24 junio 2007

ETA anuncia la ruptura oficial de la tregua con el Gobierno Zapatero seis meses después de haberla roto con el doble asesinato de la Terminal 4

Hechos

El 5.06.2007 la organización terrorista ETA anunció que ponía fin al ‘Alto el Fuego’ que declararon en marzo de 2006.

Lecturas

COMANDO ÍNTEGRO DE LA ORGANIZACIÓN ASESINA:

«ETA, organización socialista revolucionaria de liberación nacional vasca, desea comunicar a los vascos lo siguiente:

Son tiempos de clarificación. Euskal Herria quiere dar pasos para superar la actual división institucional y construir un Estado independiente. Han sido miles de votos en favor del cambio político y social, miles de voces en pro del futuro de este pueblo. ETA se posiciona a favor del proceso de liberación de este pueblo, un proceso cuyo fin, sin duda, será un Estado independiente: Euskal Herria. Pero, para llegar a eso, será necesario un marco único que incluya Navarra, Álava, Vizcaya y Guipúzcoa, y otro que aúne Lapurdi, Benafarroa y Zuberoa. De este modo, con los siete territorios unidos, construiremos el futuro de nuestro pueblo. Está claro que las falsas soluciones que se han presentado hasta el momento no nos llevan a ninguna parte. El futuro está en nuestras manos, y lo conseguiremos.

 Las máscaras han caído. El talante de Zapatero se ha convertido en fascismo que niega sus derechos a partidos y ciudadanos. Pero no son los únicos. También se les ha caído la máscara a los dirigentes del PNV, cuyas ansias de dinero son insaciables. Desgraciadamente, la libertad de los pueblos se topa a menudo con la traición. En la defensa de Euskal Herria, en la construcción del futuro, se suele recurrir a engaños cada vez que se tienen que adoptar decisiones firmes. En esta ocasión a los ciudadanos no se les ha dado un cheque en blanco para que sigan alimentando bajo la protección del españolismo el sufrimiento de este pueblo. Sólo han «seducido» a los culpables del aplastamiento de los derechos del pueblo, no a los vascos que queremos vivir en democracia y libertad.

Los ciudadanos sufrimos una falta de democracia. Las agresiones contra Euskal Herria, en lugar de desaparecer, se están intensificando y agravando. La Justicia española ha dejado fuera de estas elecciones antidemocráticas a miles de ciudadanos y a la izquierda abertzale, que es el principal activo del proceso. La situación que vivimos en Euskal Herria en la actualidad es un estado de excepción. Las elecciones recientemente celebradas carecen de legitimidad. A la suspensión permanente de actividades armadas ofrecida por ETA, el Gobierno español le ha respondido con detenciones, torturas y persecuciones de todo tipo. No se dan las condiciones democráticas mínimas que se requieren para realizar un proceso de negociación.

Las claves políticas para garantizar el presente y el futuro de Euskal Herria son evidentes: la autodeterminación y la territorialidad; y la semilla que acaban de sembrar miles y miles de ciudadanos traerá una abundante cosecha a nuestro pueblo.

Mientras tanto, reafirmamos nuestra decisión de defender mediante las armas este pueblo al que atacan con las armas. Llamamos a todos los ciudadanos a que se enfrenten a esta democracia falsa y putrefacta, y a que se afanen en la construcción del Estado libre denominado Euskal Herria. Cada uno en su lugar y según sus posibilidades. Con generosidad y trabajando codo con codo.

Finalmente, ETA quiere anunciar que abandona el alto el fuego permanente y que ha decidido actuar en todos los frentes en defensa de Euskal Herria a partir de las 00.00 del 6 de junio del 2007.

En Euskal Herria, junio del 2007″.

05 Junio 2007

Pretextos para la violencia

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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La banda terrorista ETA anunció la pasada madrugada, a través de un comunicado en el diario en euskera Berria, el fin de la fase de prolongación condicional del alto el fuego enunciada poco después del atentado de Barajas. Algunos de los síntomas anunciadores del regreso a la violencia eran conocidos sólo por los profesionales de la lucha antiterrorista, pero otros eran públicos. Entre ellos, la publicación en las últimas semanas, en la prensa que suele recibir los comunicados de ETA, de un relato sobre las negociaciones entre Batasuna, el PNV y los socialistas vascos destinado a acreditar la idea de que la intransigencia de los demás ha hecho inevitable que ETA vuelva a atentar contra bienes y personas.

