31 octubre 1983

Hasta 48 diputados de los distintos grupos políticos se ausentaron de la votación, incluyendo Calvo Sotelo, Adolfo Suárez, Agustín Rodríguez Sahagún y Santiago Carrillo

El Congreso aprueba la primera ley del aborto con la oposición de la derecha y la decepción de la extrema izquierda

Hechos

En Octubre de 1983 el Congreso de los Diputados aprobó la Ley del Aborto.

Lecturas

FernandoLedesma  

D. Fernando Ledesma, ministro de Justicia del Gobierno de D. Felipe González (PSOE), cuyo ministerio desarrolló la primera Ley del aborto en España.

VOTACIÓN DE LA LEY DEL ABORTO EN EL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS:

  • Votos a favor: 186 votos (PSOE y algunos de CiU)
  • Votos en contra: 109 votos (Coalición Popular, ex UCD y algunos de CiU)
  • Abstenciones:  4 votos (PCE y EE)

COALICIÓN POPULAR Y EX UCD UNIERON SUS VOTOS EN EL ‘NO’

fraga_calvo El Grupo Popular, formado por Coalición Popular (AP + PDP) liderado por D. Manuel Fraga y el Grupo Centrista, formado por los antiguos diputados de la disuelta UCD, cuyo portavoz era D. Leopoldo Calvo Sotelo, votaron en contra de la Ley del Aborto.

LA DIVISIÓN DE VOTO DE CiU

roca_consti2 El grupo parlamentario que más se dividió fue el Minoría Catalana de Convergencia i Unió, formado por el partido Convergencia Democrática de Catalunya (liberal) y por el partido Unió Democrática de Catalunya (democristiano). Votaron a favor los diputados D. Miquel Roca, D. Josep María Trías de Bes y D. Jaime Casademont, mientras que el resto votó en contra.

LA EXTREMA IZQUIERDA NO RESPALDO LA LEY SOCIALISTA

bandres_ee Ni el diputado de Euskadiko Ezkerra, D. Juan María Bandrés, ni los diputados del PCE presentes (el Sr. Carrillo se ausentó) votaron a favor de la ley del aborto del PSOE por considerarla insuficiente.

ARESPACOCHAGA (AP): «UNA EJECUCIÓN SANGRIENTA LEGALIZADA»

arespacochaga En el debate sobre el aborto en el Senado (posterior a la aprobación por el congreso) destacó como voz opositora la del senador de Alianza Popular D. Juan de Arespacochaga, ex alcalde de Madrid durante el franquismo, que calificó aquella propuesta como «una ley de muerte» y que el aborto era «una ejecución sangrienta legalizada». EL resultado de la votación en el Senado fue de 55 votos en contra del aborto, frente a 134 que votaron a favor.

Cuando se tocan temas tan delicados como el del aborto, es imposible evitar el posicionamiento. El aborto era considerado por un gran sector de la sociedad como un símbolo de la libertad de las mujeres y por otro como un homicidio contra aquellos que menos podían defenderse, los no nacidos. Los católicos cuestionaban si el PSOE tenía competencia para legislar leyes que tocaban la conciencia de las personas, pero la realidad fue que los socialistas contaban con la mayoría absoluta, la llamada “apisonadora”, por lo que sin demasiados problemas aprobaron la Ley del  Aborto en octubre de 1983  con  48  diputados   ausentes.   EL PAÍS,   el  periódico    más leído se posicionó a favor, como también lo hizo DIARIO16.  No obstante, en el caso de EL PAÍS dio mucho ruído que en su tribuna permitieran la publicación de cartas de detractores del aborto, a destacar el anuncio “¿quién quiere matar a Nacho?” de la Asociación Pro-Vida el 1 de octubre de 1983, lo que desató una oleada de cartas a EL PAÍS de mujeres pro abortistas indignadas por su publicación. Lo que obligó a la redacción de EL PAÍS a publicar una nota donde recordaban: “EL PAÍS ha defendido editorialmente la despenalización  del  aborto”  para   luego   afirmar  que   Quizá valga, por último, a quienes no convenzan nuestros razonamientos, el consuelo de conocer la pobreza de los argumentos y la zafiedad estética de esa llamada Asociación Pro-Vida”.

