5 abril 1951

Estados Unidos condena a muerte al matrimonio judío de Julios Rosenberg y su esposa Ethel por hacer espionaje en favor de la Unión Soviética

Hechos

El 5 de abril de 1951 fueron condenados a muerte Julios y Ethel Rosenberg, ambos fueron ejecutados el día 19 de junio de 1953.

Lecturas

El 5 de abril de 1951 Julius y Ethel Rosenberg fueron condenados a muerte por alta traición. El matrimonio que había facilitado a la Unión Soviética información sobre la bomba atómica estadounidense. Ambos murieron en la silla eléctrica.

Julis Rosenberg había nacido en el East Side neoyorquino. Mientras ejercían de ingenieros electrónicos en Nueva York, se afiliaron al ilegal Partido Comunista en Estados Unidos.

En 1943 se distanció de las actividades públicas del partido y se alistó en el servicio secreto de la URSS a través del agente del KGB Anatoli Jakovlev. Tras unos primeros encargos de escasa relevancia, pronto se convirtió en un agente de élite instructor de otras espías.

Uno de éstos era David Greenglass, hermano de la futura esposa de Rosenberg, Ethel. Greenglass trabajaba de técnico en el centro nuclear estadounidense en Los Álamos. A finales de 1944 informó a Rosenberg del desarrollo de la bomba atómica, y éste transmitió la información a la Unión Soviética, incluyendo un plano de la instalación de Los Álamos y detalles sobre el mecanismo de encendido de la bomba. Tras lanzar con éxito una bomba atómica en 1949, la Unión Soviética recuperó terreno frente a Estados Unidos en la carrera armamentística.

En verano de 1950 el matrimonio Rosenberg fue arrestado y acusado de espionaje. Según la versión oficial tras su detención en 1948, el científico Hans Fuchs que también había trabajado en Los Álamos admitió ante el servicio de contraespionaje británico MI5 haber colaborado con la URSS y mencionó el nombre de Harry Gold. Esta pista condujo al FBI de J. Edgar Hoover hasta Green Glass, que también había proporcionado informaciones a Gold. Al ser presionado, Grenglass se puso a disposición del FBI como testigo principal y traicionó a su hermana y su cuñado.

El 5 de abril de 1951 el Tribunal Superior de Nueva York condenó a muerte al matrimonio Rosenberg. El juez argumentó el veredicto con las siguientes palabras: «Una muerte premeditada y deliberada es algo insignificante en comparación con el delito que ustedes han cometido. Indudablemente con su traición han cambiado el curso de la historia en contra de su patria». Por su disposición a declarar, Greenglass salvó la vida siendo condenado a quince años de cárcel.

LOS ARTÍFICES DE LA CONDENA

El influyente senador Joseph McCarthy, el fiscal Roy Cohn y el jefe del FBI J. Edgar Hoover fueron considerados dos de los máximos responsables del ambiente que logró la condena a muerte del matrimonio Rosenberg. Cohn llevó la causa colaborando con la fiscalía.

El Análisis

Los Rosenberg: traición, castigo y el mensaje de una nación en guerra fría

JF Lamata

La ejecución de Julius y Ethel Rosenberg en 1951 marcó uno de los momentos más controvertidos y simbólicos de la Guerra Fría. Acusados de espiar para la Unión Soviética y entregar secretos atómicos que pudieron alterar el equilibrio nuclear del planeta, su condena no fue solo un veredicto jurídico: fue un mensaje político. En una época de paranoia creciente y enfrentamiento ideológico feroz, Estados Unidos no estaba dispuesto a mostrar debilidad. La traición no tendría redención.

Detrás de la caída de los Rosenberg estuvo el incansable y cada vez más omnipresente FBI de J. Edgar Hoover, que supo construir un aparato de vigilancia interna sin precedentes. Pero también jugaron papeles clave figuras como el senador Joseph McCarthy y el joven fiscal Roy Cohn, que presionaron para que la justicia fuera ejemplarizante. La ejecución de Julius era prácticamente segura, pero el verdadero punto de inflexión fue la decisión de aplicar también la pena capital a Ethel. Hoover, McCarthy y Cohn coincidieron en que perdonar a la esposa sería un signo de debilidad. El presidente Eisenhower, pese a las apelaciones y las divisiones en la opinión pública, optó por no ejercer el indulto. La traición, en el contexto de una lucha global por la supremacía, debía tener un precio irreversible.

La Guerra Fría estaba entonces en su punto de ebullición. En Moscú, el KGB tejía su red de informantes con habilidad, pero pocos dudaban de que Hoover, con sus métodos agresivos y secretos, no se quedaba atrás en el tablero invisible del espionaje. El caso Rosenberg no fue sólo una tragedia familiar ni un escándalo judicial: fue un reflejo brutal de la era, donde la lealtad era absoluta o era traición, y donde el miedo servía como cimiento del poder.

J. F. Lamata