ETA se distingue de otras formas de criminalidad por su pretensión de legitimidad. No necesita razones, pero sí pretextos. El desconcierto que la ruptura de la tregua de 1998-1999 provocó en su base social (y que costó a Batasuna la pérdida de 80.000 votos) explica el intento de las últimas semanas de prepararla para lo que viene. En el último Zutabeaparecido antes de Barajas ya hablaban de la necesidad de «situar la responsabilidad de la continuidad del conflicto en nuestro enemigo».

Un primer paso para ello fue difundir una versión de encuentros anteriores y posteriores al alto el fuego en la que aparecían supuestos compromisos incumplidos por el Gobierno: la legalización de hecho de Batasuna y lo que llaman cese de la persecución de la izquierdaabertzale, es decir, paralización de la acción policial y judicial e impunidad para la extorsión a los empresarios, la violencia callejera y actividades como el robo de pistolas. La legalización de hecho no era sólo tolerancia para actividades destinadas a participar en el proceso (como pudo interpretarse), sino exigencia de derogación de la ilegalización sin necesidad de que Batasuna se desligase de ETA.

En los últimos días, el relato ha tenido como hilo conductor lo que consideran falta de receptividad de PNV y PSE a los intentos de Batasuna por encontrar una salida al «conflicto político». El presidente del PNV, Josu Jon Imaz, declaró el 3 de abril que los tres partidos habían alcanzado un preacuerdo a finales del verano, pero que «de un día para otro» Otegi y los suyos giraron «180 grados» porque «ETA les impuso otra actitud». La salida propuesta entonces por éstos fue la misma que en marzo pasado presentó Batasuna públicamente en Pamplona: la creación ex novo de una comunidad autónoma que integrase a las actuales de Euskadi y Navarra y a la que se reconociera el derecho de autodeterminación. O sea, la propuesta de borrar más de un cuarto de siglo de instituciones avaladas por múltiples elecciones democráticas para empezar de nuevo desde cero y de acuerdo con el programa de ETA-Batasuna.

Una definición posible de ETA es ésta: banda armada en busca de pretextos para no dejar de serlo. Ahora los ha encontrado, paradójicamente, entre las concesiones que PNV y PSE estuvieron dispuestos a hacerle en aras del fin de la violencia. Pero no engañan a nadie.

05 Junio 2007

Un proceso con sólidas bases que puede y debe ser reactivado con voluntad política

GARA (Director: Josu Juaristi)

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ETA ha dado por finalizado el alto el fuego permanente que inició el 24 de marzo de 2006 con el objetivo de «impulsar un proceso democrático». Ese alto el fuego era un paso más, importante sin duda, en una marcha que se había iniciado ya años atrás. La semilla de esa suspensión de las acciones armadas se dejaba caer, por tanto, sobre un campo sembrado.

Ese trabajo previo permitió que ETA hiciera ese anuncio en un momento difícil para la izquierda abertzale. De hecho, sólo unos días antes se habían producido las muertes de dos presos políticos vascos, Igor Angulo y Roberto Sáenz. A ese contexto de sufrimiento inducido por la política penitenciaria había que añadir la voraz actuación de la Audiencia Nacional española contra la izquierda abertzale. Mientras la amenaza de la cárcel se cernía sobre Arnaldo Otegi, otros portavoces destacados del movimiento independentista, como Juan Mari Olano o Juan Joxe Petrikorena, estaban entonces en prisión.

Si bien algunos agentes políticos trataron de restar valor de iniciativa política a ese alto el fuego, lo cierto es que con sólo atenerse a lo escrito por ETA ese 22 de marzo -esa organización de la que Jaime Mayor Oreja dijo que «nunca miente»- se comprende que estábamos ante una muestra de voluntad por parte de la organización armada para favorecer un proceso de diálogo, en la doble vía diseñada en Anoeta, tendente a garantizar un escenario de igualdad democrática en Euskal Herria.

Pese a la esperanza despertada en la ciudadanía por una iniciativa de ETA que quien más quien menos interpretaba como una demostración de los buenos anclajes del proceso, ese paso hacia la distensión fue «saludado» por la Ertzaintza con la detención de dos ciudadanos para completar condena. Sólo habían pasado unas horas del paso dado por ETA y ya se atisbaba que uno de los compromisos asumidos por el Gobierno en los meses anteriores, el de levantar el pie del acelerador represivo, iba a convertirse en un auténtico talón de Aquiles.

