11 noviembre 2007

"¡¿POR QUÉ NO TE CALLAS?!",ESPETÓ EL JEFE DEL ESTADO ESPAÑOL AL JEFE DEL ESTADO VENEZOLANO

El Rey Juan Carlos y el presidente Zapatero se enfrentan al líder venezolano Hugo Chávez, por insultar a Aznar

Hechos

  • El 10.11.2007 en una Cumbre Iberoamericana en Chile, durante el turno de palabra del presidente del Gobierno español, D. José Luis Rodríguez Zapatero, este fue interrumpido reiteradamente por el presidente de Venezuela, comandante Chávez, causando que hablara el Rey: «¿Por qué no te callas?»

Lecturas

Los medios antichavistas de todo el mundo han elogiado a D. José Luis Rodríguez Zapatero y al Rey español Juan Carlos I por pedir respeto al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, que calificó al ex presidente español D. José María Aznar de ser un fascista ‘peor que una serpiente’. Mientras el Sr. Zapatero, durante su turno de palabra, intentó pedir respeto para un presidente ‘votado por los españoles’, el Sr. Chávez interrumpió reiteradamente al presidente español, llevando al Rey a exclamar su ya célebre: «¿Por qué no te callas?».

Por contra, los medios pro-chavistas y de extrema izquierda han elogiado la ‘valentía’ de Chávez por llamar a las cosas por su nombre y han cargado contra el Sr. Zapatero y contra el Jefe del Estado español.

La prensa española se volcó a favor de la monarquía. La revista ¡QUÉ ME DICES! del Grupo Hachette Filipacchí publicó una encuesta que aseguraba que el 86% aplaudía tanto al Rey Juan Carlos I como la Reina Sofía.

11 Noviembre 2007

Una lección para Aznar

Ignacio Escolar (director)

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Un ejercicio de política-ficción fácil de resolver: ¿qué habría pasado si hubiese sido Aznar el que estuviese en el lugar de Zapatero en Santiago de Chile? ¿Habría dado la cara el presidente de honor del PP, ese patriota, por el presidente de su país? Me cuesta imaginármelo. En los últimos tres años y medio, el hombre que nos quiso sacar del rincón de la historia se ha convertido en una especie de anti-embajador de España, que usa todos los contactos y amistades que mantiene tras su paso por La Moncloa para complicar lo más posible las relaciones diplomáticas españolas. Aznar ha aprovechado cada cita internacional, cada micrófono, cada entrevista, para cargar contra el Gobierno de su país, contra su política exterior, contra sus propios ciudadanos a los que tacha de cobardes, a los que riñe porque no votaron como su heredero al que él había señalado con su dedo.

Dice Zapatero que el Gobierno de España “siempre ha respetado, respeta y respetará a todos los gobernantes elegidos democráticamente”. Discrepo. Ese “ha respetado” se referirá sólo a los últimos tres años y medio. Hugo Chávez tenía algo de razón cuando criticaba el papel que jugó el Gobierno de Aznar durante el golpe de estado de 2002 en Venezuela, aunque no fuese ni el día ni el interlocutor ni el lugar oportuno para ese debate.

11 Noviembre 2007

El Rey se planta

ABC (Director: José Antonio Zarzalejos)

