de ser su director y que viviría un momento tan trascendental como el que hoy disfrutan el diario y el Grupo Godó.
Porque Javier Godó, en un gesto de responsabilidad y generosidad, ha nombrado presidente ejecutivo del grupo a su hijo Carlos. Javier Godó seguirá como editor de LA VANGUARDIA, desde donde continuará pendiente de las cuestiones transcendentales del diario como ha hehco siempre y de lo que puedo dar cumplida fe.
El destino ha querido que Carlos Godó fuera a buscarme para regresar a LA VANGUARDIA hace ahora diez años para enfrascarnos en la gran aventura de relanzar la web del diario. Luego, su padre, Javier, me nombró director hace ahora cinco para ensamblar lo mejor posible ambas almas del diario y hoy estoy como director en este momento de cambio , que no es un relevo, puesto que Javier seguirá al frente de la edición de nuestro diario.
Carlos y su hermana Ana representan la quinta generación de la familia Godó, que recoge el testigo del diario fundado en 1881. Seguramente está será la transición más ordenada que se ha producido jamás, gracias a la decisión de Javier Godó, que no ha dejado nada al azar. Seguramente estamos ante el último y, para muchos, el mejor editor de prensa que ha existido en España, con un bagaje de más de sesenta años trabajando al pie del cañón y enamorado del oficio. Su hijo Carlos lleva camino de igualarlo, porque desde muy joven ya estuvo involucrado en toda clase de actividades del grupo desde muy abajo y conoce perfectamente las virtudes y las amenazas que se ciernen sobre nuestro futuro.
El momento es óptimo por la consolidación del grupo, tanto en el plano económico como en el reputacional. Solo puedo añadir que me siento muy afortunado de que el destino me haya permitido el privilegio de vivirlo como director.