29 mayo 2001

El obispo Emmanuel Milingo es apartado por El Vaticano de sus funciones tras anunciar que ha contraído matrimonio

Hechos

El 29 de mayo de 2001 El Vaticano apartó de sus responsabilidades a Emmanuel Milingo,  obispo de Lusaka.

16 Agosto 2001

Milingo

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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El ex obispo de Lusaka, Emmanuel Milingo, vuelve a ser fiel a la Iglesia católica. Los ‘fraternales consejos’ de que ha sido destinatario parecen haber tenido efectos tan milagrosos como los exorcismos y las batallas particulares contra el diablo que este obispo zambiano acostumbraba a librar. Han bastado unos días de conversaciones directas con miembros de la jerarquía vaticana para que el díscolo obispo se manifestara en una carta, que no en persona, convencido de haberse comportado como un atolondrado adolescente en su decisión de romper con Roma y casarse con una mujer surcoreana, nada menos que por el rito de la secta Moon.

Milingo siempre fue un excéntrico. Si a casi nadie en el Vaticano le hacían gracia sus cruzadas de exorcismo indígena, menos aún se entusiasmaron con su participación en el Festival de San Remo, su gira con monjas cantantes o el disco que grabó en zulú con Lucio Dalla, Gubudu (Borracho). Es sabido, al menos desde el siglo V, que, en lo que respecta a bromas, Roma admite las mínimas.

Estamos ante el argumento de una ópera bufa, pero no sólo. Hay datos para la reflexión. Personas poco dadas a bromas tienen muy buena opinión de Milingo. Y es sabido que la secta Moon utiliza técnicas muy elaboradas para arrebatar la voluntad a quienes son objeto de su agresivo proselitismo. En varios países hay causas judiciales abiertas que intentan dilucidar en qué medida esta organización manipula conciencias y afectos con fines de poder e influencia. Pero también llama la atención que una institución con 2000 años de experiencia sea incapaz de ofrecer otra cosa que una poco convincente carta del propio Milingo. Atrás queda una mujer recién casada, de nuevo soltera y, según insinuaciones propias, embarazada de su efímero marido. Lo que plantea un dilema moral. Que un hombre abandone a su mujer es algo que está mal desde cualquier credo. ¿Deja de estarlo si quien abandona es un obispo?

03 Septiembre 2001

Milingo, 3: el desenlace

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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El arzobispo de Lusaka, Emmanuel Milingo, ha concluido su gran escapada. Ha vuelto al seno de la Iglesia católica y la pasada semana consumó oficialmente la ruptura de su enlace matrimonial con la acupuntora surcoreana María Sung. En el único contacto directo entre ambos desde que el prelado fuera persuadido para que regresara a la Iglesia y abandonara a su esposa, Milingo acudió a un hotel cercano al Vaticano para convencer a Sung de que renunciase a sus protestas porque su decisión era definitiva. Milingo llegó al establecimiento con varios acompañantes, entre los que se encontraba el portavoz del Vaticano.

Todo hace pensar que las autoridades de la Santa Sede querrán que la opinión pública olvide este asunto cuanto antes. Pero es improbable que otorguen mucha libertad de movimiento al causante del escándalo. Si ya antes de su matrimonio el controvertido arzobispo era sospechoso a ojos de la curia, sobre todo por sus prácticas exorcistas y curanderas, es de suponer que ahora el Vaticano lo considere un testigo incómodo.

Porque el asunto ha arañado seriamente la imagen de la Iglesia católica. Por una parte, la figura de una mujer abandonada por quien ella consideraba su marido ha replanteado la cuestión, presente ya en las biografías de los apóstoles, de la contradicción latente entre la moral meramente humana y la religiosa. También aviva la discusión, nunca del todo apagada, del celibato de los clérigos. Y supone, sobre todo, un desafío a la autoridad de la Iglesia: es muy fuerte que (nada menos que) un arzobispo se case y (nada menos que) por el rito de la secta Moon. A cambio, el desenlace ha demostrado que, por grande que sea la capacidad de persuasión de esa secta, famosa precisamente por su habilidad para lavar cerebros, la de la Iglesia es mayor. No en vano se trata de una institución con 2.000 años de experiencia.