22 diciembre 1999

La Audiencia actúa a instancias de la Fiscalía Anticorrupción que encabezan los fiscales Carlos Jiménez Villarejo y Carlos Castresana

El juez de la Audiencia Nacional García Castellón interviene el Atlético de Madrid, echa a Jesús Gil y lo reemplaza por Rubí

Hechos

  • En diciembre de 1999 el juez de Instrucción de la Audiencia Nacional, Sr. García Castellón, ordenó la intervención del Club de Fútbol Atlético de Madrid, destituyendo de sus cargos a los directivos, Sres. Jesús Gil, Enrique Cerezo y Miguel Ángel Gil, nombrando en su lugar a un administrador judicial, D. Luis Manuel Rubí, para que dirigiera el club en su lugar.

Lecturas

D. Jesús Gil y Gil ha dejado de ser Presidente del Atlético de Madrid que ha sido intervenido por la Audiencia Nacional a instancias del juez García Castellón. El club rojiblanco afronta una investigación y mientras esta dure el club estará controlado por D. Luis Manuel Rubí, en calidad de ‘administrador judicial’.

JESÚS GIL ANUNCIA QUE SE PRESENTARÁ LAS ELECCIONES ANTE SU DESTITUCIÓN

A pesar de que D. Jesús Gil, presidente del partido político Grupo Independiente Liberal (GIL) había renunciado públicamente a presentarse a las elecciones generales, pensando que con ello frenaría las acciones de la justicia contra él. El alcalde de Marbella ha anunciado que ante su destitución en el Atleti, presentará candidatura a la Presidencia del Gobierno por el GIL ocupando el primer puesto en la candidatura del GIL por Madrid.

EL CASO DE LAS CAMISETAS

1999_Gil_caso_camisetas Uno de los casos por los que el Sr. Jesús Gil es acusado es por haber pagado con dinero del Ayuntamiento de Marbella una importante cantidad de dinero para el equipo de fútbol del Atlético de Madrid presentado como pago por usar el nombre de la ciudad como patrocinador del equipo sin que constara en la contabilidad oficial del ayuntamiento hasta tiempo después de que se produjera.

23 Diciembre 1999

El futuro del Atlético

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Un auto del juez García Castellón ha destituido al Consejo de Administración del club Atlético de Madrid, con Jesús Gil a la cabeza, ha nombrado un administrador judicial del club y ha ordenado asimismo el embargo, intervención y secuestro de las acciones de la sociedad anónima deportiva. El auto enumera indicios de varios delitos presuntamente cometidos por Jesús Gil y los actuales administradores, entre ellos uno de apropiación indebida de casi 8.800 millones de pesetas, que podrían ampliarse hasta casi 9.500 millones a través de «sucesivas operaciones para las que se han servido del club». El juez afirma que para ello «han usurpado la condición de principales accionistas y administradores que nunca les correspondió legalmente, y han falsificado la documentación contable y mercantil que les ha permitido mantener durante siete años la ficiticia titularidad formal de la entidad, mientras aprovechaban dicha posición para vaciar patrimonialmente el club deportivo y enriquecerse a coste de los socios y del erario de la Hacienda pública y de la Seguridad Social».Quizá se pueda decir de forma más extensa, pero no más clara. Lo que ahora le corresponde al juez es convertir lo que considera indicios decisivos en pruebas solventes dentro de un proceso garantista. Si las cosas son como describe el juez, la intervención judicial es lo mejor que le puede suceder en estos momentos a un club de la historia del Atlético de Madrid. Sin llegar a los extremos de lo que se conoce como alarma social, era un valor admitido entre los aficionados del club colchonero que las prácticas financieras del equipo Gil eran poco transparentes y que la imagen del club se estaba deteriorando, en virtud de los particulares procedimientos de confusión entre patrimonio público, societario y privado, en beneficio del alcalde de Marbella. El nombramiento de un administrador judicial debe contribuir a aclarar la situación financiera y societaria del club, cuya gestión sólo debería permanecer en esta situación anómala el mínimo tiempo posible.