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Su Majestad el Rey acreditó ayer, en la clausura de la Cumbre Iberoamericana, su condición de hombre de Estado. Con su espontánea exhortación al presidente de Venezuela -«¿por qué no te callas?», espetó a Hugo Chávez en réplica a sus reiterados ataques a José María Aznar y a los empresarios españoles-, Don Juan Carlos demostró una vez más, y con inusitada contundencia, que es el principal garante de los intereses de España y el mejor valedor del prestigio internacional de nuestro país y de la credibilidad de nuestras instituciones. El innegable acto de afirmación nacional y de lealtad a la Monarquía que ha representado la histórica visita de los Reyes a Ceuta y Melilla ha sido una prueba más de la madurez de nuestra primera institución. En este contexto, la respuesta del Rey, plantándose ante los irritantes insultos y ofensas de Chávez a España, no viene sino a rubricar la autoridad moral de Don Juan Carlos, su generosidad y su firme compromiso con los intereses de nuestro país y de su Gobierno, independientemente de quién lo haya presidido desde la instauración de la democracia. Y todo ello, dejando además en evidencia, si no en ridículo, tanto a quienes hoy queman públicamente fotos del Rey como a los que reclaman su abdicación o le achacan gratuitamente, y sin rigor, desapego por el anterior Gobierno.
La justificada intervención del Rey en este incidente lamentable demuestra, de otra parte, que las Cumbres ya no pueden seguir siendo una simple celebración repetitiva de un hecho histórico que nos une a todos los iberoamericanos, porque eso ya no aporta mayores consecuencias sobre el progreso de nuestras sociedades. Cuando un foro como éste no puede tomar partido entre las naciones democráticas y las que no lo son, sencillamente se torna inútil para todos o, en el peor de los casos, se convierte en un pretexto para la exhibición indecente de las dictaduras. Hugo Chávez se ha sentido más a gusto en la cumbre paralela con los movimientos llamados alternativos, a los que él mismo financia con el dinero de los petrodólares. Sin duda, Venezuela habría estado mejor representada en Chile por los estudiantes de la Universidad de Caracas que se juegan la vida ante matones del régimen chavista para exigir pacíficamente el retorno de la democracia para su país. A Chávez le han defendido los representantes de Cuba -con casi medio siglo de dictadura- y de Nicaragua, en la persona de Daniel Ortega, que ya fracasó una vez en su propósito de instaurar un régimen totalitario en su país y ahora ha vuelto a ser presidente, también financiado por Chávez.
Al margen de la injustificable conducta de éste, y al margen también de que pocos dudarán a estas alturas de que el episodio de ayer es en cierta medida una consecuencia de la errática política exterior del Gobierno en la legislatura que concluye, las ideas que ha defendido España en esta Cumbre han sido las correctas: el respeto, la libertad y la seguridad jurídica como bases para el progreso. Lógicamente, la gran mayoría de los representantes de otros países apoyaron a Don Juan Carlos, porque son conscientes de que el camino por el que Chávez quiere llevar a sus compatriotas venezolanos -y a los ciudadanos de otros países en los que interviene descaradamente- es un suicidio. Las empresas españolas y las de otros países con grandes inversiones en Venezuela saben ya cuál es el destino de sus esfuerzos. De hecho, la queja del presidente de la CEOE no fue sólo una defensa franca del empresariado español, sino una seria advertencia sobre las nefastas consecuencias que para la economía de todo el continente encierra la deriva populista y bolivariana, caracterizada por los tics caudillistas y la nefasta gestión de los recursos públicos. Las instituciones españolas, así como el empresariado y los ciudadanos saben también hoy, como lo han sabido siempre, que velar por los intereses de nuestro país, por nuestra estabilidad y por nuestro prestigio en el mundo no es un mero ejercicio de retórica. Es un deber que el Rey asume de modo ejemplar y acorde a su responsabilidad.

11 Noviembre 2007

Cumbre borrascosa

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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La Cumbre Iberoamericana de Santiago comenzó con esperanzas después de varios años durante los que arreció la crítica a estas citas. Una de las razones que explican las expectativas fue la elección del tema principal de la agenda, la cohesión social, un asunto que permite trazar con precisión la frontera entre las políticas populistas y los modelos socialdemócratas que están enfrentándose en el continente. Por este motivo, no son de extrañar los desplantes y provocaciones que han protagonizado varios de los dirigentes, con Hugo Chávez al frente. Su estrategia de estos años ha consistido en presentarse como los únicos gobernantes preocupados por la desigualdad y la exclusión, y los resultados alcanzados durante esta cumbre han supuesto para ellos un categórico desmentido. Sería un grave error minusvalorar estos resultados frente a los histrionismos que han salpicado los dos días de reunión.

Pero la cumbre no sólo ha puesto en evidencia la pugna entre dos modelos políticos en América Latina. Ha mostrado, además, las dificultades a las que se enfrenta cualquier política exterior cuando el grado de ruptura entre las principales fuerzas llega a los extremos que se han alcanzado en España. Rodríguez Zapatero salió en defensa del ex presidente del Gobierno José María Aznar ante los extemporáneos e inaceptables ataques de Chávez. Cumplió con su deber con la corrección y contundencia que exigía el foro de Santiago, algo que el propio Aznar reconoció y agradeció anoche al Rey y a Zapatero. También don Juan Carlos estuvo en su papel, puesto que el presidente venezolano cruzó con sus descalificaciones la línea de lo tolerable en una relación entre países soberanos. La reflexión no estaría completa si no se subrayase que el contenido de las declaraciones en las que se ha instalado Aznar desde su salida de la presidencia del Gobierno no ha estado a la altura de las responsabilidades que cabría suponerle, contribuyendo a deteriorar la convivencia interna y creando graves e innecesarias dificultades para España en el plano internacional.

