7 julio 2024

Elecciones Legislativas Francia 2024: La Agrupación Nacional de Le Pen es la fuerza más votada, pero queda en tercer lugar en escaños por la ley electoral

Hechos

  • El 30 de junio de 2024 se celebra la primera vuelta de las elecciones legislativas francesas.
  • El 7 de julio de 2024 se celebra la segunda vuelta.

Lecturas

ESTALLA LA DERECHA FRANCESA POR EL APOYO DE ÉRIC CIOTTI A LE PEN (13-06-2024):

RESULTADO DE LA PRIMERA VUELTA A ELECCIONES (1-07-2024)

RESULTADO DE LA SEGUNDA VUELTA A ELECCIONES (8-07-2024)

30 Junio 2024

Unidad frente a la extrema derecha

EL PAÍS (Directora: Pepa Bueno)

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La primera vuelta en Francia marca claramente la única estrategia posible para todos los que rechazan un posible Gobierno de Le Pen

La victoria este domingo de Reagrupamiento Nacional con un espectacular 33,5% de los votos, según los sondeos, en la primera vuelta de las elecciones legislativas coloca a los partidos del llamado “arco republicano” ante sus responsabilidades. O se unen todos en la segunda vuelta del 7 de julio para derrotar al RN de Marine Le Pen, o se arriesgan a abrir la vía, dentro de una semana, a un Gobierno de extrema derecha en Francia, el primero en la historia elegido democráticamente. La reconstrucción del llamado frente republicano, la forma francesa del cordón sanitario, no debería ser difícil. Se trata de que, en los distritos donde se han clasificado tres candidatos para la segunda vuelta, y uno de ellos sea del RN, se retire el que menos votos haya obtenido en la primera vuelta de cualquiera de los otros contendientes. Es la manera de concentrar los votos contrarios a la extrema derecha en un solo candidato, y así tener más probabilidades de que gane el escaño el candidato de izquierdas, centrista o conservador moderado.

A partir de aquí, las cosas se complican. Primero, porque el cordón sanitario ha perdido fuerza. La extrema derecha ha evolucionado en la última década de forma estratégica para generar menos rechazo. En 2002, la Francia de izquierdas votó masivamente al conservador Jacques Chirac para derrotar en la segunda vuelta a Jean-Marie Le Pen. Chirac obtuvo un 82% de votos. Pero en 2022, ante un dilema similar, el actual presidente, Emmanuel Macron, sacó un 58% frente a Marine Le Pen, la hija del viejo líder ultra.

Otro factor que complica la reconstrucción del frente republicano es que muchos votantes del centro y la derecha moderada, y algunos de sus dirigentes, hacen una equivalencia entre el partido de Le Pen y el de Jean-Luc Mélenchon, líder de La Francia Insumisa. Su partido es el dominante en la izquierda francesa, agrupada para estas elecciones bajo la marca Nuevo Frente Popular, que obtuvo el 28,5% del voto. Son “los extremos”, según la expresión de Macron. Puestos a elegir entre Mélenchon y Le Pen, o a verse obligados a retirar un candidato, prefieren no hacerlo, pues creen que uno es tan nocivo para la democracia y los valores republicanos como la otra.

Afortunadamente, parece existir voluntad de salvar esas diferencias. El presidente Emmanuel Macron, cuya candidatura quedó en tercer lugar con un 22,1% de los votos según estos sondeos, llamó en su primera declaración pública a una “amplia unión claramente democrática y republicana”, y tomó la alta participación (cerca del 70%, la más alta desde 1981) como reveladora de que los franceses son conscientes del momento histórico al que se enfrentan. El Partido Socialista se comprometió a retirar a todos sus candidatos que hayan quedado terceros para concentrar el voto anti Le Pen. En la misma línea se expresaron Mélenchon y otros partidos de la coalición.

Es cierto que Mélenchon, con su agitación permanente, su oposición destructiva y sus ambigüedades en asuntos como el antisemitismo, ha ahuyentado al votante moderado. Hay motivos para pensar que un Gobierno con Mélenchon sería problemático para Francia y Europa. Pero esta no es la cuestión hoy. Mélenchon es un líder debilitado y cuestionado entre sus propias filas, y su partido concurre en una coalición de izquierdas que incluye fuerzas moderadas como el Partido Socialista. Lo que está en juego, que es evitar el acceso de la extrema derecha al poder, exige a centristas y conservadores moderados poner entre paréntesis las diferencias y apoyar a quien pueda batir a la extrema derecha, venga de donde venga.