Así ocurrió, y la vertiginosa actuación del juez Grande-Marlaska se sumó a la política de freno aplicada por José Luis Rodríguez Zapatero. Tras meses de escuchar a líderes de distintos partidos, incluido al presidente del Gobierno español, que en una situación de no violencia el diálogo sería una realidad inmediata, lo cierto es que el alto el fuego de ETA dio paso a una política de dilaciones -ya arguyendo la necesidad de «verificar» el alto el fuego, ya con las exigencias a Batasuna sobre su legalización- que fue minando la confianza, a decir de los expertos en procesos de paz, el bien más difícil de ganar y más fácil de dilapidar en una negociación.

Ni un solo gesto de buena voluntad

La previsible actitud del PP de boicotear el proceso político sirvió para tejer una tupida red alrededor del Gobierno, que se enredó en ella, hasta el punto de gastar más energía política en desmentir avances en el proceso de solución del conflicto que en dar realmente los pasos necesarios para impulsar el mismo. El Gobierno del PSOE tenía en sus manos adoptar decisiones que no implicaban más que aplicar la ley. Eso sí, la ley desnuda del plus de ensañamiento con que se aplica a los ciudadanos vascos. Sin embargo, no acercó a un solo preso, ni excarceló a prisioneros enfermos. Es más, en su vano intento de frenar la oleada ultraderechista, se adentró en el pozo sin fondo de las reformas de la ley y de los cumplimientos íntegros de las condenas. Por difícil que sea de creer, a las puertas de un alto el fuego, el ministro de Justicia del PSOE, Juan Fernando López Aguilar, pronunció la desafortunada frase sobre la «construcción» de nuevas imputaciones con las que mantener a los presos vascos en prisión una vez cumplida su condena. Esa doctrina, que no ha desaparecido tras la salida del ministro, corre paralela a la decisión adoptada el 2 de marzo de 2006 por la Audiencia Nacional en el sentido de «revisar» las condenas de 180 presos políticos vascos.

La «construcción» de López Aguilar tuvo que ver y mucho en la retención en prisión de Iñaki de Juana Chaos por un delito de «amenazas veladas» y esa sentencia arbitraria dio paso a una huelga de hambre del preso donostiarra que, mediado el otoño, centraba todas las miradas, mientras en un plano más discreto el proceso de diálogo a tres bandas sufría un grave deterioro ante la negativa de PSOE y PNV a avanzar en un compromiso sobre el derecho de decisión y la territorialidad.

Con el proceso al borde del coma, y mientras las detenciones y, lo que es más grave, las denuncias de torturas, sumaban obstáculos al escenario, ETA llevó a cabo un atentado en Barajas cuyas consecuencias superaron las intenciones de la organización armada y vinieron a añadir incertidumbre sobre el proceso. Tras las dos muertes en la T-4, el Gobierno español dio por roto el diálogo. Ayer, en su valoración del anuncio de ETA, Zapatero afirmaba que «ha realizado todos los esfuerzos posibles» para alcanzar la paz. Gran paradoja para un mandatario que durante meses se ha jactado de que su gobierno «ha hecho menos» que el PP. Y gran contradicción la de afirmar que ha buscado «un marco de convivencia en el que puedan defenderse democráticamente todas las opciones y se supere el enfrentamiento»…. al poco de haber ordenado al fiscal y al abogado del Estado buscar la ilegalización de partidos y candidatutas.

A la espera de que la reflexión gane terreno a las declaraciones apresuradas, la primera constatación a hacer tras el anuncio de ETA -ése que «no ha sorprendido» a PSE y PNV, claro está porque Barajas no interrumpió la comunicación…- es que lograr un escenario en el que se supere el enfrentamiento y se puedan defender todas las ideas, obliga a redoblar los esfuerzos. La historia enseña que en todos los procesos de normalización se producen dientes de sierra. También que no hay obstáculos insuperables cuando todas las partes implicadas tienen la voluntad política necesaria.

05 Junio 2007

Otro artículo que preferiría no haber escrito

Floren Aoiz

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Ante la perspectiva que el comunicado de ETA evidencia, Floren Aoiz analiza la estrategia del PSOE en los últimos años con respecto al proceso de normalización política en Euskal Herria, estrategia de la que destaca la falta de asunción de «compromisos serios» por parte del Gobierno español y cuyo resultado es la situación actual, a enmarcar en «un proceso en crisis permanente».

