30 diciembre 1999

Estalla un caso de corrupción por financiación ilegal de la CDU de Alemania que salpica a Helmut Kohl

Hechos

Fue noticia el 30 de diciembre de 1999.

30 Diciembre 1999

Kohl, investigado

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

Leer

LA APERTURA por la fiscalía de Bonn de un sumario contra Helmut Kohl por presunta malversación de fondos públicos representa un nuevo golpe contra la ya empañada reputación del primer canciller de una Alemania unida después de Hitler. La investigación judicial contra Kohl, un año después de que fuera derrotado en las urnas tras un reinado indiscutible de 16 años en la política germana, es independiente de la que lleva adelante el Parlamento federal y se sigue de la reciente admisión por el ex mandatario alemán de que recibió entre 1993 y 1998, y mantuvo secretas, donaciones para su partido, la Unión Cristiana Democrática (CDU), que ascendieron a unos 170 millones de pesetas. Si resultara culpable podría ser condenado, en el peor de los casos, a penas de cárcel. Kohl, hasta ahora, y pese a la insistencia de los nuevos jefes democristianos, se ha negado a revelar las identidades de los donantes.Kohl, que lamentó ayer la acción del fiscal, arguye que ninguna de las decisiones que tomó como canciller federal estuvo influenciada por donaciones políticas. Pero la argumentación no hace al caso. La ley de partidos alemana obliga a declarar las contribuciones superiores a 20.000 marcos (1,7 millones de pesetas) y a conocer el nombre del donante. Al tergiversar su contabilidad oficial, el partido del canciller se benefició ilícitamente de subvenciones públicas; en un país, además, que goza probablemente del sistema estatal más generoso del mundo en la financiación de partidos políticos. Aceptando dinero furtivo, Helmut Kohl dio vía libre a un sistema que encierra infinitas posibilidades de corrupción.

El tema -de dónde obtienen los partidos el dinero para su mantenimiento y campañas- ha venido a convertirse en uno de los talones de Aquiles de los sistemas democráticos avanzados. No ha perdonado a la escrupulosa Alemania (recuérdese el caso Flick, en el que Kohl también fue investigado sin consecuencias), pero tampoco al Reino Unido, Francia o Italia. Y, desde luego, no a España, donde todavía colean en los tribunales algunos de los casos de ilegalidad más notorios.

Descubrir a estas alturas el potencial efecto devastador del dinero engrasando por la puerta falsa la vida política sería una ingenuidad. Y, obviamente, la gravedad de la actuación del ex canciller no deriva de la cantidad según Kohl recibida por la CDU y admitida como clandestina. Son las implicaciones potenciales del escándalo financiero que planea sobre la cabeza del antiguo jefe de Gobierno las que han disparado los mecanismos de vigilancia y corrección del Estado democrático. El dinero no suele ser en sí mismo el problema; el meollo de la cuestión es la clandestinidad con que se recibe y maneja. Los fondos ocultos ayudan a los políticos a mantenerse en el poder y los ciudadanos tienen perfecto derecho a preguntarse si la práctica de obtener contribuciones de donantes misteriosos no esconde a cambio la obtención de determinados favores que no resistirían la luz del día.

Los sistemas democráticos tienen sobre los demás la ventaja de que albergan en su seno mecanismos de control más refinados. En el caso de la financiación de los partidos parece evidente que sólo una rigurosa transparencia -acentuada por un electorado vigilante y una prensa libre- ofrece, junto con una limitación prudente de lo que se puede gastar en campañas, las garantías suficientes. En esta Europa que se reclama alma máter de la más afinada democracia, los partidos simplemente deben estar obligados, y la CDU lo estaba, a revelar rápida y claramente de quién y cuánto dinero reciben. Helmut Kohl es una figura histórica, pero un ciudadano más a los ojos de la fiscalía de Bonn.

08 Enero 2000

El lastre Kohl

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

Leer

La dirección de la Unión Cristiano Demócrata (CDU) alemana no pudo ayer disimular la indignación que le produce la actitud de Helmut Kohl de obstinarse en no dar más datos sobre la financiación ilegal que él mismo reconoció el pasado 16 de diciembre. El que hasta hace semanas era líder histórico e indiscutido del partido se ha convertido en un lastre que muchos dirigentes consideran insoportable y que amenaza a la propia subsistencia de la CDU como uno de los dos grandes partidos del sistema parlamentario alemán.El distanciamiento de la CDU de su líder histórico se puso de nuevo de manifiesto en las jornadas anuales de reflexión del partido, celebradas en Norderstedt, en Schleswig-Holstein. Volker Rühe, candidato a las próximas elecciones en este landa, que de seguro vencedor ha pasado a temer un desastre electoral por culpa del escándalo de la financiación, afirmó con rotundidad que «la era Kohl ha acabado hace tiempo».

