26 enero 1997

Arzalluz arremete contra Antonio Elorza y los demás firmantes de un manifiesto contra la violencia publicado en EL PAÍS

El presidente del PNV, Xavier Arzalluz, arremete contra el Grupo PRISA en un artículo en DEIA, le rebate Patxo Unzueta

Hechos

El 26 de enero de 1997 el presidente del PNV, Xavier Arzallus dedicó un artículo a analizar a los firmantes de un manifiesto contra la violencia (crítico con el PNV) aparecido en el diario EL PAÍS.

Lecturas

26 Enero 1997

INTELECTUALES CON PRISA

Xabier Arzallus

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No pedían nada que no deseamos los demás: ‘garantizar eficazmente los derechos y las libertades de la ciudadanía vasca, conculcados una y otra vez por una minoría…”

No parece, pues, que su pomposa recogida de firmas haya causado más allá de un ‘parto de los montes’, en un país en el que la ciudadanía vasca, y la no vasca, padece desde hace 30 años la acción de un grupo armado, en el que, por cierto, participaron activamente algunos de los firmantes.

El que, en un momento concreto, grupos de muchachos acudan a la gasolina e inquieten aquí y allá a los ciudadanos es, en todo caos, mucho menos grave que el hecho de que radicales adultos asesinen, secuestren, extorsionen y amenacen a empresarios, políticos o periodistas, tal como está sucediendo durante tantos años aunque, afortunadamente, ya en tono menor.

No se ve pues, ningún análisis ni diagnóstico que pudiera ayudar a los responsables sociales a dar con soluciones al fenómeno de la violencia.

De ahí como decía Pedro Ybarra ayer ‘lo que parece más discutible es que se denomine ‘manifiesto de intelectuales’ a una carta dirigida al Gobierno pidiendo que los problemas derivados de la violencia colectiva de origen político se deben solucionar – porque sólo así se puede solucionar – con ley y orden’.

Eso es precisamente lo que sugiere la palabra ‘eficazmente’. No parece, por tanto, un análisis de intelectuales de ‘izquierda revolucionaria’ en la que, al menos en otros tiempos, militaron la mayoría de los presuntos firmantes.

Lo que nos choca también, al menos a algunos, es que ‘las reiteradas agresiones a la librería donostiarra Lagun’ hayan adquirido para ellos ‘una dimensión simbólica’. Porque a no muchos metros de la librería Lagun está la sede del PNV en Donosti, que ha sido agredida, facturas del cristalero en mano, más de 50 veces, por no hablar de un buen número de batzokis (más de 20), Casas del Pueblo, cajeros automáticos, escaparates, etc.

Han tenido que esperar a la agresión a una librería propiedad de los Sres. De Recalde para lanzarse a la protesta pública. No es muy presentable querer dar la impresión de que nos hallamos ante una nueva quema de libros a lo Camisas Pardas de Hitler, cuando de lo que se trata es de un rasgarse las vestiduras ante el ataque a un ‘amiguete’ de historial revolucionario.

Por cierto que cuando conocimos el texto por la prensa y preguntamos al Lendakari si no pensaba contestarles, nos respondió: ‘¿Contestar a quién? No llevaba ni dirección, ni números de DNI, el único referente era la huella del fax, proveniente, sin más precisión, de ‘Facultad de Teología, que supusimos era la de Deusto por estar la relación de nombres encabezada por el Rdo. Rafael Aguirre, Decanos de la citada Facultad.

Pero ciertos progresistas se creen legitimados para establecer cualquier norma de comunicación. El comportamiento del Pbro. Aguirre es, además de una aldeanez, una notable señal de prepotencia. Todos sabemos que el envío de un documento de fax, se refiere a la copia del original cuyo envío por correo certificado, se anuncia en el propio fax.