Durante la votación de la ley, un grupo de mujeres pro-abortistas se manifestó delante del congreso para arremeter contra todos los que se oponían al aborto: se insultó a la madre del Sr. Fraga, se llamo “asesina” a al derecha política, se definió como “demonio” al papa Juan Pablo II y se abucheó a la madre Teresa de Calcuta. También se quemaron ejemplares del YA, el periódico de la Editorial Católica. El presidente del congreso, don Gregorio Peces Barba (PSOE), ordenó a los agentes de seguridad que disolvieran la manifestación al ser ilegal convocarla delante del congreso. EL PAÍS salió a favor de aquellas agitadoras y en contra el Sr. Peces Barba:

El presidente del Congreso ha enviado a los guardias (…) a detener a unas pacíficas manifestantes defensoras de la legalización del aborto, que discrepaban de la evidente tibieza del proyecto gubernamental. (…) Es norma de buena gobernación saber evitar el mal mayor y no provocarlo gratuitamente. La imposibilidad legal de celebrar manifestaciones ante el Parlamento para no turbar a sus señorías resulta un anacronismo absoluto en esta época de febril actividad de los medios de comunicación de masas, (…) La única señoría turbada por 25 o 50 personas pacíficamente concentradas en la carrera de San Jerónimo parece ser el presidente de la Cámara. Las manifestantes, por lo demás, deben estar felices: nunca dos docenas de personas lograron armar tanto ruido. (EL PAÍS, 7-10-1983)

Radicalmente en contra del aborto estaba el ABC que acusaba al gobierno de tentaciones totalitarias y no digamos EL ALCÁZAR que intentaba culpar a S.M. el Rey (uno de los mayores enemigos de aquel diario) por no hacer nada por impedirlo. Sin embargo era más simbólica la opinión del YA cuyos cambios constantes de director les impedían una línea editorial clara, pero cuyo principal accionista era la Iglesia. El día de la aprobación del aborto, el YA dirigido por D. Venancio Luis Agudo sacó en portada su editorial de rechazo.

Detrás del Estado y de sus instituciones está la sociedad y unos valores morales que antes que el Estado le pertenecen a ella (…) el derecho a la vida está por encima de todos los rodillos socialistas o no socialistas.El derecho a la vida es un patrimonio de la sociedad. (YA, 7-10-1983) 

 

07 Octubre 1983

Nada Definitivo

YA (Director: Venancio Luis Agudo

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El Congreso ha aprobado el proyecto de despenalización del aborto, como estaba previsto. Lo aprobará el Senado. Será ley. Pero esto no va a ser el final de nada.

En primer lugar, porque queda el Tribunal Constitucional. Pero, sobre todo, porque detrás del Estado y de sus instituciones están la sociedad y unos valores morales que antes que el Estado le pertenecen a ella y de los que es natural depositaria y abanderada frente a quien los desconoce: el derecho a la vida está por encima de todos los rodillos socialistas o no socialistas.

El derecho a la vida es un patrimonio de la sociedad. Pero decir sociedad quiere decir cada ciudadano. Es cada español quien en la intimidad de su conciencia va a decidir si esta ley es, en un país de profundas raíces humanas como España, un triste episodio o algo irreversible. Serán los españoles los que decidan si, cuando la ciencia afirma, cada vez con más seguridad, que hay vida humana desde el primer momento de la concepción, convertiremos en definitiva la desprotección jurídica de esa vida tan sólo porque un partido, que se siente incapaz de cumplir su programa en los puntos vitales que afectan a la mayor parte de los españoles, quiere empeñarse en cumplirlo en lo que más pueda humillarles. Los tribunales del Estado no podrán condenar determinadas aberraciones humanas, pero existen otro tribunal, más alto e inapelable, la conciencia. Y ante él, cualquier hombre, cualquier mujer, es simultáneamente acusado, fiscal, juez y, llegado el caso, culpable condenado.

Ya

07 Octubre 1983

Ley, aborto y necedad

Manuel Martín Ferrand

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Por diez votos, por los pelos, ya tenemos ley del aborto. Demasiado ruido para tan pocas nueces. Demasiado precio para tan poca mercancía.

Cuando un asunto procedimental ha llevado a un político tan caracterizado y honesto como Pablo Castellano a afirmar que ‘la conciencia del político es el programa del partido’, negación cuasi total de la libertad individual y de la dignidad del hombres, es que las cosas no están tan claras como parecen.