Desde ayer está claro que la actual dirección de la CDU quiere alejarse lo más rápidamente posible de su antiguo jefe y a ser posible cargar sobre él toda la responsabilidad del escándalo. Pero esto sólo sería posible si Kohl se inmolara como único culpable y el ex canciller no parece tener tal intención. Su sucesor Schäuble y el propio Rühe, como secretario de organización, estaban en el más estrecho círculo de dirección del partido entre 1993 y 1998, años en los que, según el propio Kohl, se produjeron tales donaciones de dinero en efectivo desde cuentas en Liechtenstein y Suiza.

Los socialdemócratas de Gerhard Schröder han lanzado ataques contra Kohl ante el obstinado silencio de éste. Pero tampoco quieren forzar en exceso una cuestión por la que la CDU se daña por sí sola. Una escalada podría provocar una situación peligrosa si la indignación de gran parte de la opinión publica por estas prácticas se convierte en actitud de rechazo a los partidos políticos tradicionales en general. Existen en Alemania partidos marginales extremistas que quisieran salir de esta marginalidad a caballo de esta crisis.

19 Enero 2000

La CDU cae con Kohl

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

Leer

El ex canciller Helmut Kohl dimitió ayer como presidente honorario de la Unión Cristiana Democrática alemana, después de que la dirección del partido se lo exigiera si seguía negándose a hacer públicos los nombres de quienes le entregaron de forma ilegal dinero para el partido y que tan obstinadamente se niega a revelar. Es, literalmente, un nuevo paso hacia el deshonor de un hombre que hace pocas semanas gozaba de la admiración generalizada en Alemania y fuera de ella. Dice que el paso ha sido duro, pero sigue negándose a revelar los nombres de los donantes. Demuestra mayor lealtad a los generosos financiadores que a la Constitución que juró defender.Al mismo tiempo, la dirección democristiana ratificó por unanimidad a Wolfgang Schäuble como presidente y se mostró decidida a aguantar en su actual composición hasta el congreso que habrá de celebrarse en abril en la ciudad de Essen. La reunión de Berlín, de la que se esperaban medidas drásticas, incluidas posibles expulsiones, quedó en una demostración más de impotencia para asumir la situación en toda su gravedad. La dirección de la CDU, y a su cabeza Schäuble, parecen creer en serio que van a poder mantenerse al mando y sin rupturas internas hasta que restauren la normalidad en el congreso de Essen. Es un regate inútil. Sólo una presión tremenda y una situación personal desesperada pueden llevar a un dirigente experimentado y lúcido como Schäuble a asumir un escenario político tan irreal.

Resulta que después de todo lo sucedido, de las confesiones del propio Schäuble, de las revelaciones sobre tráfico de dinero en el extranjero y especulación con el mismo por parte del ministro del Interior de Kohl, Manfred Kanther (dimitido el lunes como diputado), y múltiples capítulos oscuros en otros tantos Estados federados, la dirección de la CDU quiere volver a la letanía de un único culpable. Pero, por desgracia para todos y para el sistema democrático alemán, nada volverá a ser como antes a la vista del profundo efecto que sobre la opinión pública ha tenido lo que considera un insoportable abuso de confianza. El hecho de que quien ha sido durante 16 años el principal responsable de hacer respetar la Constitución y las leyes en general reconociera ante las cámaras de televisión haber violado tanto la una como las otras está teniendo un calado social aún difícil de evaluar. Los primeros sondeos sobre el tema revelan en Alemania una profunda aversión hacia la política y los políticos. El argumento popular sigue una línea predecible: si el gran estadista Helmut Kohl, al que la mayoría dio su confianza elección tras elección, fue y es capaz de semejante desafuero, de qué no serán capaces los demás.

Pero lo trágico en la CDU es que su alejamiento de la figura de Kohl ya no le ayuda en nada a hacer las paces con su pasado. Posiblemente porque el sistema de financiación y reparto del dinero en el partido ha sido compartido por demasiados. Quien más quien menos, la mayoría de los dirigentes locales y federales han sido beneficiarios de estas formas tan poco ortodoxas de utilizar fondos. Quizás a algunos les parecía extraño en un partido conservador de un país conocido por su amor al orden y al rigor. Pero nadie se atrevió nunca a poner en duda las prácticas del gran jefe indiscutido.

La solución que propuso ayer la dirección del partido en su reunión de Berlín tiene todo el aspecto de nacer muerta. Los tres meses hasta el congreso serán un vía crucis que difícilmente podrá soportar el ya maltrecho Schäuble y otros dirigentes que formaron parte del equipo de Kohl. El ex canciller dijo hace unas semanas una frase que puede sonar como amenaza, aunque no lo sea: «Al final, ya veremos quién queda». La CDU ofrece cada día una imagen más similar a la de la Democracia Cristiana italiana de principios de los noventa. Que su fin fuera también parecido es lo peor que le podría pasar a la democracia alemana y a la Unión Europea, que necesita imperiosamente de una Alemania estable.