La gestión económico-financiera está íntimamente ligada a la evolución deportiva de un club de fútbol. El talante de Gil y la sospecha creciente sobre sus prácticas financieras tenían mucho que ver con las pobres prestaciones de los jugadores en el campo. Todo lo que contribuya a convertir el club en una entidad transparente servirá también para recuperar la mentalidad competitiva de los jugadores.

Gil debe contar con todas las garantías legales que ofrece la justicia, a pesar de los feroces dicterios que ha lanzado contra los jueces. Tendrá oportunidad de demostrar, por ejemplo, como dijo ayer en conferencia de prensa, que depositó los avales de más de 2.000 millones de pesetas para convertir el club deportivo en sociedad anónima deportiva. La Federación Española de Fútbol, como autoridad del ramo, debería contribuir a que el procedimiento de intervención abierto por el juez sirva para esclarecer de una vez el estado real del club; y para ello, su mejor contribución sería ayudar a la justicia ordinaria y no suscitar conflictos innecesarios.

22 Diciembre 1999

Respeto para la ley y para los rojiblancos

MARCA (Director: Manuel Saucedo)

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La intervención judicial en el Atlético de Madrid tiene por objeto proteger al club. Se trata de una acción habitual en el devenir empresarial cotidiano. Cuando una empresa está en peligro por presuntas irregularidades administrativas, el juez tiene la potestad de intervenir con el objeto de salvaguardar dicha empresa.

En el caso del Atlético de Madrid, la intervención de García Castellón, que MARCA respeta, ha tenido una trascendencia más allá del mero hecho judicial. Y es que el Atlético de Madrid es una empresa pero también es un símbolo, un sentimiento, una afición. No es una industria impersonal que fabrique tornillos.

El Atlético tiene dos vertientes, una administrativa y otra deportiva. Es en esta última en la que la judicatura debe mostrar una especial sensibilidad. Que haya presuntas irregularidades en la contabilidad no significa que haya que dejar morir un sentimiento. Si existen anomalías, MARCA está de acuerdo en que se persigan. Dejemos actuar a la ley, pero que la ley no sea insensible, mientras tanto, a lo que significa un club de fútbol.

23 Diciembre 1999

Intervención, inmigrantes y goleada

Alfredo Relaño

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La noticia estalló a media mañana y se colocó entre la monótona letanía del Sorteo de Navidad, que ocupaba todas las radios y todas las televisiones: a Gil le han quitado el Atlético. El juez García Castellón ha ordenado la intervención del club. Más o menos, se esperaba. Desde que se le ocurrió agitar el avispero de Ceuta y Melilla, Jesús Gil pasó de ser un ciudadano singular al que se le reían todas las gracias a convertirse en una especie de enemigo público número uno. Sus papeles han sido mirados a fondo y al trasluz y el resultado es éste. El juez ha encontrado motivos suficientes para la intervención del Atlético.

Gil ha hecho siempre las cosas a su manera. Gil entiende que las normas obligan a los demás, no a él. Piensa que sus intenciones son buenas y que sus logros están ahí, y que por tanto tiene derecho a adelantar por el arcén. El auto refleja alguna práctica de Gil que produce escalofríos, como la de utilizar inmigrantes en la indigencia como supuestos futbolistas para generar activos ficticios.

¿Y qué va a pasar ahora con el Atlético? Sencillamente, ya no es el Atlético de Gil, salvo que éste lo recupere en los tribunales, cosa difícil. Pero sigue siendo el Atlético de Madrid, una institución de fuertes raíces en la ciudad, con muchos partidarios en el resto de España. Un depósito de afecto, de ilusiones y de recuerdos compartidos. Su fuerza interior debe resistir el vértigo de estos momentos, en los que se siente en el aire. Anoche dio la primera muestra de su poder de regeneración: afición entregada, feliz regreso de Kiko y goleada al Oviedo.