Decía el Pbro. Rafael Aguirre, ante la acusación de englobarlos en el grupo PRISA, que cada uno de los firmantes es hijo de su padre y de su madre. Y es absolutamente cierto. Pero tal vez olvida el dicho aquel de ‘Dios los crío y ellos se juntaron’. Porque la absoluta mayoría de los firmantes tiene un denominador común entre sí: su condición de ex radicales. Y su conexión de intereses con PRISA.

Todos mis lectores conocen ya al editorialista de temas vascos en EL PAÍS, Patxo Unzueta, antiguo etarra pasado a trotskista y hoy en la casa común, llamada PSOE. Serán menos los que recuerden que el Pbor. Aguirre fue miembro, bajo la dirección de aquel luchador irundarra y fino stalinista Ormazábal, del Comité Central del Partido Comunista de Euzkadi. A Antonio Elorza, hijo de azkoitiarras, le conocí en la Facultad de Políticas en Madrjd, en los finales de los años 60. El estaba en la cátedra de Maravall y yo ne la de Ollero. En una Facultad dominada por las gentes de Tierno Galván, el pertenecía al Partido Comunista español y yo al PNV vasco.

Y no voy a hablar de los Corcuera, Fusi, Solozábal. Todos ellos accedieron a Cátedras en los largos años de poder socialista. Todos ellos son socialistas, en lo que hoy quepa ser socialista. Y por tanto no son nacionalistas vascos sino contrarios, lógicamente, a todo lo que es o pueda ser el PNV. Es su derecho. Pero es asombroso el tiempo que han dedicado al Nacionalismo Vasco, a Sabino Arana o al PNV. En sus varias ‘Historias del Nacionalismo Vasco’, en sus editoriales de EL PAÍS, en sus libros y artículos, llama la atención lo desmesurado del tratamiento, en espacio e intensidad, que han dado a los temas sabinianos y nacionalistas. Era hasta jocoso ver cómo tantos ‘intelectuales de izquierda’ se ocupaban del nacionalismo, en vez de intentar renovar la izquierda, en ‘Cuadernos de Álzate’, subvencionado por el PSOE; el ver cómo un socialismo hecho unos zorros en la teoría y en la práctica, teoriza, despotrica y se ensaña con el modesto PNV, queriendo borrarle del mapa. Y elevando a teoría el ‘post-nacionalismo’.

Sin ir más lejos, Antonio Elorza, uno de los mayores obsesos de Arana y el nacionalismo vasco, lanzaba el pasado viernes una andanada contra nosotros, en EL PAÍS, naturalmente, a cuenta de la presente polémica. Según él sólo trataban de conjugar ‘la denuncia de un evidente acto de barbarie, un llamamiento a la protección de los derechos individuales e implícitamente, para quien supiera leer el texto, un respaldo a la autoridad del Gobierno vasco para abordar el problema’.

Pero resulta que el PNV no sabe leer, y además, es ‘incapaz de asumir la más mínima crítica y recurre sin sonrojo a la teoría de la conjura’. ‘También prueba este episodio… que (el PNV= no ha sabido liberarse totalmente de la lógica del rechazo visceral del otro, inscrita en el Movimiento abertzale desde sus orígenes’.

No sé si los del PNV sabemos encajar las críticas. Lo que sé es que las hemos recibido siempre a chorros desde la derecha fascista, desde el centrismo español o desde la izquierda revolucionaria.

Pienso que son otros, quienes como el Sr. Elorza, revestidos de intelectualidad y con su monopolio de la crítica ignoran lo que es encajar una crítica, se callan ante el poderoso que les da el pan y apalean sin compasión al pequeño y al débil.

La clave no está en que los Elorzas y Aguirres hayan salido colectivamente a defender el expolio de la librería de un correligionario frente al vandalismo real de unos radicales. La razón de nuestra crítica se halla en el hecho de que estos sñeores apelan al Presidente del Gobierno Vasco, exigiendo una ‘garantía eficaz policial de la Ertazintza, en un momento en el que todas las responsabilidades se arrojaban masivamente sobre nuestra joven policía. No existe vandalismo en Navarra, no han matado en Madrid, nada de preguntar que resultados eficaces ha tenido la Guardia Civil en sus 6.000 controles del pasado año en nuestra tierra, nada de dirigirse al Sr. Mayor Oreja. Sólo al Presidente del Gobierno vasco, pidiendo que su policía, la única de la que dispone a pesar de ser el representante del Estado en Euzkadi, como le llaman, imponga la paz y el orden.

