20 febrero 1954
Es la primera vez que un periódico se posiciona en la polémica aunque su colaborador, Azorín, expresa un criterio diferente
El diario ABC de Luis Calvo publica un editorial contra el doblaje: «deforma el cine extranjero y perjudica grandemente al español»
Hechos
El 20.02.1954 el diario ABC publicó el editorial ‘Doblajes’.
20 Febrero 1954
Doblajes
El hecho de que este vocablo no haya sido todavía aceptado por la Academia, obliga, si no a una justificación de su empleo, sí, por lo menos, a un esbozo de definición. El ‘cine’ sonoro, que ha producido un impacto tan profundo sobre la humanidad actual, en su ininterrumpida carrera de perfección y complicación, ha traído el doblaje, esto es, la traducción ya que no de su música, que es un lenguaje internacional, sí de sus diálogos. Con esto hemos perdido la auténtica voz de los actores, el paralelismo entre las palabras, los movimientos de los labios y los gestos, y el genio lingüístico de la obra de arte fílmica. Todos los riesgos del dicho italiano – traductor, traidor – se han agigantado en el cinematográfico. Más de una vez la versión se ha convertido en adaptación, o lo que es peor, en deformación estilística e incluso argumental. Muy pocos españoles conocen el timbre de voz de Ingrid Bergman o de sir Lawrence Olivier. Pero conocen, en cambio, la especial modulación de los actores españoles que hablan -a veces excelentemente – por sus colegas extranjeros, y que nos suelen dar una misma versión fonética de diferentes actores de allende fronteras.
No es nuevo el antagonismo entre el cinematógrafo doblado y las versiones originales. Son muchos los países que mantienen un sistema mixto, y no pocos los que practican muy escasamente el doblaje. En España es fenómeno insólito el de la versión original. Con ello se asesta un duro golpe a la producción española propiamente dicha, que tiene que competir ante el público con la importada, en condiciones desfavorables. Nuestro ‘cine’ es más joven y dispone, por lo tanto, de menos medios y experiencia que el extranjero. Acontece además que de este solo llega a nuestro país lo más selecto, capaz, sin embargo, de superar en número a la producción nacional. Hasta las condiciones económicas son más favorabes para las grandes empresas norteamericanas. Sólo la lengua está, en principio, a favor de los ‘films’ nacionales. Pero, he aquí que, por obra y gracia del doblaje, se arrebata este privilegio natural al ‘film’ español. Esta sería una razón suficiente para inclinarse por las versiones originales; pero es que éstas tienen, además de la ventaja de ser un excelente y casi insustituíble medio medio de pedagogía lingüística la de ofrecernos en toda su pureza y sin adulteraciones, la obra de arte fílmica. El doblaje no es, en rigor, una traducción, sino una interpolación. Hay algo que se introduce como de contrabando. Permanece el gesto; pero entre las bambalinas hay una voz, voz en discordia, que en lugar de ‘darling’ dice ‘querido mío’ cuando no simplemente ‘buenas tardes’. El doblaje no sólo deforma el ‘cine’ extranjero, sino que perjudica grandemente al español. Es la vía económicamente fácil y, desde el punto de vista de las masas, la línea de menor resistencia. En algunos países se ha dado un paso atrás y se ha vuelto a las versiones originales. La transición se ha llevado a cabo felizmente. Ni siquiera ha disminuído el número de aficionados. Esperemos que esta experiencia se intente algún día entre nosotros.
