Elecciones Perú 2021 – El izquierdista Pedro Castillo es proclamado como nuevo presidente tras un ajustado recuento frente a Keiko Fujimori

EL DRAMATISMO visual, la agonía de 62 años de dictadura comunista, el afecto secular de los españoles a todo lo cubano y las muchas noticias sobre la represión en la Isla Ergástula de los que se juegan la vida pidiendo libertad, pan y vacunas, no deberían ocultarnos que la gran batalla contra el comunismo, es decir, por la libertad, se libra en Perú. Allí, Pedro Castillo, sindicalista de Sendero Luminoso -responsable de 70.000 muertos desde su insurrección en 1980 contra la democracia peruana-, pretende ser investido merced a un pucherazo monumental, como en Venezuela y Bolivia.

Los progres que pueblan las secciones de internacional se prohíben y nos prohíben hablar de trampas electorales desde Trump y repiten sobre el Perú la misma frase: «No hay ninguna prueba de fraude». Alguno confiesa: «Como en el caso de Trump». ¿Qué tiene que ver Perú con los USA, salvo el juicio sesgado de los medios? ¿No hubo una sola irregularidad en cinco estados? La mitad de los USA, pese al esperpento del Capitolio, lo cree. Y más del 70% del Perú está hoy segurísimo. Pero los medios disimulan que, ante la disyuntiva «plata o plomo» -narco y comunismo son lo mismo, de Caracas al Pacífico, del Río de la Plata al plomo de los Andes-, Sagasti, presidente de la República, el Gobierno y la Junta Electoral han elegido investir como sea a Castillo y negarse a comprobar las pruebas de fraude.

La semana pasada entrevisté -véase en Libertad Digital o YouTube- a Gonzalo Ortiz de Cevallos, jurista veterano y muy respetado en Perú, que, al margen de los partidos, ha presentado la denuncia en todos los tribunales con las pruebas del fraude. Son de tres tipos: más de 40.000 votos de muertos -la diferencia provisional oficial de Castillo son 44.000-; miles de votos de niños que además habrían presidido mesas; y decenas de miles de actas con firmas groseramente falsificadas. En total, más de 200.000 votos. Pero el organismo electoral se niega a comprobarlos fácilmente, con el padrón, porque eso impediría la entrega de Perú al comunista Castillo.

Hay dos alternativas: repetición electoral o auditoría internacional de la OEA, como en Bolivia hace tres años. Esto último, amén del precedente, sería el medio más sencillo de impedir que Perú se convierta en otra Cuba. Si lo de La Habana produce horror y asco, ahorrémonoslo en el Perú. Aún se puede evitar lo irreversible.

Frente al pucherazo en Perú hay dos alternativas: repetición electoral o auditoría internacional de la OEA, como en Bolivia