Según el Sr. Elorza es el nacionalismo el responsable de la violencia. Pero yo le preguntaría si los métodos que usan los violentos que quieren una patria socialista, los han aprendido de Sabino Arana o de Vladimir Ilich Ulianov, alias Lenin, o de Josef Dzhugashvi, alias Stalin, de quienes él y muchos de sus compañeros de iniciativa han sido fieles admiradores y seguidores hasta hace bien poco. Nunca entenderé como gentes que han dado tantos tumbos en sus adhesiones intelectuales y en sus militancias políticas tengan el tupé de seguir considerándose progresistas y pretender liderar a los demás. Sigue siendo verdad, aunque les duela, la frase de D. Manuel Irujo al fascista arrepentido: ‘los conversos al a cola’.

Un buen amigo mío, que se ha movido entre el dinero y las comunicaciones, me dio ayer todo un organigrama en el que reflejaba la vinculación de intereses de la gran mayoría de los firmantes con el Grupo PRISA, tanto con EL PAÍS como Anaya, Aguilar, Sogepaq, etc…

Tiene su lógica, ya que cuando alguien busca apoyos, los busca en su propio mundo. Pero no deja de ser llamativo que la progresía intelectual, el apoyo a González (GAL incluido) y e ataque al Gobierno se centra hoy y aquí en el Grupo PRISA.

Un alto responsable del Gobierno me dijo hace pocos días. ‘Si concediéramos la plataforma de TV digital que pide el Sr. Polanco, el cambio de postura de PRISA sería inmediato’.

Verdad o no, no deja de ser triste el que ‘intelectuales independentistas y progresistas’ estén al servicio de intereses económicos tan rampantes.

Xavier Arzalluz

30 Enero 1997

Autoridades de mi aldea

Patxo Unzueta

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Lo primero que se les ocurrió a Ardanza y a su partido en respuesta al escrito en que 22 universitarios, escritores y profesionales vascos pedían al lehendakari que asumiera su responsabilidad en la defensa de los derechos y libertades de los ciudadanos fue considerarlo anónimo; más tarde, poner en cuestión la condición de vascos (viven en Madrid) de algunos firmantes e ironizar sobre su cualificación como intelectuales. Finalmente, Arzalluz y Anasagasti han intentado descalificar la carta con alusiones al pasado político (antifranquista) de los remitentes.El paisajista no debe formar parte del paisaje, pero a veces resulta inevitable. Manuel Tuñón, el historiador fallecido el pasado sábado, recordaba en uno de sus últimos libros la carta dirigida en 1963 por un grupo de intelectuales, entre los que se encontraba él mismo, al entonces ministro de Información y Turismo en relación a la represión de los huelguistas asturianos. Otros firmantes de la carta eran Alexaindre, Espriu, Bergamín, Celaya, Caro Baroja… El semanario EL ESPAÑOL respondió afirmando, recuerda Tuñón, «que la mayoría de esos intelectuales eran desconocidos».

El propio ministro, Manuel Fraga, respondió con otra carta en la que centraba sus ataques en Bergamín, reprochándole su pasado de compañero de viaje de los comunistas, a la vez que se mofaba de las mujeres de mineros maltratadas por la Guardia Civil. Admitía que «parece posible que se cometiese la arbitrariedad de cortar el pelo a Constantina Pérez y Anita Braña, acto que, de ser cierto, sería realmente discutible»; pero añadía que Ias sistemáticas provocaciones de estas damas a la fuerza pública la hacían más que explicable».

