14 agosto 1947
Los hinduistas de Pakistán deberán pasarse a la India y los musulmanes de la India deberán marcharse a Pakistán
El Reino Unido concede la independencia a la India que se fracciona en dos Estados: uno hinduista (India) y otro musulmán (Pakistán)
Hechos
El 14.08.1947 el Gobierno del Reino Unido concedió la independencia a la India y Pakistán.
Lecturas
El subcontinente indio permaneció durante siglos bajo dominio extranjero. La lucha no violenta de Mahatma Gandhi contra la potencia colonial británica consiguió finalmente la independencia en 1947, aunque al precio de dividir el país.
El fin de la guerra ha desatado un movimiento descolonizador del que se han beneficiado el Congreso Popular del Mahatma Gandhi y la Liga Musulmana de Mohamed Ali Dchinnah para conseguir una independencia a la que se opinión radicalmente el Partido Conservador de Churchill en Reino Unido.
En 1914 el abogado y luchador por la libertad Mohandas Karamchand Gandhi llamado ‘Mahatma’ (cuya alma es grande) regresó a su patria, La India, tras estudiar en Londres y luchar con éxito por los derechos de los indios que residían en Sudáfrica. El «faquir semidesnudo», como lo llamó con desprecio el primer ministro británico Winston Churchill, se convirtió en el símbolo de la lucha por la independencia. Mediante la no violencia, la resistencia pasiva y la desobediencia civil, él y sus adeptos obligaron a la gran potencia mundial, Reino Unido, a ceder a sus reclamaciones de independencia. Impresionantes movimientos de masas, como el de hilar en casa como forma de boicot económico, debilitaban a los británicos mientras fortalecían la identidad india, condición indispensable para el sueño de independencia que abrigaba Mahatma Gandhi.
El líder indio en 1930 una nueva campaña de desobediencia civil contra los británicos. Con la marcha de la sal denunció – como símbolo de muchas otras injusticias – el impuesto sobre la sal que habían decretado los británicos en la colonia.
La medianoche de 14 al 15 de agosto de 1947 la India vio cumplido su objetivo tanto tiempo deseado: la independencia. Lord Mountbatten, último virrey británico de la India entregó el documento de independencia al primer ministro indio Jawaharlal (pandit) Nehru. De este modo concluían con éxito varias décadas de lucha del pueblo indio contra el colonialismo británico. La India siguió siendo un dominio dentro de la Commonwealth británica.
Sin embargo, tuvo que aceptarse la división del subcontinente. En contra de las esperanzas de muchos políticos, se crearon dos entidades políticas totalmente diferenciadas; la Unión India – un estado hindú – y Pakistán – un estado musulman – . En julio de 1947 Mountbatten había anunciado la transformación del gobierno provisional indio en dos gobiernos separados, uno para la India y otro para Pakistán. En las negociaciones que siguieron a continuación ya no se pudo restablecer la unidad del país. A partir de entonces, el gran problema entre los dos estados fue la integración de las minorias religiosas y el conflicto de Cachemira.
El Análisis
l 15 de agosto de 1947 amaneció con la promesa de libertad para la India, pero también con la herida abierta de su partición. El último Virrey, Lord Louis Mountbatten, fue el encargado de orquestar la retirada británica y dar forma a dos estados: la India, con Jawaharlal Nehru como primer ministro, y Pakistán, dirigido por Muhammad Ali Jinnah. Lo que pudo haber sido el nacimiento de una gran nación unida, con sus múltiples lenguas, religiones y culturas, se convirtió en una frontera sangrienta. Las caravanas de millones de hindúes y musulmanes cruzando en direcciones opuestas, abandonando sus hogares y tierras ancestrales, se vieron acompañadas por un reguero de cadáveres, víctimas de los odios sectarios que ni siquiera Gandhi, con su autoridad moral, logró sofocar.
La violencia que siguió a la partición fue algo más que un estallido espontáneo: fue el fruto de décadas de recelo y división, en gran parte alentadas por la política colonial británica. Ya en tiempos de Churchill, antes de que Mountbatten asumiera el Virreinato, se temía que una India unida bajo Nehru se inclinara hacia la Unión Soviética y pudiera controlar, en bloque, recursos estratégicos como el petróleo. La solución británica fue tan pragmática como cínica: dividir para conservar influencia. Dos estados independientes, sí, pero estratégicamente moldeados para que Londres pudiera seguir siendo socio preferente, especialmente con el Pakistán de Jinnah.
Hoy, la bandera de la India ondea libre, y lo mismo la de Pakistán. Pero la independencia no trajo la paz ni la unidad soñadas por el movimiento nacionalista. La partición dejó un legado de desconfianza mutua que, lejos de apagarse, se convertiría en una constante en la historia contemporánea del subcontinente. La libertad se ganó, pero su precio fue la fractura de una civilización milenaria y el sacrificio de cientos de miles de vidas en una guerra civil no declarada. La fecha quedará para siempre como el día en que la India rompió sus cadenas, pero también como el día en que sus propias manos, y las de sus antiguos amos, la partieron en dos.
J. F. Lamata