Alfredo Relaño

23 Diciembre 1999

Ayer llegó la tempestad que se presagiaba

Juan Manuel Gozalo

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Ha caído la noche sobre el gran castillo colchonero. Todos llevamos dentro, aunque muchos no lo sepan, ni siquiera lo intuyan, un fiscal y un juez. Yo, por ejemplo, apelo a mi parte fiscal, me investigo e informo al lado judicial. Y muchas veces, lo reconozco, ni yo mismo soy capaz de absolverme. Por eso no osaré ni fiscalizar ni enjuiciar a Jesús Gil ni a sus allegados, ni a sus socios. Pero tampoco eludiré afirmar algo que se pretendía.

Crisis Visible. Los síntomas de la crisis eran demasiado visibles. Al margen resultados deportivos, la vida del club es tormentosa. Los vientos de Marbella, huracanados, golpeaban la nave rojiblanca y presagiaban la llegada de la tempestad. Ayer llegó. Defendiendo desde hace mucho que Jesús Gil se dejó llevar por su temperamento. Creció mucho y muy de prisa, y mostró una actitud arrogante, osada, temeraria y, sobre todo, retadora. Vulnerable. Nadie en su entorno tuvo la fuerza de carácter para inyectarle cautela, ponderación, prudencia y moderación públicas.

Teoría del estanque. Su camino fue el de Atila: arrasador. Y eso se paga. No sé a qué precio, pero se paga. Apunto aquí – le gusta mucho a Relaño – la teoría del estanque. Cuando está lleno de agua aporta paz y produce calma. Agua mansa, serena, tranquila. Pero, de repente, alguien corta el suministro y el nivel empieza a bajar. Lenta, inexorablemente. Y poco a poco aparecen restos. Allí están. En el fondo. Surgiendo como fantasmas inesperados, acusadores, feroces.

Sin fuerza vital. Eso le ha sucedido a la tribu del río. Le han suprimido el flujo, el torrente sanguíneo, la fuerza vital. Horas negras, muy dolorosas, para un club histórico, penitente en la Liga y crucificado en la vida.

J. M. Gozalo

23 Diciembre 1999

El Gil saqueador

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Muy pocas noticias pueden inducir a una cadena nacional de radio a interrumpir su retransmisión del sorteo de la Lotería de Navidad. Pero eso es lo que ayer hacía la Cope, donde a media mañana José María García adelantaba los detalles de la espectacular intervención del juez Manuel García Castellón -es decir, de la Audiencia Nacional- en el caso Gil, decretando el embargo de las acciones del Atlético de Madrid, la destitución de Jesús Gil y de todo su consejo y el nombramiento de un administrador judicial.

Lo que ha decidido el juez García Castellón es atender la razonada petición del fiscal Anticorrupción, que ha solicitado estas medidas cautelares ante el peligro de que los delitos continuados que se imputan a Gil y a sus adláteres continúen o se reproduzcan. Son delitos graves de corrupción sobre los que EL MUNDO ha venido informando en detalle, que ponen de relieve la catadura del personaje e indican hasta dónde podría llegar en otros ámbitos… Por fortuna, parece que la Justicia podrá poner coto a todo ello.

La decisión judicial se justifica, sobre todo, por una demoledora premisa: hay claros indicios de que Gil y su vicepresidente no son los verdaderos propietarios del 94,5,% del club, sino que engañaron al Consejo Superior de Deportes presentando unos avales de 1.950 millones de pesetas concedidos por sendos bancos que 24 horas más tarde se devolvían: jamás entró ese dinero en las arcas del club. Más bien, el paso de Gil por el Atlético es, según el auto del juez, una larga historia de depredación, con episodios tan grotescos como la compra por 1.100 millones, a una sociedad del propio Gil, de los derechos sobre cuatro futbolistas que nunca llegaron al primer equipo. En total, un fraude de más de 9.000 millones. Enorme… pero puede quedarse corto cuando llegue a los tribunales el otro saqueo, el del Ayuntamiento de Marbella que investiga Anticorrupción.

