26 marzo 2021

Espantada en el parlament Catalán de diputados de Junts, ERC, CUP, Comunes y PSC para no escuchar la intervención del líder de Vox en Catalunya, Ignacio Garriga

Hechos

En la sesión del 26.03.2021.

16 Febrero 2021

Vox en el Parlament

Albert Sáez

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La ultraderecha llega a las instituciones catalanas siguiendo el camino que empezó en Andalucía. Para lidiar con ella, el camino es el marcado por Merkel

El 3 de diciembre de 2018 la extrema derecha española entró en un Parlamento por primera vez desde que Blas Piñar dejó de ser diputado en 1982. En las elecciones autonómicas en Andalucía, Vox logró 12 diputados. Se daba inicio de esta forma a un ciclo político en el que la formación que dirige Santiago Abascal ha acumulado una destacada representación institucional, desde los 52 diputados en el Congreso de los Diputados hasta diputados y concejales claves para la gobernabilidad en autonomías como las de Madrid y Murcia y ayuntamientos como el de la capital de España. La extrema derecha no solo ha conseguido entrar en las instituciones sino que, sin llegar a formar parte de ningún Gobierno, sí logra influir sobre ejecutivos en minoría formados por una coalición entre PP y Ciudadanos, sobre todo en asuntos nucleares de su ideario como las políticas migratorias y las de igualdad.

Ahora es el turno de que Vox entre en las instituciones catalanas, con los 11 diputados que Ignacio Garriga ha conseguido en las elecciones autonómicas del 14-F, fruto del colapso de Ciudadanos y del PP, los otros dos partidos de la derecha a los que poco a poco Vox va comiendo el terreno. «Hemos pasado, pasaremos y seguiremos pasando», dijo Garriga la noche electoral, en referencia al lema ‘No pasaréis’. Como en el resto de Europa, no puede decirse que la extrema derecha española sea sutil.

Durante muchos años España fue una anomalía en el contexto de las democracias liberales europeas porque no tenía un partido de extrema derecha en las instituciones. Ahora lo es por lo contrario: mientras en países como Alemania y Francia entienden que triangular con la extrema derecha solo beneficia a los ultras, en España a un lado y otro del espectro ideológico se intenta sacar rédito del factor disruptivo que es Vox. Lo ha hecho a la derecha el PP, con pactos vergonzantes y fotografías como la de Colón, hasta que ha chocado con la realidad de que dar carta de naturaleza al discurso de la extrema derecha refuerza a los ultras y debilita a los partidos conservadores y liberales. Lo ha hecho también la izquierda, que ha usado a Vox como espantajo para dividir a los partidos de derecha. Lo han hecho muchos medios, en busca de una audiencia espuria.

De todos estos errores debe aprender ahora la democracia en Catalunya. Los antecedentes no son alentadores: la extrema izquierda (representada en el Parlament por la CUP) tiene un largo historial de enfrentamientos violentos con los ultras, indiferente a la constatación de que este tipo de actitudes (de las que hemos tenido ejemplos durante esta campaña electoral) no hacen más que engordar el saco de los ultras. Apelando a lo visto ya en otros parlamentos y consistorios, puede darse por seguro de que Vox recurrirá a la agitación y la provocación permanente en el Parlament en dos frentes: el de las guerras culturales que le es tan querido; y el nacional, con un enfrentamiento visceral no ya contra el independentismo, sino contra el catalanismo en bloque, en lo que será un ataque continuo parecido al que solía efectuar Ciutadans, pero corregido y aumentado.

Ante esta tesitura, no corresponde a los partidos e instituciones catalanes inventar nada nuevo: en lo referente a la extrema derecha, el ejemplo de Angela Merkel marca el camino: sin aspavientos ni ‘efectos Streisand’, simplemente situarse siempre, sin dudas, ni cálculos, ni tacticismos, frente al lugar donde se sitúen los diputados de Abascal.