26 Febrero 1954
Los Doblajes
Los puristas del cine quisieran darnos el cine extranjero en rama, el cine sin manipulaciones, el cine sin doblajes. El suyo es un ideal loable; pero imposible. No podemos imaginar a un espectador, en un pueblo cualquiera contemplando una película sin doblaje, en inglés, en francés, en japonés, en una lengua de extranjis. No serviría de nada la palabra y, sin embargo estaríamos oyendo – no digo escuchando – un sonsonete interminable. Los letreros pasan vertiginosos. ¿Lo leemos? Perderemos entretanto un gesto, un ademán, un incidente curioso. ¿No los leemos? Nos extraviamos en la maraña de la fábula. La voz en necesaria; el tono, las inflexiones, tienen su expresividad, su elocuencia, que nos hechizan. Necesitamos voces que comprender; nos las da el doblaje. Creo que casi todos doblamos todos los días. No leemos la Biblia en hebreo, ni la Odisea en griego, ni ‘Los hermanos Karamazov’ en ruso; apelamos al doblaje. Leemos todos estos libros – si no sabemos su idioma original, que no lo sabremos – en un castellano más o menos puro.
No seamos proteccionistas a ultranza. “Necesitamos ver – se nos dice – las exactas correspondencias labiales” – Pero – contesto – ¿las veían, ni exactas ni inexactas los antiguos públicos de Grecia y Roma? Tan impropiedad como esa labial es el tono alto de voz que se empela en el ‘cine’; habituados al ‘cine’. Luego el teatro nos parece mortecino. Y también a esa impropiedad estaban sujetos los intérpretes de Sófocles en Atenas y de Plauto en Roma.
En la bella película – rodada en Hollywood – ‘Cantando bajo la lluvia’, se expone un caso tragicómico de doblaje; obedece a causas distintas de las susodichas: tránsito del ‘cine’ mudo al ‘cine’ fónico. Había dejado para lo último lo que más fuerza me hace: no puedo renunciar a la eufonía – la cadencia – del idioma español. En una gran película como ésta, ‘Singing in the rain’, con prodigiosos actores, cual son los norteamericanos, es curioso observar de qué modo el habla castellana imprime a la obra un especial cariz: los gestos, los ademanes, los movimientos, las miradas, concuerdan con las resonancias de una lengua magnífica. No desmerece del idioma original su obligado sucedáneo. Nos compenetramos más con un pueblo escuchándole nuestro idioma que no escuchando el suyo. ¡Con qué simpatía acogemos – en una casa de campo, por ejemplo – a este extranjero descaminado que se acerca a nosotros chapurreando nuestra lengua. ¿Por qué tendremos que recordar estos rudimentos de sicología?
Ahora, si queréis, procedamos en sentido inverso. Doblemos en inglés, en francés, en alemán, una película española, de las más íntimas nuestras: “La Revoltosa”, verbigracia. Al punto advertiremos cómo todo, en la obra se separa de nosotros, se distancia, se aleja. ¡Qué lástima! Fruncimos el entrecejo; tendemos las manos hacia estos compatriotas nuestros, que casi ya no son compatriotas. Y desde lejos, contristados, enternecidos, saludamos a la sin par Carmencita Sevilla.
Azorín
El Análisis
¿Los doblajes en muchas ocasiones se convirtieron durante años versiones propias a criterio del ajustador o director de doblaje de turno? Claro que sí. Pero eso al pueblo llano qué le importa. Quieren entretenerse con las películas y las distribuidoras norteamericanas sabían bien que el público que les hacía ganar dinero en España o Italia era el pueblo llano y no los críticos cinéfilos y quejicas. Ergo el doblaje era su aliado.
Pero vamos al otro argumento del periódico dirigido por D. Luis Calvo , el de la competencia desleal con el cine español: «Sólo la lengua está a favor de las películas nacionales» viene a decir el ABC, y lo peor es que es un argumento que, precisamente por su simpleza resulta irrefutable. Ciertamente, el doblaje iguala a las películas extranjeras con las españolas en llegar al pueblo llano, incluso puede que las pone en mejor situación, porque a veces se entendían mejor.
¿Sin el doblaje hubiera ido menos gente al cine a ver pelis yankis? Sin duda. Pero… ¿Sin doblaje hubiera habido más gente viendo más cine español? Nunca se sabrá, pero se puede comparar los datos de España con los de la vecina Portugal, donde no hay doblaje… ¿cuál es el porcentaje de gente que ha ido al cine a ver películas portuguesas? Los datos no parecen favorables a los detractores del doblaje.
J. F. Lamata