11 marzo 1989

La prensa le vinculó con negocios, sospechas de corrupción y hasta Mafia

El Papa Juan Pablo II destituye al polémico arzobismo Paul Marcinkus como máximo responsable del Banco del Vaticano

Hechos

El 10 de marzo de 1989 fue noticia el relevo del arzobispo Marcinkus al frente del Instituto par las Obras de Religión (IOR).

11 Marzo 1989

Marcinkus cae

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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EL RELEVO del arzobispo Marcinkus al frente del Instituto para las Obras de Religión (IOR) es el obligado -aunque tardío- tributo que el Vaticano ha debido pagar por el escándalo en que han estado envueltas las finanzas de la Santa Sede durante los últimos años. Al menos una parte importante de la opinión pública internacional, católica y no católica, esperaba esta decisión desde el año 1982, fecha en que la magistratura italiana comenzó a tirar de los hilos que relacionaban la institución religioso-financiera del Vaticano con las aventuras financieras de los banqueros Sindona y Calvi y que culminaron con la quiebra de sus bancos, en especial el Ambrosiano. La bancarrota de esta entidad provocó pérdidas de más de 1.200 millones de dólares, que debieron ser asumidas por los pequeños accionistas del banco y, en gran medida, por los contribuyentes italianos y hasta por la Santa Sede, que tuvo que pagar 240 millones de dólares.La controvertida presidencia ejercida por Marcinkus durante 18 años en el banco del Vaticano plantea graves cuestiones en el orden religioso, pero también, y más importantes, en el de las relaciones intemacionales. Cautivado por la lógica del beneficio, este obispo de origen lituano no dudó en aliarse con aventureros de las finanzas internacionales para sacar el máximo partido al dinero del Vaticano. Aunque su gestión se hubiera atenido a los códigos financieros, sus métodos chocaban ya con la doctrina y la moral que predica la institución religiosa a la que servía.

Pero el caso Marcinkus ha puesto también de manifiesto las dificultades que se oponen a la colaboración entre Estados en temas tan vidriosos. Las autoridades administrativas y judiciales italianas han chocado una y otra vez contra los muros del Vaticano en su tarea de investigar las derivaciones de la quiebra del banco milanés. Es cierto que el Tribunal Supremo de Italia dictaminó finalmente que los Pactos de Letrán amparaban al IOR y a sus directivos ante cualquier requisitoria de la justicia italiana, pero no eximía al Estado vaticano -como es norma en las relaciones de la comunidad internacional- de la obligación de que sus órganos jurisdicionales investigasen conductas y actuaciones que tan graves efectos habían producido fuera de sus límites territoriales.

10 Marzo 1989

Monseñor Marcinkus

J. L. Martín Descalzo

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¿Quién es monseñor Marcinkus? ¿Un demonio? ¿El chivo expiatorio de una intriga bien montada por fuerzas anti-vaticanas? ¿El play boy mafioso que pinta la novela Monseñor? ¿Un ingenuo que llenó de buena voluntad y por querer obtener un mayor rendimiento al corto dinero de la Iglesia cayó en la trampa del dinero fácil que acaba siendo dinero sucio?

No seré yo quien responda a estas preguntas o elija entre esas opciones. En primer lugar porque no estoy dentro de su conciencia ni soy juez de nadie. Y, en segundo lugar, porque son tan contradictorias las noticias o los bulos que a lo largo de muchos años han rodeado su nombre que el desenmarañador que lo desenmarañe buen desenmarañador será.

Pero de lo que me parece que no cabe duda es que nada ha hecho tanto daño a la Iglesia en estas últimas décadas como esa montaña de noticias que parecían complicar al Vaticano con trapisondas bancarias cuando no son crímenes. Es perfectamente probable que el futuro muestre cuánta mentira y cuánta cizaña se inventó en esta historia, pero si el futuro limpia y absuelve a las conciencias me temo que no podrá recoger tanta agua derramada en este asunto durante casi dos décadas.

Y la Iglesia no puede permitirse el lujo de ser arrastrada por el fango. Es muy preferible su ruina económica a una sola sospecha moral. Por eso nada deseamos tanto los cristianos como el fin de esta historia, la claridad meridiana en las cuentas vaticanas, el paso de página en esta cuestión, aunque ello implique el sacrificio de personas en cargos más o menos altos. Roma necesita, en lo económico, manos nuevas y distintas, manos transparentes. Con la pobreza, la Iglesias tiene mucho que ganar y poco que perder. Con la confusión, con las tapaderas piadosas nada se ganará. Ya es bastante duro que la Iglesia, que tiene que tener los pies en la tierra, necesite del dinero. Pero  que no olvide nunca que la historia de la bolsa y de las treinta y tres monedas no resultó precisamente bien cuando las cosas empezaron.

J. L. Martín Descalzo