La Monarquía está adquiriendo en los últimos tiempos, y por razones diversas, un protagonismo que no facilita la imprescindible labor de moderación que tiene asignada en el sistema constitucional, y que a la vista del grado de crispación que ha alcanzado la vida política en España es más necesaria que nunca. A los partidos les corresponde la mayor responsabilidad para facilitar el regreso del sosiego a las instituciones, incluida la jefatura del Estado. La proximidad de las elecciones exige en determinados ámbitos mayores dosis de sentido institucional y no de confrontación. Es una ensoñación creer que los resultados de marzo serán capaces de reparar por sí solos el insensato deterioro que se está produciendo en los órganos decisivos para el funcionamiento del Estado. La figura del Rey no debería estar por más tiempo en el primer plano político.

11 Noviembre 2007

El Rey en su sitio

Ignacio Camacho

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Hay momentos de la vida española en los que, cuando todos se ausentan, cuando nadie está en su sitio, cuando lo que debería funcionar no funciona, aparece el Rey. Con su autoridad moral y su jerarquía histórica manda, templa y para. Para un cuartelazo de unos militares sonacas, templa el desconsuelo de las víctimas del terrorismo o el diapasón crispado de una política fratricida, y manda callar a un gorila botarate que está insultando a un expresidente de España. Cuando el Gobierno se pierde o se achica en un mundo que su inepcia vuelve cada vez más ancho y ajeno, allí está el Rey. Cuando se necesita una mediación silenciosa o un arbitraje discreto que acolche un conflicto institucional, allí está el Rey. Cuando urge una gestión para que se ponga al teléfono alguien que no se lo descuelga a Zapatero, allí está el Rey. Cuando el Estado necesita una figura de prestigio que le otorgue la solvencia perdida en una política de vuelo pequeño y triste, allí surge el Rey como «ultima ratio» para sostener el respeto, el honor y la autoestima de una nación zarandeada.
Pero por más orgullo que esto produzca, por más serenidad que el quite real aporte a una mermada acción de Estado, por más ascendiente que la Corona se gane entre una ciudadanía que la valora muy por encima de la clase dirigente, las cosas no deberían ser así. La defensa de los intereses de España corresponde al Gobierno de España. La protección de la dignidad de los españoles es una responsabilidad del Gobierno que los españoles hemos elegido. Y si un golpista bananero insulta a una personalidad española, o si un grupito de dictadorzuelos mal reciclados descargan su matonismo chantajista sobre los intereses de las empresas españolas en América, o si un racimo de demagogos populistas se ciscan en el nombre de España para granjearse las simpatías de una chusma exaltada, el que tiene que poner pie en pared es el Gobierno de España. El que tiene que mandarlos callar es el presidente del Gobierno de España, al que se le llena la boca hablando del Gobierno de España, pero que se pone estupendo con el talante y las buenas maneras y los rodeos balbucientes de tolerancia, diálogo y buen rollito cuando se trata de defender al anterior presidente del Gobierno de España.
Y claro, pues queda el Rey. Para levantar el dedo y decir «tú te callas». Para irse de una mesa en la que un puñado de fantoches con guerrera, a los que nuestra diplomacia acostumbra a tratar con una humillante deferencia, ofende la honorabilidad de una nación democrática, de sus empresarios y de sus dirigentes públicos. Para erigirse en referencia de respeto. Para poner al país, con un par, en el sitio en el que no lo sabe situar su Gobierno.
Y ahora que vengan los tiquismiquis ventajistas o los fanáticos victimistas a sugerir que no pinta nada, a prenderle fuego a su retrato o a protestar de que no lo hemos elegido. Que sí lo elegimos: fue refrendado en la Constitución vigente. Ése no es el problema. El problema consiste en que a los que de verdad hemos votado para representarnos no saben estar a la altura que les corresponde.