Cuando GARA me pidió el 11 de marzo de 2004 un artículo sobre lo ocurrido aquel día en Madrid, lo inicié señalando que hay artículos que uno preferiría no haber tenido que escribir. Este -casi sobra decirlo- es otro de esos artículos. ¡Ojalá nunca hubiéramos tenido que enfrentarnos a esta situación!

Dicho esto, se hace necesario aclarar que cuando hablo de esta situación no me refiero sólo al comunicado de ETA en el que anuncia el fin del alto el fuego, sino al actual contexto en su conjunto. Habrá muchos que digan que ETA lo ha echado todo a perder, y recurrirán a guiones que han preparado hace ya mucho tiempo, pero un análisis riguroso de los meses transcurridos desde marzo de 2006 nos sitúa más bien ante un proceso en crisis permanente, crisis provocada por la falta de compromisos serios por parte del Gobierno español.

¿Qué ha hecho el gobierno de Rodríguez Zapatero para que el alto el fuego se convirtiera en un escenario de paz? Dejemos que lo responda su presidente, recuperando su respuesta a un senador del partido de Rajoy en Madrid: nada, ni un solo paso. Recomiendo a quien tenga dudas al respecto que se haga con una copia del vídeo que el PSOE elaboró para denunciar los pasos que el PP dio en los meses de la tregua anterior. Aquel canto al inmovilismo reflejaba un talante que ha terminado por frustrar las expectativas de la sociedad vasca y creo que de una buena parte de la sociedad del conjunto del Estado español.

Uno tiene la sensación de que en la estrategia del PSOE con respecto a Euskal Herria en los últimos años hay dos fases claramente diferenciadas. Una primera tenía como objetivo generar un ambiente de confianza y esperanza, pero la segunda, que comienza justo cuando ETA proclama su alto el fuego, se caracteriza por las pegas, las excusas, las dilaciones y los obstáculos. Y es que tan pronto como Zapatero tuvo un «triunfo» que echarse a la boca, las prisas anteriores se convirtieron en retrasos y aplazamientos continuos. Primero había que vefiricar, luego era preciso aclarar que no habría precio político y que todo se haría dentro de la ley. Luego el obstáculo estaba en dilucidar si era precisa una mesa de partidos o varias.

La legalización de Batasuna se convirtió también en motivo de polémica, y el Gobierno español y sus aliados quisieron hacer creer que la izquierda abertzale se resistía a perder las «ventajas» de una situación de ilegalidad. De los presos, nada, de la legislación que ampara la tortura, nada. Siguieron las citaciones en la Audiencia Nacional, y las detenciones y las denuncias de malos tratos, y los juicios, como el del 18/98. Tan sólo en una situación extrema se produjo la reunión Batasuna-PSE, y los contactos se siguieron produciendo en diferentes ámbitos, aunque sin implicación del PSN.

Alos pocos meses de la noticia del alto el fuego la izquierda abertzale lanzaba mensajes de alarma, que se han repetido hasta el presente, sin que los intentos de salvar el proceso hayan surtido efecto. Se han puesto sobre la mesa propuestas, se han desarrollado iniciativas, algunas públicas y otras más discretas, que han tenido siempre el no por respuesta. La izquierda abertzale ha flexibilizado extraordinariamente sus posiciones y siempre se le ha dicho que no era suficiente. En un tiempo eran las muertes las que impedían una solución, cuando ya no había muertes eran los atentados, y cuando ni siquiera había atentados era la propia existencia de ETA: siempre había un motivo para dejar la solución para más tarde.

En esta estrategia el PSOE no ha estado solo. Además de un PP en permanente estado de cruzada, el PNV ha sido un fiel aliado del presidente del Gobierno español. Por desgracia, si alguien esperaba que el PNV se situara entre el PSOE y la izquierda abertzale, la realidad ha demostrado que -bajo el liderazgo de Josu Jon Imaz, que lleva unos días ausente de la política vasca- buscaba más bien un espacio entre el PSOE y el PP.