03 Julio 2024

Frente republicano para el futuro

EL PAÍS (Directora: Pepa Bueno)

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La unión de los demócratas franceses podría contener a la ultraderecha, pero debería analizar el malestar expresado en ese voto

Nada está decidido en las elecciones legislativas francesas. El éxito de Reagrupamiento Nacional en la primera vuelta, el domingo pasado, sitúa a este partido de extrema derecha a un paso de la mayoría absoluta que le permitiría formar Gobierno, pero su acceso al poder todavía no está claro. Puede evitarlo la decisión tomada este martes por parte de 218 candidatos —en su mayoría de izquierdas, pero también en la órbita del presidente Emmanuel Macron— de retirarse de la segunda vuelta de este domingo para favorecer al candidato mejor situado en sus distritos ante el del RN. La retirada permite resucitar, aunque sea temporalmente y de forma parcial, el llamado frente republicano, la unión de todos los partidos y votantes de izquierdas y conservadores en contra de la ultraderecha.

Pero el acuerdo es incompleto: 16 miembros de la coalición macronista han mantenido sus candidaturas, así como 12 conservadores del partido clásico de la derecha francesa. Y no es nada seguro que los votantes sigan las consignas y voten en contra del RN. El frente republicano hace tiempo que dejó de funcionar a pleno rendimiento. En 2002, cuando el viejo líder ultra Jean-Marie Le Pen se clasificó para la segunda vuelta, el conservador Jacques Chirac le derrotó con un 82% de votos y el apoyo decidido de la izquierda. En 2017, Macron derrotó a la hija de Le Pen, pero el margen ya fue más estrecho: un 66% de votos, muchos de ellos aún de izquierda. Y en 2022, se redujo aún más el apoyo: un 58,5%.

El cambio es revelador. Para cada vez más franceses, el RN ya no es un peligro para la democracia ni para la República, lo que refleja, en parte, la evolución de este partido que, con Marine Le Pen al frente, ha suavizado su imagen y su discurso y ha logrado ocupar un lugar central en la sociedad francesa.

El RN ya no da miedo ni se percibe como una amenaza. Es, de hecho, el primer partido de Francia. De hecho, existe el riesgo de que el frente republicano refuerce todavía más el sentimiento de agravio de sus casi 11 millones de votantes en estas elecciones. Estos votantes representan capas de la población que durante décadas se han sentido excluidas del Gobierno de su país, y pueden entender como un nuevo gesto de desprecio hacia ellos el acuerdo entre partidos antagónicos de izquierdas, centro y derecha moderada para cerrarles el paso al poder justo después de haber obtenido su más importante victoria electoral. Sus líderes, con Le Pen al frente, repetirán este mensaje en los próximos días.

Hay que recordarles, sin embargo, que en Francia las elecciones se celebran a dos vueltas y gana quien obtiene la mayoría en la segunda. Si el domingo el RN se queda lejos de alcanzarla, el resultado será tan legítimo como si la obtiene. Pero el resto de los partidos debería reflexionar sobre el uso y la eficacia del frente republicano, que se ha revelado útil para mantener a la extrema derecha fuera del poder, pero no para limitar su avance a lo largo de las décadas.

La unión de los demócratas haría bien en ir más allá de las circunstancias de estas elecciones y en buscar respuestas a largo plazo al malestar que se expresa en el voto ultra. Francia necesita un frente republicano, pero no solo para el próximo domingo sino para los años venideros. Un frente que desactive los motivos para votar a Le Pen.

08 Julio 2024

El frente republicano dijo no

EL PAÍS (Directora: Pepa Bueno)

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La inesperada victoria de la izquierda y la resistencia del partido de Macron relegan a la ultraderecha al tercer puesto en Francia

Las elecciones legislativas de este domingo en Francia han demostrado que el cordón sanitario contra la extrema derecha no solo ha funcionado, sino que lo ha hecho en las dos direcciones del espectro ideológico del llamado frente republicano: desde la izquierda —inesperada ganadora de los comicios— y desde el centroderecha. Francia ha dicho no a los ultras y ha premiado la unión de los demócratas. Toda una lección para Europa en tiempos en los que la derecha moderada ha preferido en muchos casos unirse a partidos ultranacionalistas y xenófobos. Francia señala el camino.