El PSOE; y por ende el Gobierno, se ha gastado hasta el infinito para vender una mercancía de escasa demanda y que, al final de la cuenta, tiene pocos compradores. La derecha indignada, la izquierda desconcertada y las abortistas sin atender es demasiado collar para el escasísimo perro que se debatía.

Pero tiene el caso el valor de un símbolo. UN partido serio y fuerte ha llegado a puntos cercanos al esperpento sólo para no descomponer la figura en los salones de las casas del pueblo. Demasié, que dicen los castizos. Eso no es coherencia, es únicamente fanfarronería. Lo que la sociedad espera del cambio es atendimiento de los problemas y, sobre todo, un lógico orden en las prioridades. Al final, cuando no es así, todo se queda en cohetes y en verbenas.

Ya tenemos una ley que nace para n ser cumplida y que no le gusta a nadie. Y tenemos, por añadidura la duda sembrada por Castellano sobre las fronteras de la conciencia de los políticos del PSOE. Ya digo, demasié.

Camilo José Cela dice que le aburre la necedad de la gente. A mí, con muchísimos menos merecimientos, me pasa lo mismo.

Manuel Martín Ferrand

14 Diciembre 1986

Aborto libre y progresismo

Miguel Delibes

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En estos días en que tan frecuentes son las manifestaciones en favor del aborto libre, me ha llamado la atención un grito que, como una exigencia natural, coreaban las manifestantes: «Nosotras parimos, nosotras decidimos». En principio, la reclamación parece incontestable y así lo sería si lo parido fuese algo inanimado, algo que el día de mañana no pudiese, a su vez, objetar dicha exigencia, esto es, parte interesada, hoy muda, de tan importante decisión.

El feto aún carece de voz, pero, como proyecto de persona que es, parece natural que alguien tome su defensa, puesto que es la parte débil del litigio.

Y el caso es que el abortismo ha venido a incluirse entre los postulados de la moderna «progresía».El ideario progresista estaba claro y resultaba bastante sugestivo seguirlo. La vida era lo primero, lo que procedía era procurar mejorar su calidad para los desheredados e indefensos. Había, pues, tarea por delante. Pero surgió el problema del aborto, del aborto en cadena, libre, y con él la polémica sobre si el feto era o no persona, y, ante él, el progresismo vaciló. 

En nuestro tiempo es casi inconcebible un progresista antiabortista. Para estos, todo aquel que se opone al aborto libre es un retrógrado, posición que, como suele decirse, deja a mucha gente, socialmente avanzada, con el culo al aire. Antaño, el progresismo respondía a un esquema muy simple: apoyar al débil, pacifismo y no violencia. Años después, el progresista añadió a este credo la defensa de la Naturaleza. Para el progresista, el débil era el obrero frente al patrono, el niño frente al adulto, el negro frente al blanco. Había que tomar partido por ellos. Para el progresista eran recusables la guerra, la energía nuclear, la pena de muerte, cualquier forma de violencia. En consecuencia, había que oponerse a la carrera de armamentos, a la bomba atómica y al patíbulo.

Si el progresismo no es defender la vida, la más pequeña y menesterosa, contra la agresión social, y precisamente en la era de los anticonceptivos, ¿qué pinto yo aquí? Porque para estos progresistas que aún defienden a los indefensos y rechazan cualquier forma de violencia, esto es, siguen acatando los viejos principios, la náusea se produce igualmente ante una explosión atómica, una cámara de gas o un quirófano esterilizado.

07 Octubre 1983

La hora del renacimiento

Antonio Castro Villacañas

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Hace ya mucho tiempo que la moral tradicional está en bancarrota. Para gran parte de la humanidad, las ideas cristianas son algo así como la basura de la historia; su simple presencia significa – según algunos – un insulto para la inteligencia humana. Lo malo es que cuanto nos proponen en su lugar no resiste el menor análisis crítico. Veamos, por ejemplo, lo que sucede con el aborto. Según sus partidarios, se trata de un paso más en el proceso de la liberación de la mujer. No es cierto. En realidad es un paso atrás, una consecuencia de creer que la economía es el fundamento de la civilización contemporánea. La exaltación de lo económico conduce a que el hombre se enfrente con tareas desprovistas de sentido, llevándole a hacer un mundo que-no-es, negativo, asilado de sí mismo. Desde un fundamento económico, ¿cómo puede pedirse al hombre que supere  su egoísmo y acepte el peso de la familia? La pregunta no puede ni siquiera formularse, porque nuestro tiempo es por esencia individualista, y, desde esta perspectiva, si sólo existe o vale lo individual, la única salida  del fenómeno existencial es la muerte. Y tras la muerte, nada.