Tras el atentado de Barajas, la maquinaria propagandística del Gobierno de Madrid y sus compañeros de viaje insistió en que ETA había enterrado el proceso, pero los contactos no cesaron. No han ofrecido resultados, sin embargo, y la actitud de PSOE y PNV ante las elecciones municipales y forales demostró que no estaban trabajando para un acuerdo político, sino para debilitar a la izquierda abertzale y obtener las máximas cotas de poder. El PSOE sabía lo que hacía al ilegalizar las listas electorales de la izquierda abertzale, y de modo especial dejándola fuera del Parlamento Foral. Como sabía qué significaba dar un portazo a la solicitud de inscripción en el registro de partidos de ASB o realizar redadas cuyas víctimas iban a relatar torturas espeluznantes. Eso no era hacer proceso, sino cargárselo.

Por eso carecen de credibilidad muchos de los lamentos que ahora escuchamos. ¿A qué viene quejarse ahora de una situación que han provocado consciente y voluntariamente?

Como ciudadano de este país, hoy me siento triste, pero también indignado, porque me han robado una ilusión, porque han fulminado una expectativa y porque lo han hecho por unos cálculos políticos sucios, obscenos, totalmente ilegítimos, y, no contentos con haber cerrado el camino, culpan a la izquierda abertzale de la crisis.En política, digan lo que digan algunos, no vale todo. No vale, por ejemplo, sabotear un proceso de resolución política de un conflicto porque se cree que su avance puede dificultar los planes de un partido para mantener la hegemonía política. No vale tampoco engañar a millones de personas aparentando una voluntad de la que realmente se carece.

Como ciudadano vasco enfadado, estoy harto de hipocresía. No estamos en el camino de la paz, pero tampoco lo estábamos antes del último comunicado de ETA. Es muy mala noticia que ya no haya alto el fuego, y sería de desear que cuanto antes se genere un clima político diferente en este país, pero cada cual debe asumir su responsabilidad.

La izquierda abertzale ha hecho algunas cosas mal; esto salta a la vista, pero ha hecho una cosa bien: intentar con todas las fuerzas traer la solución y la paz. ¿Pueden decir lo mismo los demás agentes políticos, muchos de ellos empeñados en estos días en gestionar los dividendos electorales del apartheid?

07 Junio 2007

La olvidada obligación de honestidad

Antonio Álvarez Solís

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La decisión de la organización ETA de dar por finalizado el alto el fuego iniciado en marzo del pasado año es «desacertada», y las consecuencias de la misma deberían ser «muy meditadas» por esa organización, sostiene el autor. No obstante, opina que el problema fundamental a resolver no es ETA, y se muestra convencido de que en el Gobierno español «nunca ha existido la voluntad de conceder al pueblo vasco la capacidad real para resolver su problema nacional».

Euskal Herria no es sólo un aurresku de honor oficiado a veces en altares de conveniencia, no es una regata de traineras magnificadas por el clamor del relato, no es una romería gastronómica en día de Santo patrón, no es un concierto de txalaparta para recrear la montaña sonora, no es un roble en soledad junto a la historia cincelada en piedra, no es una paz inerte y entregada al dominador colonial.

Euskal Herria es fundamentalmente una nación donde se rinde homenaje con el baile del aurresku, dónde se cultiva la fraternidad en la romería junto al marmitako, en que se enciende la pasión en la regata, donde el roble está vivo y proyecta sombra caliente, en que la paz es activa y de construcción nacional, que quiere decir, ante todo, capacidad de decisión sobre el propio ser.

Euskal Herria es todo eso y no una exhibición de folklore para atracción de turistas ideológicos y beneficio de Madrid. Euskadi no necesita seducir a España, como trataron de hacer aquellos catalanes que, con la doctrina de Cambó en la mano, primero mediante la Lliga y hogaño con Convergencia, plantearon hace ya muchos años la vana tarea de conseguir la catalanización de España, como si España no durmiera su inalterable e impenetrable siesta a la sombra granítica y roma de los toros de Guisando, rumiantes en el Estado que hace cuentas con el trabajo de la periferia.

La Euskadi de quienes únicamente poseen la riqueza de su identidad, y no otros beneficios a la sombra de instituciones tantas veces maniatadas, es una Euskadi que no renuncia a la dignidad de pensar, a la libertad de pretender y a la decisión de sobrevivir honestamente como nación.

Es necesario tener claro todo esto para no olvidar la obligación de honestidad a que están obligados los que subidos a la cucaña de la letra legal de la Constitución pervertida han hecho de los pueblos sometidos un trasunto de maldad y violencia. Sí, no parece acertado que ETA retome las armas, pero no es ETA el problema esencial a resolver, la ecuación de la paz vacía.

