30 mayo 1980

Elecciones Perú 1980 – Fernando Belaúnde Terry recupera la presidencia de Perú

Hechos

El 30 de mayo de 1980 se conoció el resultado de las elecciones presidenciales de Perú.

Lecturas

El centrista Fernando Belaúnde Terry, elegido presidente en los comicios de mayo de 1980, asume este 28 de julio de 1980 la presidencia de Perú otra vez.

La ceremonia – a la que asiste entre otras personalidades, el presidente del gobierno español, Adolfo Suárez – pone fin a una larga etapa de gobierno militar y devuelve al poder a los civiles.

En las elecciones de mayo en las que Beláunde Terry obtuvo el 45% de los sufragios, votaron por primera vez los analfabetos, de acuerdo con la nueva ley electoral.

 

30 Mayo 1980

El regreso de Belaúnde

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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ENTRE EL momento en que Fernando Belaúnde Terry fue expulsado del poder por los militares -octubre, 1968- y este actual, en el que Belaúnde vuelve a recuperarlo, elegido por el pueblo, han transcurrido casi doce años. Un paréntesis demasiado largo: pesa gravemente sobre la vida de unas generaciones. Llegaron entonces unos jóvenes dictadores de uniforme diciendo que eran los «nuevos militares», y se ha visto que eran los de siempre; y hasta en eso se veía que eran los de siempre, en que prometían novedad, cuando estaban repitiendo, más o menos, palabras españolas del siglo XIX en actos que legaron a todos los idiomas la palabra castellana «pronunciamiento», a españa un subconsciente de inestabilidad que todavía dura y a América latina una tradición de amargura, sangre y retraso. «Mal dirigido, este país ha sido llevado al borde de la ruina», dice Belaúnde para calificar esos doce años mal dirigido: es una realidad.Los golpistas del general velascio alvarado y de todos los generales que han ido sucediéridose en el poder u ocupando puestos de gobierno -Morales Bermúdez, Pedro Richter, Oscar Molina…- no supieron gobernar ni administrar. Creyeron en el viejo espejismo de su tradición: que la supresión de la asamblea, el arrebato de la libertad de prensa, la detención de la actividad de los partidos, debería traer una especie de restauración. es decir, creyeron que eran panaceas para contener una revolución que creían ver apuntar en el horizonte: y que su contrarrevolución, su congelación de los poderes civiles y de las discusiones y el examen libre de los problemas podría organizar la nación en torno a un programa de reforma agraria, de nacionalizaciones de la producción, de reparto de la riqueza.

Los manifiestos de la contrarrevolución a la que llamaron revolución, el enfrentamiento inicial con estados unidos -por la pesca, por el subsuelo-, tuvieron un atractivo de origen. no pudieron ser más que textos. nada funcionó. se había despertado un momento de esperanza, que los propios sectores sociales apoyaron, y se apagó: se fue produciendo una especie de neomussolinismo débil. sectores del ejército se enfrentaron entre si -con dimisiones dentro de la junta y hasta con enfrentamientos armados- y fue prevaleciendo la opción de la derecha: legislación de prohibición de huelgas, decretos de desnacionalización, limitaciones a la participación obrera, nuevos estímulos a la inversión extranjera; y, siempre, las manazas sobre la prensa. y, en todo ello, lo que había aparecido como una nueva honestidad y una austeridad castrense, se fue desflecando en corrupciones y escándalos. perdió su crédito: perdió su poder. el peso del gobierno le ha ganado. y, sin duda, algunas advertencias del departamento de estado y su política de democracias controladas, medidas y tasadas.

Devuelve el poder el ejército peruano a los civiles peruanos; es interesante que vuelva al mismo partido, al mismo ciudadano, que lo ejercía en 1968, aun saltando por encima del viejo apra, que apenas se queja diciendo que estas elecciones son un convenio -un consensoentre los militares y la acción popular.

No parece así. Ciertamente que acción popular, de un centro-derecha -la ideología de moda, la fuerza de sustitución-, no va a gobernar contra unos intereses estables, contra una burguesía media. ya habla Belaúnde de respetar la riqueza básica del país -que la tiene- y los sectores intermedios que la producen y la administran. Todo ello debe dar base a un regreso a la democracia. Belaúnde habla ya de formar un gobierno de «base amplia». Su nombre, su promesa, su solvencia intelectual, abren una esperanza. Le falta cumplirla.