A las autoridades, civiles o eclesiásticas, no les gusta que les vayan con cartas y pronunciamientos. Tras el de la oposición moderada en Múnich, en junio de 1962 (el famoso contubernio), un editorial de ARRIBA hablaba de triste mascarada de demagogos, de tontos y de traidores». Todavía más atrás, en mayo de 1960, 339 sacerdotes vascos se dirigieron a sus obispos para denunciar que «ni los individuos ni los pueblos que integran la comunidad política española gozan de suficiente libertad». Ardanza no puede haber olvidado que la respuesta de los prelados se iniciaba con una queja por la forma «harto incorrecta» como les había Regado «un documento que se dice firmado por un grupo de sacerdotes, ( … ) mecanografiado y con una serie de nombres igualmente mecanografiados al final de sus folios, sin garantía alguna de autenticidad y que ha llegado a nosotros en forma no menos extraña e irresponsable, a la vez que se hacía público con simultaneidad lamentable y más que sospechosa en la prensa y radio».’

Si los jefes del PNV han acabado razonando como lo hacían sus enemigos de ayer es porque la carta ha tocado un punto sensible: que no asumen su responsabilidad como autoridades. No lo hacen porque asumirla eficazmente supondría romper la unanimidad nacionalista, y ése es un riesgo que no se atreven a correr. Y lo insoportable es que quienes se lo recuerdan sean antifranquistas, gentes a las que no pueden reprochar tibieza frente a la dictadura. No están acostumbrados a oír que el rey está desnudo: el 20 de octubre de 1983, un entusiasta escribía en DEIA que «Arzalluz tiene una gran bombilla siempre encendida dentro de su cerebro que puede iluminar a todo el partido. Su talla intelectual le permite dialogar o discutir con cualquier presidente de Gobierno, incluyendo a Reagan».

Lo más inquietante han sido las alusiones de Arzalluz a la condición de socialistas de los propietarios de la librería donostiarra atacada por los mismos encapuchados que asaltan, como recuerda, las sedes del PNV. Se «rasgan las vestiduras ante el ataque a un amiguete de historial revolucionario», escribe el líder y recuadra DEIA en primera página. En Alemania, en 1933, respetables ciudadanos condenaban la quema de ciertos establecimientos por los camisas pardas, no sin añadir que no podía ignorarse que el dueño era un cerdo judío, y que por eso le defendían sus colegas.

Patxo Unzueta

31 Enero 1997

Aldeanos de la Corte

Xabier Arzallus

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Desde mi artículo en DEIA el pasado domingo, no ha pasado día en el que, o bien en EL PAÍS o, sobre todo, en EL CORREO Español alguno de los presuntos firmantes no me haya dirigido, con mayor o menor acritud, su acerada respuesta.

El más digno ha sido mi cuasi paisano Antonio Elorza que, ni corto ni perezoso, envió su descargo y su descarga al mismo periódico y al mismo público en el que y a quien me dirigí, a Deia y, por tanto, a sus lectores.

El más insultante, colectivamente insultante, como casi siempre, el de Pacho Unzueta, en EL PAÍS, aunque con su firma y no editorializando. Su artículo se titula “Autoridades de mi aldea” y lo acompaña con la fotografía del conocido cuadro de Zubiaurre en el que, bajo un árbol, con la parroquia y pueblo al fondo, se sientan en torno a una mesa el alcalde y sus concejales con chisteras, y al fondo el aguacil con su chuzo.

El artículo no tiene mayor contenido. Intenta parangonar a los firmantes con cartas colectivas de intelectuales españoles con ocasión de la represión franquista a los mineros asturianos en 1963, o de los 339 curas vascos a sus obispos en 1960 o del contubernio de Munich.

Compara mi reacción (la de Ardanza y el PNV dice él) a la de las autoridades del régimen o de la Iglesia que les respondieron o llamándoles comunistas o compañeros de viaje, o quejándose de la ausencia de garantías de autenticidad en el caso de los obispos.