Uno se pregunta al pie del doloroso comunicado de la organización armada vasca si alguna vez hubo en los gobernantes de Madrid, y sobre todo hoy en la mente del Sr. Zapatero -el gran falsificador de esperanzas-, la más mínima voluntad de conceder al pueblo vasco la capacidad real para resolver su problema nacional.

Seamos honestos en el análisis: nunca hubo esa voluntad. El Sr. Zapatero jugó con ella, la lució con menosprecio de toda razón -las cartas estuvieron siempre marcadas- para ganar la batalla del poder, en la que salió victorioso merced a la acción sangrienta de Atocha. Su poder se mantiene con ese hábil ejercicio de los ojos de las gambas, proyectados al aire para observar todo riesgo. Ojos giroscópicos, urgentes, que al tiempo que ven se ven a sí mismos. También Zapatero emborracha al oso Mitrofán para acertarle mortalmente.

A veces, ante este panorama, me pregunto si la sociedad padece únicamente la inmoralidad de sus dirigentes o si es la misma sociedad la que se ha vuelto inmoral. Pero apartemos el tema.

Seamos honestos y no hagamos de la razón un ruido. El Sr. Zapatero amortizó desde un principio la consulta a la ciudadanía vasca con la esperanza de que el obvio y renacido conflicto -¿qué otra cosa podía esperar de sus toscos malabarismos?- le sacara del pozo donde rugía la españolidad horneada por el PP, con el fin de alcanzar dos objetivos fundamentales para mantenerle en la Moncloa con el apoyo del españolismo vertical: lograr un Gobierno socialista o quisling en Gasteiz -con el oscuro apoyo de familias nacionalistas de aurresku y marmitako- y el posterior y ya cómodo machacamiento del nacionalismo radical. Por cierto, ¿por qué se moteja maliciosamente de radical al abertzalismo de izquierda, cuando todo nacionalismo, como aspirante al poder de la nación, es radical en su pretensión, que es la soberanía? ¿Qué entienden maliciosamente por radicalismo los que manejan la injuria?

Manipuló la situación el Sr. Zapatero hasta destruir el brote de paz que él mismo había regado con una retórica sólo válida para cazar incautos o para abastecer maniobras torpes y peligrosas. Otra vez repito: creo que ETA debería fomentar con política y sin pólvora el avance del nacionalismo que uno palpa siempre vivo en la calle.

A los pueblos, y hablemos ya en los términos utilitarios de Maquiavelo, puede fatigarles, al menos por un tiempo, la tensión bélica, tan fácil de atribuir siempre al adversario que opera frente a la institucionalidad corrompida. Pero hoy se trata de ver cómo han jugado los que han elegido blancas sobre el tablero de ajedrez. Al Sr. Zapatero le acucia recuperar una ciudadanía que se le escapa a chorros hacia el fascismo de la derecha secular española. ¡Qué mejor maniobra que introducir en ese queso los propios gusanos! Y así el Sr. Zapatero aprovechará la interrupción de la tregua para penetrar por la puerta trasera en el nunca muerto Pacto Antiterrorista y trastear a los «populares» en su terreno. «Yo también soy la vieja España», clamará el monclovita.

Zapatero ha de liquidar rápidamente su burda maniobra vasca. Seamos honestos: París bien vale una misa, como se atribuye al primer Borbón francés.

Yvolverán banderas victoriosas al paso alegre de la paz. Pero esa paz es demasiado compleja para lograrla con leyes adventicias, policía partidaria, jueces sin balanza y colaboradores cada vez más desnudos. La paz del estadista verdadero se hace sin uniformes y sin tribunales. Se hace con el material sutil de la razón, con el reconocimiento del otro, con la elegancia del juego limpio, con la generosidad de quien quiere legar un futuro y no prolongar un repugnante presente. La paz es hija de amores leales. La paz es la consecuencia del buen gobierno, no un calzador del zapato inservible.

Esperan a Euskadi días de zozobra. ETA debería de pensar muy minuciosamente en las consecuencias que pueden derivarse de los próximos días. Pero insisto en que hablar de ETA enconadamente sólo persigue encubrir a quien maneja desde la cumbre la mano del Bellido Dolfos español. Euskadi precisa de una gran política republicana que ya no pueden protagonizar muchos partidos que han quedado sin alma creíble. Un republicanismo que se base en dos principios esenciales: la auténtica soberanía de los ciudadanos y la verdadera capacidad de los pueblos para serlo. Desde ese republicanismo hablemos con honestidad.