Con una extraordinaria y disciplinada movilización, los electores han dado la victoria a las izquierdas coaligadas en el Nuevo Frente Popular, relegando a la tercera posición al Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen y Jordan Bardella. Hace solo una semana, en la primera vuelta, RN había obtenido una clara victoria con el 33,5% de los votos. La misma extraordinaria movilización del cordón sanitario ha permitido a Ensemble, de Emmanuel Macron, ser la segunda fuerza y al presidente de la República salvar el órdago que él mismo lanzó al disolver la Asamblea Nacional tras la debacle de su partido en los comicios europeos del 9 de junio. Macron, no obstante, sale nuevamente debilitado al perder frente a la izquierda la mayoría relativa que tenía hasta la convocatoria electoral.

La posibilidad real de que la ultraderecha se hiciera con el poder por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial ha provocado una impresionante reacción ciudadana con un 67% de participación estimada, la mayor desde 1997. Ahora toca a los líderes del frente republicano estar a la altura de las urnas. La nueva Asamblea Nacional estará fracturada entre tres bloques —alianza de izquierdas, centroderecha y extrema derecha— sin que ninguno alcance la mayoría de 289 escaños.

De confirmarse las estimaciones, aparecen dos alternativas. La preferible es el entendimiento entre la izquierda ganadora y el centroderecha. La alternativa es un bloqueo que, teniendo en cuenta que la Constitución impide convocar nuevas elecciones hasta dentro de un año, dejaría en una situación de ingobernabilidad a la segunda economía de la UE y potencia nuclear con sillón permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Otras democracias parlamentarias como Italia, Bélgica o Alemania, incluso España, están acostumbradas a este tipo de rompecabezas. Saben resolverlos o, en el caso español, han aprendido a hacerlo en años recientes. No es el caso de la Francia de la V República, el régimen constitucional fundado en 1958 por el general De Gaulle, con un poder Ejecutivo fuerte que concentra enormes poderes en la jefatura del Estado. Los franceses habían perdido la costumbre del compromiso y la coalición —que vinculan con la inestabilidad de la IV República, un régimen en el que el Parlamento, y no el Elíseo, ocupaba el centro del juego político—, pero el resultado de este domingo supone un cambio radical.

Las fuerzas republicanas deberían aparcar las inercias partidistas y ponerse de acuerdo en un programa de Gobierno y en un primer ministro salido de la izquierda. El hecho de que la primera fuerza dentro del Nuevo Frente Popular haya sido La Francia Insumisa del euroescéptico Jean-Luc Mélenchon —por delante del Partido Socialista— podría complicar las negociaciones, pero no debería volverlas imposibles. Todos los partidos del Frente tienen la responsabilidad de estar a la altura de una ciudadanía que ha entendido la gravedad del momento y que ha llenado las urnas votando con generosidad a candidatos que no eran de su formación política. La victoria podría trocarse en derrota si ahora los dirigentes son incapaces de conseguir un acuerdo de mínimos que permita un gobierno fuerte, inclusivo con respecto al amplio arco ideológico que representan, y determinante en Europa. La tentación de los moderados de ambos lados de dejar fuera a los votantes de La Francia Insumisa acarrearía un escenario perverso: romper el Frente de Republicano frente a una ultraderecha tocada pero ni mucho menos hundida y dejar toda la oposición a los extremos.

Las diferencias son enormes entre unos y otros pero también los posibles puntos de entendimiento. Si bien la hegemonía de Mélenchon podría generar tensiones sobre asuntos clave como la defensa de Ucrania, es urgente un programa de reformas económicas que reduzca la brecha social y territorial y, en palabras de Laurent Berger, un veterano sindicalista pragmático y respetado por todos que encarna la mejor tradición de la socialdemocracia francesa, un programa que “repare una sociedad que se siente fragmentada, dividida y maltratada”. La seguridad y la necesidad de protección en un sentido amplio, económica y en materia de criminalidad, podrían ser otro terreno de entendimiento. Los gobiernos de la ultraderecha o con ella dentro no son inevitables: en un solo año Polonia, España, Francia y Reino Unido los han frenado.

Ahora bien, la extrema derecha francesa no ha llegado ni remotamente a su objetivo, pero su fuerza no desaparecerá de la noche a la mañana. Si el frente republicano no toma nota del mensaje lanzado este domingo por los franceses y los aboca al desencanto, el partido de Le Pen podría seguir recibiendo el apoyo de los indignados y los desencantados y estar en condiciones de ganar en la próxima convocatoria o de disputar el Elíseo en las presidenciales de 2027. Tras evitar el acceso de RN al poder, la unión de los demócratas debe ser la solución para reparar el malestar francés y, en lo inmediato, evitar del bloqueo parlamentario. Ni Francia ni Europa pueden permitirse otro escenario.