El nihilismo que encontramos tras el erotismo actual – anticoncepción, aborto – no es fruto del azar, ni constituye una opción pasajera y reversible; es la expresión moral del materialismo económico. Un embarazo, un parto, significan mayores obligaciones, repartos, menores beneficios. Desde Maithus la población constituye un problema: se teme la competencia, el que un nuevo ser disputa y aminora nuestro modo de vida y nos haga vivir peor. El materialismo económico encausa el porvenir de la especia humana. Desde su perspectiva, el embarazo es un auténtico escándalo, pues atenta contra las sagradas prerrogativas del individuo, porque le obliga a trabajar más y le limita o retira el placer. Lo económico, convertido en fundamental, entre en conflicto con lo vital, y nos conduce a vivir la sexualidad de un modo antihumano, antinatural. Al rechazo de la reproducción se le da el nombre de liberación sexual. Uniendo liberación con negación se llega al nihilismo. Para liberarse, el individuo debe rehusar el prolongar la vida; si la da, si engendra, ello se supone un incremento de gastos; en consecuencia, de trabajo; por tanto, una disminución del tiempo necesario para ‘su vivir’… En cualquiera de los dos casos, la vida queda comprometida. La liberación sexual se convierte así en una especie más del terrorismo, en una imposición dictatorial: si quieres vivir ‘tu’ vida, tienes que matar.

Una pareja sin hijos es – también desde el punto de vista económico – una empresa sin futuro. ¿Qué significa, qué vale en el fondo un amor, si es mortal? Con demasiada frecuencia, la unión de un hombre y una mujer se convierte en una simple operación comercial, donde cada término se valora como mercancía o como herramienta. No pueden tenerse hijos sin dinero: la violencia económica que se hace a la vida desde esta simple afirmación no puede escamotearla ninguna filosofía. Por eso los materialismos se revuelven contra los idealistas, y les acusan de obscenos. El escándalo radica en tener hijos, no en liberarse de ellos. La reproducción no es económicamente rentable. La economía ya no está al servicio del hombre: o amenaza la especie o destruye al individuo. Aplastada entre los dos términos de la hipotesis la vida desaparece. El hombre deja de señorear el mundo. Es un esclavo de la producción y del consumo, un trabajador a la fuerza que sueña a cada instante con su liberación

El mito de nuestro tiempo lo constituye la imagen de don Juan. En forma de varón, de mujer o de andrógino, don Juan protagoniza solitario y cínico, ante el mundo embelesado, embobado, el último gran espectáculo de nuestra civilización: el erotismo. Don Juan, hermafrodita, mujer o varón, es el sueño de los humanos. sus diferentes versiones ocupan, llenan, las páginas de los periódicos, las pantallas de la televisión, el cine, el teatro… Los donjuanes reinan en la mediocre y lúgubre sexualidad del mundo moderno. Nadie puede extrañarse de que los auténticos humanistas y los verdaderos revolucionarios coincidan en rechazar viva y violentamente la permisividad de las costumbres.

El mundo necesita recobrar el auténtico sentido de la vida, superando cualquier individualismo reseco y cualquier cadavérico substrato laico. La moral humana y revolucionaria constituye una exigencia total: el hombre sólo existe de verdad cuando se da a fondo. El individualismo es un coitus interruptus, y su consecuencia – la supremacia del derecho al placer sobre el honor del deber – se convierte en el coche fúnebre de la historia para cada democracia socio-burguesa. Ninguna entidad histórica puede realizarse sobre la contabilidad y el libertinaje. Ha sonado otra vez la hora de las alegres disciplinas del renacimiento. Hay que trabajar con amor. Hay que amar con responsabilidad y trabajo. Se debe hacer obra. Debemos crear, engendrar, hijos y cosas. El hombre  es un ser portador y transmisor de vida, no un cobarde y refinado adorador de la muerte, de la vida mortal que se acaba en sí misma. Quien no engendra, quien no para, es un reaccionario.

Diego Boscán (Antonio Castro Villacañas)