Lo que pasa es que estos tiempos no tienen nada que ver con los del franquismo, cuando nos reuníamos a escondidas, viajábamos con nombre falso y, por supuesto, escribíamos clandestinamente y con seudónimos. Porque antifranquistas fuimos algunos más que Unzueta y sus amigos, aunque tal vez no tan importantes. Ajuriaguerra y nosotros no íbamos, desde luego, con pistolas. Ni hablábamos de Lenin, de Trotsky o de la Revolución. Sólo hablábamos de instaurar la democracia, la democracia corriente y moliente y no la “total” que incluyera la abolición de la opresión del hombre por el hombre, de las infraestructuras y superestructuras, etc. Efectivamente éramos más de aldea que ellos. Éramos como Asterix y Obelix, aunque sin poción mágica. Muy poca cosa comparados con quienes pretendían la revolución mundial. Nos conformábamos con liberar a Euzkadi.

Pero, yendo al grano, el Sr. Unzueta no se ha enterado, o no quiere enterarse, de que mi crítica no es porque protesten del ataque a la librería Lagun, que todos condenamos, sino que reaccionan sólo cuando queman la librería Lagun; que no se trata de que los propietarios de la tal librería sean socialistas, sino que nos asombra el que reaccionen colectivamente sólo cuando atacan a un correligionario.

Sin embargo, pasaría por todo si su escrito hubiera sido dirigido también al Gobierno de Madrid, a los responsables de la Guardia Civil y de la Policía Nacional. Porque con intención o no, se han dirigido sólo al lehendakari, responsable de la Ertzaintza en un momento en el que había una campaña clara contra este cuerpo de policía vasco, por falta de eficacia.

Dice Unzueta: “En Alemania en 1933, respetables ciudadanos condenaban la quema de ciertos establecimientos por los «camisas pardas», no sin añadir que no podía ignorarse que el dueño era un «cerdo judío» y que por eso le defendían sus colegas”.

Jamás había oído hablar de este tipo de comentarios, siendo así que he leído mucho sobre la historia nacional-socialista. Pero aunque fuera cierta la cita, no es de aplicación al caso. El símil correcto sería, si cuando los acontecimientos de la “Kristallnacht” y de la quema de libros de autores judíos, hubiera habido un grupo de intelectuales o de lo que sea que en medio de la tragedia protestaran y pidieran “law and order” porque habían roto el escaparate del librero Abraham Rosembaum, y pidieran responsabilidades al alcalde de Colonia porque la librería pertenecía a su jurisdicción.

* * *

Se ríe Unzueta de que el 20 de octubre de 1983 un entusiasta escribía en Deia que “Arzalluz tiene una gran bombilla siempre encendida dentro de su cerebro, que puede iluminar a todo el Partido. Su talla intelectual le permite dialogar o discutir con cualquier presidente de Gobierno, incluyendo a Reagan”.

Puede que sea difícil llegar a Reagan, pero no creo que haya que ser un Clausewitz para poder mantener una conversación política con el Sr. Reagan, Clinton Kohl o Prodi. Veo que al Sr. Unzueta le desbordaría el tema.

En cuanto a bombillas, el que sea grande o pequeña no es lo más importante. Lo fundamental es disponer de corriente.

Lo digo porque hace unos días, leyendo la intervención de Mario Onaindia en una reunión de socialistas sobre la violencia, dice textualmente que “Pacho Unzueta encabezó una línea diciendo que Euzkadi tiene que ser la Cuba de Europa”. Visto lo visto, está claro que la bombilla del Sr. Unzueta no andaba sobrada de voltios. Por eso sorprende que después de semejantes fogonazos siga empeñado en iluminar a los demás editorializando desde un diario como EL PAÍS.

Unzueta nos ha llamado “aldeanos”. Nos ha llamado y nos ha sacado en foto. Bajo un árbol, sentados a una mesa con jarras de vino o de sidra, manzanas, queso y pan.

Tal vez cree que nos molesta. Más de una vez y en mítines públicos he dicho que aquí, quien más quien menos, tiene las abarcas de su abuelo detrás de la puerta. Tal vez Unzueta ni siquiera tiene abuelo, pero lo que sí está claro es que sí tiene mucha arrogancia.