19 Noviembre 2007

“Borbón rima con cojón”

Ferrán Monegal

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El golpe es de Jimmy Giménez Arnau. Lo lanzó la madrugada de ayer en La Noria (TELECINCO) con gran complacencia de Leandro Ruiz Moragas, el bastardo real. El debate, que versaba sobre el papel del Rey frente a Chávez, movió al pintoresco Leandro a exclamaciones muy fervorosas y entusiásticas, del tipo: “Todos los iberoamericanos consideran a mi sobrino el Rey de la madre patria” o “Mi sobrino Juan Carlos ha demostrado bravura y la raza del apellido Borbón” y fue entonces cuando Jimmy apostilló: “Es que Borbón rima con cojón. Todos los Borbones siempre han tenido los cojones bien puestos” y se conformó una atmósfera gloriosa y exultante. Excepto en la persona de la periodista Pilar Eyre, que también estaba y que cuestionó seriamente la intervención real frente a Chávez. ¡Ah! Después de las espumas de los primeros días, comienzan a surgir voces que opinan que el Rey quizá no estuvo tan acertado. Hace 48 horas en un excelente debate de Roberto Arce en ANTENA 3 TV (360 grados) también se levantó la voz del polemista Juan Adriansens advirtiendo que sería inaudito que en una reunión de la Commonwalth, por ejemplo, la Reina de Inglaterra mandase callar a algún estadista porque no le gustase lo que habla; o que en una sesión de la ONU, George Bush le dijese a un presidente de cualquier gobierno. “¡Por qué no te callas!”. Ah, parece que el regio annus horribilis, lejos de amainar, sigue encabritado.

11 Octubre 2007

El Rey puso a Chávez en su sitio en nombre de los españoles

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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La Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile marcará un antes y un después en este tipo de reuniones. Si habitualmente las sesiones plenarias suelen caracterizarse por discursos diplomáticos, en esta ocasión no ha sido así, debido al matonismo político del presidente venezolano, Hugo Chávez, que está contagiando a otros presidentes, como el nicaragüense Daniel Ortega. Y fue el Rey de España quien paró los pies al caudillo venezolano en presencia de todos los mandatarios iberoamericanos, diciéndole lo que hace mucho alguien le tenía que haber dicho.

Hugo Chávez, como había hecho el primer día de la Cumbre, insistió ayer en calificar a Aznar de «fascista» y añadió que era menos humano «que un tigre o una serpiente». Zapatero tomó la palabra para pedirle a Chávez «respeto» hacia el ex presidente del Gobierno español y como el venezolano le interrumpiera, Don Juan Carlos se dirigió a él con un elocuente gesto mientras le decía, o más bien le gritaba: «¿Por qué no te callas?». Después, ante las críticas contra la eléctrica Unión Fenosa por parte del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, el Monarca -de acuerdo con Zapatero- abandonó el plenario como gesto de protesta por las descalificaciones contra Aznar y las empresas españolas.

El hecho no tiene precedentes, desde luego, en ninguna de las reuniones de alto nivel a las que asisten el Rey y el presidente del Gobierno. Pero ello indica también hasta qué punto un individuo como Chávez ha agotado la paciencia de todo el mundo, incluso de una personalidad tan respetada y admirada en toda Iberoamérica como el Monarca español. Las cinco palabras de Don Juan Carlos darán mucho que hablar. El presidente venezolano suele aprovecharse de la educación de sus interlocutores cuando insulta, pero esta vez quien podía hacerlo le ha puesto en su sitio. No sólo somete a su país a la tortura semanal de una homilía de varias horas por televisión, sino que en foros como la ONU pronuncia discursos impresentables.

El episodio es un reflejo de algo que ha quedado claro en esta cumbre. Chávez, y en menor medida Evo Morales y Daniel Ortega, han tomado el relevo de Castro y conforman una izquierda populista, antisistema y con un discurso antiimperialista que culpa a España y a las empresas españolas de la pobreza de los países donde ellos gobiernan. Una izquierda, por cierto, muy diferente a la que representan la presidenta chilena, Michelle Bachelet -excelente anfitriona de la Cumbre-, o el presidente brasileño, Lula da Silva.

Nada más conocerse la noticia en elmundo.es, comenzaron a llegar mensajes de apoyo al Rey por defender a un ex presidente del Gobierno. Una vez más, Don Juan Carlos ha sabido representar adecuadamente a todos los españoles. También el presidente Zapatero, a pesar de sus obvias diferencias con Aznar, tuvo una encomiable actuación a la hora de recordarle a Chávez que estaba en una mesa con gobiernos democráticos que representan a sus ciudadanos y en una comunidad iberoamericana que tiene como principio esencial el respeto a los demás.