20 Junio 1980

La difícil democracia en Perú

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián Echarri)

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LOS RESULTADOS de las elecciones generales celebradas en Perú el pasado fin de semana de modo alguno sitúan al país en una perspectiva concreta de práctica gubernamental. Tras los escrutinios se abre tan sólo un largo y original plazo que no culminará sino en las elecciones presidenciales de 1980. De acuerdo con los militares instalados en el poder desde 1968, las elecciones son tan sólo el primer paso de la devolución del Gobierno a manos civiles. Por ello, cinco millones de votantes, aunque no se sabe con exactitud el índice’de participación electoral, han acudido a las urnas. Los representantes elegidos tendrán la misión de redactar la nueva Constitución del país, con tiempo suficiente hasta 1980. Es de temer, sin embargo, que el país registre también en esos dos años incidencias en absoluto desdeñables, como no lo fueron las incidencias que arreciaron el pasado mes de mayo y que pusieron en grave aprieto la celebración de los comicios hasta la misma víspera de los mismos. Por todo ello, tan importante es preguntarse sobre los resultados de las elecciones como sobre lo que ocurrirá en el espacio abierto hasta 1980.Las elecciones estaban, en un principio, señaladas para el 4 de junio. Luego lo fueron para el pasado domingo. No se tuvo seguridad sobre la apertura de las urnas hasta el último momento por la particular actitud del Gobierno del general Morales Bermúdez, que al introducir drásticas medidas de austeridad económica en el pasado mes -quizá sin tener otra opción, quizá para drenar los votos de la izquierda- creó un clima de contienda civil en la población. Por la eliminación del censo electoral del elevado número de analfabetos, tres millones, y por la pretendida pérdida de popularidad de la izquierda en los incidentes de mayo, se pensó que la Cámara que resultase elegida sería gravemente imperfecta, que en ella no estarían ni los indios ni la izquierda. Y, sin embargo, los sorprendentes datos electorales de Perú exigen un análisis más detallado.

La campaña electoral ha registrado las sorpresas de los altos porcentajes de votos obtenidos por el Partido Popular Cristiano y por el APRA, de Haya de la Torre, así como del auge de la izquierda en el Frente Obrero Campesino Estudiantil y Popular (FOCEP), que ha sido beneficiado por un sorprendente aluvión de votos a su favor. El mayor porcentaje de votos ha sido logrado por la derecha, pero ésta se identifica, en cierto modo, con la izquierda en el repudio del poder militar. Por último, no hay que olvidar que sumando los votos de los seis grupos de izquierda resulta que ésta parece haber obtenido el 30 % de los sufragios. Si la derecha y la izquierda coinciden en la necesidad de recobrar el poder civil, es posible que este acuerdo no llegue más lejos y sea inoperante a la hora de los trabajos de la futura Asamblea. Porque la izquierda, incluso la sentada en los escaños, intentará de algún modo continuar el proceso antiimperíalista iniciado por el general Velasco Alvarado.

Las fuerzas políticas parlamentarias fácilmente coincidirán en sus designios políticos, con más dificultad en cuanto a la idea social que se hacen del país. En este punto vienen a colación el diálogo con las centrales sindícales y con los líderes políticos perseguidos, la gran incertidumbre de la evolución del APRA, de sus relaciones con Morales Bermúdez, de la conducta del Ejército, y, en fin, todas las cuestiones inmediatas que el país tiene pendientes en su situación económica. Porque Perú, al igual que otros países latinoamericanos que inician de nuevo su trayecto democrático, es una nación al borde de la bancarrota, que este año debe hacer frente al pago de mil millones de dólares de deuda exterior, que alcanza los 6.000. Sin la ayuda y la comprensión del Fondo Monetario Internacional, el país ni siquieta podrá pagar los intereses de su deuda. Es preciso, pues, hacerse idea clara de las malas condiciones del país, ante las cuales son posibles todos los fracasos, para reclamar la necesidad de una solidaridad internacional sin la cual es inviable cualquier experimento democrático.