La mayoría de los vascos que, por necesidades de la vida, tienen que vivir en Madrid, vuelven en cuanto pueden a su tierra, aun ganando menos. Otros consideran a Madrid como la “Estación Términi” de su carrera política, académica o financiera. Nosotros somos de los primeros y por eso somos aldeanos. Al Sr. Unzueta se le ve a gusto en Madrid. No puedo alabarle el gusto, pero he de respetárselo. Aunque no pueda menos de admirarme al contemplar el triste destino de un revolucionario, juramentado con la liberación política y social de Euzkadi, que culmina su vida al servicio de los intereses económicos del Sr. Polanco, como un aldeano en la Corte.

02 Febrero 1997

RESPUESTA A ARZALLUZ

Patxo Unzueta

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Efectivamente, como dice Arzalluz que dice Onaindía, en 1969, a mis 23 años, escribí un texto titulado Euzkadi, ¿Cuba de Europa?, que resumía las fantasías que por entonces teníamos en la cabeza algunos nacionalistas vascos radica­les. En 1969, es decir, cuando Arzalluz y yo éramos amigos y discutíamos de marxismo, de Sartre, de Cuba -entre otros temas que recuerdo- sin que las diferencias de criterio sobre esos y otros asuntos nos impidieran seguir siendo ami­gos. Onaindía ha recordado aquel viejo escrito precisamente para resaltar que poco después, a raíz del juicio de Burgos (1970), yo cambié de opinión y dejé de considerar necesaria, o conve­niente, lo que podríamos llamar -con sarcasmo-vía armada hacia la liberación de Euskadi. En 1970, es decir, hace más de un cuarto de siglo.

En 1994 se publicó el libro Auto de terminación, con artículos de Aranzadi, Juaristi y míos. El título Del monte al llano, el primero de los que yo firmo, se inicia con una mención a las ironías de Arzalluz sobre «la pretensión de dar lecciones de democracia de algunos antiguos izquierdistas que han sido hasta hace cuatro días partidarios de la lucha armada (…)». «Aunque tal vez cabría matizar sus palabras, o invocar ciertos atenuantes -escribía yo entonces- a Arzalluz no le faltan razones para el sarcasmo (…). Reconozcámoslo: ellos tenían más razón que sus críticos izquierdistas». La matización, incluida en una nota al pie, era que «los críticos a los que se re­fiere Arzalluz hace más de 20 años, y no cuatro días, que abandonaron la (abusivamente) llamada lucha armada».

Poco después de la salida de ese libro Arzalluz publicó en DEIA un artículo en el que intentaba descalificar a sus autores por su pasado izquier­dista. Yo le respondí con una carta privada en la que, entre otras cosas más personales, le decía lo siguiente:

«Comprendo que el perro guardián del caserío tenga que salir al cruce de todo delantero que se escape al control de su marcador, pero me parece innoble que lo hagas sacando a relucir mi pasado político. En igualdad de condiciones, creo que yo no habría hecho eso contigo si el destino hubiera repartido los papeles a la inversa. Como siempre que sacas el tema, respecto a mí, a Onaindía, a Zalbide o a otros, me queda la duda de si lo que nos reprochas es haber sido de ETA o haber deja­do de serlo. Para que no haya equívocos, creo que no hay una ETA buena y una mala: siempre se trató de una organización que intentaba impo­ner sus ideas por la fuerza, y por tanto de una or­ganización no democrática. Ello no obstante, pienso que existe una pequeña atenuante en fa­vor de quienes militaron en ella cuando era una organización que luchaba contra la dictadura. Al menos, que su actitud no es equiparable a la de quienes no movieron un dedo contra Franco y han militado, apoyado o justificado luego a una ETA que combatía -a bombazos- contra la de­mocracia. Y encuentro algo chocante que nos re­proches nuestro lejano pasado a los del primer grupo a la vez que tu partido hace bandera de la reinserción de los del segundo».

Sigo pensando lo mismo.