En Europa ya se han dado intervenciones judiciales similares. En España no existían precedentes. De ahí el aldabonazo. Se veía venir, desde luego. Los aliados mediáticos y políticos de Gil han ido haciendo mutis por el foro: el abogado de Polanco, Matías Cortés -siempre raudo a la hora de saltar de los barcos que se hunden- ha dejado su defensa; Felipe González y Carmen Romero, que tan ardorosamente le respaldaban, callan hoy.

Durante años, Gil ha saqueado a los socios del Atlético y a los marbellíes. Sentó las bases para hacerlo también en Ceuta y Melilla y pretendía convertir el Parlamento en su parapeto. Le espera un largo calvario judicial.

11 Enero 2000

Atlético de Gil

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Todo en Gil es desmesurado, pero lo que ahora se está conociendo en relación con su gestión como presidente, primero, y propietario, después, del Atlético de Madrid supera cualquier previsión: le acusa la Fiscalía Anticorrupción de haberse apropiado del club sin desembolsar una peseta, de quedarse con 112 millones aportados por antiguos socios al producirse su transformación en sociedad anónima, de haber engañado a los socios haciéndoles reconocer deudas inexistentes a su favor y, en definitiva, de haberse aprovechado, él y el resto de los administradores, de su posición para enriquecerse «en la misma proporción en que empobrecieron a la sociedad».Hay detalles tan increíbles que hacen dudar: cómo es posible que alguien tan famoso, tan sometido a escrutinio público, pueda vender al club que presidía el derecho a quedarse con la plusvalía generada por la venta de jugadores a precio superior al de su adquisición, o que pueda pagar las deudas contraídas por él con la entidad vendiéndole a ésta a precio de crack los derechos de cuatro jugadores desconocidos. Todo es tan insólito que invita a tomarlo a broma; a pensar que alguien exagera; que habrá alguna explicación alternativa. O bien que hay una operación para acabar con Gil.

Puede que la haya, pero eso explicaría que se hayan desvelado los hechos ahora, no que hayan ocurrido. Y son muy graves. Es probable que las cosas sean, en efecto, más complicadas de lo que parecen; que las deudas no sean ficticias, sino simplemente incontroladas, lo cual ya sería gravísimo cuando estamos hablando de miles de millones. En fin, tal vez existan circunstancias atenuantes para esos comportamientos aparentemente delictivos. Pero eso es algo que deberán dilucidar los jueces, con las garantías que exige la justicia penal. Lo que no puede ser es que con la excusa de la popularidad del fútbol, o de la representatividad social del Atlético de Madrid, alguien pueda actuar impunemente al margen de la ley.

Algunas de las vías de defensa ensayadas son que se trata de un ataque a un club histórico, que todos los equipos hacen lo mismo -caja B, compensaciones- y que detrás del asunto hay una venganza del Gobierno por la ampliación del campo de actuación política de Gil. Lo primero es falso, por más que muchos seguidores rojiblancos hayan llegado a identificar a su club con la persona de su famoso dueño; lo segundo es probable, pero la única consecuencia lógica es que prosigan las investigaciones abiertas también a otros clubes, como único medio de evitar que el fútbol sea un coto de impunidad manejado por los más atrevidos; lo tercero es, en teoría, posible, pero cuesta creer que la Fiscalía Anticorrupción actúe siguiendo órdenes de Aznar. Ayer, frente a la Audiencia, mientras Gil declaraba, algunos seguidores daban gritos alusivos al supuesto interés de Telefónica en aprovechar la crisis para hacerse con el Atlético de Madrid a bajo coste. Esto último es tan increíble como las otras cosas increíbles que han ocurrido, por lo que no debería descartarse que sea cierto.